«Con 2 que se quieran» Broselianda Hernández (Parte I)
“Soy una mujer que lo quiere todo”.
Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran, aquí en el corazón de Centro Habana, en Prado y Trocadero, en el barrio de Lezama Lima, en los legendarios Estudios de Sonido del ICAIC.
Hoy, esta noche, nos acompaña la gran actriz de teatro, de cine, de televisión y una mujer bellísima, mi amiga Broselianda Hernández. ¿Qué tal mi cielo, cómo tú estás? Gracias por venir.
Broselianda. Muy bien, gracias.
Amaury. Mi primera pregunta es: ¿Por qué tú has dicho en alguna entrevista que si fueras hombre quisieras ser como Carlos Díaz?
Broselianda. Bueno, yo creo que es al revés. Carlos Díaz un día me dijo: “Si yo fuera mujer quisiera ser Broselianda”
Amaury. A lo que tú respondiste…
Broselianda. …A lo que yo respondí: Si yo fuera hombre quisiera ser Carlos Díaz. Bueno, porque Carlos Díaz para mí es un ser entrañable, es un ser que vive a lo grande, que tiene miedos, angustias y que nos conectamos mucho en esta cosa del sentido del humor y de las ideas, de cómo pensamos. Yo digo que hemos envejecido juntos, porque nos une una amistad de mucho tiempo y de trabajo, pero más que el trabajo ha sido esa cosa entrañable que une a dos seres humanos, que es la empatía… Tenemos que ver, somos personas que tenemos mucho que ver.
Amaury. Uno puede trabajar con muchos amigos, pero Carlos Díaz es uno de los principales directores de teatro que tiene Cuba; esa amistad, ¿la llevan también a la hora de trabajar o tú ocupas tu sitio y Carlos Díaz ocupa el suyo?
Broselianda. Creo que la llevamos porque cuando te hablo de la empatía es eso, Amaury, es que sin decirnos nada, yo he podido llegar a un ensayo y decirle: “Espérate un momentico, Carlos, tengo que llorar allá afuera”, y él salir, quedarse serio, darme un cigarro -tipo película-, así, en silencio, él coge otro cigarro, termino de llorar y no hay nada más que hablar.
Amaury. Es que contigo todo es muy fácil porque tú eres una mujer muy inteligente, pero eso me lleva a mi siguiente pregunta porque tu abuela Adalgisa decía que la carrera de actriz no era una carrera para personas inteligentes. ¿Cómo te dijo eso tu abuela querida, a una mujer como tú, que eres brillante, además?
Broselianda. Bueno, mi bisabuela era la que se llamaba Adalgisa, y mi abuela se llama Ana María.
Amaury. ¿Quién fue la que te lo dijo, tu bisabuela o tu abuela?
Broselianda. Mi abuela. Mi abuela era médico, una médico genial.
Amaury. ¿Mamá de tu papá o de tu mamá?
Broselianda. De mi mamá. Fue la que me crió y no quiso ni que mi mamá fuera actriz ni yo tampoco. Decía eso, que la actuación no era una carrera para personas inteligentes. Eso me ha martillado toda la vida, esa sentencia, porque viniendo de ella, una mujer tan inteligente, intelectual también… y con el tiempo he tenido que demostrarme a mí misma que no, al contrario, no existe nada que se pueda hacer sin inteligencia. La inteligencia yo creo que lo es todo en un actor. Chaplin hablaba de las tres “i”: Intelecto, Imaginación e Intuición, pero la inteligencia tú te das cuenta cuando un actor es inteligente o no.
Amaury. ¿Siempre te das cuenta?
Broselianda. Siempre me doy cuenta.
Amaury. Cuando la persona agarra un personaje, tú dices: esa persona llegó a este personaje porque lo procesó intelectualmente.
Broselianda. Claro que sí, y notas los aportes que puede hacer un actor inteligente a un guión… cuando un actor puede generar continuamente a partir de un guión, elaborar toda una creación.
Amaury. Tú me decías que tu abuela era una intelectual y en tu familia también hay médicos. ¿A qué rama de la intelectualidad pertenecían tu abuela y tu familia?
Broselianda. Bueno, exacto, eran médicos, mi abuelo y mi abuela. A mi abuelo casi no lo conocí, murió a muy temprana edad, pero era un gran médico y también, bueno, mis antecedentes, esa bisabuela era maestra nocturna, tenía un vozarrón increíble, era una persona chiquititica, de ojos muy azules, y medio loca -medio loca porque lo adivino en las fotos-, y con toda su cultura y su gran inteligencia, se había casado con el bodeguero del pueblo.
Amaury. Que era seguramente un hombre inteligente, los bodegueros son siempre inteligentes.
Broselianda. Pero tenía muchas faltas de ortografía y así y todo ella lo amaba. Mi abuela no, mi abuela se casó con un médico, estudió la carrera de Medicina por él, pero se separaron muy jóvenes y casi no lo conocí.
Amaury. Hablaste antes de la familia y de tu mamá, Rosa Ileana Budet, una actriz y teatróloga. Ella hace años que no vive en Cuba, vive en Santa Mónica, pero un día estábamos tú y yo hablando de ella y me hiciste una anécdota preciosa, vinculada a una correspondencia, no la recuerdo tanto, era con un novio… ¿Cómo fue esa historia?
Broselianda. Eso es increíble, tengo que reconocer que mi mamá es una persona muy fuerte. Somos una estirpe fuerte, mi abuela, mi bisabuela y mi mamá. Mi mamá me tiene a mí con 17 años, o sea, la diferencia de edad es poca entre una madre y una hija, ¿no?, y estando en España en una gira teatral, recibo una carta de mi madre donde decía: “Me voy a encontrar con Felipe”. Felipe y mi mamá se habían conocido casi de muchachos, 16-17 años. Estudiaron en el Edison juntos y fue el primer amor de mi madre. A él se lo llevan de Cuba con 17 años, su familia, y mi mamá hace su vida, pero siempre con ese amor sublimado, incluso en la distancia. Ella escribe varios libros, y en cada libro aparece Felipe de alguna manera, pero mi mamá siempre supo que se iba a encontrar con él. ¿De qué manera?, no lo sé. Con el invento del e-mail, ese gran invento, mi mamá averigua las coordenadas de Felipe, ¡imagínate!, nunca más había sabido de él, pero siempre estaba presente Felipe. ¿Dónde estará? ¿Qué habrá sido de su vida? Ese hombre, ese hombre… en cada carta, en su memoria. Entonces eso de la ley de atracción y la cosa de “el secreto”, se cumple perfectamente, porque Felipe recibe una carta, ya ni siquiera un e-mail, el 29 de agosto, el día de su cumpleaños.
Amaury. En Santa Mónica, California.
Broselianda. Sí, en Santa Mónica recibe una carta y después es que viene este intercambio de e-mails, donde él le pregunta “¿te acuerdas de tal cosa? ¿Y todavía existe la natilla de…? no sé y un poco ese reencuentro viene a ser algo muy lindo, porque es el reencuentro también de él con su país, o sea, con Cuba. Incluso ellos, ya después logran una visa de fiancé (prometido), se casan y con ese intercambio de e-mails hacen un libro en conjunto que se llama así: Visa de fiancé.
Amaury. ¿Y tienen una vida…?
Broselianda. Una vida maravillosa. Mi mamá actualmente me dice: Brose, yo siempre supe que me iba a encontrar con él, no sé por qué, tenía que ser, eso estaba en mi destino. De verdad, es una mujer muy fuerte.
Amaury. ¿Y tú no tienes un Felipe por ahí?
Broselianda. Yo quisiera tener un Felipe. Sí, no sé. No, es una historia de amor lindísima, de verdad, te podría decir que casi hollywoodense en el sentido de que, ¡contra!, encontrarte después de tanto tiempo, con cincuenta y pico de años los dos, él un poquito más que ella, reencontrarse y que todo fluya, y que se enamoren y que de verdad sean felices y todo eso, pasa muy pocas veces en la vida.
Amaury. ¿Tu papá trabajó en el Grupo de los 12? ¿Qué cosa es el Grupo de los 12 y háblame de tu papá?
Broselianda. Tengo entendido que el Grupo de los 12 fue fundado por Vicente Revuelta, se aunaron varios teatristas importantes en ese momento. Estaban Flora Lauten, José Antonio Rodríguez, creo, si no me equivoco. Fue un grupo emblemático. Vicente como figura del teatro cubano y creo que universal, fue uno de los que más estudió todas las técnicas de (Jerzy) Grotowski, sobre todo Grotowski en Cuba, fue un grupo emblemático y mi padre fue fundador de ese grupo.
Amaury. ¿Pero él no te cría, no está a tu lado en tu infancia porque aparece Rine Leal?
Broselianda. Sí, ya estaban separados mi madre y él, pero a través de mi papá yo sí vi mucho el teatro desde dentro, iba mucho a las funciones. Y aparece Rine como figura fuerte paterna, porque bueno, me tocó, o sea, fue pareja de mi madre y estoy muy orgullosa de él. Rine para mí fue un padre, un padre lindo, el que te enseña a comer, cómo se come en un restaurante, modales, matemáticas, cuentos. Un hombre de una cultura súper vasta, maravilloso.
Amaury. ¿Pero tu niñez está entonces muy vinculada desde esa época, claro, por cuestiones familiares, pero también por necesidades espirituales tuyas y cuando niña, con el teatro y con la actuación y con los misterios…?
Broselianda. Claro, siempre. Mi mamá estudiando Periodismo y entonces me quedaba con mi abuela, si no me iba con ellos. Mi mamá empezó a estudiar justamente después de haberme tenido.
Amaury. ¿Pero tú crees que fue una niñez normal?
Broselianda. No, para nada, demasiado intelectual.
Amaury. ¿O sea, los desajustes, los delirantes y amorosos desajustes que tiene tu personalidad están vinculadas con esa niñez atípica?
Broselianda. Muy atípica. Separarte de tu madre de alguna manera; no separarte emocionalmente, pero sí físicamente, siempre representa en el orden afectivo, una situación un poco fuerte. Claro que en aquella época era un proceso de la Revolución, los estudios, la mujer incorporada todo el tiempo y entonces los hijos estábamos un poco…
Amaury. ¿En tu grupo de amigos tú te considerabas un bicho raro?
Broselianda. No. Cuando entré al ISA (Instituto Superior de Arte) todo el mundo pensaba que yo no tenía nada que ver con una actriz, sino más bien con una teatróloga “polillosa”. Tenía ese estigma, ¿no? Y entonces me daban 4 todo el tiempo de 5, en actuación. Siempre me quise cambiar de carrera, hasta el segundo año decía: Yo voy a ser la peor actriz del mundo y todo el tiempo renegando de mi profesión o sea, ¿por qué voy a ser actriz, qué es esto? Esto no es para mí… yo nunca voy a ser actriz. Ese conflicto lo tuve años,
Amaury. Pero Brose, ¿cuándo cambió esa percepción sobre ti misma?
Broselianda. Yo creo que todavía no ha cambiado mucho.
Amaury. ¿Cómo que no ha cambiado? ¡Claro que ha cambiado! Tú eres una de las grandes actrices de Cuba y lo dice todo el mundo, además.
Broselianda. Sí, Amaury, pero a la hora de enfrentarme a los personajes, los enfrento todavía con muchos miedos. Todo el mundo dice que es muy bueno eso. Pienso que sí, que es bueno, pero no tanto y es esa cosa de la exigencia hacia uno mismo. Para mí actuar es un gran placer, pero también es una gran agonía. Siempre tengo esa doble mirada, esa mirada crítica todo el tiempo, lo mismo hacia mí que hacia un guión, que hacia…
Amaury. ¿Qué te pasó con el personaje que ibas a hacer en La casa vieja, de Léster Hamlet? ¿Te pasó algo parecido? Ibas a hacerlo y de pronto no lo hiciste.
Broselianda. No lo hice.
Amaury. Está bien, hasta ahí. Tú estudiaste, por supuesto, en el ISA y has estudiado actuación. Los métodos Stanislavski, Brecht, todos esos métodos. ¿Tú crees que son imprescindibles para un actor, que es imprescindible conocerlos, aprenderlos, estudiarlos, antes de llegar a una actuación como la que hiciste, la maravillosa, que hiciste en Barrio Cuba de Humberto (Solás)? ¿Tú crees que te sirvió todo eso para hacer esa escena?, que es de los momentos extraordinarios de la película.
Broselianda. Bueno, claro que sí, yo creo que la escuela, conocer todos estos métodos, sobre todo las bases de Stanislavski son importantísimas. Grotowski, esa cosa del distanciamiento, todo eso uno lo tiene aquí atrás (señalando el cerebelo) y sale en algún momento. Con Barrio Cuba hay una anécdota graciosa.
Amaury. ¡Ay, házmela!
Broselianda. Graciosa en el sentido de que me ofrecen esa pequeña escena y yo saqué unos volúmenes de “El arte secreto del actor”. Todos arriba de mi cama por tres días enteros y mi hija pasó un día por el cuarto y me dice: ¿Y tantos libros para qué, para una escena? Sí, yo estudio, yo soy una persona que estudio, tengo que estudiar, esta es una escena… y era metida en todo un rollo de… No me arrepiento, para nada. No creo que el resultado de esa escena haya venido de esos libros, para nada. Pero yo estaba muerta de miedo.
Amaury. ¿Pero por qué? ¿Por el personaje o por trabajar con Humberto?
Broselianda. Por todo. Era una pequeña escena que tenía… yo esto lo estoy intelectualizando ahora, hablando en voz alta, yo no intelectualicé esa parte; para mí era una gran cosa esa pequeña escena, que era buena y enfrentarme a Humberto por primera vez en mi vida, a alguien a quien admiraba tanto y no podía quedar mal. A mí no me importa si la escena se va después, yo tengo que dar todo lo que yo pueda dar aquí. Por eso te digo que lo de Grotowski y todo eso sí sirve, pero lo que más funcionó en esa escena fue la relación que establecimos Humberto y yo. Hablamos de la muerte, hablamos de la vida, hablamos de la vejez. Creo que hasta le dije: Yo quisiera decir: “¡Dame una gardenia, mamá. Dame una gardenia!” Y él me dijo: “¡Son otros tiempos!” Hablamos mucho, mucho.
Amaury. ¡Hasta yo hubiera querido decir: ¡Dame una gardenia, mamá! (risas)
Broselianda. Entonces para mí la escena fue un punto mágico, porque yo no veía la escena con lágrimas, o sea, uno siempre tiene esa tendencia a que la emoción puede no estar en la lágrima, y minutos antes de empezar la escena, él me dice: “¡Quiero que pases de la risa al llanto!” Respondí como un actor amigo mío: “¡Me esforzaré!” Entonces me dijo: “Tenemos goticas, pero nada impuesto…”
Amaury. Me esforzaré, parece un himno.
Broselianda. Y salió. Salió una primera toma que creo que olvidé algún texto. Repetí. Sí, volvió a salir. Pero él y Felito Lahera feron creando toda una atmósfera, de verdad, para que esa escena saliera.
Amaury. Y te premiaron por esa escena.
Broselianda. Sí. Un premio muy lindo, porque es un premio en Providence, en Estados Unidos. Pero ya te digo, más importante que el premio fue todo lo que yo viví en ese momento, el impacto después y que una escena tan pequeña haya quedado… Estaba con una amiga mía y no me acuerdo quién fue a ver Barrio Cuba y no sé quién le dijo: Contra, ¡qué buena la escena de la loca esa amiga tuya! (risas), y era yo, ¡tú sabes! Incluso, vaya, para mí de verdad fue un momento muy lindo porque recuerdo que yo vi la película en el Payret. La copia no estaba muy buena en el Payret y yo la veía y decía: ¡he oído tantos comentarios buenos, y yo no veo que he hecho tanto! Y después la vi mejor y vaya, de verdad, yo misma dije: ¡Contra, está emocionante!, Qué lindo, ¿no?, que haya pasado esto.
Amaury. Es fantástico. Te preguntaba lo de los métodos porque las actrices que no tienen una formación teatral, hablo de las actrices que hoy pueden estar rondando los 70, 80 años, la gente de la televisión, muchas personas de cine no creen en los métodos, creen en el empirismo que dejó huellas, en la televisión, sobre todo, en la televisión y en el cine en los años 50. Personas que no creían que eran necesarios, que salían ahí a poner el pecho y por eso era la pregunta.
Broselianda. Bueno, ya te dije lo de los libracos. Ya ahora, a partir de cierta edad, o no sé, de haber trabajado un poco más, yo confío un poco más en la intuición. A mí con Fernando Pérez ahora me pasó. Con la película de la infancia y la adolescencia de Martí, Fernando me pidió que no leyera nada. Y adivino por qué lo hizo. Cuando él fue a hablar conmigo acerca del personaje y me habló de los sucesos del Teatro Villanueva, yo no tengo una real cronología histórica como para saber que: “Los valientes habaneros/ se quitaron los sombreros/ ante la matrona fuerte/ y después que nos besamos/ como dos locos me dijo/: vamos pronto, vamos hijo/, la niña está sola, vamos.//” Eso de pronto salió, porque está, ya te digo, aquí, y porque recuerdo mucho los poemas de amor musicalizados por ti.
Amaury. De Martí.
Broselianda. …De Martí y Nacha Guevara cantando “Amor de ciudad grande”, ese tipo de cosas.No soy una historiadora, pero parece que cuando de pronto le zumbo a Fernando Pérez aquel poema que es a raíz, precisamente de los sucesos de Villanueva, se habrá quedado sorprendido, y pensó: “a esta mujer no le puedo pedir que lea nada, porque de pronto me va a hacer una intelectual, y yo quiero una madre”.
Amaury. Pero lo que pasa es que Martí sería también un método porque Martí va sobre todos nosotros, los que son actores y los que no son actores.
Broselianda. Exactamente.
Amaury. Tú eras una persona que tienes una voz maravillosa, yo lo tengo que decir, me encanta tu voz porque tú puedes hacer con ella lo que te da la gana. ¿Cómo la distribuyes en los distintos medios?
Broselianda. Me ha costado trabajo. Justamente doblando la película de Martí, yo me oía y no me soportaba. Y lo hablé con una amiga, actriz, que siempre estamos hablando mucho de trabajo, que me ha ayudado mucho.
Amaury. ¿Cuál? ¿Qué amiga?
Broselianda. Isabel.
Amaury. Isabel Santos. ¿Cómo habla Isabel Santos contigo?
Broselianda. Tengo anécdotas muy graciosas con ella… Nosotras siempre nos admiramos mucho; una, porque yo siempre procedí del teatro y ella me decía: “lo que tú haces en el teatro yo no puedo hacerlo” (con voz grave) (risas). Le respondía: “Isa, yo en el cine…” Pero lo lindo de nosotras, que realmente es algo muy interesante, es que yo llego de una filmación, haciendo Una rosa de Francia, y Alfredo Mayo, el director de fotografía me decía: No me des tanto perfil. Y yo estaba con Pichi, Jorge Perugorría y yo decía: “¡Pero si la escena es completamente de perfil!” Y llamo a Isabel y le digo: “¡Isa, me pasó esto!” Y ella: “¡Eso es una cosa muy chea, un recurso muy…, pero yo te lo voy a enseñar!” Y me ha enseñado muchas cosas… (risas) Entonces ella se molesta porque yo la imito, pero es muy lindo porque ambas, siempre estamos hablando.
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