Esperanza multiplicada
El impacto de la vacunación anti Covid en diferentes grupos de edades, sobre todo en niños y adolescentes, llena de satisfacciones al equipo que labora en el vacunatorio de la escuela Eduardo Anoceto, de Santa Clara.
Por Ricardo R. González
Fotos: Ramón Barreras Valdés
Apenas los claros del día aparecen sobre Santa Clara y por la secundaria básica Eduardo Anoceto se aprecia la bienvenida a la jornada. Aún las aulas extrañan a sus alumnos, a ese incentivo inigualable que propicia la sabiduría; sin embargo, abandonan la quietud de otra manera con el abrazo compartido entre Salud y Educación para emprender las campañas de vacunación por el bien de la vida.
Como ritual disciplinario el equipo completo llega a las 7:00 de la mañana. Una hora antes de iniciar la inmunización a fin de cerciorarse de que todo esté listo. Vacunas, insumos, chequeo a la cadena de frío indispensable para la conservación del inmunógeno, y la ubicación del personal en sus puestos de labores. Así un día y otro hasta que se anuncia la hora cero.
Desde la plazoleta del plantel el Dr. Pedro Ruiz Álvarez recibe a los citados y les explica el proceso entre avatares sin descanso porque al término de cada sesión prevalece el análisis conjunto para evaluar las dificultades presentadas y las vías de solucionarlas.
Ahora terminan la segunda dosis de Soberana 02 al grupo de adolescentes con cuatro sitios establecidos en el vacunatorio, como un capítulo más de una historia que transita por todas las etapas programadas en la campaña.
TRAYECTORIA PARA EL RECUERDO
Cuentan los doctores Ruiz Álvarez y Marilín Espinosa Vázquez que las acciones comenzaron en el policlínico Chiqui Gómez con los grupos vulnerables al enfrentamiento de la pandemia que tuvo sus sectores priorizados en dependencia a la exposición directa al virus hasta que en septiembre iniciaron la vacunación poblacional con las tres dosis de «Abdala» para tres consultorios ubicados en los consejos populares Vigía y Escambray.
«Cuando finalizamos ese período pensamos que íbamos a descansar aunque fueran tres días, y la dirección del «Chiqui Gómez» nos pidió que un equipo llegara hasta la secundaria básica Antonio Aucar Jiménez, ubicada en el Caracatey, con vistas a la recuperación de dosis a quienes no pudieron cumplimentarlas en el cronograma previsto», precisa el Dr. Pedro Ruiz.
— Aprecio motivaciones especiales cuando se habla de los momentos extremos de la vida…
— Ancianos y niños ¿Quién no se conmueve ante ellos? Los primeros porque todo lo que somos se lo debemos a ellos y debe primar el respeto y agradecimiento, en cuanto a la infancia constituye el inicio de la vida y los instantes en que se empieza a descubrir el mundo. Soy un «suertudo» al vacunarlos porque el alma se sana al estar con ellos.
— ¿De aquí que siempre Ud. se refiera a «nuestros niños»?
— Así lo siento, somos en extremo celosos desde la llegada al centro hasta el seguimiento de todo el proceso, de brindar la información oportuna a los padres, de estar pendiente si experimentan alguna reacción. Después vas para la casa y quedas pensando en cómo trascurriría el resto del día, si pasadas las horas manifestaron determinadas situaciones. En fin te quedas con ellos en la mente.
— Diferencias entre el primer pinchazo y los posteriores?
— Muy variado. Rostros que lloraron con la vacuna y otros que hasta sonrieron con ella, aunque el equipo se convirtió en acróbatas ante casos renuentes a inyectarse. Ya cuando vuelven algunos manifiestan temores pero en menor grado, otros juegan, se reencuentran con sus amiguitos y cambia el panorama.
— Anécdotas, vivencias?
— Hay varias. Tuvimos una niña que fue vacunada y mientras cumplimentaba la hora de estancia en la Sala de Observación realizaba un dibujo, pensamos que trazaba paisajes cotidianos de casitas y flores adornando el camino, o que pintaba alguna mascota querida. De pronto se nos «escapó» del local y corrió hasta donde estaba su enfermera. Ella expresó lo que significaba el acto de vacunarse y con su propia caligrafía plasmó: ¡Gracias!, son cosas inesperadas que llegan hondo.
— Una labor gratificante en la que han tenido que ejercer todos como educadores…
— La unidad entre Educación y Salud ha sido vital. Diría que encomiable, tanto por Educación Municipal y las autoridades del sector propiamente de la escuela. De entrada destacar la disciplina de los progenitores, aunque también hemos vivido tensiones con padres negados a que sus hijos se vacunen, pero gracias al trabajo mancomunado se logra la comprensión de que no constituye un capricho, sino una necesidad y sus hijos han sido rescatados.
«Entre el colectivo nos hemos sentido familia y compartimos cada experiencia. Desde el buchito de café que estiramos para que todos alcancen hasta las cosas propiamente de trabajo. Una vez concluidas las labores diarias queda un grupo de educación trabajando en la limpieza y reorganización de los locales para asumir el flujo del proceso al día siguiente».
Si algo sobresale es la participación de estudiantes y profesores de la Universidad Médica de Villa Clara en el desempeño y apoyo a cada tarea. Sacrificaron sus vacaciones y no escatiman detalles. Por ello se ha llegado a los hogares de las personas que permanecen en cama o presentan algún tipo de incapacidad a fin de que no pierdan su esquema de vacunación, siempre que reúnan los requerimientos establecidos en los protocolos.
ABRAZO AL DEBER
Hay gestos que parecen simples y atesoran una magnitud incalculable. El día de la visita al vacunatorio supimos que la Dra. Berta María Pérez Crespo estaba de cumpleaños.
Por decisión unánime el colectivo decidió que fuera para su casa a compartir la fecha con sus seres queridos al asegurarle que entre ellos asumirían sus funciones: sin embargo, agradeció la propuesta y decidió quedarse en su puesto porque era su deber garantizar la vacunación.
Insertarse a este universo de las vacunas le ha resultado una novedad diferente a su desempeño en la clínica estomatológica de Camajuaní, a pesar de que reside en Santa Clara, pero debido a las limitantes impuestas al transporte en tiempos de pandemia fue reubicada en el sitio vacunal.
«Es una nueva experiencia, mas aquí me acogieron de una manera especial y me siento útil. Llegué al inicio con ciertos temores, era explorar algo desconocido, y que maravilloso constatar que de primer momento tienes un recibimiento familiar», expresa quien lleva 31 años en su profesión anhelada desde pequeña y continuadora de la tradición familiar al tener, entre los suyos, a varios integrantes dedicados a la estomatología.
— ¿Añoranzas?
— Extraño mucho el mundo de las obturaciones y los procederes dentales y deseo insertarme muy pronto a la clínica, aunque confieso que extrañaré las vivencias de estos días con mis compañeros del vacunatorio.
Para la Dra. Pérez Crespo escuchar la palabra paciente constituye una razón de ser.
«Me debo a ellos, les doy mi confianza y todo el amor que merecen para que se sientan menos cohibidos durante el tiempo de estancia en el sillón», precisó.
EN SEGUNDA DOSIS
Yariel Bravo Veitía recibió su segunda dosis de Soberana 02. Manifestó sentirse bien, sin experimentar ningún tipo de malestares incluso desde su primer encuentro con la vacuna.
Entonces mira su escuela porque en ella cursa el noveno grado, quizás recordó esa aula donde compartía con sus compañeros, escuchaba a la maestra, y buscaba los conocimientos hasta que un día la pandemia detuvo los sueños.
«Todo volverá pronto a la normalidad y deseo que reinicie el curso lo antes posible», refuerza el adolescente.
Como establecen las normativas los menores deben ir acompañados de sus padres, por lo que Hilda Veitía Aguilar asistió con Yariel y manifiesta que confió mucho en el proceso de vacunación.
Confiesa que han sufrido momentos muy duros relacionados con el indeseable virus y desde el primer momento en que escuchó hablar de las inmunizaciones llegaron las esperanzas por un mañana prometedor.
«Nunca dudé de las potencialidades de las vacunas gracias a Dios, a la ciencia cubana y a quienes hacen posible esta realidad».
La escuela santaclareña muestra, por ahora, otro horizonte. Cierto que no está en clases, pero desde el centro de Cuba educadores y personal de la Salud estrechan sus manos.
El Dr. Pedro Ruiz Álvarez sigue pendiente de cada paso. Vendrán nuevas contiendas, y llegará el día en que se considere a la pandemia un asunto pasado. Entonces la satisfacción será inmensa por haber garantizado la esperanza multiplicada para cada persona, y en especial al relevo de un país que será más saludable y arropará a la vida con sus sueños.
PIE DE FOTOS
1.- El colectivo guarda con mucho amor la dedicación a las etapas extremas de la vida: la infancia y los ancianos. Por ello también llegaron a las casas de personas que permanecen en cama o presentan alguna discapacidad para su correspondiente inmunización.
2.- Los doctores Pedro Ruiz Álvarez y Marilín Espinosa Vázquez recuerdan que han estado presentes en todos los momentos de la campaña de vacunación desde sus inicios para grupos vulnerables hasta la actualidad.
3.- El día de su cumpleaños los compañeros del vacunatorio le concedieron la jornada a la Dra. Berta María Pérez Crespo que estaba de cumpleaños; sin embargo, ella decidió continuar sus labores.
4.- Yariel Bravo Veitía acaba de recibir su segunda dosis de Soberana 02. Lo acompañó su mamá, Hilda Veitía Aguilar, y ambos agradecen este proceso a favor de la vida.
5.- Antes de iniciar las faenas los progenitores son reunidos para explicarles cada detalle de las vacunas. Todos han demostrado magnífica disciplina. Según estimados el vacunatorio supera las 5000 personas inmunizadas y en el caso de los niños unos 7000, sin contar las acciones desplegadas en la escuela Antonio Aucar Jiménez, ubicada en el Caracatey.
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