Blogia
soyquiensoy (Ricardo R. González)

Lo que nunca imaginó la Dra. María de Lourdes

Lo que nunca imaginó la Dra. María de Lourdes

Por Ricardo R. González

Fotos del autor y Ramón Barreras Valdés

Es imposible que la Dra. María de Lourdes Sánchez Álvarez pueda abstraerse de las enseñanzas martianas. Ama y sigue las prédicas del Apóstol porque para ella constituye un magisterio cotidiano en el afán infinito de descubrir el propio camino.

Su rostro resulta familiar aunque prefiera pasar inadvertida. Está al frente del Laboratorio de Microbiología y Química Sanitaria del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología (CPHEM), uno de los sitios sometido a las tensiones en la etapa difícil de la COVID-19 y, a la vez, definitorio para miles de cubanos que trataban de vencer la angustia y aguardaban por el veredicto de un diagnóstico.

El universo de la virología lo lleva entre sus pasiones, y apenas dormía dos horas en la madrugada para seguir cada una de las muestras con el reclamo de que el resultado final debía pasar por sus manos.

Aunque la provincia abandona la racha dura y permanece en estos momentos bajo el control de casos no deja de manifestar ese matiz que tiene mucho de su enseñanza preventiva al advertir la necesidad de no confiar ante un virus negado a desaparecer.

Quizás fue la experiencia más compleja entre las vividas en su carrera a partir de ese mundo de la microbiología, la virología y otras cátedras afines para un laboratorio; sin embargo, lo que nunca imaginó la Dra. María de Lourdes fue la crudeza de esos tiempos en un enfrentamiento, en extremo complejo, ante un «algo» desconocido que dibujaba máscaras sin rostros.

«Fue el combate nuestro, la hora de los hornos de todo un colectivo llamado a probarse y demostrar lo que éramos capaces, de aplicar habilidades, saberes, de recurrir al virtuosismo y a la ética para seguir adelante, desafiar los temores, darnos mutuo aliento y afrontar la causa en favor de la humanidad».

DICIEMBRE, 2019

La noticia comenzaba a inquietar al mundo. Parecía algo transitorio que sería dominado en breve tiempo. China anunciaba una rara neumonía hasta que fue descubierto el SARS-CoV-2. Entonces comenzó la odisea a través de una propagación vertiginosa e incontrolable en casi todo el universo.

Los informes reflejaban miles de fallecidos, contagios a diario, y en enero de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la emergencia internacional ante una crisis sanitaria inimaginable.

«Como médicos estábamos alertas y hasta confiados en la esperanza de que no rebasaría nuestras fronteras; sin embargo, menuda sorpresa cuando el 11 de marzo de ese año ocurrió el detonante. Cuba reportaba los primeros casos a partir de tres turistas italianos, procedentes de Lombardía, que fueron ingresados en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK) de La Habana».

Entonces apareció otra de las realidades en la que nunca pensó la Dra. María de Lourdes.

«Ese día pasará a nuestra historia. Transcurría todo bajo aparente normalidad cuando un resultado rompió la rutina. Diagnosticábamos al primer cubano afectado entre los estudios realizados en el Laboratorio de Biología Molecular de Villa Clara. Ya estábamos de cara a la pandemia y era necesario aplicar los tres componentes que definen el modelo cubano de gestión sanitaria: el área epidemiológica, la organización de los servicios de Salud, y la gestión desde la ciencia en la que no puede excluirse la participación vital de la sociedad para alcanzar los objetivos propuestos».

CORONAVIRUS EN VILLA CLARA, ¡CIERTO!

Por mucho que no se creía el curso de la vida indicaba la certeza. El nuevo coronavirus había llegado al centro de Cuba. Irrumpió sin permiso alguno, invisible, en extremo dañino, y la Dra. Sánchez Álvarez, junto a sus compañeros, sintió que desde ese día asumían la zona roja. Largas jornadas sin reparar en el reloj. Un mundo reducido en un espacio en el que sus «habitantes» estaban arropados con trajes, caretas, nasobucos, a veces irreconocibles… con la disposición de proteger a cada integrante del equipo para que no se infestaran ni enfermaran a sus respectivas familias.

«Había que extraer el material genético del virus con óptima calidad y realizar un diagnóstico profesional confiable enfrentando los desafíos de las nuevas y complejas tecnologías. Más que números fríos, estadísticas o teorías tuvimos vivencias inolvidables durante la pandemia. Sin dudas, la realidad suele ser más rica, variada, difícil y siempre con mayores matices ya que, de una manera u otra, todos fuimos protagonistas de esta historia».

— ¿Cómo transcurrieron los días de titánica jornada en el Laboratorio?

— Junto con el virus proliferó la incertidumbre, la ansiedad ante la peligrosidad contenida en las muestras. Recuerdo una jornada, después de 48 horas sin prácticamente descansar, que nos anunciaron el arribo de un examen procedente de una provincia distante a llegar en la madrugada. Las pruebas eran recibidas a toda hora según la emergencia epidemiológica de los territorios, y en breve nos convertimos en un Laboratorio territorial que asumía el diagnóstico de cinco provincias de la región central, desde Camagüey a Villa Clara, sin descartar la inclusión de 12 demarcaciones del país.

— ¿Miedo alguna vez?

— Pudiera parecer que miento, pero nunca lo sentí. Fui la primera en entrar a la zona roja en el Laboratorio, y lo que sí experimentaba era una alta responsabilidad. Recordé el momento en que realicé el juramento hipocrático que me comprometía a hacer el bien en la relación médico-paciente.

«Nunca antes había sentido tanto compromiso sobre mis hombros en el ejercicio de la profesión, a pesar de que he enfrentado otras pandemias como el VIH/SIDA, el H1N1, epidemias de dengue, y cólera, por citar algunas, pero la Covid-19 marcó un antes y un después, no inscribe precedentes, teníamos una obligación social y de las consecuencias de cada uno de los actos al servicio de los enfermos, los cuales se encontraban en un peculiar estado de dependencia y vulnerabilidad».

— ¿Aun a sabiendas que era un virus letal?

— Estábamos expuestos a diario, con riesgo de contagiarnos y morir pero lo hacíamos con tenacidad y amor. Traspasar las puertas del Laboratorio era enfrentar jornadas muy convulsas, dinámicas, buscando vías a fin de vencer los retos que acontecían ante la dramática situación. En un inicio éramos tres profesionales para emitir un dictamen en 24 horas, y a medida que la situación epidemiológica se complejizaba aumentaba el número de muestras con grandes volúmenes a examinar.

— ¿Y el cúmulo de estas?

— Quienes asumimos largas sesiones de trabajo nos encontrarnos, en ocasiones, con acumulados que por la capacidad resolutiva del equipamiento pudieran ofrecer estimados para cinco días, por lo que no podíamos detenernos. Llegamos a estar rodeados de muestras de cuyos resultados dependía la vida de las personas, el aislamiento, la búsqueda de los contactos, la aplicación de tratamientos oportunos hasta pelear como gigantes.

— ¿Cómo lograban vencer el cansancio?

— Por la propia idiosincrasia cubana, algún chiste que realizaba alguien, una tacita de café o una infusión si era posible, en fin…

— En un período complejo, de tantas pérdidas humanas en que los sentimientos afloran y se encuentran ¿pudiera hablarse de enseñanzas dejadas por el SARS-CoV-2?

— Diría que demasiadas, sobre todo en lo que podíamos hacer que estaba a nuestro alcance, pero algo fundamental resultó la proliferación de valores: la solidaridad, la dignidad, la honestidad, honradez, modestia, sencillez, patriotismo, humanidad, responsabilidad, laboriosidad y el altruismo que forma parte de las virtudes humanas, y en especial la entrega de los profesionales de la Salud como pilares en esta batalla. Creo que constituyen los fundamentos primordiales para cumplir con el mandato de Hipócrates y el legado martiano.

— ¿Se puede hablar de premisas?

— Las asumo. Mis muestras, mis pacientes, las gradillas, las camillas, el congelador y el ventilador del Laboratorio se insertaban a nuestro accionar y resultaban utilidades cotidianas, pero ante todo: el paciente, porque detrás de esas tres letras: PCR había alguien que aguardaba por nosotros. De ello dependía su vida y la de muchos, ese era nuestro deber, estar ahí constituía la misión al margen de los sacrificios que implicaron a cada uno de nuestros familiares.

Así resultó el batallar en una contienda agónica e inolvidable. Para los integrantes del Laboratorio era salir todos los días temprano desde los hogares con calles desoladas y regresar a altas horas o ya entrada la madrugada cuando esas mismas vías permanecían solitarias, aunque hubo jornadas, no pocas, de amanecer en el sitio y continuar trabajando, «porque la vida de un ser humano es precepto esencial en nuestro camino».

Antes de terminar noto inquieta a la Dra. María de Lourdes Sánchez Álvarez, como si quisiera añadir algo.

«Evocar nuevamente a Martí al expresar: Sirve y vivirás, despídete de ti mismo y vivirás, ama y vivirás». Esa ha sido nuestra máxima.

PIE DE FOTOS

1.- «La realidad ha cambiado, pero nunca antes había experimentado tanto compromiso en el ejercicio de la profesión, a pesar de que he enfrentado otras epidemias», declara la Dra. María de Lourdes Sánchez Álvarez.

2.- Los meses complejos llevaron al análisis de unos 2000 exámenes diarios de PCR; sin embargo, había que seguir, olvidar la fatiga con una condición siempre presente: el respeto hacia la dignidad, y la preocupación por la humanidad.  

3.- Jornadas titánicas de todo un colectivo con alcance territorial. Las cinco provincias centrales y parte de otros 12 territorios que también enviaron muestras al Laboratorio.

También puede ver este material en:

https://twitter.com/riciber91

http://soyquiensoy.blogia.com

0 comentarios