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Dr. José Efraín González: «Soy un hombre de azares»

Dr. José Efraín González: «Soy un hombre de azares»

Así piensa uno de los galardonados, recientemente, con el Premio Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba y el Provincial del Citma durante 2022.

Por Ricardo R. González

Fotos del autor, Ramón Barreras Valdés y cortesía del entrevistado

A punto de concluir el año el Dr. C José Efraín González Ramírez repasa su vida. Confiesa que nunca ha sido una persona hiperquinética ni tampoco tan organizada. Eso sí, aprovecha el tiempo bajo su modo peculiar de administrarlo, y mientras redacta un artículo o escribe para un evento abraza la complicidad de las madrugadas como instante predilecto para que bajen las musas y desborden las ideas, no así durante el día que transcurre sin apenas avanzar dos renglones. Una escena reiterada que también ha vivido en la realización de sus tesis.

Conocedor del inglés y francés por necesidades laborales «porque la bibliografía del primer mundo, desde el punto de vista agrícola, aparece en inglés», y un hombre que marca su predilección por el futbol, ese que le costó varios esguinces en su etapa estudiantil, sin descartar su pasión por las matemáticas y la química antes de las letras.

Todavía revive el momento en que llegó al IPVC Jesús Menéndez (Yabú 4) lo que para él constituyó una institución educacional insignia en la provincia. Se presentó a un concurso de Matemática como «pasaporte» para entrar de manera directa. Su mamá, Gema Ramírez Fleites, no olvida que horas antes de la prueba su hijo se las pasó jugando sin acercarse a los libros. Ella le insistió que no se presentara porque iba a perder el tiempo, y el muchacho, perseverante al fin, acudió a la cita.

Cuál sería la sorpresa para Gema que al retornar a casa traía dos diplomas: el de ganador absoluto y el de vencer las habilidades contra reloj. 

EL SUEÑO DE JOSÉ EFRAÍN

En aquella época muchos jóvenes cifraban sus esperanzas en la ingeniería nuclear, y la Central Electronuclear de Juraguá vivía sus mejores etapas. Más de 30 alumnos optaban por diferentes especialidades y dos lograron al final la de ingeniería físico-nuclear con la aspiración de adentrarse en aquel complejo cienfuegüero para dominar su funcionamiento y operatividad.

A inicios de los 90 comenzó la carrera en la Universidad de La Habana. Un tiempo difícil, adverso, de plena etapa especial, cuando el retorno a Santa Clara ocurría cada tres o cuatro meses, y en algún que otro fin de año no encontró pasaje para ver de nuevo a su ciudad.

Cinco años después alcanzaba su meta. Conquistaba el título de ingeniero nuclear, pero ya la Electronuclear no era una posibilidad. Muchos de sus compañeros quedaron en el Polo Científico habanero, en diferentes institutos, e incluso en el grupo que laboró en las vacunas anticovid. Sin dudas, la vida dio otras vueltas que cambiaron los sueños de José Efraín.

— ¿Juraguá en el recuerdo?

— Fue una especie de cortina cerrada. En tercer y cuarto años de la carrera hicimos prácticas allí. Todavía tenía una posibilidad remota de subsistir, pero ya nos dimos cuenta que no era tan alta, faltaba mucho en su inversión y aquello impresionaba; sin embargo, en quinto año de la carrera la mínima esperanza se apagó.

— ¿Entonces, el INIVIT?

— Juraguá era una ciudad diseñada para vivir y compartir allí. Ya no existía más allá de su proyecto. Siempre he sido provinciano y La Habana no me resultaba una opción. El día que cogí la boleta de ubicación aparecía la palabra INIVIT. Tenía ciertos conocimientos de lo que era porque en mis estudios de preuniversitario lo visitamos y pensé, entonces, en la rama biológica.

Llegue a la institución en septiembre de 1995 y tuve muy buena acogida, Roté por varios perfiles durante un año y su director, el Dr. Sergio Rodríguez Morales, siempre tuvo la fe de que era mi posibilidad. Un tiempo después me preparé en la UCLV, estuve en el Instituto de Biotecnología de las Plantas con el Dr. Ricardo Hernández, que ya había realizado su doctorado, y el mundo de los virus agrícolas despertaba interés, por lo que me dediqué, durante casi dos años, a un proyecto del INIVIT que debía desplegarlo en los laboratorios del IBP.

— ¿De un ingeniero nuclear al mundo de la agricultura?

— Básicamente tuve que hacer otra carrera y en 2006 realizar una maestría de Biotecnología Vegetal. Ya tenía trabajos investigativos y publicaciones, quizás por ello la virología me llamó la atención por toda la riqueza que tiene el INIVIT para realizarla.

Al surgir el grupo de viandas, que visita todos los municipios del país en tiempos normales, me ofreció la oportunidad de constatar lo que sucede en directo con el acercamiento a los productores.

— ¿Aprende de ellos?

— Muchísimo. La primera vez que participé en un recorrido me propusieron asistir a Maisí, zona ñamera, pero de otra variedad, y hay muchas cosas que aprender del campesino a partir de sus problemáticas, de nutrirse de teorías prácticas que ellos saben y no aparecen en los libros, y porque ofrece la posibilidad de probar resultados en el terreno, en el surco con tecnologías y cultivares.

He recorrido el país completo. Existen diferencias culturales, pero con un caudal de conocimientos muy buenos entre ellos y una visión extraordinaria en la combinación de la teoría con la práctica.

— ¿Y cómo fue aquella anécdota recién llegado al INIVIT?

— Estaba en una sesión de trabajo y escuché algo de pimientos relacionados con California (California peppers). Todavía mi pensamiento estaba más cerca de la ingeniería nuclear, y me trasladé a la icónica canción ejecutada por The Mamas and The Papas «California Dreamin». Entonces no me quedó alternativa que despertar a la realidad.    

— ¿Cuándo consolida su doctorado en Ciencias?

— Un proceso largo y azaroso. La virología de plantas ha evolucionado mucho en las dos últimas décadas y más en los diez años cercanos. En 2006 termino mi maestría en el tema del saneamiento de vitroplantas de ñame que chocaba con el escaso desarrollo tecnológico y era imposible ejecutar una investigación sin un basamento molecular fuerte, por lo que era un poco difícil en aquel tiempo.

Una visita al INIVIT de un profesor alemán, muy reconocido en el mundo de la virología, propicia un giro en la historia al resultar muy abierto a la investigación. Ofreció su ayuda y comenzamos a intercambiar detalles moleculares importantes para facilitar el trabajo. Apareció la posibilidad de trabajar con un compañero de estudios, Orelvis Porta Villafaña, director del Centro de Investigaciones Agropecuarias (CIAP), y compartimos ideas para desarrollarlo con el cultivo de ñame dada la colección de germoplasmas existentes en el INIVIT. Así, en 2019 completamos la defensa de la tesis en la UCLV.

— Es curioso apreciar que tiene valiosas investigaciones relacionadas con el ñame ¿por qué?

Quizás porque ante tantos cultivares es el último de la fila. Recuerdo que al presentar el tema los profesores aludieron a la famosa frase del «ñame con corbata» para caracterizar algo que no es trascendente; no obstante, resulta el cultivo más utilizado por la humanidad con reportes desde la comunidad primitiva.

No solo como alimento si no por sus propiedades medicinales. En África está asociado a muchos ritos religiosos, lo que da una idea de su importancia, sin dejar de reconocer que constituye un cultivo muy eficiente, incluso algunos enfoques lo dan como el segundo más eficaz para convertir la energía solar asimilable en almidón, además de poseer mucha vida post cosecha y ratificar sus aportes nutricionales como fuente de Vitamina C y de potasio.

— Si bien hay predominio investigativo del ñame ocurre lo mismo con la zona de Camajuaní… 

— Otra casualidad derivada de las visitas con el grupo del INIVIT a los productores. En el siglo pasado hubo allí un asentamiento de varios productores procedentes de las Islas Canarias que introdujeron esa cultura no apreciada en las plantaciones de muchos lugares y mantenida por quienes labran la tierra en la preparación del suelo, en las técnicas que aplican ante una época que limita su siembra, por lo que debe guardarse la semilla de un año para otro. Camajuaní dispone de grandes productores y casi se convierten en profesores del cultivo marcados por la ciencia,

— ¿Se puede hablar de secretos en los cultivares?  

—Ya la Naturaleza pensó como deben ser las cosas. La agricultura es una necesidad que implica ruptura de equilibrio y se hace necesario que las plantas convivan unas con otras. Ello tiene un significado ecológico porque muchas veces se protegen o se atacan entre si, por lo que exige la aplicación de bioproductos naturales y la rotación de cultivos en campo.

— ¿Qué sitio reserva para la agroecología?

— No hay otro camino. Fundamenta las cosas buenas que hace la ciencia a diario. Todo hay que verlo en su justa medida y dar votos porque siga mejorando,

— En una era de tantos adelantos ¿cuál es la importancia que le concede a los organismos transgénicos modificados?

— Defiendo también lo transgénico visto todo en su equilibrio. Por suerte estamos empezando a aplicarlo en campo con el maíz y hay que trabajar con ello, pero se necesita la base del conocimiento integral de sus posibles impactos.

Por un pragmatismo el maíz y la soya que se cultivan en el mundo toman una connotación transgénica. Hay que ver cuáles pueden dañar más el medio ambiente o si lo llegan a hacer. Desde mi punto de vista habrá que practicarlo combinado con la agroecología ya que no está ajeno a esta porque cualquier metodología que posibilite reducir la aplicación de químicos es por naturaleza agroecológica. No hay ninguna incompatibilidad, una pura convivencia.

— ¿Partidario en la agricultura del término tolerante o resistente?

— Me inclino a lo tolerante. Si el cultivar es tolerante denota que la Naturaleza encontró el equilibrio, en el que las plagas y los virus van a existir y buscan su medio de subsistir.

— Con su aguda mirada no ha escapado de las influencias que acarrea el cambio climático ¿Pudiera compartir sus puntos de vista?

— Es un proceso. Estamos en una etapa de calentamiento global de la que no podemos escapar. Hay cosas que ya son visibles y nos estamos preparando. El mundo científico está mirando los cultivos tropicales. Europa, por ejemplo, pone su atención en África porque a lo mejor dentro de unos años la papa de ellos será sustituida por el boniato debido a los propis cambios.

El CC va a tener implicaciones sobre las plagas, va a cambiar ecosistemas, significará modificaciones en las matrices de cultivos, muchos sitios perderán áreas cultivables por el aumento del nivel del mar y la salinidad que lo impide. Una gran encrucijada, algo dañino para la especie humana.

— Premio Nacional de la ACC precedido por uno provincial del Citma ¿Qué lo llevo a investigar sobre la aplicación del ozono en la agricultura cubana?

— Otro de los azares en mi vida. En una de las clases que recibí durante la maestría en 2005 se abordó las posibilidades del ozono. Comencé a buscar sus aplicaciones y me dio por investigar como tema para un trabajo de curso. Un detalle interesante es que muy pocas mega ciudades en el mundo recurren al cloro para el agua potable. El ozono es la segunda molécula natural que existe en la Natura con potencialidades desinfectantes después del fluor y con notoria incidencia en la agricultura, sin dejar de reconocer que constituye un contaminante ambiental y que se pierde por este gas un por ciento increíble de cosechas al acelerar la oxidación vegetal como proceso que las plantas poseen para su defensa, pero el secreto estriba en la dosis que utilizamos.

Si se aplica en bajas concentraciones deviene alternativa ambientalmente amigable y económicamente factible en el tratamiento de productos para el consumo humano y la recuperación de aguas residuales domésticas.

— Sin embargo, conllevó varios viajes a la capital cubana?

— Se asistía a La Habana para aplicar el ozono. Hicimos varios ensayos con los resultados y comenzamos a romper la inercia. Era necesario establecer metodologías dirigidas al tratamiento de semillas de especies vegetales, así como explantes de ñame y malanga encaminado a la desinfección, el saneamiento y la potenciación de su capacidad de germinación.

No faltó la desinfección de frascos y locales biotecnológicos junto con y el beneficio postcosecha de tomate y fruta bomba.

Uno de los coautores del trabajo, el Dr. Eliet Veliz Lorenzo trajo algo significativo utilizable en otros países con la recuperación de aguas residuales domésticas como fertilizante de la tierra.

— ¿Qué organismos se implicaron en la investigación?

— El Premio es la unión del trabajo de tres instituciones: el INIVIT, el Centro Científico Nacional del Ozono (CENAOZ) y del Grupo de Mejoramiento Genético y Producción de Semillas de Granos de la UCLV.

Concluimos que la aplicación de ozono redunda en metodologías económicamente factibles al acortar los tiempos empleados en los procesos, aumentar la calidad de los productos tratados, reducir los costos de almacenamiento y sustituir el empleo de químicos causantes de una mayor carga contaminante.

— ¿Cuál ha sido, entre todas, la investigación que más trabajo le ha costado?

— Precisamente esta, se cerró en un momento determinado debido a las contingencias tecnológicas. Había que buscar un lugar donde aplicar el ozono de manera segura a las plantas. Dos años nos llevó de pruebas pues la práctica rechazaba algunas hipótesis.

— En un país que habla de soberanía alimentaria ¿pudiera definir, a su juicio, los elementos que faltan para que la mesa cubana se nutra de lo que tanto necesita?

— Intervienen diversos factores. Muchas veces las carencias se asocian a los institutos, a la investigación y la agricultura que es muy compleja. Los problemas no lo van a resolver solamente los científicos, ni siquiera los productores. Influyen mucho los decisores, los comercializadores y en este caso una falta de recursos marcada en la amplia cadena de suministros y en las relaciones de producción que llaman a ser eficientes. Despuntar con un enfoque económico, financiero, social a partir de mentes ágiles según el momento y ante una comercialización del producto agrícola que aparece como asunto no resuelto.

— ¿En qué le falta por incursionar a fin de agregarlo a su aval?

— En varias cosas. Hay proyectos con la producción de alimentos en el ñame y la fruta bomba vinculados a la agroecología para profundizar las enfermedades virales que afectan a los dos cultivos en Cuba, así como en las técnicas de manejo y la producción de semillas sanas en condiciones de campo y no de laboratorio.

El otro proyecto radica en el cultivo del boniato vinculado a los virus ya que no existen muchos conocimientos al respecto e identificar los problemas que ocurren en el territorio para ofrecer algunas sugerencias.

Y no descarto la necesidad de trabajar en las biofábricas cubanas con el boniato, a tenor de que los mayores productores mundiales son Estados Unidos y China, seguido por Japón, Corea del Sur e Israel, mientras que el rendimiento promedio establecido por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) está en el orden de los 100 t por ha. 

— Imagine que pasen tres, cinco años o quién sabe ¿cómo ve José Efraín González a José Efraín González?

— Sin muchos cambios. Seguiré trabajando en el tema de la agricultura en el INIVIT ligado a los virus de las plantas, escribiendo cuando bajen las musas, y por demás en mi vida casera porque me gusta tener a la familia lo más cerca posible. Pensaré en la llegada de los nietos a partir de que mi hijo Alejandro Davíd González Bacallao celebra sus nupcias en este día que realizamos la entrevista, y quizás disfrutando de los nuevos azares que me sorprendan en la vida.

PIE DE FOTOS

1.- Dra. José Efraín González Ramírez, galardonado con el Premio Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba y el Provincial del Citma.

2.- Entrega del Premio en la Sala Caturla de la Biblioteca Provincial Martí. Le acompañan Alberto López Díaz, Gobernador de Villa Clara, y el Dr. Rafael Bello Pérez, presidente de la filial villaclareña de la Academia de Ciencias de Cuba.

3.- Junto a su mamá Gema Ramírez Fleites, la mejor inspiradora, confidente y albacea de sus diplomas, premios y distinciones.

4.- El trabajo en los campos del INIVIT con sus compañeros de labores.

5.- Las sesiones de investigación y procesamiento de datos.

6.- Una pequeña muestra de los reconocimientos obtenidos durante su trayectoria estudiantil y profesional.  

7.- Título que acredita la distinción nacional de la ACC por la comisión de Ciencias Agropecuarias.

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