Llega el día, mi Santa Clara

Texto y fotos Ricardo R. González
Amaneces conmigo. Das los buenos días e invitas a recorrer las sendas de la cotidianidad, aunque muestres fachadas descoloridas o las arrugas propiciadas por un tiempo implacable que rehúye al maquillaje.
Aun así eres de todos, de pilongos y de quienes te quieren, crecimos y andamos entre tus lunas y alboradas, entre el aire fresco del Capiro y el susurro de aves peregrinas cuando asaltan el espacio.
Eres tú la que llenas corazones y motivas, quien alienta y entristeces, la tesorera inigualable de secretos, recuerdos y nostalgias.
Eres tú la de pasajes épicos cruciales, la de tamarindos que se apropian de los bosques, la de mariposas perfumadas, la de antaños adoquines sustentados por el hilo del amor y la esperanza, la de verjas coloniales y evocaciones lejanas.
Eso eres Santa Clara, confidente de amores, posibles o imposibles, la que, al margen de generaciones, nos viste empinarnos entre los amigos de la escuela y de la infancia, la testigo de rasponazos en las rodillas cuando comenzamos a patinar, o al caer de una bici que rodaba y rodaba en una competencia desenfrenada.
De ti se añora todo, el Parque de generaciones, los sanos domingos de Nocturno y paseos por los contarnos de nuestro Vidal apacible, las aulas escolares, el recuerdo de los maestros que, a lo largo del tiempo, nos tomaron de la mano para descubrir senderos de sabiduría, a pesar de aquellos regaños que hoy los vemos necesarios.
Y vives en cada centímetro, en lo que devele la palma, en la manada de pajarillos negros que se refugian en las ramas del parque citadino para abandonarnos de nuevo con los claros del alba, o a partir de un simple destello que te identifique: Santa Clara.
No importa sitios ni ciudades donde estemos porque sigues siendo tú, la de personalidades de historia, la más linda si te vemos con pupilas incambiables, aunque no tengas populosos rascacielos que parezcan besar el cielo y desde cualquier latitud, por fastuosa que resulte, viene la añoranza.
Viajas en la cartera, en el auto, en una estampilla, o en la mente de tus hijos por Madrid, Caracas, La Paz, Moscú, Miami, Brasil, Nueva York o La Habana…
¿Quién sabe por dónde? Y no importa, porque se anhela, al menos, una imagen que refleje la Glorieta, el hogar de crianza, la calle por donde crecimos y nos hicimos gentes de bien. Y llegas siempre linda, sin filtros ni coloretes, porque lo nuestro es nuestro por encima de todo, con el deseo de que, algún día, retomes la pulcritud en las barriadas, porque tus calles vuelvan a estar limpias, sin micro o macrovertederos, porque el Bélico y el Cubanicay se resistan a tantas agresiones causadas por nosotros mismos, porque los necesarios valores renazcan en este mundo nuestro que los implora.
Se dice fácil, pero nos compete a todos ayudarte con hechos y vivencias multiplicadas.
Vas a sumar, este 15 de julio, 336 años. Avanzan los calendarios gracias a aquellas familias remedianas que te hicieron real al pie de un tamarindo, a la benefactora Marta Abreu de Estévez por darle tanto a la urbe y, por favor, sigue regalándonos esas tardes bohemias para alimentar la existencia, o las noches en un Parque que nos arropa como patrimonio de todos, aunque los continuos apagones nos limiten.
Regálanos la inspiración de los bardos en sus divinas andanzas, el legado de Teresita con sus rondas infantiles enseñándonos a encontrar la belleza aún en su palangana vieja. Revívenos la gratitud por la diversidad de El Mejunje y el aliento cotidiano a fin de hacernos mejores humanos.
Alégranos la vida mi ciudad, aún en tiempos tan difíciles, sigue entregando amor para todos los que te adoran y, entre ellos, los que por diversas causas ya no están, pero están. Para ellos también evocación y respeto.
Abracemos la pluralidad y la armonía desde corazones gemelos, a pesar de las diferencias en la manera de pensar. La vida es mucho más que las creencias. Es sentir la fraternidad, el privilegio de ser uno. Por eso, donde quiera que estemos, ilumínanos, déjanos disfrutar de un orgullo único como el de ser pilongos o sumemos a los que un día llegaron de otros lares y ya, también, son nuestros.
Entréganos tu llave para protegerte Santa Clara, para que sigas irrigando la existencia de los fieles que te aman.
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