Amor sin desamor
Esta pareja de rosa coli es una de las tantas que habitan en el Jardín Zoológico de Santa Clara, pero son muy fieles, y no ocultan su amor ante la vista pública.
Por Ricardo R. González
Foto: Carlos Rodríguez Torres
La fauna desconoce las leyendas de San Valentín o que exista un Día dedicado al amor en el saturado almanaque, pero la señora Natura invita a descubrir innumerables encantos. Demuestra que sus especies por muy irracionales que parezcan también aman, disfrutan a plenitud su maternidad y, por lo general, impregnan ternura a esas «criaturas» que traen al mundo.
Y alimentan sus sentimientos de disimiles maneras, sin evadir, quizás, un beso, sin olvidar los rituales o mostrar increíbles caprichos en favor de la fidelidad.
Basta acercarnos al aviario del jardín zoológico Camilo Cienfuegos, de Santa Clara, para constatar a una pareja de rosa coli (Agapornis roseicoli) dándose caricias sin importarle que miren diferentes ojos, en una especie de la que todo parece indicar que mantiene marcada estabilidad una vez seleccionada la pareja.
Se produce la cópula y sobre los 10 a 14 días aparecen los huevos. En la incubación participa solo la hembra, pero después el macho comparte la alimentación de los pichones.
Desde otro ángulo, se aprecian las peripecias de los primates. Emiten sonidos y tratan de captar a los visitantes con sus diversas travesuras. Sin embargo, la doctora Tamara Dulzaides Castañeda, médica veterinaria de la instalación, confiesa que resultan animales muy celosos con sus crías, «incluso pueden llegar a la sobreprotección.»
La madre carga a sus hijos y los arrulla. Luego se traslada con ellos a cada lugar que vaya y crean la dependencia de los progenitores hasta pasados dos años de su nacimiento.
Para los monos, al margen de su variedad, no existen contemplaciones a la hora de valorar lo que pudiera ocasionar peligro. Si una persona se les aproxima más de lo debido durante el proceso de crianza recurren a la fiereza. Siempre trasmiten a los presuntos agresores una señal de advertencia, y si traspasan ese límite o distancia demuestran su fuerza como si fuera el más audaz de los felinos para reafirmar que a ellos también se les respeta.
EL AVE MÁS GRANDE TAMBIEN CORTEJA
Un notorio circular delimita el espacio ocupado por la pareja de avestruz (Struthio camelus) en nuestro legendario parque El Bosque. Exhibe credenciales de resultar el ave de mayor tamaño que ha logrado sobrevivir hasta nuestros días, con hábitat terrestre al no poder volar, pero con patas desarrolladas y fuertes.
Cuando llega la temporada del celo, el macho defiende un área o territorio. Selecciona el lugar del nido en un pequeño claro de la tierra escarbado por su esfuerzo.
Entonces aparece el ritual Con una danza muy peculiar seduce a la hembra para formar la familia. El futuro papá se echa en la tierra, levanta un ala mientras recoge la otra, en tanto la cola alza y baja una y otra vez. Tal parece un movimiento sincronizado al compás de la más bella pieza de música clásica.
Después de varios minutos, la danza concluye. La hembra queda anonadada debido a tan espléndida ceremonia, lo que confirma el matrimonio.
Una vez establecidos, la hembra pone sus huevos y el macho incita, con idéntica danza, a otras para que también contribuyan en la nidada.
No es sorprendente que hasta cinco de estas hembras secundarias tomen parte en la puesta, con el permiso de la «esposa legítima», y ya cuando el nido contiene de 14 a 20 huevos esta se echa de manera definitiva.
De lo notoriamente tranquilos pasan a una etapa de agresividad. El promedio de huevos de la hembra primaria es de unos ocho. Ella los acomoda de tal manera que pueda distinguir los suyos y los organiza procurando que estos siempre queden en el centro como augurio de seguridad para el logro.
Cada postura pesa aproximadamente 1,6 kg. Son blancos y enormes con unos 20 cm de largo. El macho los empieza ha incubar sentándose sobre ellos por las noches, en tanto le corresponde a la hembra calentarlos por el día.
El proceso abarca unos 40 días y cada huevo abre el mismo día. Por lo general, la pareja se mantiene silente. No obstante, en período de cría los machos emiten un sonido similar al rugido de un león sin vibraciones.
A partir de entonces comienza una vida en comunidad de casi un año hasta la próxima etapa de celo en que los miembros de la familia inician su nuevo capítulo.
DE TODO Y DE TODOS
A cada segundo esa propia Natura sorprende con conductas amorosas y maternales que transitan desde las más tiernas hasta el extremo opuesto.
No es secreto que también entre la fauna existe la adopción, y tampoco se descarta la toma de cachorros, por hembras o machos, que pertenecen a otras especies, pues el comportamiento sexual de los animales constituye algo demasiado complejo en el sendero de lo imaginable.
Los bonobos una variedad de los primates más cercanos desde el punto de vista genético a los seres humanos desarrollan una sexualidad con códigos variables. En una misma comunidad conviven ejemplares homosexuales, bisexuales y heterosexuales sin conflictos aparentes, con individuos de mayor o menor edad, y resulta la única especie que copula cara a cara similar a los humanos.
Por su parte, existe una especie de tortuga que junta sus patas si no desea aparearse. Y cuidada con los delfines Que si la hembra no lo desea puede dar un golpe contundente al que corteja ya sea en la cabeza o en su órgano sexual.
Las tigresas, en cambio, solo utilizan a los machos para la reproducción. Dicen que son temibles sus zarpazos luego de realizada la cópula, aunque pueden volver a coquetear pasado un rato.
Mientras ello ocurre, una vida contraria aparece entre los rinocerontes que dedican cerca de hora y media en el acto de apareamiento, y no dejan de aparecer las manifestaciones machistas, como en el caso de determinados insectos que rocían a la hembra con un líquido para evitar la entrega a otros «pretendientes», sin descartar aquellos que fabrican una especie de cera destinada a sellar el orificio sexual.
Pese a estos detalles, la Naturaleza dota de dichas a la fauna. Algo verdaderamente sorprendente que invita a los racionales del Planeta a alimentarnos de sensibilidad en cada uno de los días. El 14 de Febrero es solo uno llamado a multiplicarse de diferentes maneras, de todas esas que bien pueden escapar de parajes, selvas y zoológicos para demostrarnos que podemos ejecutar los signos valederos de un amor sin desamor.
EL OJO DE LA CURIOSIDAD
La mayor parte de los animales toman muy en serio el galanteo a sus parejas. No contentos aun, pueden llevar hasta flores a sus amadas o realizar una especie de danza y emitir sonidos especiales, incluso si es necesario están dispuestos a morir.
El hipopótamo (Hippopotamus amphibius) puede excitarse tanto que llega a un salvajismo excesivo cuando se trata de escoger a su pareja.
También hay espacio para la fidelidad absoluta: El albatros jamás vuelve a emparejarse si muere su compañera. Igual sucede con la cigüeña blanca (Ciconia ciconia), o con los propios gansos u ocas que se casan de por vida y si hay alguno que fallece puede que al poco tiempo al otro le ocurra lo mismo. En estos últimos, aunque sólo las hembras incuban, los machos se mantienen presentes y después comparten la crianza de los polluelos.
Los cocodrilos (Crocodilus rombifher) resultan los mejores padres. Trasladan con la boca a sus crías de una en una hasta el nido previamente confeccionado por él, luego de ocurrida la eclosión de los huevos. La hembra no se queda cuidando las posturas, ya las ha tenido bastante y es el macho quien queda pegado a ellos para que nada les pase.
Por su parte, las manadas de elefantes (Locodonta africana) asumen un duelo colectivo cuando alguna de ellas pierde una cría.
Para los expertos, los leones aparecen relajados al sol cuidándose la melena, mientras las leonas eligen al macho con una buena cabellera a fin de que se le vea desde lejos, con una buena voz a fin de que se le oiga a distancia, pero le dan de comer aparte con tal de que no se acerque a las crías porque matan las suyas y las de otros. Es decir, tienen una respuesta agresiva como instinto por causas aun desconocidas.
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Carmen Spirt -
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