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soyquiensoy (Ricardo R. González)

Con 2...

«Con 2 que se quieran» Digna Guerra (Parte I)

«Con 2 que se quieran» Digna Guerra (Parte I)

“La música no viene de la boca, sino del alma”

Amaury. Muy buenas noches estamos en Con 2 que se quieran. Ahora aquí en 5ª Avenida y calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy nos acompaña, me da muchísima alegría que ella esté aquí porque siempre la he admirado, siempre la he venerado, de hecho me parece una mujer, además, hermosísima y eso siempre incita a buenas preguntas. Está con nosotros, la gran pianista, la gran cantante y la extraordinaria directora de coros, directora del Coro Nacional de Cuba, y de Entre voces -eso lo hablaremos en el camino- mi amiga, tengo que decirlo así, la profesora, la maestra, Digna Guerra.

Digna. Mi amor.

Amaury. ¡Mi vida, qué linda has venido!

Digna. ¡Qué honor, qué honor!

Amaury Has venido tan bonita. Estás tan bonita vestida, yo espero que la televisión pueda ser capaz de retratar la belleza de Digna, su elegancia, además, que ha venido divinamente.

Yo quiero empezar, porque tú eres una persona de respuestas agudas, de una inteligencia importante, señera; preguntándote: ¿qué es un coro?, o sea, ¿es un grupo armonioso, una compañía armoniosa, de voces angelicales o un grupo de solistas frustrados?

Digna. Pues chico, es lo primero, es lo primero. Yo creo que es un grupo de ángeles que la vida los ha reunido en una ocasión de su etapa para cantar juntos, porque en realidad, lo que se busca cuando uno canta en conjunto es tratar de elevar el espíritu, tratar de angelicar un poco el resultado de lo que sale del alma. Porque yo digo que la música, la voz, el canto no viene de la boca, viene del alma. Y para eso hay que hacer un trabajo también muy específico con ese grupo de personas. Inclusive pienso que la segunda parte de la pregunta…, o sea, es posible que haya un grupo de personas que se reúna porque se sienten frustrados por ene razón en la vida, o quizás, no sé…

Amaury. …O no se atrevieron… me da miedo ser solista y entonces me meto en un coro y ahí me escondo.

Digna.  Exactamente. Pero aun así, yo creo que la labor del director es tan importante…, de llevar al rango angelical a cualquiera de los dos grupos.

Amaury. Hay muchísima gente, muchísimos cantantes solistas, pienso ahora mismo en Miriam Ramos, por ejemplo, una cantante extraordinaria, que tuvo una formación en el Coro.

Digna. Estuvo en el Coro Nacional. Fue miembro del Coro Nacional.

Amaury. Ella lo ha dicho, miembro del Coro Nacional. Pero por ejemplo, está el caso tuyo, que tú tienes una voz tremenda, entonces mi pregunta es: ¿Por qué tú no fuiste solista?

Digna. Pues fíjate, yo creo que fue coyuntural. Yo empecé en la música en el piano, ¿verdad?, y de pronto se abrió la Escuela Coral de La Habana, en el Conservatorio Municipal de La Habana. Me presenté, me hicieron la prueba, entré al Conservatorio y me puse a estudiar Dirección Coral. Siempre, toda la vida me ha gustado cantar, pero sin embargo, me fue halando y me fue ganando la situación de la dirección coral, y me quedé ahí. Entonces, qué hecho muchas veces, en algunos solos en el coro, los mismos cantantes me decían: Cántelo usted, maestra. Cántelo usted y me metía y cantaba, así, ran, ran. Pero me gusta mucho cantar, me gusta mucho cantar.

Amaury. Y además, lo haces muy bien. No es solo que te guste mucho cantar. Hay mucha gente que le gusta cantar, a mí me encanta cantar, pero no lo hago bien.

Digna. ¡Ay!, pero yo te admiro muchísimo, tengo que hacer ese paréntesis ahí, porque de verdad que donde pones el ojo pones la bala, y eso es importantísimo.

Amaury. Bueno, gracias. A ver, Digna, ¿dónde tú naciste?

Digna. Yo nací en La Habana, aquí en La Habana, en Centro Habana, un barrio bien humilde, cerquita del Ameijeiras, donde estaba antes la Beneficencia. Soy hija de padres también muy humildes, un albañil y una ama de casa. Y de verdad que lucharon muchísimo los dos para encaminarnos. Nosotros éramos tres hermanos, ya mi hermano mayor falleció. Y luchó mucho mi mamá que era la que estaba también al pie del cañón conmigo. Me metía aquí, allá, porque vieron las condiciones que tenía también desde bien pequeñita, desde los cuatro años.

Amaury. ¿Cómo tú te das cuenta que la música te llama más la atención que los juguetes, que los juegos?

Digna. Increíble, increíble. Estaba en el Kinder, en una escuela pública que está…

Amaury. ¿En el Kinder, que tenía tres años?

Digna. Si, sí, sí. En el Kinder había un piano y entonces la maestra decía: “Pero Digna, vaya a jugar con los niños a la hora del recreo”, y yo no quería jugar, yo lo que quería era tocar el piano del Kinder mientras los niños estaban en su juego. La maestra se dio cuenta de que yo tocaba la melodía de los cantos que nos enseñaban en el Kinder, y que le ponía la armonía debajo. Entonces, bueno, se sorprendió y mandó a buscar a mi mamá. Señora, ¿usted no se ha dado cuenta que la niña toca el piano?, pero no es con el dedo, no es que hace la melodía con el dedo como se hace usualmente, sino que toca, pero pone debajo lo que va.

Amaury. Tú tocabas aquellas canciones, las marchas de las letras, todas aquellas canciones.

Digna. Todas las cancioncitas del Kinder. Entonces, bueno, me trajeron los Reyes Magos un pianito de juguete. Te puedes imaginar que mi papá nunca me podía haber comprado un piano. Pero te voy a hacer la historia del piano. Llegué a tener un piano de verdad. Resulta que en aquella época había un programa en la televisión que se llamaba Tertulia, que lo animaba, lo dirigía Diego Tendedera, pero Diego Tendedera estaba postulado para Concejal, entonces, en toda esa etapa, mi mamá me pone en una escuela vocacional de música, que había al doblar de la casa. Y estando un día en la esquina de la escuelita, en un cafetería, yo estaba conversando con otras muchachitas que estaban allí en la escuela. Y les decía: pero imagínate, yo no voy a poder seguir estudiando porque yo no tengo piano para estudiar. Y había un señor allí sentado que me dice de pronto: mira, hay un señor aquí, y me hace toda la historia, que se llama Diego Tendedera, etc., etc. y ¿por qué tú no le escribes?, porque es una persona muy humana, ha ayudado a mucha gente, qué sé yo, y me da una hoja de papel y yo le escribo: Señor Tendedera, yo soy una niña así, asao, le mando mi cartica. No tengo piano, no tengo como estudiar y el piano es mi ilusión, no sé qué, y bueno, pasa aquello, le di la carta al señor. Pasan los días y los días. Yo vivía en un solar, ese programa empezaba a las diez de la noche. Y da la casualidad que la vecina, de pronto se oye un escándalo y viene y toca en la puerta y dice: ¡Raquel! -Raquel se llamaba mi mamá- ¡Raquel, despiértate que tú hija se ganó un piano!

Amaury. ¿Por la televisión?

Digna. En la televisión.

Amaury. ¡El señor Tendedera te regaló un piano en televisión!

Digna. Sí, y entonces, bueno, finalmente fueron y compraron un piano. Entonces el acontecimiento fue la llegada del piano al solar, todo un acontecimiento histórico.

Amaury. ¿Y a qué hora tú estudiabas entonces el piano? Porque los vecinos, en un solar… Mi papá vivió en el solar de Aguiar, o sea, que yo conozco bien la vida de los solares.

Digna. Yo estudiaba enseguida que llegaba de la escuela. Me quitaba toda la ropa y era, piano, piano, piano, piano, piano, pero así, era el día entero, el día entero. Entonces a mi papá yo le decía; ay, papá, oí una canción que se llama, Ahí viene el chivo, de Lecuona. Ahí iba mi papá a una casa de música que estaba en San Rafael, al lado del Ten Cent de Galiano, no recuerdo cómo se llamaba la casa de música donde vendían partituras, vendían instrumentos, etc. Y allá iba, me compraba mi partitura, me la traía, porque además, leía muchísimo también. No sé cuál fue mi misterio, pero yo leía, me comía las partituras a primera vista, de una manera muy rápida.

Amaury. ¿Cuál es el misterio de la lectura a primera vista? Para explicarles a los televidentes que los músicos que tienen la habilidad de leer la música, leer las notas musicales, como cualquier persona, buen lector, puede leer el periódico.

Digna. El periódico, sí, es práctica, supuestamente tú debes saber solfear.

Amaury. Sí.

Digna. Pero todo está en la práctica que tú realices diariamente. A mí, no solamente que yo fui alumna de Aida Texeiro, una fabulosa maestra de solfeo.

Amaury. ¡Una maestra legendaria!.

Digna. Maestra legendaria. Y el sistema que había en el Conservatorio de La Habana que era de cuatro años de solfeo. Y en cuatro años toda mi generación aprendió a solfear y son tremendos solfistas esa generación, ¿entiendes?, sencillamente, esa fue una etapa muy buena, y toda mi generación aprendió a solfear muy bien.

Amaury. Sí, pero es como una memoria fotográfica, porque, por ejemplo…

Digna. También.

Amaury. …yo aprendí a solfear; tú me das un papel y yo tengo que mirar la clave y empezar despacito. Y hay gente, sin embargo, los músicos que graban habitualmente conmigo, Rolando Luna, Rodney Barreto, a toda esa gente que le ponen el papel delante…

Digna. …¡Y lo tocan!.

Amaury. ¡Y ya están tocando!.

Digna. Es una práctica, es una práctica visual. Yo toqué cuatro años en la Orquesta Sinfónica de La Habana, o sea, la práctica de atril te da una vista muy rápida, te da una vista tremenda, y esto me sirvió muchísimo. Ya yo solfeaba muchísimo cuando llegué a la Sinfónica y, sin embargo, esos cuatro años allí, delante de ese atril, mirando, mirando, resolviendo, me sirvió y me impulsó muchísimo más. Me dio mucha más práctica y más vista. Por eso se llama, lectura a primera vista.

Amaury. A primera vista. O sea, que tú ves el papel y ya, zas, te lo comiste y lo resolviste, ¿no?

Tú sabes que cuando tú me hablabas… Yo siempre te he considerado una mujer muy alegre, es la Digna que yo conozco, si hay otra oculta, no me tocó. A mí me tocó siempre una mujer positiva y alegre. ¿Tú crees que hay una relación entre la felicidad, la alegría  y la precariedad?

Digna. Yo creo que hay una relación. Yo creo que sí tienen relación porque nosotros éramos gente muy pobre y no solamente nosotros, toda la gente que vivía allí en el solar. Y sin embargo, era gente que vivía con alegría. Quizás nuestros padres con el peso de la vida, eran los que tenían más preocupaciones y demás, pero así y todo, no son las preocupaciones de hoy, ni de ayer, inclusive. Son las preocupaciones de antes de antier. Que la gente vivía muy conforme con lo que tenía, o sea, no estaba esa visión del consumismo, del no sé qué…

Amaury. Ambición por acumular cosas, ¿no?

Digna. Por acumular cosas, que además, no se las van a llevar, te vas desnudo, como vienes al mundo. Realmente yo creo que ni el dinero es la felicidad, ni los lujos son la felicidad, nada de eso. Yo particularmente pienso así, quizás, porque vengo de ese mundo, de esa extracción.

Amaury. A mí me decía un día, no sé qué artefacto electrónico me había comprado, y me dice Eusebio Leal, que estaba en la casa: uno va acumulando cosas y objetos, y lentamente los objetos lo van abandonando a uno.

Digna. Así es.

Amaury. A ver, Digna, tú no me has dicho ningún momento todavía, aunque yo puedo adivinarlo, pero yo quiero que tú me lo digas,  ¿has sido feliz?

Digna. Yo creo que sí, yo creo que sí. Yo le doy gracias a la vida, de verdad, porque todavía estoy aquí. Cada etapa tiene sus encantos, sus sueños, sus sueños realizados, algunos no realizados, pero siempre hay una puerta, siempre ha habido una puerta, una puerta que se abrió y a pesar de los encontronazos, que siempre son enseñanzas; a pesar de los momentos difíciles, porque he tenido muchos momentos difíciles, a pesar de eso, he tratado, como yo le digo a la gente, que el mes de mayo viva en mi corazón, ¿no?, o sea, trato de que nadie me empañe poniéndome octubre, noviembre, o febrero en mi alma. Yo creo que mayo, el mes de las flores, va a estar conmigo acompañándome siempre.

Amaury. ¡Qué lindo, qué preciso eso que me has dicho!

Bueno, tú sabes que el otro día me encuentro a una compañera, no voy a situar el hecho, pero estábamos en un cumpleaños, y se me acerca una persona de nuestras empresas artísticas y me dice: Amaury, muy gentilmente, porque ella fue muy bondadosa. Me dice: yo quisiera que usted invitara -ya tú estabas invitada al programa- pero me dice; yo quisiera que usted invitara a la maestra. Entonces yo le digo: ya está invitada, pero ¿por qué especialmente? Y me dice lo siguiente: ella va a cumplir -era el momento en que estaba cumpliendo el Coro Nacional 50 años- y ella ha estado al frente del Coro por 35 años. Entonces yo digo: Bueno, ¿y esos son los motivos por los que yo debía invitar a la maestra?, es decir, por los aniversarios cerrados.

¿Qué tú piensas de ese asunto que hemos abrazado eso de una manera paranoica? Los aniversarios cerrados. Porque a mí me da, yo festejaría con la misma alegría tus 65 que tus 66, que tus 67, aunque no sean aniversarios cerrados. ¿Qué tú piensas de los aniversarios cerrados?

Digna. Yo creo que es un problema económico, ¿tú sabes?, que los aniversarios cerrados están ligados a la situación económica general.

Amaury. Sí, ¿verdad?, por la cosa del quinquenio, ¿no?

Digna. Yo creo que sí, yo creo que sí, porque tanto valor tienen los 65, como los 63 o los 67.

Amaury. ¿Cuándo es que tú llegas a Alemania?

Digna. ¿Cuándo llego? llego en el año 72.

Amaury. ¿A qué ciudad de Alemania?

Digna. A Berlín, yo estuve en Berlín. Estudié en Berlín. Fue una experiencia muy importante. Yo llegué allí y me convalidaron casi todas las asignaturas. Pero dentro de la dirección, dentro del currículum de asignaturas, está el piano complementario, entonces cuando me toca hacer la prueba de piano complementario, me dicen: pero usted no puede hacer piano complementario.

Amaury. Piano complementario, para explicarle a los televidentes, qué cosa es exactamente.

Digna. Es un complemento, aquí también se da piano complementario. El piano complementario, es que el que estudia flauta, tiene que estudiar piano complementario, el de violín tiene que hacerlo también.

Amaury. Sí, porque se da el caso, por ejemplo, de Gonzalo Ruvalcaba que estudió percusión, y el piano complementario se convirtió en EL PIANO.

Digna. Bueno, pues a mí me pasó eso en Alemania.

Amaury. ¡Ah!, ya, ahí está.

Digna. O sea, el tribunal aquel me decía: no, pero es que usted toca demasiado, usted no puede hacer piano complementario porque es una cosa añadida. No, usted tiene que hacer piano básico. Y entonces digo: ah, perfecto, si yo vine aquí a estudiar, e hice dos diplomas estatales, me gradué de las dos especialidades en nivel superior allí en el Conservatorio de Berlín, de Dirección Coral y de Piano. De los dos. Estudié como una fiera, mañana tarde y noche, tenía permiso de la policía hasta las diez de la noche para estudiar en mi casa, para no molestar a los vecinos, pero desde que me levantaba era teclas.

Amaury. Pero fíjate que es la segunda renuncia. Primero, renunciaste a ser solista.

Digna. Sí.

Amaury. Y después renunciaste a ser pianista concertista.

Digna. Exactamente, exactamente, y me quedé con el Coro, el Coro me ha dado, me ha aportado mucho del conocimiento humano. Trabajar con un conglomerado de personas te enseña mucho y aprendes, aprendes a ver un poquito más allá.

Amaury. Sí, porque hay que ser psicólogo también para trabajar con grupos de personas.

Digna. Tienes que tener psicología de masas para poder guiar a toda una serie de gente y tratar de unificarles el pensamiento, que eso no es fácil, no es fácil.

Amaury. Ahora, tú regresas de Alemania y a dónde tú vuelves cuando llegas aquí. Cuando llegas, ya me gradué, tengo dos diplomas maravillosos: ¿Qué hago con esto, para dónde voy?

Digna. Bueno, en esa etapa inicial me pusieron de asesora en las Escuelas de Arte, para revisar los programas docentes e inmediatamente se empieza a gestar el Instituto Superior de Arte, y se hace un Consejo Científico Metodológico y me llaman para que yo integre el Consejo Científico Metodológico, que era el que iba a preparar los planes y programas de estudio para fundar el Instituto.

Y el Instituto se funda en 1976, o sea, que todo el año 75 yo estuve trabajando en planes y programas para la creación del Instituto, la fundación del Instituto Superior de Arte.

Amaury. Y en qué momento, porque tu esposo, del que hablaremos después, Benjamín, el doctor Benjamín, tan querido y una persona tan buena. Cuando estábamos haciendo la investigación para tu programa, yo no quería venir a improvisar, a tirar piedras, me dice: pregúntale, que ella fue percusionista en la Orquesta Sinfónica. ¿En qué época fue eso?

Digna. Bueno, cuando era estudiante del Conservatorio de La Habana.

Amaury. Yo dije: ¿cómo percusionista?, pero ¿qué tocabas, tímpani?

Digna. Sí, de todo, menos el tímpani, todo lo demás.

Amaury. No te imagino tan delgadita.

Digna. Pues sí.

Amaury. Tocando el gong.

Amaury. ¿Alguna vez lo pudiste hacer?

Digna. Sí, sí, pasé por todos los instrumentos de percusión en la Orquesta.

Amaury. ¿Tú sabes que uno de los sueños de mi vida, como esto es una conversación, sirve también para confesarse uno, fue algún día terminar una obra sinfónica grande y hacer así: shssss. (Amaury hace gesto como de cerrar los platillos de orquesta sinfónica)

Digna. Tocar los platillos.

Amaury. Tocar los platillos esos inmensos, y hacer, shsss. Saber que yo termino algo.

Digna. Pero lo peor de los platillos, no es darles, sino cuando los tienes que apagar que te los tienes que pegar al cuerpo.

Amaury. Ya ese es un sueño muy poco cumplible. Ahora, yo quiero que tú me hables de tus amores. Porque tú tienes que haber sido una mujer muy enamorada porque eres muy bonita y debes haber tenido muchos enamorados, muchos pretendientes. ¿Tuviste muchos pretendientes?

Digna. Sí.

Amaury. No te da ninguna pena decir sí.

Digna. No, para nada, para nada. Soy una mujer, y sí, gente, muy…, que se enamoraron de mí, sí, que me han amado a lo largo de mi existencia, hasta que apareció mi esposo.

Amaury. Hablemos entonces de él, ¿cuándo aparece Benjamín?

Digna. Benjamín aparece en Nicaragua, en una gira que hizo el Coro Nacional, que estuvimos por allá cantando en plena guerra. Además, eso fue muy importante. En plena guerra fuimos a Nicaragua. Inclusive hay una anécdota simpática y dramática a la vez. Estábamos cantando en un teatro y de pronto se apaga la luz y dijeron: ¡al suelo! Todo el coro en el piso y seguimos cantando desde el piso, a oscuras.

Amaury. ¡No lo puedo creer!

Digna. ¡A oscuras! Bueno, eso fue en Managua, pero uno de los lugares que fuimos a visitar en aquella ocasión fue Matagalpa, que era donde estaba la misión médica y fue muy emocionante, muy emocionante, porque la misión médica era inmensa también. Había cientos de médicos cubanos allí. Y después del concierto nos reunimos allí con la misión, con muchos de los médicos que se nos acercaron con el jefe de la misión médica, y nos invitaron a la casa de los médicos. Y fue ahí entonces que conozco a Benjamín en el trayecto, en el ómnibus; la miradita, el guiño, etc.

«Con 2 que se quieran» Digna Guerra (Parte II)

«Con 2 que se quieran» Digna Guerra (Parte II)

Amaury. ¿Tú estabas sola, en ese momento?, no estabas con nadie.

Digna. Estaba sola y me llamó mucho la atención su timbre, el color de la voz y qué sé yo. Y bueno, ya pasó eso, nos vimos, ran, ran, regresé. Y yo recuerdo que cada vez que llegaba del trabajo mi mamá me entregaba todos los días cuatro y cinco cartas.

Amaury. ¡Qué bárbaro!

Digna. Sí, sí, yo no sé cómo hacía.

Amaury. ¡Qué romance!

Digna. Precioso. Y me decía, no hagas nada, espérame, déjame competir.

Amaury. ¿Verdad? ¡Que bárbaro!, no me imagino al doctor Benjamín en eso.

Digna. Ah, sí, imagínatelo, y lo pongo aquí en pública subasta. Y bueno, así empezamos ya, ran, ran y ya vino y al año ya nos casamos.

Amaury. ¿Y él, de alguna manera trabaja contigo, de alguna forma te ayuda?

Digna. Sí, sí, sí, bueno, pues 30 de los 35 años del Coro Nacional, él ha estado ahí pie a pie conmigo. En sus labores como médico y también ayudándome y representándome, y prácticamente siendo el apoyo que he tenido en todos estos años.

Amaury. ¿Tú crees que es útil?, porque a veces funciona y a veces no. ¿Que es útil que la pareja de uno trabaje con uno?

Digna. Depende.

Amaury. Depende, ¿verdad?

Digna. Yo creo que no siempre, pero yo creo que sí, en mi caso sí, puede servirte mucho ese apoyo tan necesario en tus labores de trabajo.

Amaury. Porque hay veces que yo veo que chocan los intereses matrimoniales con los intereses laborales.

Digna. Sí, sí.

Amaury. De alguna manera, a veces es demasiado la juntadera.

Digna. Demasiado junta, junta.

Amaury. A ver. Cuando yo te conocí, puedo decir que la primera vez que yo te vi, puede haber sido en el año 74, creo que fue en los estudios del ICAIC. Nos presentó Frank Fernández, y yo siempre he visto que hay una amistad muy bonita entre Frank, Guido López Gavilán, el maestro, y, bueno, y nuestra querida Teresita…

Digna. …Teresita Junco…

Amaury. …Nunca olvidada, una sonrisa que iluminaba donde quiera que llegaba Teresita. La gran profesora, a la que muchísimos pianistas, le deben…

Digna. …Muchísimo…

Amaury. …Muchísimo, muchísimo más de lo que se lo reconocen.

Digna. Así es.

Amaury. Le deben su carrera. ¿Cómo es la amistad de ustedes cuando se conocen? Porque ese grupo a mí siempre me ha agradado. Es un cuarteto fantástico.

Digna. ¡Qué lindo!, ¿eh?. Bueno, éramos y seguimos siendo cuatro hermanos. Nos conocimos en el Conservatorio, precisamente, de pequeños. La mamá de Teresita estaba allí sentada en el banco con mi mamá, esperando que saliéramos de las clases y todo eso, ¿no?.

Amaury. ¡Qué bárbaro!

Digna. Después se incorporó Frank, que vino desde Mayarí a estudiar y demás. Y así empezó la amistad. Tú sabes, la gente se va agrupando por afinidades y a los cuatro nos matricularon en la escuela coral. O sea, Frank, estudió dirección coral. Guido, dirección coral. Teresita, y bueno, yo también.

Los cuatro cantábamos juntos y éramos cuatro bohemios que salíamos del Conservatorio a las 11 de la noche y nos íbamos al muro del Malecón a sentarnos en el Malecón a cantar, ¡ay! fue una época divina, divina. Nosotros, por ejemplo, salíamos cantando algo, algún arreglo nuevo del Conservatorio, nos íbamos a la parada de la guagua, que estaba ahí mismo pegada, estábamos cantando a cuatro voces, no habíamos terminado de cantar y venía la guagua, nos subíamos cantando, porque como no se había acabado la canción, y ahí, de pie, en la guagua, seguíamos cantando y de pronto empezamos a notar que en la guagua hacían silencio, silencio.

Amaury. Sí, había subido un cuarteto, música, música en el autobús.

Digna. Allí mismo. Terminábamos de cantar y toda la guagua aplaudía. No, pero qué lindo, qué lindo.

Amaury. ¡Qué bonita época!

Digna. Y nos metíamos en todos los night clubs. Estábamos siempre donde estaba Portillo. Otros días íbamos al Pico Blanco, a escuchar cantar a no sé quién, así. Estábamos en esa bobería, pero fue muy lindo, muy lindo. Fue una etapa preciosa, y así, bueno…

Amaury. Eso que tú le llamas bobería, ha dado…, dio cuatro puntales de nuestra música.

¿Por qué los coros, Digna, no se pasan por la radio?, incluso, cuando por ejemplo, en tu caso, y en el del Coro Entre Voces, que también diriges cantan música popular. ¿Por qué tú crees que no, que la gente dice: eso es Coro, eso no funciona en la radio?

Digna. Mira, yo no puedo decir que hay desconocimiento, porque a estas alturas no podemos hablar de desconocimiento de los comunicadores, de los que tienen un medio tan potente en sus manos como es la radio, como es la televisión.

Yo creo, yo pienso que son intereses, o gustos personales, porque lamentablemente, a veces, eso se mueve de esa manera, que nadie me puede decir a estas alturas, en el Siglo XXI, que los coros son estáticos, que si es música de iglesias, porque esos criterios que existían antes, ya eso no existe. O sea, los coros se mueven, los coros cantan música popular. Yo misma, yo canto un montón de cosas populares, Pastorita tiene guararey, de Formell, Dale como es, de Adalberto Álvarez, lo que sea ¿entiendes?

Amaury. Y con arreglos muy potables al oído, como se dice, ¿no?.

Digna. Exactamente, y muy novedosos. O sea, yo creo que hay que equilibrar entre lo que se pone, el reguetón, el no sé qué y también los coros tienen que tener un espacio.

Amaury. Sí, aire para todo el mundo, ¿no?

Digna. Exactamente, porque todo el mundo… hay oídos para todo el mundo. La diversidad nuestra y todos los gustos que tiene la gente. A todo el mundo no le gusta el reguetón, a todo el mundo no le gusta la música antigua, a todo el mundo no le gusta esto o aquello. Bueno, vamos a hacer un abanico donde todo el mundo pueda escoger libremente qué quiere escuchar, pero yo creo que los medios tienen el deber de ofrecer ese abanico de posibilidades.

Amaury. Bueno, esperemos que esto sirva, por lo menos, en el caso de los coros, para que las cosas funcionen de otra manera.

Tú sabes que estamos usando con mucha frecuencia la frase: nuestro movimiento deportivo goza de buena salud, ¿nuestra música sinfónica goza de buena salud?, es como si nadie estuviera enfermo. Todo goza de buena salud, es una frase que se ha hecho tan corriente que se convierte en cursi, ¿no?.

Digna. Claro.

Amaury. ¿Tú crees que el movimiento coral cubano está en un momento de plenitud?

Digna. Yo creo que sí, porque se ha hecho mucho. El Instituto de la Música específicamente, ha creado grupos para el desarrollo de estas líneas de trabajo, hay un programa que se llama Para el Desarrollo de la Música Coral. Y de verdad que eso ha dado resultados. Muchos resultados, porque se ha creado un equipo de trabajo, de directores de coro, que visitan trimestralmente a todos los coros del país donde se le orienta cómo hacer, se les llevan materiales, se les llevan partituras, discografía. Además de todos los encuentros que existen, bueno, los Festivales, el de Santiago…

Amaury. …Los Festivales de Coro.

Digna. El de La Habana, o sea, que hay posibilidades como de encontrarse, de confrontarse, y creo que eso, de verdad, ha dado muchísimos resultados. Y cada vez que tú visitas un coro, tú dices: ¡Bueno!, pero este no es el coro de hace tres, cuatro, ni cinco años atrás. De verdad que la calidad se nota inmediatamente, ha aumentado considerablemente.

Amaury. Y la masividad también.

Digna. Y la masividad.

Amaury. Porque hay muchísimos coros.

Digna. Y la masividad también. De verdad que…

Amaury. Se le ha perdido el miedo a formar parte de un coro.

Digna. Sí, sí.

Amaury. Porque la gente…

Digna. …La gente del coro no es el reducto de anda.

Amaury. Claro.

Digna. Es una especialidad, es una especialidad de primer nivel, antes, por ejemplo, la gente decía: bueno, los estudiantes que fracasan en la trompeta o en el piano se meten en el coro. Eso fue al principio, pero ahora no. Ahora la gente va directamente a estudiar coro, porque es lo que les interesa, es una carrera importante; como el piano, como el violín, como todo lo que está en el campo de la música.

Amaury. Ya, ahora hablemos de tu fascinación por los perros. Porque tienes muchos perros

Digna. Ay, somos perreros en mi casa. Yo tengo 7 perros recogidos en la calle. Bueno, tengo uno extranjero.

Amaury. ¿Tienes uno extranjero?

Digna. Tengo seis cubanos y un…

Amaury. …Ese es un diploperro. (risas)

Digna. Tengo, como yo le digo, el mexicano, que se llama Nano, es un perro adorable que me encontré en México. Yo estuve trabajando allí en Bellas Artes y una mañana veo un perrito así, todo raquítico, con un frío de espanto, yo, bueno, lo llamaba, entonces él estaba medio huidizo, qué sé yo. Le huía a todo lo que le pasaba por el lado. Bueno, pasó y al día siguiente yo, a ver chiquitico, y el perrito me fue cogiendo confianza y se me fue acercando. Y yo dije, ay, este perro, pobrecito. Bueno, al final lo recogí, me lo llevé a un veterinario, le puse las vacunas, lo bañaron, lo pelaron, y en el primer chance que tuve de venir de vacaciones, lo monté en una jaulita y lo traje. Y Aquí está.

Amaury. Y ahí está con sus hermanos cubanos.

Digna. Con sus seis hermanos cubanos. Cada uno tiene su historia. Pero te digo, que somos una gran familia, nosotros somos tres y los siete perros.

Amaury.  Yo tengo muchísimos temas más para ti, pero hay un tema que yo creo que es importante, y perdóname que lo trate, pero yo creo que es un tema importante. Tu hija, tu única hija es una muchacha con capacidades especiales, prefiero llamarle de esa manera. Con una historia muy particular. Yo quisiera que tú, en la medida de tus posibilidades la cuentes. Sobre todo porque como ocurrió también en un programa pasado, con Aurora Basnuevo, hay tantas madres necesitadas de escuchar los consejos. Tú has sido una gran madre y ella es una gran hija, yo lo sé, y quisiera que tú hablaras en lo que tu discreción te lo permita, pero sabiendo que estás enviando un mensaje también a tantas madres a lo largo del país y en muchas partes del mundo. Porque este es un programa que se ve en directo en muchas partes del mundo y hay madres que están pasando o que han pasado por situaciones como la tuya.

Digna. Mira, mi hija, bueno, que es mi bendición, siempre fue una niña viva, una niña de un temperamento súper vivo de corre, salta, no sé qué, afinadísima. Yo tengo una grabación de cuando tenía año y pico, dos años y cantaba las canciones que yo le enseñaba, pero con una afinación perfecta, perfecta, musicalísima, era así, un revolico en la casa. Y bueno, la matriculo ya cuando tiene sus 7 años, en Caturla, hizo sus pruebas para estudiar violín y empezó a estudiar violín. Inmediatamente esa niña empezó a tocar, a tocar el violín con una afinación exacta. Pero un día llega de la escuela y viene, porque vacunaron a todos los niños en la escuela. Pero que empiezan a pasar los días, qué sé yo; pasaron dos o tres meses, pero vemos que ella empezó a dejar de correr. Empezó como a relentizarse, a hacerse lenta toda su situación motora. En el habla, le costaba trabajo articular. Entonces ya nos empezamos a alarmar, e inmediatamente salimos a ver qué pasaba. Pero no sabía nadie qué cosa era. Y empecé a caminar La Habana, a andar La Habana, de todas las maneras y de todos los colores, porque yo tenía que saber qué pasaba con mi hija. Y tenía como una desmielinización, se llama.

Amaury.  Sí, claro, falta de mielina, ¿no?.

Digna. Sí, entonces bueno, resulta que la vacuna que le pusieron en la escuela, su organismo, hizo un rechazo inmunológico y le produce una ataxia cerebolosa en pleno crecimiento y desarrollo del cerebelo y se le atrofiaron algunas partes del cerebelo. Entonces, lo que le ha quedado es una secuela de ese episodio con un trastorno del equilibrio. Pero yo enseguida tomé cartas, fui a la escuela, la llevaba todos los días, hablé con los maestros, con los directores, con todo el mundo y así terminó, y terminó con tremendas notas su preuniversitario, de verdad, y fue un acto público que hicieron allí. Bueno, y eso, bueno yo.

Amaury.  Y es una niña hermosa, además.

Digna. Es bellísima.

Amaury. Es bellísima.

Digna. Es mi vida.

Amaury. ¡Qué bonito, qué bonito! Bueno, ya me empiezo a emocionar. Porque el problema es…, eso es lo malo de no ser un entrevistador profesional, yo me emociono, es la parte mala que tiene esto.

No voy a hablar porque no me va a dar tiempo para ponerlo, de tu terror a las cucarachas. Pero sí quiero hablar de tus gustos porque cuando Benjamín me manda esto, esto yo no lo investigué, esto me lo mandó Benjamín. Yo digo, son gustos muy similares a los míos, me dice; le encanta Frank Sinatra, le encanta Érase una vez en América, la película.

Digna. De toda la vida.

Amaury. Y Los Padrinos. Entonces yo digo: espérate, pero somos almas gemelas. Háblame de eso. ¿Qué te provoca ver una película de gángsters? Siendo tú, además, una mujer tan dulce. ¿Te gustan las películas de gángsters?

Digna. Si me gustan, no sé, no sé.  Yo me…, hay un misterio ahí que no lo he podido descifrar. Igual que me gusta mucho el tema del nazismo.

Amaury. ¿Sí?

Digna. ¡Ahhh!

Amaury. Estamos en lo mismo, saber qué pasa, cómo fue. Las películas de esa época…

Digna. Exactamente ¿cómo fue?, y yo no sé, hay algo, yo encuentro algo ahí que…

Amaury. Tenemos que intercambiar películas y libros, tenemos que intercambiar. Yo quisiera terminar con el incidente tan hermoso de Michael Legrand, cuando tú…

Digna. ¡Ay, qué lindo!

Amaury. Porque él dijo unas palabras sobre ti, que yo soy incapaz de repetir, las dijo él, uno de los grandes, grandes. ¿Cómo fue?

Digna. Mira, bueno, en el Festival de Cine, uno de los Festivales, de las ediciones del Festival de Cine Latinoamericano, se iba a hacer el Concierto Oratorio sobre los textos de los derechos del hombre, ¿no?. Y la música toda era de Michael Legrand, era para un gran coro, solistas y dos pianos. Uno de los pianos era él y otro pianista fabuloso que trajo también. Pero la obra es un dulce, un dulce, así, de un disfrute total. Y bueno, a mí me dieron la tarea, reuní 150 voces para el coro.

Amaury. Zenaida hacía la dirección.

Digna. Zenaida la dirección…

Amaury. …La dirección orquestal.

Digna. Y estuve trabajando como una hormiga, mañana, tarde y noche, porque era en francés, además. Y de verdad que fue extraordinario. Cuando él llegó y escuchó, de verdad, lo que había hecho con el coro, se quedó así, pero pasmado y dijo. Esta mujer es un gigante, frente el coro, ¿no?.

Y lamenté mucho que no pude disfrutar casi, después lo que pasó, el incidente que pasa después de eso, empaña toda la belleza y la magnificencia de la obra.

Cuando ya termina todo, que se estrenó en el Carlos Marx, yo pregunto si había algo, algún brindis, porque bueno, me extrañaba que no hubiera algo, ¿no?, después de un éxito de esa envergadura.

Amaury. Normalmente, hay.

Digna. Normalmente hay, y me dicen: no, no, no hay nada, no hay nada. Dije: ah, bueno, me voy para mi casa. Y eran como las dos de la mañana y tocan a la puerta de mi casa, abre mi esposo la puerta, es un militar que le dice: ¿Aquí vive Digna Guerra?, sí, sí, no sé cuánto, me levantó y fui a la puerta. Mire, yo vengo de parte del Comandante.

Amaury. ¿Del Comandante en Jefe?

Digna. Del Comandante en Jefe, de parte de Fidel, porque le extrañó que usted no estuviera en el brindis que hay ahora en el Consejo de Estado. Ah, me quedé así. Entonces aquello fue tremendo porque dicen que llegó allí y dijo: ¿Y dónde está Digna Guerra? Lo primero que preguntó fue: ¿Dónde está Digna Guerra? ¿La discriminaron? No se me va a olvidar nunca esa frase.

Bueno, me vestí. Fui para allá, y lamentablemente los que tenían que haberme informado, que si sabían lo que iba a haber no me informaron, pero bueno, yo, no sé, ya yo cumplí mi parte, no se trataba de estar allí ni nada, pero que también me merecía estar, pero bueno, hubo quienes entendieron que no y  no fui.

Y sin embargo, me mandó a buscar Fidel, que le agradezco mucho ese gesto.

Amaury. Yo creo que es una manera hermosísima de terminar un programa, un programa que empezó en un solar en Centro Habana, que pasó por Berlín, que pasó por Bellas Artes, en México, y que terminó con las palabras que conforman un nombre, que para ti, y para mí es sagrado terminar un programa es una manera también de decir, ¡qué bueno, Fidel!

Digna. ¡Gracias, Fidel!

Amaury. Y gracias a ti. Te quiero mucho, mucho, mi amor. Muchas gracias.

«Con 2 que se quieran» Natalia Bolívar (Parte I)

«Con 2 que se quieran» Natalia Bolívar (Parte I)

 “No llevo tantos collares por gusto”

Amaury. Muy buenas noches, estamos en Con 2 que se quieran, ahora aquí, en 5ta Avenida y calle 32, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy nos acompaña, pasó una cosa curiosa cuando llegó, me confesó mientras la maquillaban, que ella estaba nerviosa con esta entrevista y yo le dije que más nervioso estaba yo. Su presencia es imponente, su belleza también. Es uno de esos seres bondadosos que van en el mundo, que no le han negado nunca una mano a nadie, una ayuda, un consejo y siempre es impresionante tener a personas buenas delante de uno.

Nos acompaña la eminente museógrafa, eminente escritora y etnóloga, Natalia Bolívar. Mi amor.

Natalia. ¿Qué tal, Amaury?

Amaury. Mi vida.

Natalia. ¿Cómo andas?

Amaury. Mi respeto para usted. Y todo mi cariño y gracias, gracias por tener la gentileza de, a la primera llamada por teléfono, decirme que estaba dispuesta a venir a Con 2 que se quieran.Cuba necesita este programa. Yo quería empezar ya con esos puntos curiosos para el televidente.

Natalia. Espérate, Amaury, antes que hagas una pregunta. Yo, sinceramente, y esto lo estoy declarando aquí, y me da mucha pena. Yo le dije a mi hija, oye, me voy a poner unos popis para ir bien vestida, con popis. Y ella: no hagas eso, porque Amaury va y lo interpreta mal.

Amaury. No, no, me hubiera encantado tener un compañero de tenis. Tuve uno ya, Gerardo Alfonso también vino con tenis. Además, los cambié, ahora son…

Natalia….No, ahora estás con unos negros.

Amaury. Porque la gente ha dicho tantas cosas de mis tenis blancos, que dije: déjame ir con unos negros.

Natalia. Yo creo que la mejor manera de andar es en tenis.

Amaury. Es más cómodo para cualquier irregularidad que uno tenga en los pies. Natalia ¿qué cosa es la Letra del Año?

Natalia. Bueno, la Letra del Año,antes de la Revolución, durante los años 30, 40, se sacaba por los grandes babalaos. Había grandes casas de babalaos, sobre todo cinco casas y ellos sacaban la Letra del Año. Ahora, ¿qué es la Letra del Año? Es la predicción, a través de Ifá, que tú sabes que es uno de los sistemas adivinatorios más perfectos que hay, si quieres que te diga que para mí es el más perfecto, porque no se te escapa. Son 16 patas con 256 combinaciones, con cuatro mil y pico, no hay escape posible. Sacaban la Letra del Año para Cuba y para el mundo entero. Esto se suspendió un tiempo y volvió otra vez en los años 90, ochenta y pico o noventa, se volvió a sacar la Letra del Año. La Letra del Año es una predicción, generalmente muy exacta, que se lee a través del Oddun, de la letra que salga, con refranes, los rezos, quiénes gobiernan, qué te va a pasar,qué enfermedades van a ser fuertes en ese año, qué terremotos y problemas terrenales va a haber en el Universo, y te da las recomendaciones,  mas si tú eres religioso, te haces el ebbó del año, el ebbó quiere decir la limpieza del año para que puedas afrontar todo lo que te está diciendo la letra; tanto negativo como positivo de lo que te pueda pasar.

Amaury. ¿Y por qué nunca sale en la Letra del Año opolopo owo?

Natalia. Ah, porque… (risas)

Amaury. ¿Qué cosa quiere decir, a ver?

Natalia. Opolopo owo quiere decir mucho dinero. Opolopo es mucho, owo es dinero. ¿Por qué? Porque antiguamente tú ibas al pie de Ifá o al pie de un santero que tirara el diloggun, o sea, los caracoles, y él, cuando tú le decías ¿qué derecho tengo que pagarle? - porque usted tiene que pagarle derechos, porque la persona que se está consultando, le está soltando todo lo malo que lleva a quien lo consulta, ya bien sea santero, ya bien sea babalao y él necesita ese dinerito para poderse hacer el ebbó correspondiente que puede ir desde un gallo, o cuatro patas, o puede ser nada más que poner unas flores- y entonces, ¿qué quiero decir?, que cuando tú le preguntabas, qué le debo, él te podía decir, opolopo owo, pero opolopo owo quiere decir mucho dinero, pero puede ser muchos quilitos, centavitosy más nada. Tú le das lo que puedes.

Amaury. Ahora tocó el tema de los animales de cuatro patas y me parece interesante también hacer una aclaración.Cuando yo estoy mucho tiempo fuera y trato de explicar un poco el mundo sincrético en Cuba y todo esto, los conservacionistas, las personas que adoran a los animales, me dicen que por qué hay que hacer, en esa religión, sacrificios de animales.

Natalia. ¿Y tú no les has dicho a ellos que cuando ellos van al Wallmart, o a cualquiera de los mercados, se comen el pollo y se comen el carnero y se comen el buey y matan toros? Porque esa es la respuesta.

Tú haces los sacificios dándole la sangre que vivifica los receptáculos. Ahora ¿qué pasa?, que esa sangre se le das a tu santo, a tus orishas, a tus deidades, a tus ngangas, y después ese animal lo confraternizas con todos, comiéndolo como si fuera una comunión, para ponértelo un poco sincrético, como una comunión, ¿no se comen a Cristo en la comunión? Aquí lo que te estás comiendo es el animal que tú sacrificas sin dolor y sin hacerlo sufrir. Esa es la cosa. En vez de irte al supermercado, vas y le das su sangre y después te comes ese animal con todos los hermanos que están contigo.

Amaury. No voy a decir lo que yo respondo, porque quería que usted fuera la que respondiera, que es la que tiene autoridad.

¿Qué pasó con la Letra del año en el año 1957?

Natalia. ¡Ay, chico, eso es muy interesante! Los babalaos  tiraron la Letra del año y Batista tenía hecho santo, además era ngangulero, y tenía de todo.

Amaury. ¿Ah, sí?

Natalia. Sí, sí, de todo. Él era mayombero de Sancti Spíritus y él tenía hecho Santo y tenía su casa de Ifá por la que se regía. Cuando sale el Oddun, la Letra, sale hablando con el presidente, diga presidente, diga rey, el que gobierna el país, por lo tanto, uno de los que sacó la Letra del Año, era padrino de Batista, y la Letra era Obbara Meyi, que quiere decir: el rey tiene que buscar una salida por los lugares donde él está constantemente, que nadie la conozca. Una salida oculta. Y él siguiendo las instrucciones lo llevó a tres lados, a Palacio Presidencial, a Kuquine, que era la finca donde él vivía, y al campamento militar de Columbia.

Amaury. Entonces tenía puertas ocultas en todos los…

Natalia. …En los tres lados. Le dio tiempo desde enero a marzo, a hacer sus tres puertas secretas. La gente del 13 de marzo había estudiado todo el plano del Palacio Presidencial perfectamente bien y no aparecía ninguna salida oculta de su despacho.

Y él, que no era bobo ni perezoso, corrió y se mandó a hacer esa salida oculta en su despacho. Fíjate que Wangüemert, que es uno de los que llega hasta el despacho de él, se encuentra el café echando humo y el tabaco encendido y empiezan a buscar como unos locos y no encuentran la puerta esa, no encuentran nada.

Amaury. ¿Y cuándo se descubrieron esas puertas secretas?

Natalia. Bueno, se descubrieron después cuando se empezó a averiguar, el plano era perfecto, y decían ¿pero cómo se ha ido este hombre? Nadie se lo podía imaginar.

Amaury. ¡Qué cosas! Natalia, cuando uno siente su nombre, Natalia Bolívar, y usted es nacida en el 34, si no me equivoco -no sé si es un secreto-…

Natalia. Qué malo eres, no, no, yo digo mi edad, yo cumplo ahora 77. Yo soy Virgo y soy, en el horóscopo chino, el perro, o sea, la fidelidad absoluta a la amistad.

Amaury. Normalmente aquí las personas dicen su edad, pero yo siempre digo que las mujeres no tienen edad, la edad la cumplen los hombres.

Natalia. No chico, uno tiene edad, porque olvídate, que aunque yo me siento joven…, yo, hay veces, voy a ver a los más jóvenes, yo soy fanática de William Vivanco y una serie de gente, de Kelvis Ochoa, yo los vacilo, me encanta ir a verlos. El problema es que tú no te sientes que tienes la edad que tienes ¿por qué?, porque en mi vida espiritual no tengo esa edad. Pero el problema es que en la material, sí, (risas) y esa sí me golpea.

Amaury. Esa sí va pasando la cuenta. Entonces, vuelvo nuevamente a la pregunta para no irme yo mismo en la fascinación que estoy sintiendo, me voy yendo. Bolívar, ¿descendiente de Bolívar?

Natalia. Sí, directamente ¿tú sabes cuántos Bolívar hay en el apellido de mi padre? Mi padre era Arturo Bolívar y Bolívar Espinache y Bolívar. Tres Bolívar, porque mi padre es descendiente del tío paterno de Simón Bolívar que se estableció en Santiago de Cuba, como antiguamente los venezolanos españoles, iban a Santiago de Cuba buscando mujeres casaderas. Él se casó con otra Bolívar y después se casó con otra prima hermana cuando enviudó. O sea, nosotros llevamos Bolívar por todos lados.

Hay gente que cuando me conocía, de joven, me decían: tú tienes el perfil de Simón Bolívar.

Amaury. ¿Y cómo fue su niñez? ¿Cómo era su entorno familiar? ¿Cómo funcionaba, porque era una familia católica, no?

Natalia. Bueno, nosotros somos todos católicos. A mí me queda, porque yo, cuando empieza a tronar, le tengo pavor a los truenos, y enseguida le digo: Oye, Shangó, aguanta. Pero también le digo: Oye, Santa Bárbara ¿cuál es el problema, cuál es la bolá? Yo todavía no le he dicho que no a la religión católica.

No, el problema es que yo me crié en una familia totalmente católica, apostólica y romana, de todo. Y me crié en una escuela de monjas. Primero en Saint George School, que Zenaidita Romeu también estudió allá. De ahí sé el inglés que sé, se lo debo a los de Saint George. Y de ahí me pasaron al Sagrado Corazón. Decían aquí, compañeras mías de escuela, que el Sagrado Corazón era los Jesuitas de las monjas, cosa que es verdad, eran muy estrictas y quién sabe si la educación que yo recibí, férrea, que ya se me ha ido olvidando al paso del tiempo. Y como bueno…

Amaury. No creo mucho que se le haya olvidado.

Natalia. No es que se me olvide, pero yo soy mucho de hablar en jerga y eso.

Amaury. Está bien.

Natalia. Aquí no, aquí me estoy cuidando.

Amaury. No, pero usted tiene que ser aquí como es en su vida. No, no, aquí se habla como cada cual habla.

Natalia. Bueno, entonces las monjas del Sagrado Corazón, yo me gradué de Bachiller en Ciencias y Letras allí, donde tuve de profesor a Levy Marrero y a todos los grandes profesores maravillosos. Y las monjas querían que yo entrara a monja, ¡imagínate tú! ¿Qué me hubiera perdido yo? Y no, yo decidí que no, que yo no tenía nada que ver con las monjas.

Amaury. ¿Y el entorno cómo era? ¿Quién vivía con usted?

Natalia. Todos vivíamos juntos. Yo soy prima hermana de Rita Longa, vivía al lado de mi casa, de Pedro Álvarez Tabío. Y vivíamos, la familia era muy unida, Amaury, fíjate tú si somos tan unidos, que antes de la Revolución nos reuníamos toda la familia que venía del tronco González de Mendoza, nos reuníamos y éramos 5 mil, 6 mil personas. Y actualmente cada cinco años se reúne toda la familia en Miami. Pero bueno, me queda que la familia fue muy unida, fue una niñez muy bonita.

Yo tuve la suerte de codearme con los grandes pintores cubanos, ser amiga personal de ellos, de algunos, muy personal. Lam fue un gran amigo mío, Wifredo Lam. Mariano (Rodríguez) fue el hombre que más me enseñó a apreciar la pintura. Y a mí me gustaba mucho pintar y di clases en San Alejandro.

Amaury. ¿Cuánto tiempo?

Natalia. No, nada más que pude estar dos años, porque empezaron las revueltas y mi madre me dijo: no, no te puedes meter en eso, porque una vez nos rodearon en la Anexa, la policía, y nos entraron a golpes, y yo llegué sangrando, a mi madre le dio un ataque, y dijo: ni un San Alejandro más.

Amaury. Ahora, una de las cosas que a mí me llama la atención, estudiando sobre todo la vida de Natalia Bolívar, es que detrás de ese haz de luz que la acompaña a usted y de esa bondad de la que yo hablé hace rato, que la comentan las personas que la conocen bien, hay una mujer con un gran coraje ¿A qué edad es que usted se vincula al Directorio Revolucionario y a participar con personalidades queridas y respetadas de Cuba?

Natalia. Bueno, Amaury, yo me vinculo, ¿tú me dices al Directorio o a las armas?

Amaury. A las armas.

Natalia. A las armas yo me vinculo desde los 10 ó 12 años. Yo tenía un primo que, según la historia que nos narran ahora, era un ganster, para mí era mi hermano, era mucho mayor que yo, ¿no?, pero él fue quien me enseñó a disparar 45, Thompson, M-1, M-3 y a quitar las espoletas de las granadas metiéndoles el dedo. Que mi madre cuando se enteró, no quería que yo saliera con mi primo, que vivía en mi casa. Él era hijo de mi tía Natalia, pero era un personaje, un personaje que según cuenta la leyenda, porque yo sí no lo voy a aseverar, se robó el famoso brillante del Capitolio porque él estuvo casado con Tata Grau, la sobrina de Grau. Yo era una niña, pero bueno, yo gocé mucho con él. (risas)

Amaury. Una perla el muchacho, una perla que se robó un brillante.

Natalia. Pero te voy a decir que es una persona que yo llevo tan adentro, tan, tan adentro y él me enseñó de todo. Entonces yo disparaba como si fuera un juguete. Y cuando yo me empato con Wangüemert, con José Luis Gómez Wangüemert en el Palacio de Bellas Artes, acuérdate, bueno, acuérdate no, tú no te tienes que acordar, yo fui antes que empezara Bellas Artes, yo empecé allí a ir…

Amaury. Usted fue la primera directora después de la Revolución ¿no?

Natalia. Yo fui la directora, lo tomé en las armas después de la Revolución, pero antes yo fui guía de turismo allí con Lidia Cabrera, que tenía las Salas de Etnología, que estaba haciendo con Odilio Urfé y el niño Santos Ramírez, de la comparsa del Alacrán, me empato con ella, porque ella era muy amiga de mi familia, Raymundo Cabrera, era íntimo de mi abuelo y todo, y me empato con ella y le pido que me deje empezar a investigar, con ella, por supuesto, de guía, sobre la sala, para yo poder ser la conferencista de esa sala. Porque uno tenía que hacer una vez al mes una conferencia de la sala que escogiera. Y yo escogí la de Etnología.

Amaury. ¿Pero ahí es donde surge su interés entonces por la Religión Afrocubana?

Natalia. No, surge con mi nana negra.

Amaury. Ah…

Natalia. Isabel Cantero, que maferefun ella.

Amaury. ¿Pero ella le hablaba de religión también?

Natalia. ¡Hombre!

Amaury. ¿Y no había una contradicción interna, quiero decir, entre esa niña del Sagrado Corazón de Jesús, del Saint George, con lo que la Tata le enseñaba?

Natalia. Pero, Amaury, si te hago una confesión que siempre son públicas, porque esto va para…

Amaury. …Esto se ve, esto se ve, y se ve en el mundo entero, además.

Natalia. No, yo lo sé. Yo te voy a decir, yo he tenido muchas contradicciones con los principios de la Iglesia Católica, muchas, de niña y todo, pero era una obligación ser católica. Ahora, no sé si tú sabrás, me imagino que sí, que yo soy muy amiga de determinados curas, ¿eh?

Amaury. También sé que de determinados.

Natalia. De determinados curas, pero muy amiga y los quiero con el alma, pero yo siempre tuve mis contradicciones. Contradicciones, por ejemplo, muy sencillas: ¿Por qué me tienen que obligar a ir a misa todos los días? ¿Por qué si dejo de comulgar dos días, llaman a mis padres a decirle que no estoy comulgando y que no me confieso? No me da la gana de confesarme ¿por qué tengo que confesarme? Vaya, eso pensaba yo con 12 años, 13 años, no me da la gana.

Por eso a mí me gusta mucho la religiosidad popular, yo quiero decirte que yo he vivido con los indios americanos, con los indios de Canadá. Ahora estuve en África, en Camerún, buscando las sociedades secretas.

Amaury. La otra vez que la estuve buscando para el programa, estaba en Camerún.

Natalia. Estaba en Camerún. Estuvimos con las sociedades secretas. Gracias a una fundación española y gracias a los socios, ¿sabes? Porque pude ir a África por primera vez. Yo estudio África y nunca había ido.

Amaury. ¿Nunca había estado en África?

Natalia. Estuve en Haití también.

Amaury. El otro día me reía, porque a un amigo mío, cura le digo: voy a entrevistar a Natalia Bolívar y él me dice: ella fue novia de Carlos Manuel de Céspedes.

Natalia. Bueno, yo siempre digo que él es mi marido espiritual y lo digo en todos lados. Y él dice: Natalia, un día se lo van a creer. A mí que me importa que se lo crean. Él es, él ha sido como, ¿tú te acuerdas del bálsamo, ese bálsamo que se ponía?

Amaury. ¿Cuál, el ruso?

Natalia. No. (risas)

Amaury. Ah, no, porque había uno que se llamaba bálsamo de Shostakosky o algo así.

Natalia. No, eso…, para tú calmarte.

Amaury. Ah, ya,

Natalia. Él es el que me escucha todas las descargas, él es mi gran amigo. Para yo decirte amigo, es muy especial, porque para mí el amigo, lo escojo yo. Yo te digo primos, hermanos, esos me tocaron por la libreta. Pero cuando yo te digo amigo, es el que yo escogí como amigo y Carlos Manuel y yo nos entendemos muy bien y nos comprendemos. Él me comprende a mí muy bien. Quién sabe si yo a él no, pero él a mí sí.

Amaury. No, no, además, él va a estar invitado en el programa y haré la pregunta a la inversa, para el otro lado. Ahora, voy a volver, porque no se pueden quedar las cosas colgando y a mí, a veces, me voy fascinando y se me quedan las cosas colgando.

Primero hablamos de cuándo conoció las armas. Pero usted tuvo una labor importante, con compañeros importantes y queridos de la Patria, con Héroes de la Patria en la clandestinidad. Y quiero hablar de eso hasta donde usted quiera llegar.

Natalia. Bueno, yo soy la presa número 24 837, para el que juegue la bolita, ya sabe cómo.

Amaury. (risas) Ay, Natalia.

Natalia. Este, yo estuve… Yo me siento muy orgullosa de ser del Directorio Revolucionario. Yo no te digo fui, ni te hablo en pasado.

Amaury. No, soy.

Natalia. ¡Yo soy del Directorio Revolucionario!, para que sepas y me siento muy orgullosa. Y me siento muy orgullosa de mis compañeros. Y no orgullosa por lo que hicieron, sino por la unidad que teníamos durante el clandestinaje. Yo fui presa, fui torturada y, por supuesto, me botaron del Museo ipso facto y me tuve que ir al clandestinaje, estuve asilada en la embajada de Brasil, compañera de Raúl Díaz Argüelles, a quien mataron en Angola.

«Con 2 que se quieran» Natalia Bolívar (Parte II)

«Con 2 que se quieran» Natalia Bolívar (Parte II)

Amaury. Ahí iba yo.

Natalia. El Tavo Machín, el Alejandro de la Guerrilla de Bolivia, estuvo en el clandestinaje conmigo. Hicimos el atentado a la 15 Estación de Policía. Y siempre estuve con ellos. Los llevé a la Sierra, porque yo me quedé con una casa llena de armas, ya clandestina, en el reparto Orfila, donde sucedieron los hechos de Orfila.

Íbamos a hacerle un atentado a Batista, y ya estaba planificado y lo que fueron es a la Sierra a comunicarle a Faure (Chomón) y a la dirigencia que estaba en la Sierra que nosotros íbamos a hacer el atentado. Ya lo teníamos todo, bazooka y todo, pero vino la ofensiva y la toma de Santa Clara y se acabó el atentado que le íbamos a hacer.

Entonces también estuve con Alberto Mora, el hijo de Menelao Mora, Julio García Olivera, Jimenito. Pero el hombre que varió mi vida completa, se llamó José Luis Gómez Wangüemert. Yo puedo decir que mi vida es antes de José Luis y después de José Luis, que le llamaban Peligro.Así que te puedes imaginar.

Amaury. Varias veces ha usado la palabra amigo; amigos, varias veces la ha usado, y cuando nos hemos visto, yo veo que esos amigos suyos le rinden pleitesía, la homenajean constantemente. ¿Uno siempre se merece los amigos que tiene, los amigos que escoge?

Natalia. No, yo no creo que me merezco los amigos que tengo. Pero en realidad, mira Amaury, yo le abro las puertas a todo el mundo. Se pueden quedar amigos o se pueden quedar enemigos. Y en realidad tengo poderosos enemigos.

Amaury. Reconoce que tiene enemigos poderosos.

Natalia. Poderosos, porque, bueno, vamos a ver. Déjame pensar para no caer en una…

Amaury. Es que nadie ha hablado en este programa de sus enemigos y todo el mundo tiene.

Natalia. No, ¡muchacho! yo tengo poderosos enemigos. Yo creo que es que nosotros somos envidiosos. A algunos los respeto, a otros no los respeto. Pero yo también tengo algo que, como tú ves, esto no lo llevo por gusto (se refiere a los collares que lleva puestos), nada de lo que hay aquí está por gusto, nada, nada de lo que tú ves, está por gusto.

Amaury. Sí, no son adornos, está claro.

Natalia. No, no, ninguno es adorno. Los adornos están guardados en la casa porque no los uso. Porque me pesarían mucho y tendría que usar, como me dijo un amigo mío: Oye, ahorita te vas a tener que poner una minerva. Digo, bueno, pero no pienso por ahora, todavía aguanto.

Yo te voy a decir una cosa, si tengo poderosos enemigos, tengo poderosas protecciones. Hay cosas que yo ni me atrevo a hablarlas delante de algo que me rodea. Porque sé que no dura una semana. Entonces no me atrevo a hablar.

Pero eso de los enemigos, quién sabe sea por un problema de envidia, quien sabe sea por un problema de hacerle daño a uno, porque yo he sido muy trabajadora toda la vida. Creo que soy buena madre, me parece, por ahí anda una de mis hijas.

Amaury. Claro, vino con usted, claro.

Natalia. Yo creo que he sido…

Amaury. ¿Y que trabaja también con usted, no?

Natalia. Ella trabaja conmigo. No, ella es la heredera de todo el archivo mío que es muy grande y de todos los libros y de todo. Y en realidad, ella a veces hace más trabajos que yo, y yo le digo, ponle esto y esto y ya. Y dice: ¡pero mami, ya tú no quieres ni escribir! Y le digo, yo, la verdad que no, porque como estoy pintando. Volví a retomar después de 50 años la pintura. Para mí es mi… yo descompresiono, yo me voy del mundo pintando.

Amaury. Ahora, hablando de obra y de legado. ¿Usted cree que nosotros en Cuba le hemos hecho la suficiente justicia a la figura de Lidia Cabrera?

Natalia. No, hijo, ninguna, ninguna.

Amaury. ¿Por qué cree?

Natalia. Porque Lidia Cabrera es la tradición oral. Hay dos sistemas de investigación: el científico de Don Fernando Ortiz, indiscutiblemente, y la tradición oral de Lidia Cabrera. Y ¡por favor!, tú no puedes escribir de religión, ni hacer conclusiones de religión, si tú no te estudias a esos dos personajes y si tú no estudias los libros que tienen ellos hechos. Y uno entiende qué ha pasado en el siglo XIX y principios del siglo XX, porque es la tradición oral.

Amaury. Pero usted tiene un libro donde la homenajea…

Natalia. Yo sí, Tributo, con mi hija Natacha:Tributo, Lidia Cabrera en su Laguna Sagrada. Que nosotros fuimos con Lázaro Ross, lo presentamos, y está dedicado, el libro, a Pedro Betancourt. Y tuve la suerte que los de la Televisión Española, que son muy amigos míos, fueran con su equipo y filmaran todo lo que hicimos allí, que fue el Canto en la Laguna Sagrada, que hay un ojo de agua que lo han tapado, se hizo el canto a San Lázaro, que es fabuloso, fabuloso, el San Lázaro que llora sangre. Fuimos al cementerio. Lázaro cantó en todos lados, Arará, Ayesá, Ganga, Yoruba. Fue precioso, nos pasamos todo el día en eso.

Amaury. Bueno, yo voy a hacer un cambio drástico.

Natalia. Cambia radical, si quieres.

Amaury. Ahora, cualquiera que está mirando se da cuenta que usted es una mujer muy bonita y normalmente la belleza va apareada de muchas relaciones amorosas. Hábleme un poco de sus amores.

Natalia. Bueno, son muchos.

Amaury. Bueno, hábleme de los que pueda, o por lo menos de los más importantes. ¿Usted ha sido una mujer muy enamorada?

Natalia. Sí. A mí un amor nunca me ha durado más de tres años.

Amaury. ¿Pero qué pasa que después del deslumbramiento inicial empieza como un descender?

Natalia. No, es que yo soy celosa, Amaury, muy celosa. Yo soy celosa hasta de las amistades, muy celosa.

Amaury. ¿Ah, sí?

Natalia. Eso te lo estoy confesando, eso nadie lo piensa de mí, pero yo soy muy celosa. Entonces, no sé, las relaciones se volvían un poco complejas y creo que tres años es bastante. Pero te voy a decir, que cada hombre que he tenido, fíjate que yo estoy haciendo mis memorias, no voy a decir que las estoy haciendo, las quiero hacer, y los capítulos van a estar interrumpidos por los hombres que han marcado mi vida. (risas)

Amaury. ¡Que interesante! (risas)¡me va a encantar leer esas memorias!

Natalia. Bueno, vuelvo, quieres que te diga cuáles han marcado mi vida.

Amaury. Sí, sí, quiero que me diga.

Natalia. Bueno, Wangüemert fue un antes y después de Wangüemert.

Amaury. El de siempre.

Natalia. Después de Wangüemert no ha crecido la hierba (risas).  Sí, es verdad, después de Wangüemert, la yerba creció pero se quedó ahí. No llegó a ser…,¿cómo se llama la yerba mala esa?

Amaury. El marabú.

Natalia. Bueno, mira, Mariano fue un hombre que me marcó mucho, pero me marcó intelectualmente, me ayudó mucho a comprender la pintura en toda su magnitud. En la época del 57, yo pintaba los rasgos, le pintaba a él el lienzo, con trazos y él venía detrás.

Amaury. Además, Mariano era un hombre que sabía de todo, era un hombre de mucha cultura.

Natalia. De una cultura tremenda, y sabía de música.

Amaury. Lo conocí bien, gracias a Dios.

Natalia. Y bueno, a mí me fue muy fuerte, porque una de las cosas que más a mí me impresionó de Mariano, fue el explicarme con lujo de detalles, Las Meninas, de Velázquez.

La primera vez que viajé a España, fui directo, solté maletas para irme a ver Las Meninas, de Velázquez. Sentarme delante y apreciar todo lo que me había enseñado Mariano de Las Meninas.

Amaury.¿Por qué no tiene correo electrónico con la oportunidad de poderlo tener? me dijo el otro día: No me vayas a escribir por correo electrónico, porque no tengo.

Natalia. Amaury, no uso nada de eso, siempre he escrito a mano o en máquina de escribir y yo tengo mi máquina de escribir. La casa está rodeada de máquinas viejas, desde la Underwood en la que escribí Los Orishas en Cuba, hasta, bueno, todo en máquinas viejas.

Amaury. Ese es un libro capital dentro de la literatura religiosa cubana, Los Orishas en Cuba.

Natalia. Sí, es el que me vuelve a poner en la palestra pública. Bueno, es un libro que yo quise mucho, pero se lo debo y lo voy a decir, porque es que él no me hace ningún caso, a Armando Suárez del Villar y a Reynaldo González.

Amaury. ¿Ah, sí?

Natalia. Armando Suárez del Villar, porque en ese tiempo tuve varios trabajos. Tú sabes que yo limpié tumbas del cementerio, etc., etc. Como no me lo has preguntado, no te lo voy a decir, no te voy a decir más nada.

Amaury. No, no, no se lo pregunté porque pensé que lo iba a decir usted. Pero bueno, ya lo dijo.

Natalia. Es que la vida es muy larga.

Amaury. Ya lo dijo, ya lo dijo.

Natalia. Entonces, con Armando, yo caigo en el Teatro Nacional. Ya antes yo había ayudado a Titón en La Última cena, cuando estaba en el (museo) Numismático, que le di todas las monedas que tuve que ir con ellos y que Titón me pidió una serie de asesoría que yo en realidad, no me interesaba que me pusiera en los créditos, ni nada -él me decía: Te voy a poner en  los créditos. Le digo: no- hasta el último de Fresa y Chocolate, que me dijo: oye, te voy a poner en el crédito, y lo le dije: está bien, ponme el crédito, más nada. Pero a Armando Suárez del Villar, a él yo lo ayudé mucho en Santa Camila. Yo hice las tres Camilas; con Verónica Lynn, con Adria Santana, y con Isabel Moreno. Las tres Camilas. Por amor al arte todo. Y estuve, sí, por amor al arte en Réquiem por Yarini, bueno, yo asesoré a Manuel Octavio Gómez, vaya, no sé, he asesorado a mucha gente de teatro y de cine. Y ellos mismos, y sobre todo Armando Suárez del Villar, que es un yiyiyí, me dijo: ¿Por qué tú no haces un libro y así no te molestamos más? Y nos dices cómo camina Yemayá y cómo se viste.

Amaury. Claro, ahí está el referente para todo.

Natalia. Porque el problema es que ellos me enseñaron, y yo lo tengo que decir, porque con Armando Suárez del Villar, yo aprendí a hacer mis conferencias. ¿En qué sentido?, ahora cualquiera las hace, pero cuando yo las hacía, no. De músicos, yo tuve hasta mis grupos musicales y trabajaba con Lázaro Ros. Música y actuación corporal. Y hacía toda la cosa científica, pero hacía también los patakines, los cuentos y todo.

Amaury. Los cuentos, los patakines.

Natalia. Actuados, cantados, o sea, a las conferencias se iba y tú no sabías que estabas viendo una conferencia. Eso lo aprendí, sobre todo, con Armando Suárez del Villar. Porque con Armando tuve que trabajar muy duro.

Amaury. El sentido teatral de todo eso.

Natalia. Y hago como una cosa de teatro. Ahora uso el photoshop, que Natacha hace unos photoshops espectaculares, y además interviene. Pero cuando tengo músicos integro a los músicos. Y cuando tenemos a Coralia aquí, integro a Coralia, de actriz. O sea, yo aprendí mucho con el teatro y con el cine, mucho, mucho, mucho.

Amaury. A ver, voy acercándome a la curva final del programa, porque estos programas desgraciadamente tienen un final.

Natalia. Creo que te hemos llevado demasiado tiempo.

Amaury. No, qué va, para nada, para nada, estoy encantado, estoy fascinado. Ahora son preguntas puntuales. ¿Cuándo la religión afrocubana se convierte en negocio?

Natalia. Oye, qué complejo tú eres, viejo. Bueno, yo no puedo decir cuando se convierte en negocio, porque yo siempre veo la religión de origen afrocubano con la belleza que tiene de ser ecológica, ¿entiendes?, que te enseña a querer todo lo que hay en la naturaleza. O sea, nosotros somos ecológicos. Y en realidad, yo creo, pudiéramos decir que el problema es económico, Amaury, sí, no le pongas más, la situación, tú conoces porque tú vives aquí, no vives en China, ni en París, ni en nada de eso. Si vivieras allá, cuidado.

Amaury. No, vivo aquí y viviré.

Natalia. Pero en realidad la situación económica es dura y hay veces la gente no tiene conciencia de que cuando tú vas a ayudar a una persona tienes que ayudar de okán, o sea, de corazón.

Amaury. De corazón.

Natalia. Si no estás perdido. Entonces llegan a cobrar más, en exceso, y a vivir de esto, que no debe ser. Porque de verdad estas religiones son de mucho amor, de mucho amor. Los viejos vivían muy pobres, todo lo hacían. Si tienes dinero me das un peso, mi’jita y si no, no me das nada. Entonces yo creo que hay un momento muy difícil mundialmente, no es de Cuba solo, mundialmente, entonces se nos va de la mano.

Amaury. Sí, últimamente, yo tengo amigos que profesan y cultivan y son devotos de la religión afrocubana -a cada ratico vienen a casa- Oye, ¿te has visto, te has consultado? les pregunto, ¿no? Y me dicen: sí, me mandan paraldos constantemente uno y otro y cuatro pollos y no sé qué, un chivo y entonces, bueno, yo digo: ¿pero constantemente tienes que hacerte eso?

Natalia. No, no, es que se ha perdido un poco la ética, los principios de esta religión que son unos principios tan bellos, porque es ayudar al prójimo.Y yo creo que tú te haces mejor en la vida, y a ti mismo, ayudando al prójimo. Porque dejas parte de tu vida en lo que tú has podido tener de sabiduría, en el trayecto de tus tantos años vividos.

Amaury. Yo creo que una autoridad como usted diciendo eso en televisión, igual llama a las buenas conciencias a que retomen el camino de la ética.

Natalia. Yo no pienso solo que la religión ha perdido la ética, se ha perdido mucho la familia, se ha perdido el amor al prójimo. O sea, la cosa de que me queda un buchito de sal, y me vienen a pedir sal y digo no, no, oye, si le doy un poquito de esta sal a dónde voy a parar yo. No, se ha perdido mucho eso. Pero yo creo que es porque nos hemos volcado mucho en el amor a la Patria. Yo creo que el amor a Cuba es algo que nos toca mucho. Y se ha perdido el amor a la familia. Y la familia es muy importante, Amaury, es muy importante, porque es la que tienes al lado, es la que te conoce a la perfección y es la que vive contigo. Y es la que no te va a tirar cuando seas viejo para la calle ¿me entiendes?

Yo creo que la familia es fundamental. Bueno, es el eje de toda sociedad. Y yo creo que la gente tiene que reflexionar mucho y tenemos que aprender mucho, tenemos que aprender todavía mucho. Yo con mi edad quiero seguir aprendiendo.

Amaury. Bueno, yo estoy ya en el final de la entrevista. Y lamento no tener más tiempo para hablar en extensus, como se dice en latín, sobre algunos temas.

Pero hay una novela, por cierto, preciosa, la de Quintín Banderas, la novela de Quintín Banderas.

Natalia. Ay, sí.

Amaury. Y ahí en Quintín Banderas, supuestamente, supuestamente no, ocurrió en la novela, bajaron un muerto. No le voy a preguntar, porque no voy a convertir esto en una consulta espiritual.

No le voy a preguntar cómo es que se baja un muerto, ni qué significa bajar un muerto. Cualquier persona que está viendo el programa sabe lo que es: convocar el espíritu de una persona fallecida y que “aparezca”.

Si usted tuviera la oportunidad -y sería mi última pregunta- de “bajar” hoy a un muerto ¿a quién bajaría?

Natalia. Si yo tuviera la oportunidad, yo bajaría a Wangüemert, si yo tuviera esa oportunidad. Porque la tuve con Quintín Banderas, para que veas, pero yo bajaría a Wangüemert, para poder llorar en sus hombros.

Amaury. Bueno, muchas gracias, Natalia, por haber venido y por habernos dado un poquito de su magisterio y por haber visto en sus ojos el destello de lo profundo, nadar en aguas profundas. Hoy pude nadar en aguar profundas. Muchas gracias.

Natalia. No, gracias a ti.

Amaury. Muchas gracias.

«Con 2 que se quieran» Lourdes Torres (Parte I)

«Con 2 que se quieran» Lourdes Torres (Parte I)

“Fuera de aquí soy extranjera”

Amaury. Muy buenas noches. Estamos en “Con 2 que se quieran“, ahora aquí, en 5ta. Avenida y calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.
Hoy nos acompaña, me acompaña, uno de los rostros más bellos que ha salido en la televisión de todos los tiempos. Una mujer intensa, pasional, compositora.
Una cantante de las más afinadas, de afinación absoluta, diría yo, con una voz timbrada, siempre timbrada. Líder de cuartetos y una de las grandes solistas. Y a mí me parece que nuestro programa se debe sentir orgulloso y privilegiado de haberla invitado. Y yo quiero agradecer que haya aceptado, porque ella tiene una vida realmente muy ocupada. Mi admiradísima compositora, cantante y escritora, Lourdes Torres.

Lourdes. ¡Ay, mi amor, has dicho tantas cosas bellas!

Amaury. Es que  no puedo creer lo bonita que tú eres. Siempre me ha parecido eso.

Lourdes. Es que tu papá, cuando estaba como director de televisión, me hacía unos close up de aquellos, que para qué te cuento.

Amaury. Todavía los aguantas.

Lourdes. No, no, ya no.

Amaury. Espero que nuestro director, Solís, se ocupe de demostrar que no estoy diciendo falsedades.
Lourdes. Vamos a decirle a Solís, si lo quiere hacer. ¡Solís hazlo sin pena de ninguna clase, porque todo el mundo sabe la edad que tengo!
Y le agradezco mucho a la vida, todavía voy a mantenerme, bueno, más o menos, tú sabes.

Amaury. Sí te mantienes, sí te mantienes. Ahora, vamos a hablar con tiempo de este libro de poesía, que has tenido la gentileza de regalarme, y que se llama Tiempo, Lourdes Torres.
De todas maneras quiero empezar hablando de tu papá y de tu mamá, porque en un poema que se llama Enseñanza, no lo voy a leer completo, por el tiempo en televisión, y quiero entrevistarte y que la gente se compre el libro y se lo lea.
Pero aquí, dedicado a tu padre, el primer verso es fabuloso, porque dice:
La razón siempre fue tuya y la experiencia. La experiencia está clara, ahora, “la razón siempre fue tuya”. ¿Tú papá tuvo la razón, siempre?

Lourdes. Sí, mira, mi mamá y mi papá. La relación con mi madre era mucho más fuerte. Porque digo donde quiera que me paro, que le agradezco a Dios y a mi madre, lo que he podido hacer, hasta dónde he llegado, porque mi madre me dio un apoyo tremendo. Vamos a empezar porque mi padre, el día que yo fui a casa de Ernesto Lecuona y Lecuona me escuchó y me puso en un concierto y todo, que regresamos a la casa, mima venía como cascabeles, de feliz. Lecuona, imagínate, la niña, que tenía yo 15 años, y se lo dijo a mi papá y mi papá me dijo: ¿Cómo? ¿Artista?, no quiero artistas en mi casa porque son una partida de (…) y la única vez que he visto a mi madre decirle: No, viejo, eso no es así, no le podemos cortar las alas, fue en ese momento. Mi padre era un buen hombre. Un buen hombre, un hombre muy trabajador, creo que mi disciplina como trabajadora se la agradezco a él, porque mi madre era ama de casa. Pero eran dos joyas, dos joyas. Yo internamente me decía: ay, pero para papi todo es oscuro, gris con puntitos prietos. Ay compadre, la vida siguió y pude ver el gris con unos puntos negros así, y me di cuenta que él tenía tanta razón. Lo que pasa es que él quería convencerme a partir de él, y no sabía que era que yo tenía que vivir mi vida yo, porque ahora me pasa. Por ejemplo a veces le digo a mi nieta: ay, hija, no hagas eso porque… y Ay, abuela, pero eso eran otros tiempos. Caemos en lo mismo. Por eso.

Amaury. Ahora, tú eres bajita de estatura, y de un temperamento muy fuerte, y muy alto. ¿Quién en tu familia era alto y quién tenía el temperamento?

Lourdes. Mi papá era bajito ¡Pero tenía un temperamento!.

Amaury. Era concentrado (risas).
Lourdes. Mi mamá era bajita y era dulce, dulce, dulce, pero cuando se ponía brava, piérdete. Entonces alto, era mi abuelo paterno.
Amaury. ¡Ah, tú ves, alguien tenía que ser alto por ahí, yo sabía!.
Lourdes. Que de paso te digo, mi abuelo paterno, porque la gente me dice: ¿tú eres medio achinada? Sí, un cantonés. Y mi bisabuelo también era cantonés.
Vaya, mi hermana y yo, las dos, de milagro no salimos enanas, sí de  milagro.
Amaury. Lourdes no digas eso, ¿cómo que enana?, tú eres una mujer bajita, pero eso está perfectamente bien puesto todo donde va.
Lourdes. Tres pulgaditas más.
Amaury. Se resuelven con los tacones.
Lourdes. No, mira, ya no, ya no me pongo tacones.
Amaury. ¿Ya no te los pones?
Lourdes. No, para nada.
Amaury. A ver. Tú eres de ese grupo de artistas célebres, que nacieron en una tierra bendita, Guanabacoa.
Lourdes. Ay, Guanabacoa.
Amaury. Guanabacoa. Y en una época maravillosa, los años 40, en 1940 exactamente.
Lourdes. 29 de abril del 40.
Amaury. ¿Cuántos años estuviste en Guanabacoa?
Lourdes. Un par de años.
Amaury. O sea, ¿no tienes recuerdos de Guanabacoa?
Lourdes. No, los recuerdos que tengo son los que tenía mi madre. Entonces yo aprendí a querer a Guanabacoa, a través de mi madre.
Amaury. Ya después estando en Lawton.
Lourdes. Sí, en Lawton, en la Víbora, y donde quiera digo: mira, de Guanabacoa, ni siquiera para los concursos esos de música, me han llamado nunca. Es como que yo no nací allí.
Amaury. ¿Verdad?
Lourdes. Sí, sí, verdad.
Amaury. ¿Pero lo saben?
Lourdes. Claro, cómo no lo van a saber, si hasta tengo la medalla esa de hija de no sé cuánto de…
Amaury. …Hija ilustre de Guanabacoa.
Lourdes. Menos mal que es ilustre.
Amaury. A ver, ¿cuándo es que tú descubres que cantas, no cuando descubres a la niña que empezó a cantar, sino, cuándo es que descubres que esa es una posibilidad real para ti?
Lourdes. Mira, yo voy a decir algo que es posible que no me lo crean. Viviendo en Arroyo Naranjo, que fuimos a dar allá porque yo padecía de bronquitis.
Amaury. ¿Pero para cuántos lados entonces tu viviste antes de llegar a…?
Lourdes. Bueno, de Guanabacoa vine a Santos Suárez, pero me daban unas bronquitis espantosas y el médico dijo: hay que llevar a la niña a un lugar que tenga…
Amaury. Campestre.
Lourdes. Campestre y allá se fueron, los pobres, una casa buena, pero ya tú sabes, hasta que mi madre dijo: No, pero yo no voy a criar unas hijas campesinas aquí. Había unas matas de esas que eran unas cosas largas así.
Amaury. Sí, con espigas, con las espigas esas…
Lourdes. Sí, como unas espigas.
Amaury. Nunca he sabido cómo se llama la mata esa…
Lourdes. Yo tampoco.
Amaury. En Fontanar también las había.
Lourdes. Y yo iba haciendo así, iba pasando, porque eran los telones.
Amaury. Claro, las cortinas.
Lourdes. Pero además, iba cantando, y yo cantaba en un idioma que lo recuerdo perfectamente. (Canta) ¿Sería un muerto extranjero que tenía al lado? Cantonés.
Amaury. El abuelo cantonés.
Lourdes. A lo mejor. Por eso, pero ya, desde ahí yo sabía que yo era artista y bueno, en la escuela me cogían para todo. Encarámate aquí y recita; encarámate aquí y canta. Encarámate aquí y haz un baile. Yo era la niña estrella de la escuela, con cinco años, seis años.
Amaury. ¿Y el vecino saxofonista ese qué?
Lourdes. Ah, eso fue…
Amaury. ¿Dónde fue, en qué barrio? Porque hay que ir situando los barrios…
Lourdes. Eso fue cuando salimos de Arroyo Naranjo. Mami nos matricula a mi hermana y a mí, en el Conservatorio Municipal, el actual Amadeo Roldán, que por cierto, era muy fácil, pasó un día por allí con nosotras y entró, entró con nosotras, fue a la oficina y le dijo a la señora que estaba en la oficina. ¿Cómo puedo hacer para que mis hijas se matriculen aquí? Traiga una foto de carné. Ya. Se acabó, sin más pruebas, sin más nada. Claro, corría el año, si al año nada, pum.
Amaury. Para afuera.
Lourdes. Para la calle. Pero no fue así.
Amaury. ¿Pero eso lo pagabas, lo tenía que pagar tu familia?
Lourdes. No señor, no se pagaba un centavo para nada.
Amaury. Ah, ¿no?
Lourdes. Nada, eso era lo más fácil del mundo entrar en el conservatorio. Mami me inscribió en solfeo, teoría, piano y ballet. Luego tuve que dejar el ballet. Primero porque me convencí de que con estas piernitas tan cortas yo iba a ser una bailarina enana. Pero conjuntamente con eso, ya había matriculado canto. Y mi profesora de canto me dijo: el ballet y el canto no se llevan bien, porque la voz se baja por los ejercicios.
Amaury. Sí, yo he leído en una entrevista tuya que te habían dicho que a las bailarinas les bajaba el tono.
Lourdes. Les bajaba la voz. Sí, entonces yo me sentaba al piano a estudiar mis lecciones de piano. Pero entre col y col, yo me compraba, por ejemplo, María la O.
Amaury. Claro, zarzuelas.
Lourdes. (Canta) Yo misma me acompañaba. Y al lado de mi casa había un saxofonista.
Amaury. Tú no puedes cantar mal ni haciendo estos cuentos. ¡Qué bárbaro!, ¡qué bárbaro! Estoy fascinado.
Lourdes. Entonces el señor le dice a mi mamá -esto fue antes de matricular el canto-…
Amaury. Sí, sí, el saxofonista del que hablamos.
Lourdes. Y el señor le dice a mi mamá: ¿Por qué no matricula a Lourdes en canto? Porque tiene una voz bellísima. ¿Por qué no esto?, qué sé yo. Se matricula el canto con 11 años que incluso, la maestra me preguntó; ¿Ya tú cambiaste de vida, hija? Porque antes no se decía…
Amaury. Ah, se decía, así, claro.
Lourdes. Sí, si no eras señorita no podías estudiar canto y ahí empecé.
Amaury. ¿Qué cosa, qué tendría que ver eso, no?
Lourdes. Ah, yo qué sé, habría que preguntarle a un ginecólogo.
Amaury. Si, a ver si subían los tonos.
Lourdes. Y bueno, nada, de ahí fui, no sé qué cuanto. Un día en mi casa, otro vecino, en otro edificio donde yo vivía, que también me escuchaba tocar y cantar, me llamó y me dijo: Hoy es el cumpleaños de mi esposa. ¿Por qué usted no va y le canta algo?
¡Ay, qué pena!, porque además, déjame decirte algo: tú me dices ahora, cántame algo. ¡Concho, Amaury! Yo soy gente de escenario. Yo si tengo que cantar aquí, posiblemente haga una bazofia, porque me da una pena, siempre he sido así. Pero el escenario no, yo salgo al escenario y cuando veo al público…
Amaury. No, yo sé.
Lourdes. Quiero dar todo, lo mejor, pero aquí no puedo dar nada. Y me dio mucha pena y me fui para allá, entré. Estaba un pedazo de madera aquí, y ahí me recosté, así, como una cucaracha y canté Alma mía. Cuando terminé el señor viene y me dice: Te quiero presentar a alguien y me presentó a un señor. Resulta  ser que se llamaba Roberto Rodríguez. Él era el empresario.
Amaury. Era el manager de la Guillot, de Olga Guillot.
Lourdes. Exacto y de Riolobos.
Amaury. Sí, cuando venía Daniel Riolobos, el cantante argentino.
Lourdes. Y el hombre me dice: ¿usted puede estar mañana por el Teatro Nacional?, se llamaba Nacional, el Gran Teatro. Y cuando llegamos, el señor dice: Usted y su mamá monten aquí. Le digo: ¿Para qué? Dice: Vamos a la casa del maestro Lecuona. ¿Tú nunca has visto una persona que lleve un gato con un arreo y suena un pito o algo y el gato hace: shiiii y no puede correr?
Amaury. Como los dibujos animados que hacen así.
Lourdes. Sentí shiii y le dije a mi mamá: Ni muerta. Dice mi mamá: Usted sí va. Vamos a hacer una cosa: Si el maestro Lecuona dice que usted no canta, salimos del conservatorio, y ya, te quito esa obligación.
Amaury. ¡Qué barbaridad!, qué cosa.
Lourdes. Y salimos para la casa de Lecuona. Entonces fue una cosa terrible. Yo sudaba, estábamos en septiembre y yo sudaba como condenado a muerte. Hasta que me llama y me dice, me mira así y me dice: ¿Qué vas a cantar, comino?
Amaury. ¿Comino?
Lourdes. Comino, yo tenía 15 años.
Amaury. Claro.
Lourdes. Pesaba 80 libras. Estaba fea que partía el alma aquello.
Amaury. No, tú no puedes haber estado fea nunca, pero bueno.
Lourdes. Sí, yo te digo a ti que estaba feísima, hay testimonios fotográficos de entonces. Yo me compuse con los años. Ahorita me descompongo con los años, hasta aquí me compuse. (risas)
Entonces, Amaury, él empezó. Yo, oye esto: le puse el papel del piano así.
Amaury. Ah, no, pero eras osada. Ponerle un papel de piano, acompáñame eso.
Lourdes. Se lo puse, idiota yo. Bueno, y él no me dijo yo me lo sé, no, no. Él miraba y tocaba. Y cuando terminé, él tenía un empleado al que él le decía Tita Rufo. Entonces se vira y le dice: Tita -esto no lo había dicho con ninguno- inclúyeme al comino en el concierto del 9 de octubre. Y nada, llega el día del concierto. Amaury, no te lo quiero contar, si hubiera sido un muelle, no hubiera temblado tanto. Llegó el momento, salí  (canta) con un vestidito de diez pesos que era lo que mi mamá había podido comprar, mis pelitos sueltos. Lecuona no me dejó ponerme ni polvos, porque él quería aprovechar la cosa de la muchachita.
Amaury. Claro, sí.
Lourdes. Esto fue el 9 de octubre del 55. Cuando yo terminé de cantar, cogí el vestidito (hace gesto de saludar al público tirando besos), la gente decía (imita murmullos) era lo que yo oía y yo en medio del escenario fui y le dije a Lecuona -porque eran dos números, uno para la primera parte y otro para la segunda-: Maestro, ¿qué canto ahora?  Lo mismo, Comino, lo mismo y volví de nuevo. Esa es una anécdota hermosísima para mí.
Amaury. Bueno. Eso fue el gran, tu gran momento en el teatro con Lecuona. Pero, ¿cuándo conoces entonces a Paquito Godino y te vas al Coro y descubres la música popular?
Lourdes. Bueno, lo de Paquito Godino me cayó en las manos como me cayó lo de Lecuona. Porque no sé, yo…
Amaury. ¿Pero quién te lo presentó?, él es del coro.
Lourdes. Yo había hecho algún que otro programita de televisión cantando canciones líricas, no justamente la cosa lírica, lírica, sino canciones líricas. Y un día me llaman y me dicen que Paquito, el Coro de Paquito Godino, de la CMQ…
Amaury. Sí, Claro, era el coro Nacional de Cuba.
Lourdes. Un renombre tremendo, que tenía una contrata en Tropicana, pero habían dos compañeras cuyos esposos no les permitían hacer cabaret.
Amaury. ¡Qué cosa, qué cosa!
Lourdes. Bueno, yo fui, por supuesto, por supuesto que fui. Todo esto se lo debo a Alberto Pujols, que dice que me vio cantar en un estudio.
Amaury. Sí, pero bueno, seguro que si lo dice es porque lo vio.
Lourdes. Paquito ensayaba, él con 14 personas, en el Estudio 14, el chiquitico, chiquitico.
Amaury. El más chiquito.
Lourdes. Bien, yo llegué y Alberto le dijo: Mire, Paquito, ella es la muchacha de la que le hablé. Paquito estaba así, en el piano, yo entré por aquí, por esta puerta, y me dice él: ¿Usted sabe música? Dígole: Sí, maestro. Me dio un pedacito de papel así, con una voz escrita y me dijo: yo la necesito en la cuerda de las mezzo. Siéntese ahí, vamos a ensayar (tararea). Se queda. Y me quedé y estuve año y medio en Tropicana, con el coro de Paquito, que ese fue otro lugar maravilloso. Era aquel Tropicana que no tiene comparación con nada que yo haya podido ver ni en Cuba, ni fuera de Cuba, después de eso. Pero allí conocí, por ejemplo a Nat King Cole. Allí trabajé con Celia Cruz y con la Emperatriz del Danzonete…
Amaury. …Ah, con Paulina.
Lourdes. Con Paulina Álvarez, pero además la orquesta era de primera, dirigida por Armando Romeu.
Amaury. Claro, Armando Romeu.
Lourdes. Y los músicos eran, para qué te cuento y al piano, Paquito Godino… entonces, después de eso, salí y entré en un trío, pero no para hacer voces con el trío, el trío me acompañaba.
Amaury. Ah ¿pero entonces ya tú eras solista antes de lo que la gente creía que tú eras solista?
Lourdes. Sí, claro, antes. Fue más o menos en esa etapa que se hizo un espectáculo en Tropicana y se conformó un cuarteto. El cuarteto en primera instancia estaba conformado por Lourdes Gil, Chamaco García, Héctor Rodríguez, del Coro de la CMQ, y yo.
Y conjuntamente con eso, ya yo venía haciendo mi carrera de solista, en cabaret, como por ejemplo: estuve en el Alí Bar, en los tiempos de Fernando Álvarez, del Benny y de los grandes que pasaban por allí.
Amaury. Pero muy jovencita, Lourdes.
Lourdes. Muy jovencita. Estuve trabajando en el Flamingo, estuve en el cabaret Las Vegas, también y en otros que ni me acuerdo los nombres, la verdad, porque ya son muchos años para que uno se acuerde de tantas cosas.
Amaury. Sí, claro. ¿Y cuándo se forman los Modernistas?
Lourdes. Los Modernistas se forman en abril del 60. Estaba, Miguel de la Uz, mi esposo.
Amaury. Miguelito, después.
Lourdes. Que fue después mi esposo, Eugenio Fernández y Gilberto Aldanás.
Amaury. Ahora, Lourdes ¿y por qué tú, que ya tenías una incipiente carrera como solista, por qué decides abandonar la carrera como solista y convertirte en la voz principal de un cuarteto, pero formando parte de un cuarteto?
Lourdes. Porque es que la cosa armónica me fascina.
Amaury. Ah, porque te gusta el mundo armónico.
Lourdes. Y le agradezco mucho al cuarteto Los Modernistas, a Fernando Mulens, a mis compañeros, todo lo que aprendí dentro del cuarteto. Porque era un cuarteto, además de ser un buen cuarteto, está feo que lo diga…
Amaury. No, no, era un gran cuarteto.
Lourdes. Éramos cinco personas con una seriedad tan grande  para hacer lo que hacíamos. Aprendí muchísimas cosas, muchísimas cosas aprendí.
Bueno, y me mantuve en Los Modernistas, por ejemplo, en el año 80 y algo, mira si yo estaba aferrada a ellos, y lo voy a decir porque así sucedió, que Chucho Valdés un día me encontró en la calle -yo siempre he admirado a Chucho con todo lo que se puede admirar-…
Amaury. El que no admire a Chucho está loco.
Lourdes. Bien, no, no, pero yo lo conozco desde que estaba en la orquesta de Tropicana. Es un ser maravilloso. Y Chucho me propone hacerme un disco a mí, que él me iba a hacer los arreglos, que iba a tocar el piano, que iba a hacer la producción, no sé qué.

«Con 2 que se quieran» Lourdes Torres (Parte II)

«Con 2 que se quieran» Lourdes Torres (Parte II)

Lourdes, Lourdes Libertad y Amaury

Amaury. ¿Y qué pasó que no lo hiciste?
Lourdes. No, yo le dije: Ay, Chucho, ¿eso no puede ser con el cuarteto? Y me dice: No, a mí el cuarteto no me interesa. Y yo dije: no, entonces no me interesa. Porque me dio una vergüenza llegar y decirle a mis compañeros, voy a hacer un disco como solista.
Amaury. Y seguramente te hubieran dicho que sí, te hubieran aplaudido después.
Lourdes. Eso me dijo Miguel, pero yo soy Tauro, mi amor. Y dicen que el Tauro, una de las cosas malas que tiene, es que es muy fiel. Digo, buena, buena. Que es muy fiel.
Amaury. Puede ser mala, según el Tauro que sea.
Lourdes. Y no lo hice y hace muy poco, hace un par de años, me encontré con Chucho y me dijo: ¿Te acuerdas aquella vez, aquello que te propuse y me dijiste que no? y yo dije: Tú no sabes cuántos años vengo lamentándome de aquello. Y me dijo: Vamos a hacerlo ahora.
Amaury. Claro, ahora.
Lourdes. No, estoy a la espera porque tú sabes que Chucho…
Amaury. Está muy ocupado, pero…
Lourdes. Ocupadísimo, pero mira, solamente que todavía me haya dicho que él me lo quiere hacer, ya es una maravilla. Además, sería mi ópera prima. Yo no tengo discos, ni uno.
Amaury. Ay, Lourdes.
Lourdes. A ninguna disquera cubana le ha interesado nunca la voz de Lourdes Torres.
Amaury. Yo te considero la profe, pero como colega, vaya, esa revelación de que tú no tienes discos…
Lourdes. …No, yo no tengo discos…
Amaury. …Ha sido para mí, como una…
Lourdes. Y Los Modernistas, a Los Modernistas le hicieron uno que se grabó en el año 62 y vino a salir en el 65, un long playing, ¿te acuerdas de aquellos duros?
Amaury. ¡Cómo no, claro que sí!
Lourdes. En el 62 grabamos dos, que (canta un mozambique) ¿Te acuerdas? Dos, que estaban de moda, ya en el año 65 eran fiambre. Entonces aquel disco…
Amaury. A ver, ¿y por qué? Dos preguntas: la primera, ¿por qué se acabaron Los Modernistas?
Lourdes. Por culpa mía.
Amaury. ¿Porque tú dijiste voy a ser solista?
Lourdes. No.
Amaury. No ¿por qué?
Lourdes. No señor.
Amaury. Entonces, cuéntame.
Lourdes. Yo no hubiera querido ser solista nunca más. Y el desastre de Los Modernistas fue como si se me hubiera muerto un familiar muy querido. Fue como que nos cogieron por el cuello y nos fueron apretando para atrás, para atrás. Y de ahí entonces vino la cosa de los otros dos compañeros. Mira, me voy para un trío porque mi familia, la chiquita mía, y no tengo, ya no tengo salario. No tengo con qué ir, no tengo con qué venir. Y yo le dije a Miguel, mira Miguel, no más. En ese momento yo tengo ya, en ese momento yo le dije: tengo 53 años, y le dije así a mí marido. Posiblemente me estrelle, si quiero seguir como solista ahora. Bendito Dios que no pasó.
Amaury. Sí, volver a ser solista, volver a serlo, ya lo habías sido.
Lourdes. Pero yo pensé que la gente no me iba a aceptar sin el cuarteto, fíjate. Y hoy por hoy, doy gracias a todo lo que existe, porque yo debía haberlo hecho muchos años antes.
Amaury. A ver, Lourdes, pero no solo se acabaron Los Modernistas, se acabó todo aquel gran movimiento de cuartetos que había, que después Miguelito, que en paz descanse, luchó tanto por tratar de recuperar. Porque era la época de Los Meme, los Bucaneros, Voces Latinas, Los Zafiros…
Lourdes. Si llego a saber te traigo una lista que hizo mi marido de cuartetos y quintetos cubanos, desde Matusalén para acá, para que tú veas lo que tenía, para que tú veas lo que tenía Cuba.
Amaury. ¿Por qué tú crees que eso pasó de moda, a ver? Si la palabra fuera pasar de moda, que no estoy tan seguro.
Lourdes. Mira, una de las cosas que hizo un daño espeluznante, fue cuando nos pusieron las famosas normas. Si en ese tiempo no hacías, no sé, veinte y tantas actuaciones en el mes, ya tú sabes…, lo que cobrabas eran dos kilos. Pero si la empresa no te los programaba, ¿cómo tú ibas a buscar las veinte y tantas actuaciones?
Amaury. Eran como 26 ¿verdad? Yo me acuerdo que eran 26 actuaciones en el mes.
Lourdes. Sí, eran 26, pero además, se ha entronizado la cosa de que los jóvenes, los jóvenes, los viejos, los viejos. Y me digo yo: ¿Qué programa tiene la televisión cubana, para las personas que ya son mayoritarias en el país, mayores de 60 años? ¿Cuál?
Amaury. Bueno, a ver, a ver ¿Por qué?… Todo el mundo que te ha visto, te ha visto bien histriónica. Tú eres una persona muy histriónica…
Lourdes. …Sí, yo soy…
Amaury. Una cantidad de expresiones maravillosas, ¿por qué no actriz? Cuando salimos te encontraste con Luis Alberto García allá afuera, y acabas de hacer algo que no se ha estrenado, como actriz.
Lourdes. Me aterra que se me olvide un libreto. A mí la actuación me gustó mucho siempre. Por ejemplo, en los años 60, principios de la televisión, yo trabajé con Vázquez Gallo, en un espacio que quizás tú recuerdes, que se llamaba Horizontes.
Amaury. ¡Claro, cómo no lo voy a recordar Horizontes!
Lourdes. En una novela.
Amaury. Y mucha gente recuerda Horizontes.
Lourdes. Y empezaron a hacer un casting de esos, pero yo ni siquiera conocía personalmente a Vázquez Gallo. Lo veía entrar y cerrar, buenas tardes, cómo está, pero no. Y allá voy yo, pero tan fresca como una lechuga, porque total, no me iba a poner nerviosa para eso ni nada. Entré al estudio y Vázquez, con aquellos espejuelos por acá abajo, hizo así, me mira -no me dio libreto ni me dio nada- y me dice: Si yo le digo que se ría, ¿usted se puede reír? Este está loco. Entonces yo le dije: ¿Bueno, pero de qué me río? Dice, una risa muy sarcástica. Digo yo: ah, sí. (se ríe con risa sarcástica) Dice: el papel es suyo, Amaury, por poco hay que recogerme del piso, antes de cada programa, que eran en vivo.
Amaury. Pero te…
Lourdes. …Tuve que subir cada vez a tomar antidiarreico, porque el estómago me hacía…
Amaury. …Pero ¿lo hiciste bien?, porque yo recuerdo, que varias veces en la vida oí a mi mamá…
Lourdes. ¡No, pero si tu madre me dio una opinión divina de lo que hice en la novela!
Amaury. Ah, porque ella siempre decía: Mira a Lourdes, canta muy bien, canta maravilloso, pero podía haber sido una gran actriz también y lo abandonó.
Lourdes. Por mucho susto, mucho susto. Y ahora, esto de la película, es una película cubana, de bajo costo, y me llaman por teléfono y era de casa de Enrique Molina. Yo lo admiro muchísimo.
Amaury. Hombre, como todo el mundo.
Lourdes. Como no estamos en la misma rama pues ni nos vemos. Sí, dígame. Lourdes, mire, hay un director de cine, que si una película, que no sé cuánto, entonces yo le dije que usted. Sí, sí, pero yo no soy actriz. Cómo no, en la forma en que tú cantas.
Amaury. Ya, todo el mundo con lo mismo.
Lourdes. Me dio tanta pena, bueno, dígale que venga, porque no le voy a cerrar las puertas de mi casa, y cuando me da el libreto, que yo hago así, digo… Porque es una cantante, que ya está, que tiene más de 60 años, que por cierto, hubo que hacerme una cosa, porque dice que no lo daba.
Amaury. No lo das, esa cara no es de 60 años.
Lourdes. Y una peluca que me parezco a Cristóbal Colón, ¡qué fea me veo! Es una cantante vieja, vieja, que en los años 60 y 70 fue, pero ahora ha sido arrastrada por el regueton y la juventud  ¿te das cuenta? y logra trabajar, porque el marido de ella, que es Enrique Molina, tiene un negocito, que… yo no voy a contar la película.
Amaury. No la cuentes. No la cuentes para cuando la pongan vayan a verla.
Lourdes. Y mira, la vieja soy yo, y lo hice, porque lo primero que me vino, por edad, fue Rosa Fornés. Y con la misma me dije: y yo, estoy en lo mismo. Y bueno, lo hice y lo hice a partir de eso que tengo dentro. Ah, y se llama Club Habana.
Amaury. ¿Club Habana, se llama?
Lourdes. Club Habana.
Amaury. Ah, bueno, la seguiremos. Ahora, tu primera canción, la primera canción que se conoció fue Fue así que te olvidé, una canción de mucho éxito y que todavía tú sigues cantando, es decir, dice mucho.
Lourdes. Media Cuba la canta.
Amaury. Por eso, una canción. Todo el mundo dijo: espérate, y esa canción y la gente empezó a preguntar, quién es el autor.
Lourdes. No, no, esa canción es mía.
Amaury. Ahora, la idea que yo tengo, es que todas tus canciones, y tú me desmentirás, lo que yo pienso, es que todas tus canciones están hechas para un solo hombre.
Lourdes. Hasta un momento.
Amaury. Hasta un momento ¿hasta cuál momento?
Lourdes. Yo te puedo expresar. Cuando yo escribí Fue así que te olvidé, ya mi matrimonio estaba deshecho.
Amaury. ¿Con Germán Barrios (actor)?
Lourdes. Sí. Un matrimonio que… Germán fue para mí como el príncipe en el caballo azul, o el príncipe azul con el caballo blanco.
Amaury. Además, era un hombre bello.
Lourdes. Sí, muy bello, bello, pero las cosas no salieron como uno esperaba y llegó un momento en que ya… pero ya mi hija estaba nacida.
Amaury. Claro, Lourdita.
Lourdes. Eso es lo más terrible…
Amaury. Una cantante, también maravillosa.
Lourdes. …lo más terrible de todo…
Amaury. Y que anda por aquí, ¿no? Lourdita, ven, acércate un poquito. Ven, yo sé que no estás para salir en televisión, pero ven, ven, acércate un segundo aquí.
Lourdes. Ven acá, mamita.
Amaury. Esto nunca lo hacemos aquí.
Lourdes. No, chiquita me vino a acompañar, porque yo estoy con unos mareítos y unas cosas de la cervical.
Amaury. Siéntate un momentico ahí, porque estamos hablando de ti y ella es una gran artista y una gran cantante, y esto en la vida lo hemos hecho, ni lo vamos a repetir. Esto es diferente.
Lourdes. Ya. Entonces, Amaury, entonces yo puse el divorcio. Y en ese ínterin hice el Fue así que te olvidé: “ya ves, fue así que te olvidé, ya nunca más me acordaré de ti…”
Pero cuando la presenté en un concurso, yo estaba ya recién divorciada y empecé a cantar aquello con un farol que era diez veces ese (señala un lámpara del estudio), que me dejó ciega y empecé a cantar y empecé a llorar y llora y llora. Entonces allí empecé a pensar que mi madre había dicho que el matrimonio debía ser para toda la vida, que mi hija chiquitica, no se iba a criar con su papá y… fue  horroroso, la mejor actuación de cualquier actriz hubiera sido esa. Y fue duro, fue muy duro. Después de eso, otra que sonó mucho, Tendría que ser contigo más que amante. ¿Por qué la hago? Él va un día allá, esta estaba, ¿qué edad tú tendrías?
Lourdita. Yo, yo tendría… ya era adolescente.
Lourdes. Ya era adolescente y él va a la casa con una mujer que tenía. A mí qué me importa. Ya yo estaba con Miguel, y tuve que bajar porque él estaba con la moto y cuando bajo, la moto está parada ahí, él está adelante y la mujer atrás. La mujer se sobresale de él, y cuando yo salgo del edificio, hace así (una mueca de amargura) digo: Pero a esta mujer le dio una parálisis facial, ¿qué le pasa a ella? Además ya ahí no había quedado nada. Entonces le hice esta (canta) Tendría que ser contigo más que amante. Años después hice (canta) Señora, usted se conformó a estar con él.
Lourdita. Entonces esa fue a otra mujer que él tuvo.
Amaury. ¿A otra?
Lourdita. Entonces él se dedicó a tener muchas mujeres y todas  miraban a mi madre con esa parálisis facial, todas.
Amaury. Ah, ya.
Lourdita. Ella era como una gran amenaza…
Lourdes. Y algunas me quisieron ver con la parálisis facial a ella (señala a su hija) y dije: las mato, porque esta niña no tiene nada que ver con nada. Es la verdad. Y entonces después vino mi matrimonio con Miguel.
Amaury. Con Miguel de la Uz.
Lourdes. Que Miguel -ella está aquí- en honor a la verdad, ha sido el verdadero padre de mi hija y el verdadero abuelo de mis nietos. Un hombre espectacular. Todo el mundo sabe quién era mi marido, para qué yo voy a hablar de eso. Un hombre extraordinario en todos los sentidos. Hasta en la cosa cultural.
Amaury. Lourdes, a mí no me gusta machacar sobre las heridas de nadie. No lo hago, regularmente no lo hago, pero yo sentí también un profundo respeto toda la vida por tu marido, por Miguelito. ¿Y qué significó para ti el hecho de que muriera?
Lourdes. Mira. El golpe fue terrible. Pero entre las cosas terribles, fue que yo hice así y me amarré y no derramé una lágrima. Porque la hija y la nieta se me desbarataron. Estaban tan desbaratas como yo, pero incontrolables. Y yo dije: no, yo tengo que aguantar. A los cuatro meses exploté con una presión altísima, diabetes, no sé cuánto, qué se yo, millones de cosas, millones de cosas. O sea, consecuencia del golpetazo. Y ¿cómo me siento? Bueno.
Amaury. ¿Cómo se reedifica uno después de una cosa así?
Lourdes. Bueno, mira…
Amaury. ¿Cómo se hace?, ¿uno se recicla?
Lourdes. Mi hija, mi nieta, me están dando mucho apoyo, y yo me estoy apoyando en mí y en él, en mí y en él. Y hablo con él todos los días, y he logrado pasarlo así…, Miguel era mi cerebro, mis brazos y Miguel, él me cubría todas las expectativas, o sea…
Lourdita. …Es que yo creo que hay que hablar de eso, del hombre que era él.
Lourdes. Sí, por eso.
Lourdita. Yo siempre decía: Dios en el cielo y mi padre en la tierra. Porque yo no he conocido una persona más íntegra que ese hombre. Ese hombre era buen hijo, buen marido, buen padre, buen hermano, buen de todo. Buen compañero, entonces no es solo que se te murió tu papá, o tu esposo, es la persona, lo que significaba para cada uno de nosotros esa persona ¿entiendes?
Lourdes. Bueno, ya, ya hablamos, ya hablamos.
Amaury. Bueno, ustedes son religiosas y.
Lourdes. No, yo, yo, religiosa ¿a qué tú le llamas religiosa?
Amaury. Creer en Dios.
Lourdes. Oh, no, yo creo en Dios, con todo lo que tengo, no voy a culto de nada.
Amaury. No, no, a eso me refiero, a eso me refiero.
Lourdes. Ya. A lo que me enseñaron a mí en mi casa.
Amaury. Yo, este programa empezó siendo Con 2 que se quieran, y ha terminado siendo con tres que se quieran.
Lourdes. Tres.
Amaury. Con tres que se quieran y con cuatro, porque vamos a incluir también a Miguelito, que tiene que estar por aquí. Tiene que estar feliz de que nos hayamos reencontrado.
Lourdes. Seguro que sí.
Amaury. Hace tiempo que tú y yo no nos veíamos y tenemos que seguir chachareando por teléfono, que me encanta como hablas por teléfono. Tú sabes que hay gente que me agobia por el teléfono.
Pero tú y Eva (Rodríguez), por ejemplo, son personas que me llenan el día de alegría cuando les hablo por teléfono.
Lourdes. Porque estamos medio locas las dos (risas).
Amaury. ¿Y cómo tú crees que estoy yo? Yo, yo quiero terminar…, Lourdes habló de su pertenencia a Cuba.
Lourdes. Sí.
Amaury. De su pertenencia a nuestro país, y hay un poema en el libro, empecé con un poema de tu libro, que me voy a leer. Espero que me lo hayas regalado. ¿No me lo has regalado?
Lourdes. No, no te he puesto nada, porque no creí que lo quisieras.
Amaury. No, pero ¿por qué?
Lourdes. Porque tú sabes que yo no creo en eso.
Amaury. Tampoco me pongo a estar leyendo poemas en la televisión, si no me gustan. Hay un poema con el que te voy a despedir. Un poema tuyo aquí, es increíble, dice:

Voy y vengo, y al final espero,
Cuán raído el espejo de mirarme todos los días
y de pronto la luz como alga marina.
El recuerdo se escurre por la abierta ventana,
Ciérrole los caminos de andar, me quedo.

Lourdes. Me quedo.
Amaury. Me quedo. Me parece que ese poema…
Lourdes. Me quedo, me quedo, porque ¿estamos hablando de Cuba?
Amaury. Ajá.
Lourdes. He estado en tantos lugares, y es como ese, no sé, es como que afuera, ni los zapaticos me aprietan. No puedo, no puedo. Es una cosa que no me siento en mi salsa, en mi aceite.
Una vez leí, en una revista Selecciones, que tener el nombrecito de extranjero, era lo peor que le podía pasar a alguien. Y fuera de aquí soy extranjera dondequiera. El último plato de comida que haya, no es para mí, es para ellos. Como el último plato de comida que yo tenga aquí, es para los míos, no es para los de afuera, te lo digo con toda honestidad. Entonces, he visto países que tienen cosas hermosísimas, pero esos atardeceres en el Malecón, vaya, no tienen precio. Ese, bajas la escalera de tu casa, y que la gente de enfrente te diga: “Lourdes, cómo sigues”. “Aquí, mi santo, bien gracias.” Bárbaro ¿Dónde? Aquí.
Amaury. Mira, gracias.
Lourdes. No, mi amor.
Amaury. Gracias, porque tampoco tiene precio para mí que tú hayas aceptado venir al programa. Y que esté Lourdita aquí. Qué lástima que no vino la nieta, porque la hubiéramos colocado aquí, un tumulto.
Lourdes. Sí, señor.
Amaury. Yo te agradezco que hayas venido, los televidentes tienen que haberse quedado como yo, que he estado como apantallado, con tu presencia, con tu impronta, con tu fuerza.
Sigue cantando, haremos el disco. Lo harás con Chucho o con quién sea. Que tu voz se mantenga.
Lourdes. No hay tanto interés ya, la verdad.
Amaury. Que tu voz se mantenga fresca y lozana.
Lourdes. Eso sí, para poderle decir al público: todavía estoy aquí y voy y hago Las peligrosamente juntas, que tenemos un público de fábula, de fábula. Nos aplauden hasta por gusto.
Amaury. Y cuídate.
Lourdes. No, ya lo estoy haciendo.
Amaury. Para que tengamos esa voz maravillosa y esa Lourdes para siempre.
Lourdes. Sí ya lo estoy haciendo.
Amaury. Te quiero mucho, mamá.
Lourdes. Y yo a ti también.
Amaury. Te quiero, mi vida.
Lourdes. Y aquí abrazo a tu mamá y a tu papá también.
Amaury. ¡Cómo no!
Lourdes. Con los que pude trabajar muchísimo tiempo.
Amaury. Todos estamos juntos aquí.
Lourdes. ¡Todos!.
Amaury. Gracias mi vida.

«Con 2 que se quieran» Enrique Pineda Barnet (Parte I)

«Con 2 que se quieran» Enrique Pineda Barnet (Parte I)

“Hoy por hoy soy capaz de prescindir de todo”

Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran, como me gusta decir siempre, en el corazón de Centro Habana, en Prado y Trocadero, el barrio de Lezama, en los legendarios Estudios de Sonido del ICAIC.

Hoy, esta noche, está con nosotros, me siento hasta emocionado,  uno de los grandes directores de cine que ha tenido nuestro país, una de las personas más encantadoras que conozco. Una de las personas más cultas, divertidas, elocuentes, locuaces y preparadas de nuestros medios artísticos, mi amigo querido, Enrique Pineda Barnet.

Enriquito, muy buenas noches, bienvenido, muchas gracias por aceptar venir.

Enrique Pineda. No faltaba más.

Amaury. Cuando me puse a leer tu currículum, me encontré con una cosa. Digo, perdóname, ¿no te molesta que te trate de tú?, es que nos hemos tratado de tú toda la vida.

Enrique Pineda. Entonces puedes empezar a tutarme desde ya.

Amaury. Me encuentro que Enrique Pineda Barnet, es, voy a leer: Director, guionista de cine y videos, profesor universitario, periodista, crítico, locutor, actor de teatro, cine y televisión, escritor, compositor, cantante. ¿Eres consciente de que eres como un artista del renacimiento?, te faltó pintar.

Enrique pineda. Me faltó pintar, pero era tal como cantar y bailar, porque ya hace muchos años que no hago ninguna de las dos cosas.

Amaury. Pero lo hiciste ¿cómo se puede, cómo podías estirar el tiempo de manera de hacer todas esas cosas?

Enrique Pineda. Todas esas cosas nunca se hacen a la vez, ojalá. Son pinceladas en la vida de uno.

Amaury. Pero sin embargo, con la literatura te ganaste el premio Hernández Catá de literatura. ¿Qué era ese premio?

Enrique Pineda. Bueno, el premio Hernández Catá es…, me da tristeza que me preguntes a estas alturas qué es el premio Hernández Catá, porque Hernández Catá era el premio literario más significativo que tuvo la República.

Ese premio le fue otorgado a todas las figuras, yo creo que a todas las figuras que fueron significativas en el siglo XX.

La revista Bohemia en un momento determinado publicaba todas las semanas un cuento de Hernández Catá, no de Hernández Catá, sino un premio Hernández Catá. Y había un tipo, que era Guillermo Cabrera Infante, el tipo era mi paradigma, era el escritor que yo leía con más admiración, por la audacia, por el verbo, por la imaginación, a veces por la turbulencia, era un escritorazo y me hice amigo de Guillermo Cabrera Infante que era contemporáneo conmigo, un poquitico mayor que yo. Y un día, conversando con Guillermo, me dice ¿por qué tú no mandas al Hernández Catá? Decía: tú mandas ahora y luego te puedes ganar la cuarta mención; el año que tiene te ganas la tercera; después la segunda, después la primera y el premio. Tenía cinco años de perspectiva para ganar el premio.

Amaury. Lo que le había pasado a él.

Enrique Pineda. Por lo que le había pasado a él y además, a mí me parecía como que demasiado pronto. Y bueno, entonces yo mando. Me acuerdo que el día que voy a entregar mi cuento, me dice la señora que recibía los cuentos: ¿Pero usted no es amigo de Guillermito? Dígole, sí, yo soy muy amigo de Guillermito. Dice: ¿Sabe que Guillermito no ha traído su cuento de este año? ¡Pero no me diga eso! No, no y hoy cierra la admisión, dígale que tiene que correr y que tiene que traérmelo. Bueno, yo corro a  casa de Guillermo, él ya estaba en la onda esa de que ya está por encima de eso, no, yo no lo he llevado todavía. Y, está bien, llévaselo, es decir, yo tenía que entregarlo. (Por suerte tuvo mención, si no, hubiera parecido que yo no lo había entregado) Y un día llego a mi casa y me encuentro un telegrama por debajo de la puerta y, Premio Nacional Hernández Catá. Y bueno, me voy corriendo para casa de Guillermo, me bajo en la Avenida de los Presidentes y corro a la casa de Guillermito, le toco a la puerta y Guillermito me abre y le digo: Guille, el Premio, ¡tengo el premio Hernández Catá!

Y se queda Guillermo así, y me dice, -y ahora vienen los piticos que ponen ustedes en la televisión-: “me c… en el c… de tu madre”, ¡pam!, y me tira la puerta en mis narices. Y ahí es cuando todo se agolpa…, cuando lo comprendes todo en un instante, dices: ¿hasta dónde he sido imbécil? ¿Cómo yo puedo darle con alegría la noticia a un amigo, la noticia de que le he ganado un espacio que le pertenece a él?, porque para mí ese premio le pertenecía a él, porque ya se lo había ganado, porque ya tenía cinco premios anteriores.

Amaury. Pero un amigo tiene la obligación de sentirse feliz con los éxitos de otro amigo.

Enrique Pineda. Sí, eso después yo lo he sentido muchas veces  y yo lo comprendo. Pero ahí no cabía, no cabía eso, realmente no cabía eso porque era totalmente injusto.

Amaury. ¿Y el premio, en qué consistía, Enrique?

Enrique Pineda. El premio consistía en una cantidad de dinero, no me acuerdo ya si era, en aquel momento, cien pesos.

Amaury. ¡Que era mucho!.

Enrique Barnet. ¡Ja, o quinientos, yo no sé!.

Amaury. ¡Si eran quinientos… mucho más!.

Enrique Pineda. No sé, no sé y publicar el cuento en Bohemia y en El País, en el periódico El País. Bueno, por ahí fue la cosa, eso fue…, realmente fue un momento, uno de los momentos más tristes de mi vidae inició el momento más triste.

Amaury. Enrique, pero tú has tenido una cantidad de éxitos a lo largo de tu vida, que imagino la misma cantidad de enemigos.

Enrique Pineda. Bueno, más o menos. Más o menos, no creas que estás muy distante. Sí, sí, cuando te destacas mucho en algo, eres sombra para alguien. Y a partir de ser sombra para alguien, ganas en ese alguien un enemigo. Y eso ensombreció mucho mi alegría de ganador. Era demasiado joven, tenía 17 años.

Y nada, los viejos me llevaron a mi primer viaje fuera de La Habana. Es más, mi primer viaje fuera del Vedado. De un niñito bitongo del Vedado, eso es otra carga de la vida, los viejos me sacaron, me llevaron a Trinidad…, a Trinidad con sus tradiciones, fuimos a ver a las Sánchez Iznaga. Conocí a toda la flor y nata de Trinidad, todavía aquellas viejas se vestían con batas blancas de hilo hasta el piso. Eran señoras muy respetables, nos enseñaron sus palacios, sus porcelanas, sus abanicos de nácar que tenían dedicatorias por detrás de grandes figuras del siglo anterior. Y entonces me invitaban por la noche a una serenata. ¿Y dónde eran las serenatas? La serenata llegaba a su casa, llegábamos a su casa y aquellas señoras nos esperaban en chancletas, con un porrón de barro, mitad aguardiente, mitad vino tinto.

Amaury. ¡Ah! Pero mira a las señoras…

Enrique Pineda. Las señoras sabían mucho, sabían mucho. Entonces llevábamos acordeones, guitarras, etc., y nos sentábamos en los muros de la Iglesia de La Popa, y cantábamos Longina, Y si llego a besarte, todo ese repertorio que después tanto he machacado.

Amaury. ¿Y ya tú cantabas en esa época?

Enrique Pineda. Yo cantaba desde chiquito.

Amaury. Quiero decir, en esa época ¿ya cantabas, te exhibías, cantabas ahí, delante de las señoras?

EnriquePineda. Sí, sí, yo era bastante exhibicionista  en ese sentido. Me encantaba cantar y que me vieran cantar y que gustara que yo cantara. Y allí, yo recuerdo que en las escenas de las zarzuelas siempre hay unas muchachas debutantes, en las zarzuelas españolas, y siempre hay tres viudas, o tres viejas. Siempre son tres, no sé por qué, tres viejas, tres brujas sentadas y de repente estos viejos se me convirtieron en las viejas de la zarzuela y ellos me empezaron a decir: siempre que tengas un triunfo en tu vida, ganarás enemigos y te llegará la sombra. ¡Dios, era horrible!

Amaury. Y además, eras un niño, un adolescente.

Enrique Pineda. Era un adolescente y entonces, de repente, con esas cosas y esos consejos. Y me decían: nunca pienses que los amigos son solamente aquellos que te abrigan cuando estás en desgracia. Es más fácil compadecer que enaltecer. Los amigos son fundamentalmente aquellos que gozan, disfrutan y son felices con tu felicidad.

Amaury. Pero tú has logrado vencer, es como el misterio del abanico, cuando me hablaste de las señoras que se abanicaban, ese gran misterio que tiene el abanico, que mientras uno lo está moviendo, puede durar muchos años y no haces más que cerrarlo y ponerlo en una vitrina y se marchita.

Enrique Pineda. Se queda paralítico

Amaury Pérez. Tú has estado hasta hoy moviendo el abanico.

Enrique Pineda. Es una imagen bonita. Se podía poner en una obrita de teatro, “Moviendo el abanico”

Amaury. “Moviendo el abanico”. Ahora, tú me dices que naciste en el Vedado, de una clase media alta.

Enrique Pineda. Sí, media profesional.

Amaury Pérez. Porque normalmente, uno no hacía el pre, uno terminaba la enseñanza, lo que hoy sería secundaria y se matriculaba en carreras cortas para generar trabajo. Sin embargo, Enrique Pineda Barnet se va a estudiar al preuniversitario de la Víbora. ¿Por qué a la Víbora?

Enrique Pineda. Bueno, la Víbora, porque en aquella época, como en épocas sucesivas, había muchos problemas en el movimiento estudiantil. El movimiento estudiantil se politizaba mucho, había huelgas, había problemas y entonces a  mi familia le había llegado mucho el rumor de que en el Instituto del Vedado había mucho lío con los estudiantes y que había expulsiones de los estudiantes, y a partir de ahí, pues me pusieron en la Víbora que tenía fama de ser un Instituto tranquilo y estudioso. Bien difícil porque era lejos, yo tenía que coger una guagua, una ruta 79 para llegar a la Víbora. Pero a mí me hizo mucho bien también salir del ámbito estrecho del Vedado.

Amaury. Pero a mí me ha contado un amigo suyo que usted no sólo…

Enrique Pineda. …Empezaste a tratarme de usted.

Amaury. ¡Ah!, de usted, es verdad, hice mal, pero yo te juro que yo te quiero mucho y te voy a seguir tratando de tú. Un amigo tuyo me dijo, se sentó conmigo el otro día cuando estaba preparando esta entrevista y me dijo: Mira, Enriquito era en el Pre; inteligente, simpático, de una elocuencia aplastante. Pero, además, me dijo: era el muchacho, el joven más lindo del Pre y todas las muchachas estaban enamoradas de él y todos nosotros sentíamos celos de aquel muchacho.

Enrique Pineda. Ese amigo tuyo me lo dijo a mí una vez, me lo contó, ahora después de viejo me lo dijo.

Amaury. ¿Te lo dijo? Todos estaban celosos.

Enrique Pineda. Yo no lo sabía, mira, si yo llego a saber que el perico era sordo… (risas)

Amaury. Pero, Enrique, tú eres un hombre, todavía, muy hermoso. Yo, quisiera, la pregunta empezaba por aquí, ¿las personas bellas tienen una responsabilidad?, ¿la belleza conlleva a una responsabilidad con los demás? Son tan pocos los bellos y tantos los que no lo somos.

Enrique Pineda. Mira, Amaury, por favor. Esto es cómico, esto es cómico…, esto…, yo me encuentro bellísimo. Me encuentro yo, a mí, bellísimo, pero no bellísimo frente al espejito del baño, no, realmente yo me siento bello en el sentido de que yo sé que yo soy un alma bella. Eso sí, me siento muy orgulloso, y no voy a renunciar a eso de ningún modo. Ahí está toda mi vanidad.

La cuñada de esa persona que te habló, era encantadora y la esposa misma, una gente…, unas poetas tremendas, muchachas que hablaban con las flores sentadas en la escalinata del Instituto.

Amaury. Bueno, pues vamos a hablar entonces de esa amiga. La última vez que nos vimos, fue en un ambiente muy triste, familiar, fue en el velorio de esa gran amiga tuya, Margarita Perea Maza. ¿Cómo tú la recuerdas, a Margarita?

Enrique Pineda. Yo la recuerdo como el lirismo, justamente,  como la languidez, la poesía. Era una persona que era toda poesía. Porque ella era, además, muy amiga  de mi novia. Mi novia en aquel momento, una persona que vive y que yo la recuerdo con un amor entrañable y que nos reencontramos justamente y fuimos a tu casa. Aquella persona…

Amaury. ¡Aquella persona!

Enrique Pineda. Aquella persona, que fui a tu casa con ella cuando vino el Papa…

Amaury. …Cuando vino el Papa…

Enrique Pineda. …Exactamente, claro, aquella persona era mi novia de los 16 años.

Amaury Pérez. ¡Mira tú! Bueno, di el nombre tú…

Enrique Pineda. No, no, no me gustaría. No, porque yo no sé si a ella le gustaría.

Amaury. Está bien. Ahora, siempre que te veo, veo a Esperancita, a tu mamá. ¿Qué significó y qué significa tu mamá? Porque es que ustedes fueron: madre e hijo; amigo y amiga, novios. No sé, llegó un momento en que uno no podía concebir a Enriquito sin Esperancita.

Enrique Pineda. Sí, yo sé, hay parejas así, hay parejas, matrimonios, así. Y yo decía, bueno, yo estoy casado con mi mamá. Yo nunca le tuve, nunca tuve temor ni rechazo a esos criterios de “este tiene complejo de Edipo”, no, para nada. Yo estaba enamorado de mi madre, era un ser maravilloso. Cómo no amarla, cómo no enamorarme de ella. Estaba fascinado con mi madre y fue siempre mi gran amiga, mi gran cómplice.

Un día participé de una conversación entre Sergei Urusevski, el fotógrafo soviético, con Saúl Yelín. Y Saúl le dice a Urusevski: Mi socio, mi compinche. Y Urusevski le pregunta ¿qué cosa es ser compinche? ¿Qué cosa es ser socio? Y Saúl, que era en ese sentido un hombre muy agudo, brillante, le dice: ser cómplice, ser compinche, ser socio, es mucho más profundo que ser amigo. Es quererse en lo bueno y en lo malo. Y eso fue mi mamá para mí.

Mi mamá para mí era mi socia, mi compinche. Porque era para tomarnos el trago juntos. Nos esperábamos para contarnos las maldades, las picardías. Nos conocíamos tanto y tan bien, tan bien, que era una relación estrecha, profunda.

Mi madre llegó a ser, yo decía, y, me atrevo a decirlo,  con vanidad, era el paradigma de mis amigos. Mis amigos adoraban y adoran todavía a mi madre. Mis amigos hablan de mi madre como de una socia, una compinche, una amiga que se nos fue a pasear.

Amaury. Bueno, tú eres una persona que ha ganado muchos premios, muchos, algunos muy importantes. Como la entrevista no es cronológica salto.

Enrique Pineda. Ah, sí, sí.

Amaury. ¿Siempre uno merece los premios, cuando se los dan, uno siente que sí, que me lo dieron porque me lo merezco, porque me lo gané. Sobre todo los premios que has ganado después, el Goya por La bella del Alambra?

Enrique Pineda. El Goya yo me lo gané. Sí, me lo gané. Yo me lo gané y yo estaba seguro que me lo iba a ganar. Sin embargo, me gané el Coral de La Habana y no me lo dieron, y ese sí que me lo gané y no me lo dieron y fue una cosa para mí feísima.

Amaury. Por La bella del Alambra.

Enrique Pineda. Por La bella del Alambra, pero como la cosa es fea prefiero no hablar de ella. Pero el Goya yo me lo gané y estaba muy orgulloso, fui a buscarlo, ah, ah y me encantó, me encantó.

Amaury. Enrique, ¿Cuándo tú llegas, al cine?, ¿haciendo documentales?

Enrique Pineda. No, no, de una manera muy rara. Todo el mundo pensaba que yo iba a hacer cine algún día, porque yo fui fundador de la televisión, cosa que no lo dice ningún currículum mío por ningún lado, y eso sí yo me lo gané, porque fui de los primeritos.

Hice primero guiones, guiones de suspenso y guiones musicales para la televisión y después empecé a hacer producción y terminé dirigiendo comerciales y algunos programas musicales y demás.

Cuando al Triunfo de la Revolución se va a crear el ICAIC, poco tiempo después, casi inmediatamente, en marzo se constituyó la ley de creación del ICAIC y entonces ahí todo el mundo pensaba que yo iba para el ICAIC.

Yo había sido fundador de Teatro Estudio, estaba en Teatro Estudio, y mucha gente, de la televisión inclusive, iba a Teatro Estudio porque había rumores de que Julio García Espinosa estaba yendo a Teatro Estudio a ver gente, a ver a quién se llevaba para el ICAIC.

Para mí ir al ICAIC era ganarme algo que había que ganarse. Estábamos hablando de esto hece un rato ¿quién se lo cree? yo creía que yo no tenía méritos para ir para el ICAIC a fundar una institución, era como un sueño, el ICAIC era como soñar. Como después fue la escuela de cine, que todo el mundo decía: ¿hacer una escuela de cine en Cuba? Es un sueño, un sueño para cualquier adolescente, para cualquier joven que tiene aspiraciones. Entonces, bueno, en ese soñar, pensé que yo no me lo merecía, y aguardé, me mantuve un poco a distancia. Yo no había ido a la  Sierra (Maestra) a combatir, yo no me había alzado por ningún lado, ni lo había pensado ni por un instante.

Amaury.Eras un demócrata y un hombre de oposición, pero no eras un hombre de acción.

Enrique Pineda. Para mí una pistola. En mi casa a veces había, porque en mi casa hubo política ajena a mí, pero para mí una pistola, un arma era algo, de esas cosas que eso no se toca.

«Con 2 que se quieran» Enrique Pineda Barnet (Parte II)

«Con 2 que se quieran» Enrique Pineda Barnet (Parte II)

Amaury. Pero y por eso tú pensabas a lo mejor que cuando se fundó el ICAIC tú no tenías derecho.

Enrique Pineda. Yo no me lo merecía, yo no me lo merecía, había estado en la clandestinidad, y en cosas y eso, pero…. Y entonces me pongo a pensar ¿qué puedo yo hacer? Yo entrevisté a muchos soldados rebeldes. Me metí en un grupito que había en Columbia, en el Campamento de Columbia, había… Osmany Cienfuegos y Camilo, habían inaugurado unos departamentos de cine y de teatro y entonces Ana Sáenz, una actriz muy buena, una actriz extraordinaria era muy amiga de Violeta Casals, una gran actriz y una guerrillera símbolo de la Revolución. Y entonces Ana me dice: oye, ahí en el antiguo campamento de Columba tenemos un departamento de teatro. Vamos allí y allí enseñamos teatro a los soldados y hacemos teatro con los soldados. Digo, bueno vamos.

Nos fuimos allí y teníamos pase y todo para entrar en el campamento de Columbia. Te estoy hablando de los primeros días.

Amaury. Sí, del 59.

Enrique. Sí, del 59, iniciales. Y digo yo, esta gente lo que necesita ahora es prepararse para la paz, porque les falta cultura, les falta ejercicio artístico, les falta plenitud espiritual y no sé qué. Yo puedo ser un misionero, yo me puedo ir para ese lugar, para la Sierra Maestra y ayudar a que aquello se levante y yo puedo ser un misionero, yo estoy preparado para ser un misionero, hacer teatro en la Sierra Maestra.

Amaury. ¿Todo eso en el 59?

Enrique Pineda. Todo eso en el 59. Entonces empiezo a  prepararme psicológicamente y a preparar datos. Mi currículum, mi sueldo, mis salarios históricos, tengo todo en unos files preparados en secreto y guardados. Y un día estoy en mi casa y una noche exactamente, me llama Norka Méndez, aquella modelo maravillosa, inolvidable de las revistas Vogue, que era la esposa de Korda, el fotógrafo, en aquel momento. Y Korda y Norka estaban de visita en mi casa porque me fueron a anunciar que Korda estaba embarazada.

Que Norka estaba embarazada, ya iba a seguir con el absurdo, que Norka estaba embaraza, hay qué cómico. Y están viendo televisión en mi casa, y sale un programa con Fidel en la televisión, en el Canal 2, que era el canal que estaba, -yo vivía en Malecón y 23- y el Canal 2 estaba en la otra esquina, frente a lo que era el Montmatre.

Bueno, pues Fidel solicita, empieza a explicar de la Sierra, del campesinado de la Sierra, que hacen falta maestros voluntarios -no te estoy hablando de Campaña de Alfabetización- eso fue mucho antes de la Campaña de Alfabetización, que los confunden mucho y a veces los olvidan mucho a los maestros voluntarios.

Entonces dice: hacen falta jóvenes, con algún nivel cultural, etc., con alguna experiencia, que estén dispuestos a irse a la Sierra, tienen que, aquello es difícil, en fin. Digo: ah, eso es lo mío.

Agarro, voy a mi cuarto, cojo mi file con el currículum y todas aquellas cosas y dejo a Korda y a Norka viendo la televisión y me voy a la esquina, cruzo la avenida Infanta y me voy al Canal. Hay un soldadito en la puerta y estaba un VW chiquitico, que Fidel en aquella época andaba en el VW aquel sin nadie que lo cuidara y, el soldadito en la puerta.

Le digo, mire, cuando baje el Comandante, usted le da esto, porque esto él lo está pidiendo ahora, en este momento él lo está pidiendo y me voy, se queda el soldadito con el file. Llego a mi casa, entro, está Korda y Norka y de repente dice Norka: ¿Eh, y eso qué cosa es? Y es Fidel en la pantalla con mi file en la mano, diciendo: aquí tenemos el primero que llegó. Dice Norka: ¿Pero qué es eso? ¿Te volviste loco?, no, no, eso fue ahora mismo estando ustedes aquí. Yo sabía lo que estaba haciendo y medí muy bien lo que estaba haciendo, lo había medido de antemano porque eso estaba en mi cabeza, pero no, no percibía la significación que iba a tener aquello, la explosión que iba a tener aquello en la gente, en la calle, en el país y en mi propia casa, mi mamá, por ejemplo. Yo no vivía con mi mamá, yo vivía aparte de mi casa. Pero el susto, eso fue para mi madre un susto, fue inclusive, eso fue una contradicción seria, dolorosa. Y bueno, ya al día siguiente yo era el primer maestro voluntario. No he caminado dos cuadras cuando siento detrás de mí que me dicen: “hay a quién le gusta posar de vedette del sufrimiento”, cuando miro, era Guillermo.

Amaury. ¿Era Guillermo Cabrera Infante?.

Enrique Pineda. Era Guillermo. Entonces, nada, eso fue un primer choque incómodo. En fin. Y ahí pasaron cosas de esa índole, hubo mucha gente aclamándome con mucho amor y, hubo mucha gente que me fustigó por eso, pero ahí cambió mi vida. Cambió por completo mi vida.

Amaury. ¿Y te fuiste a la Sierra por fin?

Enrique Pineda. Me fui a la Sierra, estuve una buena temporada de ángeles en la Sierra, y conocí otro mundo, otra vida, otro amor, otra manera de vivir y, sobre todo, para mí, que me ha acompañado hasta hoy, bueno me acompañan hasta hoy mis alumnitos aquellos. Los niñitos que me encontré en la Sierra cuando llegué, chiquiticos, descalzos, barrigoncitos, etc., están aquí. Y me llaman y me cuidan. Ya fue, para mí la vida fue otra. Aprendí algo muy importante, prescindir. Aprendí a prescindir. Desde entonces hasta hoy no he hecho otra cosa que el ejercicio de prescindir.

Amaury. De prescindir de cosas materiales.

Enrique Pineda. De prescindir de la vida, de todo. Hoy por hoy soy capaz de prescindir de todo, sin problemas de ninguna índole, sin que me cree conflictos; prescindir, punto. No solamente no hay, no hay de esto, bueno, prescindo. Pero es que hay otros no hay que son más profundos, más complicados y prescindo. He prescindido hasta del amor en muchas ocasiones, porque a veces hay que operarse del amor. Hay que operares de muchas cosas en la vida y a veces uno se opera del amor y ya, tranquilo.

Amaury. Bueno hay dos momentos que yo quisiera marcar, porque los tengo aquí muy presentes, además. Uno es el Enrique Pineda Barnet co-guionista de Soy Cuba, con Evtushenko, esa experiencia, y después el director de ese insólito documental que se llama Giselle. ¿Cómo fue trabajar con Evtushenko en el guión de Soy Cuba y cómo fue trabajar con Alicia en Giselle?

Enrique Pineda. Bueno, yo te diría que hay coautorías mucho más interesantes que esas. La actuación con él no me aportó nada, ni me interesó para nada y hoy me sigue sin interesar, francamente para nada.

Amaury. Y nada, la película, incluso, tampoco.

Enrique Pineda. De la película a mí me gusta mucho su fotografía.

Amaury. Un gran fotógrafo Urusevski.

Enrique Pineda. Su dirección de fotografía es tremenda, el aporte de haber conocido a un hombre como Sergei Urusevski, es uno de los más grandes artistas que he conocido en mi vida. Un tipo de un talento, un artista de una creatividad increíble, profundo, honrado, honesto y amoroso. Gente maravillosa, él y su esposa. Bueno, un director importante, más nada. Un director importante para la historia del cine ruso.

Amaury. Sí, pero la fotografía de Soy Cubaes fabulosa.

Enrique Pineda. La fotografía de Soy Cuba es excepcional. El guión de Soy Cuba, las deficiencias que tiene, las tiene. Yo me hago responsable, porque hay que cargar con todo. Evtushenko podía estar, podía no haber estado, no me enriqueció ni me quito nada en la vida, para nada.

En el caso de Alicia, que por cierto no es un documental.

Amaury. Es un largo.

Enrique Pineda. Es un largo de ficción, porque además está hecho el guión y está tratada la película con la dramaturgia de una película de ficción.

Amaury. ¿Y Por que dice todo el mundo que es un documental?

Enrique Pineda. Porque la gente es esquemática, la gente…, además, ese esquema de película, película es todo, todo lo que fue hecho con cine es película. Entonces película, es una película. Pero aparte podía ser una película documental. No es una película documental ¿por qué documental?,  por el hecho de que se hizo en un escenario. Pero se hizo en un escenario con todas las técnicas de un largometraje de ficción. Además, tuvo seis meses de preparación de todos los actores. Todos aquellos actores ya no eran más bailarines, eran actores. Y no es lo mismo pensar un argumento en actor, que pensarlo en bailarín. Y con todo un análisis dramatúrgico de cada personaje, y hubo cambios radicales en la película que no son propios del ballet. Para mí fue una grandísima experiencia, porque tuvimos que estudiarnos, nosotros, el equipo de filmación tuvo que estudiar ballet para entender el ballet y su estructura y poderla llevar a cabo.

Y los bailarines y el equipo del ballet, tuvieron que estudiar cine para entender el fenómeno. Y ahí hice mi primer puente de interés. Realmente era un puente bien interesante.

Las cuatro divas, las cuatro joyas, niñas adorables, nunca han olvidado esa experiencia. Yo no las he olvidado a ellas nunca, como no he olvidado a toda la gente del ballet.

Inclusive, una Alicia distinta a la Alicia que conozco después. Una Alicia diferente, una Alicia sencilla, no modesta, porque eso no le cabe, pero una Alicia estudiosa, una Alicia dócil, aparte de su rigor y de su fuerza. Pero yo recuerdo una anécdota tremenda de una escena en la que llegó un momento que yo le dije a Alicia, Alicia hay que cortarse el pelo. Me dijo: yo, que llevo 14 años dejándome crecer el pelo para la escena de la locura.

Y le dije, justamente mire las manos, mire adónde llegan, esa escena de la locura en una pantalla. No es lo mismo que en un teatro.

En la pantalla necesita mucho menos para que las manos puedan salir. En fin, hablamos de eso, del expresionismo, de la significación de un gesto así, etc. Y al día siguiente llegó con el pelo cortado y yo pensé que aquella rebeldía en aquel momento iba a ser para siempre, no, fue dócil y fue en ese sentido modesta, ahí fue modesta, ahí fue modesta.

Amaury. ¿Y siguen siendo amigos todavía Alicia y tú?

Enrique Pineda. Sí, hay cosas en el medio… entre tú y yo, se interpone, a veces, un abismo que son las vidas, las elecciones, en fin, pero yo la sigo queriendo y la sigo respetando y admirando profundamente.

Amaury. Bueno, aquí yo tengo, Enrique, una lista de películas, tú me dirás si alguna falta. Yo la saqué del currículum que tú me dijiste que me mandabas un currículum por correo, pero que eso no tenía ninguna importancia, pero a mí me ha servido mucho: David, Mella, Aquella larga noche, Tiempo de amar, la super Bella del Alambra, película que me estremeció y me estremece y que cada vez que la ponen en televisión la vuelvo a ver. El Charenton del Buendía y La Anunciación. ¿Qué cosa es el Charenton del Buendía?

Enrique Pineda. El Charenton del Buendía es un documental, un documental largo que es el proceso de montaje para una puesta en escena de la obra Marat/Sade, de Peter Weiss, que por ser el Grupo Buendía, grupo teatral tan interesante, dirigido por Flora Lauten, con Raquel Carrió.

Es un proceso que yo sabía que iba a ser todo un proceso muy rico para mostrarle a los espectadores, que es el proceso interno del teatro, cómo se va haciendo el montaje de la obra, cómo van descubriendo desde la factura de los objetos con los que andan, hasta el propio actor. Cómo se van preparando los actores, cómo van descubriendo imágenes, cómo van descubriendo cosas y es todo ese proceso durante tres años, fuimos filmando poco a poco. Simplemente éramos Pablo Massip y yo. Íbamos todos los días al grupo a filmar un pedacito de cómo ellos descubrían esto poco a poco. Es un trabajo muy interesante, realmente, se llama así, El Charenton del Buendía, ¿por qué? Porque el Charenton es un manicomio que había en París en los momentos de la Revolución Francesa. Y en ese manicomio el Marqués de Sade escondía a los artistas, que le olía a pólvora la cabeza, los artistas que estaban condenados a la guillotina, y el Marqués de Sade los escondía en ese manicomio, que era un sótano y los hacía pasar por locos.

Por eso es que yo le llamo El Charenton del Buendía, porque es el manicomio del Buendía, cómo los actores estos están salvando sus vidas actualmente con el montaje de esta puesta en escena.

Yo hago mucho documental que parece ficción y viceversa, porque Mella es como una ficción con métodos de documental.

Amaury. Eso que se llama ahora docudrama.

Enrique Pineda. No es docudrama, el docudrama es otra cosa. El docudrama es una pretensión de parecerse a un documental y no lograrlo, es otra cosa diferente.

Amaury. Bueno, hablemos de La Anunciación, que es tu más reciente película, y que trata el tema de la separación de la familia.

Enrique Pineda. La Anunciación es una bronca. La Anunciación es una bronca en todos los sentidos. Siempre hay ángeles demoníacos y siempre hay dificultades y, entonces a mí me plantearon La Anunciación como una dificultad. No hay transporte para hacer cine. Yo dije, bueno, no hay transporte. Me fui al portal de de donde estaba esa discusión y dije: Tin marin de dos pingüés, ahí voy a hacer la película, en frente. De manera, que no hay transporte, yo la hago sin transporte. No, pero no hay pintura para retocar, no sé qué. Está bien, yo quiero el edificio tal y como está. Sí, pero el problema está en que es un lugar muy pequeño, y entonces caben pocos actores. No, si yo con cinco actores la voy a hacer.

Con todos los no, no, no hay, no hay, no hay, y yo te dije que aprendí a prescindir. Ah, pues prescindo. Y realmente iba a ser una película un poco tensa. Pero había algo muy importante que yo necesitaba decir; cosas que yo necesitaba decir. Y ahí está La Anunciación, cuyo título está, yo le había puesto primero Te espero en la eternidad, pero después me supo un poco, que ya empecé a pensar en que no tenía nada que ver con Guzmán, ni con el bolero, ni con nada de esto, es otra cosa, es una cosa más dura y de repente me encuentro con el cuadro de Antonia Eiriz, que se llama La Anunciación. Este, este es, ese esperpento de Antonia Eiriz, esa mujer embarazada, que está ahí, que es un monstruo y que viene el ángel demoníaco a avisarle lo que tienes ahí. Esto es tremendo. Entonces, bueno, me fui con el título de Antonia. Naturalmente esta no es una película con pretensiones de ser bonita. No es una película con pretensiones de ser… Yo precisamente hago el anti anuncio. Yo hago los anti anuncio, yo creo en eso, yo fui publicitario mucho tiempo. Vendí jabón Camay con el alma, y los vendía con ganas y me gustaba venderlos. Pero yo ahora quería hacer el anticine, es decir, esta película no tiene acción, no tiene violencia. Yo dije; ¿qué es lo que prohíben los sábados por la noche?, la película no tiene ninguna de las cosas esas. La película tiene la carga del amor, del dolor, del desprendimiento. Tiene la carga para hacer pensar, para hacer reflexionar. Y así es el resultado. Y se ha puesto en todas partes. El otro día alguien me dijo: cuidado con la piratería.

La piratería yo la agradezco, la piratería es mi distribuidor gratuito. Y así ha caminado por ahí. Bien. Tengo un montón de proyectos, los proyectos no se me acaban. Ya me puse viejo, ya.

Amaury. No hables de eso, aquí no se habla de eso.

Enrique pineda. Ya me puse viejo, porque el abanico se me arrugó.

Amaury. Aquí no se habla de vejez, aquí nadie es viejo.

Enrique Pineda. Pero, realmente yo pa’lante tengo muchísimos proyectos y estoy feliz con eso. De lo que no puedo prescindir es de los proyectos. Iré haciendo proyectos, los dejaré metido por los rincones.

Hoy por hoy mis alumnos son mis minas, porque he ido sembrando alumnos maravillosos, queridísimos que están en todas partes. Ya los hay por dondequiera, por dondequiera me encuentro un alumno. Y eso me hace muy feliz, muy feliz. Yo tengo hijos por docenas y eso me pone muy contento, la verdad.

Amaury. Bueno, Enriquito, qué me queda por decirte. Agradecerte el tiempo que me has dado, porque es un tiempo… el tiempo que me has dedicado hoy y que le has dedicado, por supuesto, a los televidentes que nos estén viendo es un tiempo que dejaste de crear cosas, para contarme cosas.

Enrique Pineda. No, cree cosas, así las creamos.

Amaury. Te quiero mucho.

Enrique Pineda. Gracias, igualmente.

Amaury. Te quiero mucho siempre, siempre te he querido, siempre te he admirado. Y a ver si en estos días trabajamos en algo juntos.

Enrique Pineda. Y no hablamos de tus papis.

Amaury. No, no, de mis papis…

Enrique Pineda. Esa entrevista te la hago yo.

Amaury Pérez. Esa es otra entrevista y yo sí no voy a llorar en televisión. Te quiero mucho.

Enrique Pineda. Chao.

Amaury. Buenas noches tengan todos.