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Hasta siempre profe

Hasta siempre profe

Por Ricardo R. González

Hay noticias y noticias, pero conocer que el destacado colega José Antonio de la Osa emprendió el camino de la eternidad me deja un vacío en este lunes 19 de abril.

Se nos fue el pasado sábado a los 81 años y tuve el privilegio de conocerlo cuando, allá por la década de los 80 y principios de los 90, la UPEC organizaba los seminarios de superación para quienes abordaban la temática científica en los diferentes medios de comunicación en el país.

Por entonces, yo era un principiante, un filólogo que se abrió en el periodismo aprendiendo la técnica a golpe de práctica y en los tiempos en que alguien del medio provinciano me tildó como un escribano que hacía «tesis de literatura».

En cambio, ya el profe era un consagrado, un profesional que ganó el respeto total, por su intelecto, por su cuidadoso porte, por su sabiduría y su inmaculada ética.

Siempre que pidió la palabra en aquellos seminarios parecía el más modesto de los alumnos sin demostrar lo grande que ya era, quizás de esos humanos caracterizados por la verdadera modestia personalizada.

Afable al máximo, conversaba con todos, me aportaba sugerencias y continuamos comunicándonos hasta que volviera la coincidencia en un próximo seminario para que yo siguiera admirando todos sus conocimientos y su don increíble de un taquígrafo de altura.

Con los años supe de su jubilación, pero sobresalió en su columna Consulta Médica, publicada en Granma, en sus tantos libros que encontraron la tinta incluso fuera de Cuba, como docente de la Universidad de La Habana, y un cubano que amó plenamente a su patria.

Nunca quisiera haber escrito estas notas, pero sería indigno si no lo hiciera, y coincido plenamente con la colega Leticia Martínez que expresó algo medular en su página de Facebook al repasar los inicios de su trayectoria en el diario Granma y sentir la valía de José Antonio: «Fue la primera persona —dijo— que en este muchas veces áspero mundo del periodismo tuvo un elogio para mí».

Lo suscribo Leticia, y como muchos aprendimos de su cátedra el hecho de abrazar lo que tanto amamos, de enrumbar en la profesión a pesar de las espinas que depara el camino.

Hasta siempre profe. Luz eterna desde donde está.   

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