«Con 2 que se quieran» José María Vitier (Parte I)
“No hay nada más político que la búsqueda de la belleza”
Amaury Pérez: Muy buenas noches. Estamos en “Con 2 que se quieran“, en el corazón de Centro Habana, aquí en Prado y Trocadero, barrio de Lezama, en los legendarios Estudios de Sonido del ICAIC. Hoy tenemos con nosotros en nuestro espacio, a un gran músico, a un gran amigo, a una maravillosa persona, ingeniosa, hábil, locuaz, suspicaz, elocuente. Uno de los seres más virtuosos que tenemos en la música cubana hoy, el maestro, José María Vitier. Bienvenido, Jose.
José María: Una presentación que probablemente me enmudezca en los próximos minutos.
Amaury Pérez: No, te van a enmudecer las preguntas, algunas, por lo menos (risas). La primera; ¿Tú crees en la desaforada e incontrolable libertad de expresión?
José María: ¿La pregunta es exactamente si yo creo que eso es bueno?
Amaury Pérez: Que eso es bueno, que es sano, que es bueno para la sociedad.
José María: Primero hay que dejar bien claro que sin libertad de expresión no tendríamos una cosa tan importante como el arte, por ejemplo. Por lo tanto hay que tener mucho cuidado cuando se habla de esto para dejar bien claro que ese es un logro del ser humano, que hay que aceptar con todos sus riesgos, que hay que asumir con valor y es una meta irrenunciable de la sociedad.
Eso es una cosa. Dicho eso, no cabe duda, como ocurre con cualquier exceso y como ocurre con cualquier descontrol extremo, cuando la persona confunde su libertad de expresión, con el derecho de los demás, o con el respeto a los demás, indudablemente también comete algo indeseable, o sea, ante todo, hay que defenderla y hay que merecerla y hay que asumirla, esa libertad de expresión. Pero también hay que ejercerla con respeto, con responsabilidad y creo que nadie tiene ni siquiera derecho a expresar cualquier cosa que sienta, si esa cosa que siente es algo que daña al resto.
Amaury Pérez: Sí, por eso me refería a desaforada, a fuera de control.
Vamos a ir rápidamente a la música, pero me voy a circunscribir, por lo menos en esta segunda pregunta, a algunos textos que están en tu disco “Pulso de vida”, que como todos tus discos, es un tratado y un homenaje a la exquisitez.
Tú dices con respecto a la música y voy a citar: “El acto de escribir música, debería desembarazarse un poco de lo causal y utilitario y recuperar la jerarquía de una actividad secreta que no aspira a nada más“.
José María: Creo que estaba pensando en desembarazarse sobre todo, de eso que los músicos llamamos, “los encargos”. Vivimos de un encargo en otro y, gracias a Dios que es así, pero a veces recuerdo con un poco de melancolía, con un poco de nostalgia, la época en que me sentaba a escribir sencillamente lo que se me ocurría, hacía una obra para piano solo, una canción de regalo, o inventaba una melodía, sin otro fin, sin otro propósito que, probablemente halagar a alguien y, en última instancia, pues dar algo de mí, sin concretar exactamente un fin social, u otro medio, como puede ser el cine, o un disco.
Realmente con el paso de los años cada vez uno trabaja menos de esa manera desinteresada, por así llamarlo. Y cada vez es más esclavo de los sucesivos encargos, de los sucesivos empeños por los que te va llevando la profesión, y uno termina trabajando para un disco sí, para una película, y a veces no tanto para uno mismo. Aunque uno trata que eso que hace para los demás o que hace para otros medios sea también una necesidad interior, pero, indudablemente a lo que estoy echando de menos y a lo que me refiero ahí, es a esa actividad absolutamente libre, desinhibida y absolutamente desinteresada, repito, de crear por el placer de crear.
Amaury Pérez: Sí, pero cuando haces música para cine y has hecho mucha música para cine, también dices y vuelvo a citar: “Esa pasión casi clandestina de componer música al servicio de emociones ajenas, me ha aportado un cierto oficio y sobre todo una cierta humildad“.
José María: Yo nada más, y qué mejor lugar que éste para comentarlo, nada más tengo palabras de gratitud para el cine y para las oportunidades que me ha dado y para el aprendizaje que ha consistido trabajar en él.
Digo que, qué mejor lugar, porque tú sabes que aquí se grabó una parte muy importante de la música del cine cubano y una parte muy importante también de mi obra para el cine cubano y no sólo para el cine cubano, porque también aquí se grabó “La Misa cubana”, por ejemplo, me estaba acordando ahora.
Bueno, trabajar para historias ajenas, sí, porque en definitiva uno entra en un proyecto, se entera entonces de una historia. Ahora mismo me estoy leyendo una historia, que no es mi historia personal, es la historia de otras personas, pero tengo que hacerla mía, no solamente mía, sino entrañablemente mía, para poder realmente desde ese punto de vista, que de repente tiene que ser el mío, sinceramente mío, asumido, tratar de expresar entonces las emociones, que es de lo que se trata al final escribir música y dedicarnos a esto, emocionar a la gente.
Amaury Pérez: Hay un tema, que por suerte toco en casi todas las entrevistas, pero en este caso ese tema adquiere un matiz especial, porque coincide que tu esposa, tu compañera es, con mucho, una de mis mejores amigas, mi siquiatra, mi confidente. Entonces quisiera oírte hablar en un programa como este, de Silvita, de Silvia Rodríguez Rivero, tu esposa, tu compañera, como ya dije, y la mamá de Adriancito.
José María: Bueno, primero comunicarte que es, no una de las mejores, si no que es mi mejor amiga. (risas).
Amaury Pérez: ¡Gracias a Dios!
José María: Lo cual es algo de lo que realmente me felicito. Soy un hombre afortunado, por varios motivos, pero quizás por ninguno tan relevante para mí.
En el año 2012 dicen que se van a celebrar no sé cuántas cosas y que van a haber algunas catástrofes, tú sabes que se habla mucho de eso. Bueno, en el año 2012 van a ser y, no es ninguna catástrofe, yo espero (risas), se van a cumplir 40 años de que nos conociéramos.
Cuando digo que nos conocimos, quiero decir que empezamos a vivir juntos, porque eso ocurrió todo a la vez.
Amaury Pérez: Si no es indiscreción, ¿cómo fue?
José María: Conocí a Silvia de una manera muy fortuita, de una manera que yo mismo ahora pienso: ¡qué fácil hubiera sido que no hubiera ocurrido! Un lunes 17 de julio del año 1972, en que fui por primer vez, no tenía hábito de ir y no recuerdo haber ido muchas veces después tampoco, a un club que se llamaba Johnny’s Dream, que tú recordarás.
Recuerdo que entré, estaba lleno el lugar, y había que entrar por pareja y yo estaba solo, tú sabes como eran esas cosas. Entonces con la patraña de que iba a trabajar ahí, que iba a tocar, cosa que era mentira entré. Yo me sentía realmente un admirador de todo lo que musicalmente ocurría ahí, iba a oír a grandes jazzistas que se reunían ahí, yo era un estudiante de la escuela de música.
Entre mis amigos estaban mis primos, siempre mis primos fueron y estuvieron entre mis mejores amigos, y están. Recuerdo que mi primo Lichi se me acercó, porque me vio sentado en una mesa, yo no sabía quién era la muchacha que estaba enfrente de donde yo me había sentado, estaba Sara González también en esa mesa y me dice: ¡óyeme, ahí donde estás sentado hay una muchacha que yo conozco! y, recuerdo que me dijo: ¡no la dejes escapar!
A su vez a Silvia le habían hablado de mí, también, la propia Sara González, quien la había conocido en una escuela al campo. Ella estudiaba ballet también.
Amaury Pérez:¿Pero quién estudiaba ballet, Sara, no?
José María: No, Silvia, mi esposa, estudió un tiempo, unos años ballet (risas). Me has hecho perder el hilo.
Amaury Pérez: No, ahí te encontraste con los ojos claros.
José María: El caso es que se fue acabando el show y la gente se fue yendo y ella fue al baño, se demoró un poco, y yo me quedé a esperarla. Cuando salió, quizás pensando que ya no había nadie, yo estaba esperándola.
Fuimos al Malecón, ahí sí ya empezamos a romancear mucho y esa noche me quedé a vivir en su casa por los siguientes 20 años.
Amaury Pérez: ¿Cómo fue tu entrada en el Conservatorio y en cuál Conservatorio?
José María: Yo estudié en el Conservatorio desde los 14 años. Antes de ese momento estudiaba con profesores particulares, de los cuales tengo recuerdos luminosos realmente. Cecilia Echevarría en el barrio, en mi Víbora natal y Margot Rojas, la eminente pedagoga, que fue la que me preparó para entrar al Conservatorio.
Entré en el año 68 al Conservatorio Amadeo Roldán, donde me formaron, o hicieron lo posible por hacerlo, un grupo tremendo de profesores, algunos muy, muy destacados, no quiero omitir ninguno, ni mencionar ninguno especialmente, salvo a mi maestro de piano, el inolvidable César López.
Amaury Pérez: ¿Qué compañeros de los que hoy son eminencias, como tú, en la música cubana te acompañaron en aquella aventura del Conservatorio?
José María: Tú sabes que yo tocaba en un grupo en esa época que se llamaba Los Gnomos, y casualmente, todos los que formábamos ese grupo entramos en el Conservatorio a estudiar bajo, guitarra y batería. En el Conservatorio había muchas más hembras que varones, de lo cual nosotros tratamos de sacar temprana ventaja. Había gente tremenda en la escuela. Había músicos de la talla de Lucía Huergo, por ejemplo, de Hilario Durán.
Amaury Pérez: Claro. La misma Sara.
José María: La misma Sara, por supuesto, músicos y gente que después fueron musicólogos, gente como Roberto Chorens, profesor y organista.
Bueno, estudiar tantos años en un mismo centro, puede llegar a ser tedioso realmente, pero a mí me estimulaba mucho el ambiente intelectual del conservatorio y tenía mucho orgullo de mis compañeros, de mis maestros, la verdad.
Amaury Pérez: ¿Y cuándo es que descubres la Vieja Trova de Santiago, cuando eras estudiante o ya te habías graduado?
José María: No, yo todavía estaba estudiando.
Amaury Pérez: ¿Cómo llegas a la Vieja Trova?
José María: Fue en Santiago, en un viaje que hice en el año 71 cuando descubrí aquel fenómeno. Yo tenía una idea, por supuesto, en mi casa se oía mucho, mucha música tradicional cubana y por supuesto mucha música clásica también, pero más música popular que clásica.
Además, era la música que se hacía, con mi abuela pianista, mi padre violinista y que empezaba a hacer mi hermano también, que empezó mucho primero que yo con la guitarra.
Pero bueno, la Vieja Trova que tú me preguntas que fue la que me marcó y la que siempre que voy a Santiago se lo digo al público y donde quiera que voy lo digo, cambió mi vida, la visión de mi carrera, curiosamente cambió el día que escuché a algunos guitarristas de estos centenarios tocando guitarra.
Amaury Pérez: ¿Quiénes eran?
José María: Tuve suerte. Conocí a Emiliano Blez, que había sido alumno de Pepe Sánchez y compañero de Sindo Garay. Pude oír a Ángel Almenares, también, muy, pero muy mayor. A Manolo Meléndez, a Los Castillos, a Augusto Castillo, Manolo Castillo. A Ramón Márquez, yo oí a Pucho el Pollero.
Ya existía la nueva canción, la Nueva Trova y yo era fanático, además. Existía el grupo de Experimentación, mi hermano tocaba en el grupo, yo había participado aquí mismo en algunas grabaciones como suplente, porque ahí había un pianista de miedo que era Emiliano Salvador.
Pero paralelamente me entronco con esta antigua Trova, con la Trova tradicional, la Trova que le llaman profunda de Santiago. Y fue un deslumbramiento.
Amaury Pérez: ¿Tocabas guitarra ya?
José María: Aprendí guitarra para tocar esas canciones. A veces he dicho que la guitarra es un instrumento mucho más manuable, sobre todo para romancear, y para conocer muchachas, realmente el piano, el piano a veces, inclusive, no era del todo recomendable (risas) y eso que en la Víbora habían muchos pianos. Era muy frecuente que hubiera pianos en las casas y todo eso, pero indudablemente la guitarra tenía un glamour, en aquel momento, que era casi imprescindible, había que aprender primero a tocar algunos acordes y yo empecé y volví de Santiago tocando porque fui con una guitarra y vine con algunas canciones aprendidas. Después he descubierto con los años, que muchas de esas canciones ya solo las recuerdo yo, nadie más las canta y algún día, si las cosas siguen como van, a lo mejor me decido y las grabo y las canto yo mismo.
Amaury Pérez: Pero ya tenías un vínculo, como lo has dicho, con La Nueva Trova. ¿Con quiénes?
José María: Bueno, imagínate, por supuesto que con Silvio y con Pablo, sobre todo, el vínculo que me venía por mi hermano.
Amaury Pérez: Pero después terminaste haciendo arreglos para Silvio y para Pablo.
José María: Después terminé haciendo arreglos y tuve más, tuve el gran honor, que no me podía imaginar en aquel momento, (porque en esa época no componía ni canciones ni nada, lo que hacía era estudiar el piano y tocar guitarra, más o menos), tuve el gran honor de que me cantaran, que pusieran su voz para cantar canciones mías en la producción mía de canciones que fue una actividad clandestina, hasta hace un tiempo, en que ellos -y tú también, por cierto-, me han honrado con su voz y dándole por supuesto un vuelo que me halaga mucho.
Amaury Pérez: Ya que estamos hablando tanto de este Estudio por eso digo en la presentación ¡Legendario!; aquí todos hemos dejado un poquito de nuestras vidas juveniles y no tan juveniles.
Aquí se grabó La Misa Cubana. Para mí y para muchos colegas y público, es de alguna manera como un momento cumbre en tu carrera. ¿En qué año escribes esa obra?
José María: Durante el año 96. Seis años antes habíamos concebido la idea de que esta obra era no solamente posible, sino necesaria, por lo menos para nosotros, Silvia y yo habíamos hablado de que algún día la haríamos. La idea empezó a madurar, en mi caso la música, en el caso de ella sus textos. De alguna manera afloró por algún motivo en el año 96. No identifico ninguna causa externa, porque hay quien piensa que se hizo para cuando viniera el Papa, yo no sabía que el Papa iba a venir, ni el Papa lo sabía tampoco (risas). Esto fue una cosa que de repente surgió. Tuvimos un apoyo importante cuando configuramos bien la idea, un apoyo que siempre me gusta recordar, porque fue un apoyo combinado -y creo que no muy frecuente- entre el Ministerio de Cultura, el Fondo para la Cultura, y el Episcopado. Fue de esa forma que salió aquella primera edición de La Misa Cubana.
Amaury Pérez: Recuerdo que algunos amigos mostraron una cariñosa y tierna oposición a que se grabara esa obra.
José María: Oposición quizás no es la palabra exacta. Lo que percibí, era, algunas personas que se preocuparon un poco, decían, ¡Caramba! ¿Para qué se van a meter en eso?, que a lo mejor no es oportuno, o eso a lo mejor no es bien recibido en este momento, con lo cual, por supuesto, que tenían toda la razón del mundo. Lo que no pensé en aquel momento, ni ellos tampoco, es que no hay nada que le haga más bien a una música que una cierta oposición. Algo que puede ser aparentemente anodino, tú le haces una cierta oposición y lo puedes lanzar inmediatamente a la celebridad. Así que las personas que de alguna manera se opusieron, me hicieron el servicio de la vida, la verdad.
Amaury Pérez: Sí, pero esta pregunta de la oposición me lleva a la historia, la génesis, el origen de esta obra y ese origen me lleva a tu hijo y de Silvita, y de alguna manera mi sobrino, José Adrián.
José María: Te mencionaba el año 90 y en el año 90 nosotros tuvimos un percance que pudo haber sido muy grave con la salud de nuestro hijo. Tuvo un accidente. Realmente estuvo muy delicado y fue operado de urgencia, una operación muy delicada. Y en una circunstancia como esa, y eso, al que le ha pasado, lo sabe y el que no lo ha pasado se lo puede imaginar, uno se agarra de todo.
Silvia y yo también, porque nuestra desesperación era la misma, intentamos pedir ayuda, intentamos ser escuchados y tuvimos un poco la sensación de que sí, de que éramos escuchados. Sentimos consuelo, sentimos esperanza, el desenlace de todos aquellos acontecimientos no pudo ser mejor y juntos decidimos que algún día haríamos algo para devolver la Gracia que habíamos recibido y nos ha hecho vivir a los dos, a ti y a mí, por cierto, momentos inolvidables.
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