Las aves tienen su Día
La fauna cubana dispone de unas 11 mil 690, con un 41,27 % de endemismo. En la imagen El Azulejo (Passerina cyanea).
Por Ricardo R. González
Son aves que viven dentro de esta Natura tan maltratada por muchos. Y como parte de nuestro mundo también tienen su jornada, pues cada 9 de mayo se celebra el Día de las Aves por iniciativa de BirdLife International en su afán de preservar a todas las especies que rondan por la tierra, sin descuidar su hábitat.
El objetico resulta muy preciado; sin embargo, la realidad muestra un rostro diferente cuando nos acecha el peligro de extinción por conductas humanas irreverentes.
Tomemos como ejemplo la alondra ricotí, una especie catalogada en peligro en el Libro Rojo de las Aves y que sólo se encuentra en las estepas de España y en el norte de África. Baste decir que en la península ibérica quedan menos de 2 mil parejas que no escapan de la amenaza del cambio climático, y de aquellos originados por el uso del suelo, la construcción desmedida de infraestructuras, y la expansión de los llamados parques eólicos.
Según estimados, en el mundo existen unas 9 mil 700 especies diferentes de aves que reafirman la condición de los vertebrados terrestres más abundantes.
Ahora bien, Cuba no escapa de un panorama similar, y a tenor de las que habitan en el país o lo utilizan a manera de tránsito para sus migraciones se registran 369 variedades, de las cuales 149 nidifican en el archipiélago, mientras 220 resultan migratorias.
Un lugar preponderante ocupan las 25 especies endémicas, entre ellas el Tocororo (Priotelus temnurus), y el Zunzún (Mellisuga helenae), que constituye el ave más pequeña del mundo con solo 5,5 cm desde los extremos del pico hasta la cola.
Tampoco puede obviarse la Cartacuba (Todus multicolor), la Ferminia (Fermenia cerveral), endémico local de la Ciénaga de Zapata, ni la Cotorra (Amazona leucocephala) e incluso hasta la Tiñosa (Cathartes aura), por citar algunas.
Si algo tiende la red de la amenaza por el mundo es la caza indiscriminada, y el cambio de hábitat de los ejemplares al vivir en cautiverio. No escapan e estas redes nuestro Tomeguín del Pinar (Thiaris canora), el Azulejo (Passerina cyanea), y muchas otras inscriptas en la lista de las más perseguidas por las jaulas.
Y en más de una ocasión lo he dicho. De seguir esos impulsos sin frenos quedarán especies que solo la recordaremos a través de libros, fotos, o algún que otro vídeo reservado en los archivos.
Privaremos a las generaciones por venir el privilegio de saber que un día poblaron el universo, y que la propia actuación de mentes irracionales conllevó a otra hecatombe natural.
Pensemos en esos tirapiedras que se incorporan al juego de los menores. ¿Hemos sido capaces de llamar la atención ante tan crueles prácticas?
¿Hasta qué punto coadyuvamos a una educación ambiental, y dotamos de buenos ejemplos ara modificar esas conductas?
Mucho queda por hacer. Tanto a nivel de familia, de escuelas, de comunidades. Es insistir y trabajar por el cuidado de esa diversidad biológica continuamente amenazada, máxime cuando se alerta que dos tercios de todas las variedades del Planeta pudieran desaparecer en la próxima centuria.
Lo suficiente para pensar en un compromiso colectivo que se multiplique por cada día del año, y no se circunscriba a solo 24 horas en que el trinar de las aves se escuche, aparentemente, fuera de peligro.
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