Las miradas previsoras de Marina
Texto y fotos Ricardo R. González
Hay personas arropadas con un manto de extrema modestia, pero de esa que no resulta solo un cumplido verbal. Transitan por las calles de Santa Clara o de cualquier lugar entre el ir y venir de la cotidianeidad y desconocemos tantas historias guardadas que pueden hacerse inmensas.
Es el caso de Marina Marrero García, diminuta de estatura; sin embargo, grande en acciones y humanidad, alguien que desde pequeña soñaba con descubrir el mundo del laboratorio, andar por sus pasillos, hurgar en lo que existía detrás del lente de un microscopio cuando se sitúa la lámina, llegar a descubrir lo bueno y lo malo, hablar de reactivos…
Antes conoció el arte de la mecanografía, los secretos del teclado de aquellas viejas Remington, y desempeñó otros oficios hasta que llegó el día en que sus aspiraciones encontraron las primeras clarinadas para cumplir deseos.
Ya en pleno ejercicio no faltó la etapa en que subía a los camiones a fin de participar en los cortes de caña o en la recogida de tomates, aunque también abandonaba la comodidad del hogar para estar albergada.
Es solo una semblanza de su historia, y hoy ejerce como especialista de Laboratorio Clínico y Microbiología en el Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología (CPHEM) donde recuerda sus vínculos iniciales asociados a un laboratorio particular hasta que en 1966 trabajó en el Hospital Psiquiátrico e hizo un curso nocturno por ese afán de investigar y aplicar técnicas relacionadas con la microscopía.
— En este universo, La Habana le ha dado la bienvenida en varias oportunidades…
— Como parte de mi carrera he pasado varios cursos en disimiles perfiles, algunos de tres meses de estancia en la capital porque he trabajado con la leptospirosis, también en veterinaria, muchos años en las investigaciones de la rabia, y en la malaria cuando se analizaban las muestras de las tres provincias centrales hasta que quedamos solamente con la nuestra, al tiempo que contribuimos a que el país fuera declarado territorio libre de esa enfermedad en 1973.
— ¿Es cierto que marchaba con la ilusión de aprender y al enfrentarse a las materias ya eran de dominio?
— Las ramas del conocimiento son amplias y siempre se aprende algo, A los padecimientos mencionados se unen la toxoplasmosis, el parasitismo intestinal y las fasciola hepática, y en algunos casos es cierto que ya tenía conocimientos de cada una.
— ¿Y tuvo que adentrarse en el parasitismo exótico?
— Fue necesario, sobre todo en las pesquisas realizadas a becarios extranjeros.
— Dejemos la modestia aparte, pero al constatarse tantos andares e investigaciones ¿se considera una especie de cátedra del laboratorio?
— Si fuera así que lo digan quienes asumen las jefaturas, solo le pongo mucho amor a lo que hago.
— ¿Se complace con la primera observación?
— Nunca, insisto una y otra vez antes de arribar a una conclusión para llegar a un diagnóstico preciso.
Igual me ocurre con la parasitología a partir de las muestras recibidas desde los hospitales que demandan técnicas especiales. En esta rama hemos participado en varias encuestas internacionales, y realizamos trabajos conjuntos con los residentes de la especialidad.
— ¿Alguna historia peculiar acumulada en su trayectoria?
— Tuve dos pacientes tratados en diferentes instituciones de Salud del territorio que los médicos no contaban con ellos. Tranquilamente les empecé a realizar muestras para buscar las fasciola en un trabajo que lleva mucha paciencia y entrega. Hay que efectuar varios estudios y no conformarse con uno, sin olvidar un tiempo de descanso al paciente ante antecedentes de brotes de ese parásito.
Cuando llegó uno de ellos en busca de resultados le dije: «ya tengo tu diagnóstico y puedes estar tranquilo». Luego del remitido el caso se estudió en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK) con un tratamiento más fuerte, mientras el otro enfermo estaba bastante comprometido bajo estudio durante tres o cuatro años, pero al final logró evolucionar.
— ¿Existen experiencias en una Marina internacional?
— La primera fue en el continente africano, específicamente en Níger en 2002. Allí estaba cercana a un policlínico en la capital provincial. La directora era una francesa y un muchacho llegó para hacer trabajo conjunto. Realizamos 225 muestras y encontramos portadores de Cryptosporidium, una enfermedad intestinal causada por este parásito microscópico que ocasiona muchas diarreas en niños inmunodeprimidos como consecuencia del paludismo y si no hay tratamiento a tiempo resulta irreversible.
En esa porción vi una lámina con larvas de una variedad que no era muy común y la francesa quiso que la pusiera en el portaobjeto para también apreciarla. Ella quería que me quedara un año más.
Y la otra misión fue en Venezuela en 2011. Regresé dos años más tarde y realizaba pruebas de gota gruesa a venezolanos que viajaban a nuestro país. Estando allá ocurrió el fallecimiento de Hugo Chávez.
— Como parte del CPHEM ¿qué otro momento ha quedado en la memoria?
— Sin dudas los años de pandemia. Mis compañeros no querían que trabajara por la edad y otras condiciones, y dije que asumía total responsabilidad y quedaba para contribuir en lo que yo pudiera, aparte de hacer mi trabajo. Una etapa en extremo compleja en la que no sabíamos del reloj, si llovía o estaba el sol afuera, se trabajaba durante varias horas continuadas. Había que limpiar los equipos y preparar el material imprescindible.
— Existe una especie de devoción peculiar por el microscopio ¿una realidad?
— Es que ha formado parte de mi vida profesional, desde los rudimentarios hasta los más modernos. Cada vez que te enfrentas a sus realidades encuentras un mundo maravilloso y demuestra su marcada utilidad.
— En el caso de la superación ¿acción clave?
— Diría que constituye una máxima. Terminé la Facultad y siempre me ha acompañado. De lo contrario sería imposible desplegar las investigaciones y mi propio desarrollo profesional.
— ¿Cómo ha sido su mundo dentro y fuera del CPHEM?
— Fui dirigente sindical hasta que marché para África. Ocupe varios cargos desde secretaria, llevar las finanzas, las reuniones, en fin…
Salí Vanguardia Nacional por siete años consecutivos y obtuve el Premio por la Excelencia en 1999.
En mi comunidad sumo el vínculo a los CDR, la FMC, y en aquellas recogidas de materias primas en jornada dominicales.
— ¿Distinciones?
— Varias, entre las significativas está el sello como dirigente sindical, la condición de Vanguardia Nacional, Distinción 28 de Septiembre por los CDR, pero me falta la 23 de Agosto de la FMC.
— En la casa ¿algún hobby en específico?
— No existe predilección frente a las tareas hogareñas, cualquiera de ellas, y las que me exigen salir a la calle, sobre todo las jornadas de mercados dominical.
— ¿Las nuevas generaciones?
— Al menos las de mi centro las veo con interés de superarse y he visto graduarse a muchos jóvenes, lo que me causa una enorme satisfacción.
— Dicen que se jubiló, pero le era necesario regresar…
— En 2013 la presenté, me llamaron y a los tres meses retorné. Fui recontratada para atender a los residentes de la especialidad y… hasta los días de hoy.
— Los pasajes bíblicos asocian el nombre de Marina como «alguien que ha nacido en el mar o que ama el mar» ¿Existe alguna coincidencia?
— En cierta medida, aunque por supuesto no nací en el mar pero me gusta la playa y admiro los documentales que abordan los fondos marinos y la vida de los peces.
— ¿Marina Marrero se arrepiente de algo?
— De nada. Me hubiera gustado superarme más; no obstante, la práctica ha constituido un verdadero magisterio, me ha enseñado mucho.
— ¿Qué le queda por hacer?
— Seguir el camino y entregar mi utilidad hasta donde sea posible, porque desde el microscopio continuo con las miradas para prevenir en la vida.
PIE DE FOTOS
1.- Marina Marrero García, la especialista en Laboratorio Clínico y Microbiología, un ejemplo a reconocer en la Jornada de Homenaje a los Trabajadores de la Salud.
2.- Desde el microscopio observa. Para ella resulta inadmisible guiarse por una sola mirada a fin de emitir diagnósticos.
3.- Junto a la Dra. María de Lourdes Sánchez Álvarez, al frente del Laboratorio de Microbiología y Química Sanitaria, quien admira la laboriosidad de Marina y su disposición incondicional ante cualquier encomienda.
4.- La admiración de todos los que comparten el día a día con quien resulta fuente de sabiduría.
5.- Frente al cristal que existe en su puesto de labor aparecen estas guías de lo apreciado al analizarse lo que refleja el microscopio.
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