90 minutos con el profesor Álvarez Cambras
Dos casualidades le dieron un giro diametral a su vida, confiesa el eminente científico cubano que debe su profesión a la memoria de su padre.
Por Ricardo R. González
No cree en horóscopos como trazadores de destinos, mas sí en las casualidades, porque dos de ellas le dieron un giro diametral a la vida del profesor Rodrigo Álvarez Cambras, presidente de la Sociedad Cubana de Ortopedia y Traumatología, y pionero en la continua renovación de la especialidad en el mundo.
Hombre de frente ancha, entradas pronunciadas, hablar pausado como cualidad peculiar a fin de que cada palabra encuentre su mejor entendimiento. Así transcurre su plática, entre el profesional y el ciudadano reflejado ante el pizarrón tributado por la vida.
«Antes de la Revolución —advierte— veía en los periódicos la Clínica de los Hermanos Mayo, o el establecimiento de Houston dedicado al tratamiento del cáncer. Soñaba con un centro similar para Cuba y me hacía una pregunta: ¿Cuándo?»
En aquella etapa ni siquiera imaginarlo. Conoció las penurias de la Sala Gálvez (en el hospital Calixto García) y de aquellas vivencias traumatizantes... Dos enfermos en una misma cama, colchones sin sábanas, o la venta de una simple donación de sangre...
Todo lo curtió. Posterior a 1959 cargó su mochila y se fue de médico hacia el Oriente del archipiélago. Luego, cumplimentó una etapa con la guerrilla en África, hasta que el propio Fidel lo envió a Francia como becario. Allá lo nombraron Profesor de la Universidad de París, y a su retorno Rodrigo Álvarez Cambras asumió la dirección del hospital ortopédico Frank País.
Con su mesura característica retrocede en el tiempo. «Era un centro pequeño. Apenas con 80 camas y tres quirófanos, pero con suficientes áreas subutilizadas. Recuerdo que asistí a una recepción ofrecida en la Embajada de Perú. En esa época viajaron varios residentes en esa nación a operarse a La Habana. Ya habíamos intervenido aquí al presidente Velasco Alvarado, y es allí donde el Comandante en Jefe me propone impulsar el «Frank País».
Los sueños iniciaban el camino de la realidad. Pero su mayor satisfacción profesional encuentra lugar sin muchos rodeos: «Cuando se terminó la institución. La fuimos inaugurando paulatinamente, de 1974 a 1985. Fidel estuvo en los cuatro momentos trascendentales de apertura, y hoy tenemos una infraestructura de prestigio internacional que sigue incrementando sus instalaciones, aunque se ha visto afectada, también, por el déficit de recursos.»
El magisterio hay que sentirlo. Este hombre vive orgulloso de sus discípulos. Manifiesta alegría por estar en la porción villaclareña, que se ha ganado el derecho de aplicar la técnica de implantación de prótesis totales de rodilla y de cadera a los necesitados de la región central, y por estos días es sede del Congreso Internacional Ortopedia 2010.
«Ello forma parte del plan de desarrollo de la especialidad. Hace ya unos años se introdujo la sustitución total de cadera. Esta provincia, después de la capital cubana, resulta la más destacada en dicha modalidad. En cuanto a la de rodillas,
la experiencia se inició en el «Frank País», y fue aplicada después en el «Hermanos Ameijeiras». También realizaron algunas en el Centro de Investigaciones Médico-Quirúrgicas (CIMEQ), y en Santiago de Cuba. Ya en el 2006 se incorporó en Villa Clara como estímulo a la labor desplegada por el hospital universitario Arnaldo Milián Castro, y a los expertos que lo distinguen.»
Estar al frente de los ortopédicos del país le permite alimentar las ansias del eterno soñador. A la par del avance mundial, Cuba trabaja en el incentivo de la artroscopia o cirugía de mínimo acceso. El 90 % % recae sobre las rodillas, un 6 % en hombros, y el resto, entre tobillos, muñecas y caderas.
«Como padre tengo el placer de que mi hijo, Rodrigo Álvarez Lorenzo, encabece el equipo encargado de la praxis de este método en caderas, y dirijo, además, el Servicio de Traumatología del Deporte, la Danza, el Ballet y las artes circenses.
«Algo interesante. Te obliga a emplear técnicas diferentes ante las lesiones que sufren los grupos de profesionales. No es lo mismo operar a un periodista de una ruptura del ligamento lateral del tobillo que a un saltador de altura. Ello te lleva a buscar el método idóneo para uno y para otro, que permita eliminar la lesión sin afectar el oficio.»
El Banco de Tejidos, radicado en el propio hospital Frank País, constituye fuente de noticias. El injerto de huesos, de cartílagos y tendones, posibilitó la praxis del primer implante de la mitad de una pelvis y cadera total, realizado en el 2004 en La Habana, y devenido hito a nivel mundial.
Pero el déficit de donantes por muerte cerebral o instantánea, en los que se respeta la decisión familiar, conlleva a la búsqueda de otras fuentes en el tejido animal ovino, caprino y porcino.
No obstante, el proceso resulta de mayor complejidad, al imponer limpieza total de grasas y proteínas, lo que demanda el sometimiento previo a disolventes químicos.
«No se trata de una innovación, pues en el orbe ha quedado demostrada, pero sí aparece como novedad que utilizamos. Y otro momento importante resulta la utilización de la piel de cerdo en injertos para pacientes quemados que reporta óptimos saldos, y salvan a innumerables personas. Una vez procesada se sitúa sobre el área afectada por espacio de siete a diez días.
Luego se sustituye por otro fragmento, hasta que el tejido regenera y el afectado no pierde electrolitos (sodio y potasio, entre otros) causantes de la muerte.»
A la memoria de un asturiano que ejerció como perito mercantil le debe Álvarez Cambras su inclinación por la Medicina.
«Era mi padre. Un hombre sin muchos estudios, pero que siempre me inculcó la ingeniería en minas y caminos. Me regalaba camioncitos y otros tipos de automóviles de juguete. Cuando yo tenía 13 ó 14 años enfermó de tuberculosis. Lo vi morir consumido en su cama, y a punto de concluir el bachillerato lo perdí. En meses posteriores debía matricular en la Universidad... Me afectó tanto su muerte que preferí hacerme médico para ayudar a los semejantes, inspirado en aquellas imágenes finales que tengo de él.»
—¿Y la vena de ortopédico?
—Otro hecho fortuito. Cursaba segundo año de Medicina, y en 1956 salimos desde el Parque Maceo en manifestación contra el régimen. La policía nos interceptó en las calles San Francisco y San Lázaro, en la capital cubana. Hubo tiroteo. Allí hirieron a Camilo Cienfuegos. A mí también... una lesión en la pierna. Fui conducido al «Calixto García». Cada vez llegaban más heridos o golpeados, y como estudiante de Medicina abandoné la camilla a fin de ayudar al personal de la Sala... Y dice un proverbio que «quien se moja con yeso... se hace ortopédico». A partir de ese momento se inclinó la balanza hacia esta profesión.
—¿Decepciones?
—(Medita)... Las del propio oficio, pero creo que las vivencias prerrevolucionarias de aquella Sala del «Calixto García» nunca las podré olvidar, como tampoco cuando a través de los años he visto fallecer a un niño. Cualquier galeno se estremece ante esta pérdida.
—Si tuviera que escribir su autobiografía, ¿cómo la iniciaría?
—Escogería, como primer renglón... «Esta es la historia de un cubano en el que dos casualidades cambiaron el curso de su destino, pues ni pensaba ser médico ni ejercer como ortopédico.»
IMPRONTA DE UN CIENTÍFICO
Rodrigó Álvarez Cambras, además de director general del Complejo Científico Ortopédico Internacional Frank País, es Doctor en Ciencias y Profesor Honorario de la Universidad de Santo Domingo. Doctor Honoris Causa de la Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia. Profesor Honorario de la Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba, Bolivia. Decano de la Escuela Iberoamericana de Ortopedia y Traumatología.
Presidente de la Asociación Médica Cubano-Francesa, y de Honor de la Federación Cubana de Medicina del Deporte.
ha impartido varios cursos de pregrado y postgrado como profesor de la Facultad de Medicina desde 1964 hasta la fecha.
Cuenta con seis libros sobre la especialidad y más de 150 trabajos en revistas nacionales e internacionales, a los que se acompaña una cifra superior a los 300 trabajos en congresos nacionales e internacionales.
Presidente de Honor de la Unión Árabe de Cuba. Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Vanguardia Nacional del Sindicato de la Salud. Miembro Fundador del Partido Comunista de Cuba, y dispone de la Orden Medalla al Mérito Deportivo, la Lázaro Peña de 1er. Grado, y la Carlos J. Finlay.
Fue elegido miembro del Comité Central del Partido Comunista en el II, III, IV Congreso del PCC.
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