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Mi Comentario: Sentimientos marchitos

Mi Comentario: Sentimientos marchitos

Por Ricardo R. González

Todavía prevalece en el pueblo esa mezcla de ira e impotencia ante los descomunales precios impuestos a las flores próximo al Día de las Madres.

De no haber sido testigo jamás los hubiera creído. Una espiga de gladiolos sin óptima calidad: 10.00 pesos, otro tanto con cada unidad de rosas o príncipe negro, mientras las perfumadas azucenas bailaron la cuerda ¿floja? entre los 3.00 y los 5.00 pesos, y un «ramo» de rosas contentivo de cinco ejemplares llegó hasta 50.00 pesos envuelto en un papel dorado que, a lo mejor, también tenía su valor.

Hasta los popularmente conocidos rabos de gato se sintieron protagónicos en esta contienda que poco o nada interesaron a los vendedores esos matices sentimentales de la fecha más sagrada existente en el calendario.

No se me borra la imagen de aquella muchacha llorando en las cercanías de los puestos ubicados en el Parque Vidal. Era el primer año que no iba a estar junto a su madre porque el destino no se lo permitió; sin embargo, carecía del astronómico presupuesto para adquirir lo deseado.

A manera de consuelo le expresé que cada madre se lleva en el corazón a diario, que las flores, en definitiva, marchitan, pero que el afluente de cariño y veneración corre sin frenos por el alma.

Otra transeúnte protestaba airada por lo que estaba viviendo, y con la mayor tranquilidad del mundo alguien, desde el pequeño mostrador, le dijo: «Señora, con no llevarlas tiene».

Las historias llueven. Sucesos parecidos ocurrieron en algunos municipios, pero nadie me puede rebatir que este sistema de oferta y demanda desplegado en Cuba presenta enorme fisuras y no pocas irregularidades.

En tiempos en que se insiste en rescatar valores, en los que a veces me parece, entre dichos y hechos, que recae sobre la comunidad solucionar la totalidad de los problemas, pienso que el Estado está llamado a tomar riendas que han quedado sueltas ante la insuficiente capacidad para satisfacer los reclamos poblacionales, y propiciarle un efectivo jaque mate a especuladores aprovechados de las coyunturas.

Una modesta florería Las Camelias, al menos en Santa Clara, imposibilitada de asumir la avalancha ante fechas significativas pese a sus precios módicos. Una biofábrica de las flores de la que hace años se habló con bríos, y ya poco o nada se dice, o el intento de un organopónico especializado en una extensa área próxima al hospital Arnaldo Milián, y que un día los buldózers demolieron las discretas cámaras para acondicionar el espacio destinado al cuentapropismo, son algunos ejemplos de los intentos dejados en el camino.

En este bregar por concebir un ser humano mejor, solidario, capaz de sentir por los demás, y compartir alegrías y penurias lo ocurrido con las flores en este Día de las Madres me recuerda aquel eslogan desafortunado que conformó parte de las jabitas de las shopping, y remarcaba: «Lo mío primero».

Prefiero dejar a un lado lo singular para hablar de lo de todos. Es cierto que las retribuciones salariales apenas alcanzan, y me opongo a mirar con inquina a quienes verdaderamente trabajan, sudan la camiseta, y, por tanto, obtienen su buena recompensa.

Pero en un mundo donde floristas y floreros dependen, en muchos casos, de la figura del intermediario prima aquello de la «otra historia» de la que acuña Pánfilo en su Vivir del Cuento.

Por suerte cuando nos parece que en el país se recrudecen las conductas impropias hay personas que mantienen su dignidad y piensan en el prójimo.

Y ocurrió el propio domingo en los exteriores del Cementerio de la capital provincial. Un señor llegó, y vendió sus gladiolos a solo 3.00 pesos. No cuestiono si poseía patente o no porque eso le compete al cuerpo de inspectores, mas lo cierto que aquello me parecía ciencia ficción… Cuando pude aterrizar y darme cuenta que las actitudes honestas todavía existían salí en su búsqueda para tomarle el nombre y reconocer su valía, más ya se había marchado porque, por supuesto, su mercancía voló como el globo de Matías Pérez.

Dejo algo bien claro. No se trata ahora de quienes vendieron las flores a un exagerado precio —por cierto con una mancomunión fantástica— manifiesten irritaciones, hagan carticas, y expresen descontentos por este comentario. De seguro no faltarán, pero lo hecho, hecho está, y quien tiene que continuar super molesto es Liborio al sufrir siempre la gran cadena de acciones insensibles.

En breve será el tributo a los padres, después vendrá el Día del Educador, fin de año, las jornadas de un febrero dedicado al amor, y en mayo venidero otro Día de las Madres.

De no actuarse con celeridad llegará un momento en que una espiga de gladiolo rondará por los 30.00 pesos y que el perfume de una desteñida azucena cueste similar a una libra de carne de cerdo.

Aprendamos a amar, a recordar, al menos, que cada segundo domingo de mayo encierra un significado especial, y que no existen motivos para amargar la vida de los semejantes. Ojalá que esa fibra humana se fortalezca, y deje que las flores exhiban su colorido y olores alejados de avaricias marcadas y sentimientos marchitos.

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