Texto y fotos Ricardo R. González
A sus 33 años Nayelín Montero Sarria tiene vivencias que contar. No olvida aquel tiempo prodigioso que trabajó con los niños cuando era integrante del Secretariado de la Fmc en Santa Clara. Hoy repasa su vida y lo considera «un verdadero privilegio porque aprendes mucho de ellos, de su transparencia y sinceridad a la hora de abordar sus sentimientos, lo que prefieren y aquello que no».
Un curso en la Escuela Provincial del Partido Carlos Baliño la llevó a desempeñarse como ideológica de la organización femenina, el marco que también le posibilitó escuchar a mujeres sancionadas ante errores cometidos en la vida, y esa experiencia de su labor resulta imposible de olvidar ante «momentos que dignifican y hacen grande tu visión del mundo».
Ahora se desempeña como auxiliar general de los servicios en ETECSA, y no esconde decir que labora en la limpieza, un oficio tan útil como otros. «Creo que nada funcionaría en ningún lugar sin esta. Por eso digo a quienes compartimos el oficio que no se denigren ni se consideren menor que nadie».
— ¿Utilidad de la virtud?
— En efecto, todo depende de ganarnos el respeto con nuestra labor
Nayelín termina su turno y le aguarda el hogar, a enfrentar los avatares cotidianos y aplicar alternativas en medio de las realidades actuales.
«Tengo dos hijos, un esposo militar con algunas tendencias un poco arraigadas, pero mi trabajo en la Fmc constituyó una escuela para incentivarlo y compartir las labores hogareñas, aún nos falta ya que todos tenemos iguales derechos para ejecutarlas, mas muy orgullosa de ser madre y mujer.
— ¿Aprendiste de la Fmc?
— Mucho. Ves la vida desde otras aristas que anteriormente no tenía esa capacidad, de todo lo que te puede aportar como persona, madre y trabajadora. A veces quisiera retornar, sin dejar de reconocer que impone muchos sacrificios.
La joven no puede desligarse de la organización femenina. En la actualidad funge como secretaria del bloque 69, en el consejo popular Hospital—Chambery y, a su decir, «cada vez que podemos realizar una actividad, por pequeña que sea, reconocemos a las que sobresalen como dirigentes de base, sin dejarlo pasar por alto.
«Las mujeres se sienten comprometidas, efectuamos con cierta periodicidad trabajos voluntarios, sin dejar de atender a las personas vulnerables, y entre las mujeres cooperamos en la solución de salideros presentes en las calles con un poco de cemento existente en los hogares, pero la contribución resulta para beneficio colectivo».
Su bloque no es perfecto, está consciente de ello, y muestra entre sus problemáticas las féminas marcadas por la violencia, no solo la física, también con el resto de las manifestaciones que incluyen las sicológicas y las verbales
— Desde tu óptica ¿qué le falta a la Fmc?
— Ir más a la base, seguir las preocupaciones de las mujeres y sus familias, escuchar dónde realmente están los problemas, encontrar soluciones en la medida de lo posible, y acabar de conformar los secretariados de bloques y delegaciones incompletos a fin de impulsar el trabajo.
EL TOQUE A LAS PUERTAS DE LAS CASAS
Llega al hogar luego de su turno de 24 horas como técnica del Centro de Dirección en ETECSA encargado de observar, en tiempo real, el sistema de las comunicaciones ante hechos vandálicos y otras situaciones que pudieran presentarse con su correspondiente seguimiento hasta que culmine el proceso.
Una vez en casa aguardan los nietos ante la mamá que trabaja, y a los 27 años de labor en la Empresa de Telecomunicaciones se agregan 20 como secretaria de bloque.
Así es la cotidianidad de Lisbet Triana Bello quien alude a proyectos comunitarios en su radio de acción para propiciar la felicidad de los niños.
«A veces cuesta trabajo insertar a la mujer y la familia en las actividades de la Fmc. Es una realidad, pero pensamos reunirnos para esperar el 23 de Agosto y hacer una serenata ese día».
— ¿Alguna precisión?
— En busca del perfeccionamiento insistir más en las acciones casa a casa y no perder de vista el trabajo con las familias disfuncionales.
DOS JUBILADAS, DOS VIDAS
Se llaman María Victoria Páez Ramos y Lucrecia Águila Fernández. Ya están jubiladas, mas constituyen verdaderas cátedras en ETECSA.
En el caso de María Victoria su currículo laboral marcó 42 años. Primero como operadora hasta llegar a desempeñarse en la supervisión provincial, entre otras responsabilidades.
Hace nueve años se acogió a la jubilación, mas los vínculos con las comunicaciones prosiguen al desempeñarse entre los perfiles establecidos para los Agentes de Comunicaciones, cuya función ejerce desde el hogar.
«Soy fundadora de esta modalidad, rememora los tiempos duros de la Covid ante el cierre de los Telepuntos, y retomamos la totalidad de los servicios bajo esta facilidad, ya sea el pago de la factura telefónica, la recarga de móviles, venta de tarjetas de Nauta hogar, y otras labores».
— ¿Qué le dejó ETECSA en tanos años de labor?
— Muchas cosas lindas. Recuerdos de cuando inicié a los 18 años, hice amistades y quiero a todas las trabajadoras que fueron mis compañeras porque esta es mi casa.
— ¿Se ha desvinculado de su organismo?
— Imposible. Vengo y converso con todas, me invitan a las actividades, como esta del Círculo de Género que ha sido un honor y, a la vez, una sesión de aprendizaje. Participar en ella constituye algo especial y reconfortante con estas jóvenes que muchas fueron alumnas en mi etapa de instructora.
Ese Programa de Adelanto a la Mujer resulta algo extraordinario. Tengo un hijo que venía conmigo al trabajo, se crió aquí y quedaba en el salón de descanso en los tiempos de aquellas pizarras telefónicas obsoletas que luego fueron evolucionando.
Como me hubiera ayudado este Programa en aquellos momentos cuando mi hijo nació. Yo tenía 19 años y participábamos en diversas actividades, también en la agricultura porque siempre fui dirigente de la sección sindical y luego del Buró que aglutinaba a seis secciones sindicales.
La vida implica imaginar cosas, y qué bueno sería poder crear la casita infantil para los hijos de las trabajadoras.
Recuerdo mucho al ingeniero Gustavo Montesinos Reyes, el director anterior de la entidad, por toda su colaboración en el trabajo, y formé parte de la secretaría de mi delegación en la Fmc y del bloque.
LAS ENSEÑANZAS DE LUCRECIA
Lo primero que destaca Lucrecia Rebeca Águila Fernández es su trabajo en la Fmc como secretaria general, organizadora, además de ejercer la presidencia del CDR de su cuadra, sin descuidar su trabajo y la atención a la población.
«Comencé en 1961, laboré durante 50 años ininterrumpidos. Cuántos recuerdos me trae haber estado al frente de las operadoras. Me queda la satisfacción que bajo mi guía formé a muchas compañeras en el servicio que prestábamos.
— ¿No le ha pesado su receso en la actividad?
— Me ha ocurrido. Es toda una historia, inicié con la tecnología americana, conocí la húngara, la china, hasta la digital. En 2010 dije adiós al trabajo, y en verdad lo he sentido porque era la compenetración con mis compañeras, conocer sus problemas, y poderlas ayudar resulta muy gratificante para alguien que desempeña una jefatura.
— ¿Y si le piden retorno?
— Lo haría con mucho gusto.
Así piensan Nayelín, Lisbet, María Victoria y Lucrecia, mujeres de diferentes generaciones con amor al trabajo y a su organización femenina sin ocultar imperfecciones. Historias de vida reales que se llevan en varios agostos bajo la piel.
PIE DE FOTOS
1.- Hombres y mujeres de ETECSA participan en el Círculo de Género de la Empresa que cuenta con un 42 % de fuerza laboral femenina.
2.- «La Fmc constituyó una escuela. Me formó en valores, te dignifica, y da a conocer la igualdad de derechos, ¿Qué sería de la vida sin la mujer? considera Nayelín Montero Sarria.
3.- Lisbet Triana Bello, 27 años en ETECSA y 20 como secretaria de bloque de la Fmc.
4.- María Victoria y Lucrecia se reencuentran en la sesión del Círculo de Género de la Empresa de Telecomunicaciones. Federadas fundadoras en cada caso.
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