Día de la Medicina Latinoamericana: En nombre de los agradecidos
Por Ricardo R. González
Otro Diciembre, otra jornada para no olvidar a los galenos y también a los trabajadores de la Salud que sin ellos sería imposible el día a día.
Se trata de preservar la existencia con toda su sabiduría, aunque el agotamiento trate de vencer, o en determinado momento las fuerzas declinan y habrá que imponerse porque existe un ser humano que suplica y necesita de ustedes.
Los tiempos han sido duros, difíciles y crudos, de innovar y crecerse cuando faltan recursos, ante un medicamento indispensable que no está, o de una tecnología inutilizada por el desgaste o la obsolescencia de alguno de sus componentes.
Momentos complejos de una cirugía que apenas dispone de lo elemental, en la que prima un magisterio incalculable y cierto arte de creatividad que los hace grandes y duendes bendecidos.
¿Habrá mejor prueba de fuego que la dejada por una pandemia agresiva? Aun así se derribaron murallas, sin importar rangos profesionales ni oficios.
Recuerdo al encumbrado profesor de camino por las barriadas junto a sus estudiantes que, en función de las pesquisas, dejaron el aula para asumir el llamado de su tiempo.
Sumemos a quienes permanecieron en zona roja, sin pensar en peligros ni contagios, con las prohibiciones de ver a sus seres queridos, llevarlos, apenas, en una foto del móvil o en el recuerdo, y cumplir protocolos estrictos porque un maléfico virus así lo exigía.
Cuántas vivencias acumuló esta etapa. O las experimentadas en otros momentos cuando el personal especializado no puede reanimar al paciente a pesar de todos los esfuerzos, o la enfermera imposibilitada de compartir el día del cumpleaños de su mamá por estar cumpliendo su deber, sin imaginar que sería el último de su progenitora.
Sería imperdonable excluir a quienes dedican parte de sus vidas al PAMI, al SIUM, la Cruz Roja, al colectivo del Laboratorio de Biología Molecular procesando las muestras, y al Centro Provincial de Electromedicina que responden ante los agudos problemas de un sistema sanitario con su instinto innovador.
Cuántas hazañas se inscriben en la cotidianidad, no solo en el escenario citadino, si no en monte adentro donde médicos y enfermeras han tenido que enfrentar lo agreste del camino, las marcadas encrucijadas del transporte para llegar a su destino. Aun así siguen luchando y se han hecho grandes por la vida.
Es tiempo de celebración, mas resulta imposible olvidar, como tampoco excluir a quienes, desde otras tierras, han ayudado a esos pueblos a mitigar las dolencias inimaginables presentes en el ser humano. Para ellos, el aplauso de los suyos por hacer latir el corazón villaclareño desde la distancia.
Valoremos, también, a los promotores de la prevención a partir del consejo sabio y oportuno, a los del programa de medicina familiar como eslabón indispensable en la atención primaria ante un programa que pide —y necesita— constante revitalización y en el que no faltan las trabas, inconformidades, marcadas burocracias, sin obviar indisciplinas.
Al arribar a este 3 de Diciembre, Día de la Medicina Latinoamericana, en tributo al sabio cubano Carlos Juan Finlay, que llegue el reconocimiento a todos los valientes de estos tiempos como trabajadores de la Salud, a las anteriores generaciones que resultaron imprescindibles para garantizar la continuidad en el sector. No importa si están ya jubilados, o emprendieron su camino eterno con el aporte de una obra de distingo imperecedero.
Y a todos los que siguen en activo: la gratitud de su pueblo, ese que les pide marcada sensibilidad, a pesar de los agudos momentos, y reclama de entregas que solo ustedes son capaces de protagonizar.
Son unas líneas para expresar los buenos deseos a los artífices de la Salud en nombre de los agradecidos.
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