El beso de la humanidad
Por Ricardo R. González
A ti, que desde cualquier sitio de mi país y de este mundo te arriesgas para salvar a la humanidad.
A ti, que apenas concilias el sueño, que te delata el cansancio, y las ojeras hacen mella en el rostro, pero sigues cabalgando porque sabes que, de momento, no hay parada posible.
A ti, que auscultando la existencia, vigilante de los signos vitales, saltador de altura ante el mínimo indicio que indique una descompensación de un paciente vas haciendo historia en un tiempo crucial.
A ti, chofer de este universo responsabilizado con el traslado de enfermos, o de esos exámenes decisivos para un diagnóstico.
A ti, laboratorista incansable que tienes en tus manos la confirmación o no de una verdad.
A ti, que has dejado tu tradicional oficio para dedicarte a la atención en los centros de aislamiento.
A ti, que has visto como tu escuela, institución o centro cambia su perfil en favor del bien.
Para ustedes, sanitarios de oficio, guardianes de la vida, cuidadores del orden desde las disimiles posiciones, hombres y mujeres sin distingo de profesiones, es el aplauso cotidiano de un mundo agradecido.
Algunos están muy lejos de sus seres queridos y quizás, de vez en cuando, escape una lágrima de añoranza por quienes quedaron en casa, o por esos pequeños que no comprenden la ausencia repentina de mamá o papá.
Y cada día se escribirán bellas historias, aparecerán nuevas fotos que demostrarán todo lo inmenso realizado por seres humanos bendecidos por la vida.
Para ustedes es ese aplauso que en Cuba y en otras partes del mundo retumba a determinada hora, mientras en las más diversas lenguas se mantienen votos, oraciones y credos.
Gracias por desafiar peligros, por derribar montañas de miedos, por hacer que el día a día recobre, poco a poco, sus colores y se impulse con la fuerza posible de la esperanza.
Gracias por ser útiles, humanos entre humanos, y permitan todos que llegue a sus mejillas el beso sagrado de la humanidad.
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