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Erick Sánchez: «Voy por la vida a guitarra limpia»

Erick Sánchez: «Voy por la vida a guitarra limpia»

Por Ricardo R. González

Fotos: Pablo Gutiérrez y cortesía del entrevistado

Erick Sánchez Rodríguez no recurre a protocolos ni etiquetas, se siente y actúa como un hombre sencillo, normal, capaz de desempeñar cualquier oficio sin que el rubor aparezca en su rostro. Eso sí, se declara amigo de los amigos, aunque no resulten numerosos en su lista y muchos estén alejados de la música y la trova porque son guajiros que viven en sitios intrincados, pero les honra tenerlos.

Cuando ya suma 54 años tampoco se arrepiente de nada, ni acude a ningún amuleto o costumbre antes de salir a escena, quizás, a veces, entre bambalinas, cruza una pierna y nada más.

De nuevo Santa Clara lo recibió, en fin de semana, para presentarse en el Café Bar Blackout, de Pablo Gutiérrez Rivera, como sitio habitual en la ciudad, y antes de su última presentación conversamos sobre muchos temas que descubren su personalidad.

— Habanero que desde temprano traía la música en su alma y comenzó, primero, a cantar a capella sin ejecutar instrumentos ¿es cierto?

— Es así, en mi familia nadie es artista, mi madre tiene oído afinado, pero mi papá es un desafinado de la vida, quizás el único vínculo musical es el de una tía abuela que cantaba muy bien

De niño escuchaba mucho la radio y todas las canciones que «pegaban» en español me las sabía y las cantaba.

—Qué significó para ti en aquellos años un compañero de estudios que lo apodaban «cabeza»?  

— Javier Martínez, mi compañero de preuniversitario, con él aprendí a tocar la guitarra y en las primeras escuelas al campo, como yo también era feo y «patón», no sabía bailar. Me daba cuenta que él con su guitarrita conquistaba el universo de las muchachas de una manera fácil, y le dije: «me tienes que enseñar ese arte» y comencé a aprender los primeros acordes.  

Ya por la II Bienal de La Habana (1986) habían pasado Mercedes Sosa y León Gieco y familiarizaba un poco la música argentina, al tiempo que me aprendí algunas canciones popularizada por ellos. Y desde aquella incursión campestre de la escuela al campo ya teníamos dificultad con el equipo de sonido que estaba roto y la recreación corría a cargo de quienes cantábamos por la noche acompañados de la guitarra.

Te confieso que siendo aprendiz en aquel momento metía mis «forros» con las cuerdas y ya después había amigos del curso siguiente que componían muy bien y tocaban sus temas para resultar algunos bastante conocidos, y en medio de esta atmósfera comencé a realizar mis composiciones.

— En tu caso es real la teoría de que veías tocar los acordes a los demás y te los aprendías?

— Eso lo hacemos casi todos. Vas aprendiendo un poco por imitación, miras cómo las tocaban otros junto a algunos adornos que se utilizan en los acordes.

— Pasa el tiempo y estudias Educación Artística en la especialidad de música

— Eso me permitió ampliar el perfil y transitar desde la música antigua, renacentista, barroca, clásica, la romántica, en fin… las impartían como instructivos y apreciativos, algunos estudiaban piano y otros guitarra, como en mi caso, aunque ya al entrar a la escuela dominaba el instrumento.

— ¿Incursionaste en el canto coral?

— Participé en uno de los coros universitarios. En estas agrupaciones existen voces diferentes y te hacen trabajar mucho los reguladores que son los volúmenes de las melodías, además del protagonismo de las cuerdas, y todavía me acuerdo de canciones interpretadas por el coro como el texto «Tú no sabe inglé», de Nicolás Guillén con arreglo del maestro Electro Silva, « Ave Maris Stella, de Esteban Salas, entre otras, dirigidos por la maestra Luz Divina Reyes.

— ¿En qué año te insertas en la vida profesional?

— Ya en una empresa contratado fue a fines de 1998.

— ¿Acaso te trae recuerdos una fecha en junio de 2005?

— Fue en Casa de las Américas y resultó la primera vez que canté con Frank Delgado. Existía una amistad a prueba de fuego, de compartir mucho fuera de los escenarios. Ya él había grabado dos discos en vivo, y me sugirió que le hiciera voces en sus canciones.

— ¿Te declaras trovador por convicción?

— Por entero, defiendo la canción inteligente a pesar de que la puedo componer en cualquier género. He hecho boleros, folk country, sones, pero también música con cierto corte renacentista, baladas pop, lo que sí rechazo la banalidad y lo simple.

— ¿Qué realidades nutren tus autorías?    

— Todas son a partir de vivencias excepto raras excepciones. He cantado lo que me ha pasado y la percepción del tiempo que he vivido. Soy más un autor de corte amoroso que de crítica social e incorporo temas inspirados en lugares y obras de arte como el caso de «El Cristo de la Habana» a partir de la creación de su escultora Jilma Madera.

— Voy a mencionar algunos nombres y me dices lo que significan para ti.

Sindo Garay: Es el padre de la trova tradicional cubana. Fue uno de los primeros iniciantes, el que más vivió, y alumno de Pepe Sánchez con quien aprendió a tocar guitarra. Tuvo la suerte y la gracia divina de poderle dar la mano a Martí y a Fidel.

Teresita Fernández: Mi sueño infantil, conozco sus canciones, pude conocerla, compartir con ella, y al mismo tiempo divertirme con sus ocurrencias. Era una maestra de la vida.

Vicente Feliú: Un hombre que desde la altura que tuvo como fundador de la Nueva Trova me brindó una buena relación de amistad y de colegas, me trató como uno igual.

Pablo Milanés: Sucedió con él algo muy bello. No puedo decir que lo conocí. Yo tocaba en el bar Tocororo, de La Habana, y en una ocasión Pablo pasó con unos amigos. Ese día no había mucha gente y se sentó en una mesa muy cerca de mí, a la derecha, y estuvo todo el tiempo atendiendo lo que interpretaba a partir de mis canciones. Hice una especie de presentación para él. Canté mi tema «Amor en voz baja»

Cuando finalicé me pidió que se la cantara de nuevo. No me faltaron los nervios, y al término de la segunda me dijo: «la canción es maravilloso» y volvió a solicitarla por tercera vez. Hay testigos, y sorprendente de la manera en que me atendió. A la hora de grabarla quise hacerlo con él, pero, lamentablemente, no se encontraba en Cuba.

Pedro Luis Ferrer: Un gran amigo, incluso a nivel familiar porque descargamos mucho en el portal de su casa, y me dio excelentes consejos desde el punto de vista de acordes. Hice un concierto y le pedí que cantáramos una canción juntos y accedió con el tema que daba nombre al recital «Amistades Peligrosas». En un día se aprendió el texto e incluso me hizo los coros en la canción.   

Frank Delgado: Uno de mis paradigmas. Una amistad extraordinaria entre ambos. Muy provechosa porque pude conocer a su público y cantar con él. También fue una escuela en la «arquitectura» de las canciones. Me contó historias de la trova tradicional, descubrí obras que no conocía y han llegado por tradición oral hasta aquí.

— Mencionas una palabra clave; paradigma ¿a quiénes más incorporas?

— Además de Pedro Luis, Frank, Silvio y Pablo me gustaría algún día cantar con Rubén Blades, es el número 1. Me encantaría ser su «socio», descargar, hacer una canción entre los dos… Y el otro sería Juan Luis Guerra, gran maestro, y si se quiere parecerme un poco a ellos.

— Hablando de autorías ¿cuántos temas tienes compuestos?

— Creo que sobrepasan las 60. Hace tiempo no compongo, aunque tengo fragmentos de canciones escritas.

— A tu criterio ¿las cinco que no pueden faltar?

— «Casa de cristal», «Cuando aparezca el petróleo», «Mi amigo el ingeniero», «La torpeza de mirar» y «Silueta».

— «Casa de cristal» resultó la banda sonora de un espacio radial, ¿en qué te inspiraste?

— A inicios de la década de los 90 cursaba los primeros años de mi carrera universitaria y antes de dormir escuchaba un poco la radio y accidentalmente pasando el díal encuentro en Radio Metropolitana una voz dulce de mujer que conducía el programa homónimo. Por las características del espacio, unido a unos amores difíciles que tenía en aquellos momentos, compuse esa canción que integró ambas situaciones.

Radio Metropolitana me quedaba, por entonces, a cinco o seis cuadras de mi casa y como sabía que el programa era en vivo y concluía a las 12:00 de la noche esperé a la locutora y le mostré la canción acompañado de mi guitarra. La respuesta fue fulminante: «Mañana la grabamos y va a ser el tema inicial del espacio».

— ¿Qué te interesa, pegar en la radio, ser popular, o hacer composiciones con calidad para el destinatario?

— Compongo por satisfacción personal y regalo mi obra a quien quiere escucharla y tenga la sensibilidad que pueda tener yo. He desplegado varios oficios para sobrevivir: hacer covers (versiones) en bares basado en un repertorio atenido a ese escenario, Me autocritico cuando entrego temas a la radio, aunque nunca he estado prohibido ni me han censurado alguna canción.

— Los mecanismos discográficos y el mundo televisivo resultan complejos ¿Priman insatisfacciones?

— He hecho más radio que TV. Creo que han perdido mucho espacio porque se lo han ganado las redes sociales con internet y las nuevas tecnologías. Todos los medios tienen sus características entre otras cosas. Con los discos he tenido algo de suerte ante la situación de trovadores que tienen una obra más voluminosa y aun no disponen de un volumen grabado por una firma de este país. Hice «Casa de cristal», bajo el sello Colibrí, que se agotó rápidamente, y luego tomé todos los sones míos más conocidos, los agrupé en «Tirado en la calle» y encontré al entonces director de la EGREM. A la firma le interesó, incluso se pagó, pero no salió físicamente debido a los argumentos que ya las tecnologías actuales absorben la época de los CDs y la música se comercializa a través de las plataformas digitales.

— Un día llegó a tu vida Lucía, una especie de ángel que ha llenado de dichas ¿qué significa esa criatura para ti?

— Es el todo. Pasamos mucho trabajo para lograrla y fue concebida en medio de una pandemia, pero me permitió estar todos los días de la vida a su lado, y me la he perdido muy pocos días salvo al viajar para cumplir con las actuaciones. Una niña ya con tres años y medio que es muy musical, muy intranquila (tiene a quien salir), sin percepción del peligro y ahora soy yo quien siente unos miedos que antes no tenía.

— Santa Clara, una plaza para ti que, al parecer, está en tu corazón ¿Por qué?

— A esta ciudad la conocí hace muchos años por una novia que tuve aquí. Ella me enseñó a trovadores que desconocía en aquel momento. Digamos Roly Berrío, Leonardo García, Alain Garrido y a otros integrantes de la Trovuntivitis, por citar algunos, porque la nómina es más amplia. Me di cuenta que la ciudad tenía un sello en la trova, algo diferente que al escuchar un tema decía: «esa canción la hicieron en Santa Clara» por su sentido expresivo y su propia factura.

— La guitarra ¿compañera inseparable y algunas veces confidente?

— Años atrás me ocurría. Llegué a tener como cinco. Luego había algunas sin usar. Incluso una se la vendí a Frank Delgado.

Hay otra con la que compuse muchas de mis canciones y me acompañaba en mis presentaciones. Creo la voy a poner en mi casa como parte de la decoración, aunque sin restarle su utilidad. Hubo un tiempo en que les ponía nombre, a esa la llamé Alicia, inspirada en el país de las maravillas.

— Nunca has pensado en conformar una pequeña banda?

— He tenido músicos con los que he tocado. Recuerdo mi participación junto a Enid Rosales, ya ella está dedicada a sus proyectos infantiles, y continuo en solitario, pero en el Cd «Tirado en la calle» están incorporados el tres, la guitarra, el bajo, la flauta, el cello, la trompeta y la percusión.

— A manera de autorretrato ¿cómo ve Erick Sánchez a Erick Sánchez?                                

— Soy un tipo de la calle que tuvo la suerte de tener un padre que se hizo periodista, ha estado en cinco guerras y lo mismo repara un ventilador, que un motor de combustión interna. Soy hijo único y el primero que me empujó a leer, de él aprendí la puntualidad, la disciplina.

En los tiempos de la pandemia fui plomero, y al llegar a las casas algunos me identificaban, no comprendían que el cantante desempeñara ese oficio. Al final nos tirábamos fotos mientras yo hacía roscas a los tubos.

Admiro la humildad del campesino, la sinceridad, mejor que lo que sucede en la alta farándula.

— ¿En qué estás inmerso en estos momentos?

— En subsistir con dignidad, ampliar mis zonas de confort, a ratos soy taxista, plomero, intercambio cosas con personas que viven en los campos o voy de cacería, toco en bares donde hago covers y solo una o dos canciones mías, hago actividades privadas e intento terminar las canciones que están pendientes. Son deudas que tengo conmigo y muy dedicado a la educación que le debo a mi hija desde el punto de vista formal, de instrucción, y valores.

Además quiero hacer el disco «Silueta», Ya están terminadas las canciones con un medio sonoro diferente.

— ¿Te consideras un trovador que va por la vida a guitarra limpia?

— Quizás pueda grabar los discos con un poco más de compañía, sin hacer concesiones ni tocar con alguien que esté ebrio al lado mío y respetando, ante todo, la disciplina. Al final lo válido es el mensaje que das con tu canción, tu prestigio profesional, por eso sigo a guitarra limpia.    

PIE DE FOTOS

1.- Afiche promocional de Erick Sánchez.

2.- Momentos antes de realizar la última presentación del fin de semana en el Café Bar Blackout, de Pablo Gutiérrez Rivera, en Santa Clara.

3.- Junto a Lucía, la pequeña que llegó como un ángel y llena de dichas.

4.- Presentación junto a Frank Delgado a quien considera uno de sus paradigmas.

5.- Con su gran amigo Pedro Luis Ferrer.

6.- «Un hombre que desde la altura que tuvo como fundador de la Nueva Trova me brindó una buena relación de amistad», así opina del ya desaparecido Vicente Feliú.

7.- Portada del disco «Casa de cristal».

8.- Su otro fonograma «Tirado en la calle». 

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