Medio Ambiente: Un reto compartido
Por Ricardo R. González
Ahora que se aproxima el día representativo de la bendita Naturaleza vale hablar de algo que va más allá de esa gran circunferencia abarcadora del entorno, la sociedad, el patrimonio histórico-cultural, y como elemento de notoria importancia, las relaciones sociales y culturales.
¿Y por qué decimos que Medio Ambiente es mucho más? Por el simple —y a la vez complejo hecho— de que resulta imposible aspirar a un desarrollo sostenible, a la preservación de ecosistemas, a impedirle al Planeta que reciba más heridas, si no somos capaces de unir voluntades y tributar una respuesta mayoritaria a ese sistema natural que quiebra no por obra y gracia, si no por irresponsabilidades y desatinos.
Son latigazos que le dan las acciones incongruentes de terrícolas que habitan y comparten este globo terráqueo. Hechos que dan cuenta de que el 80 % de los gases tóxicos para la atmósfera son emitidos por 17 países. Y cuando revisamos la lista figuran las superpotencias mundiales responsabilizadas con estos holocaustos que ponen en peligro la existencia.
Si bien la degradación de los suelos, la contaminación ambiental, el agotamiento de la capa de ozono —aunque con pequeños indicios de recuperación— el nombrado y no tan culpable de todo cambio climático, y la pérdida de la biodiversidad biológica constituyen los problemas cardinales de Cuba, en materia medioambiental, no es menos cierto que son, también, problemáticas a nivel global.
Vivimos en un siglo de amenazas de esa explosión denominada cambio climático cuyas influencias sacuden el curso de océanos, glaciares, flora, fauna, temperaturas y recursos naturales.
Solamente este fenómeno aparece como causante de la muerte de 300 mil personas al año, afecta a 300 millones de habitantes, y cuesta 125 mil millones de dólares anuales (90 mil millones de euros), según el informe del Foro Humanitario Global.
Pero cambio climático no es un impacto reciente. No constituye un descubrimiento de esta era, ni ruge de la noche a la mañana como el más potente rey de la selva. Ha existido a través de la historia, y según los expertos no es el cambio climático en sí mismo, si no las acciones irracionales del hombre que inducen a acelerar los contratiempos que hoy vivimos en el Orbe.
Y cuando ocurre un incendio forestal, por mínimo que resulte, se abre, también, una herida insalvable. Importa tanto si devasta grandes territorios o una diminuta porción de la Tierra, pues las llamas queman por igual y no permiten el consuelo al perderse unos 13 millones de hectáreas por año.
Un suelo erosionado, como el existente en gran parte del mundo, castiga el sustento de al menos mil millones de personas, y la situación bordea lo complejo al conocerse que la formación de un par de centímetros de la capa superficial puede tardar más de mil años. Ello implica detrimento de los saldos agrícolas en los que influyen variados procesos.
Cuando a las escasas lluvias se integran la explotación desmesurada de las tierras por acciones humanas el desenlace conduce a la desertificación, una realidad que incide en el 25 % de los suelos del Planeta sobre el que viven más de mil millones de habitantes.
Basta una mirada a las noticias que surcan por el ciberespacio para conocer que la Lista Roja de Especies Amenazadas, presentada a la Convención sobre Diversidad Biológica de las Naciones Unidas, coloca al 20 % de las especies con peligro de desaparecer. Ello significa que de 25 mil especies estudiadas, un quinto está a punto de pasar al recuerdo bibliográfico o de filmes conservados por archivos y coleccionistas, con incidencia mayoritaria sobre los anfibios.
Graves daños sufren las barreras coralinas ante accidentes de cruceros y tanqueros; sin embargo, también en Cuba existen empresas que engrosan las fuentes de los mayores contaminantes hacia la atmósfera, embalses o afluentes.
Todavía hay quienes no respetan las normativas establecidas en las fajas reguladoras, y en nuestras comunidades conviven los autores de cazas furtivas que ponen en peligro a nuestras especies, algunas de ellas endémicas, mientras abunda quien penetra en un bosque y provoca la tala indiscriminada sin pensar que el mañana aún está por venir.
Si bien desde 1972, la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) instituyó, cada 5 de Junio, como el Día Mundial del Medio Ambiente, no valen buenas voluntades en ese estrecho marco de 24 horas. Al margen de latitudes, extensiones geográficas o costumbres habrá que pensar en cómo actuar y conducirnos cada día después.
El llamado está hecho. Medio Ambiente, vida, subsistencia son prioridades que se nos vienen encima como el gran reto que impera y compromete.
Que un ave vuele, que las plantas se desarrollen, que los delfines prosigan con sus acrobacias en el mar, que respiremos un aire menos contaminado y que, sobre todo, reine la paz, figuran dentro de ese campo de acciones que aguarda por nosotros, pues también en cuestiones medioambientales, un mundo mejor es posible.
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