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soyquiensoy (Ricardo R. González)

Archiveros cubanos, celadores de la historia

Archiveros cubanos, celadores de la historia

Entre esas paredes del Archivo Histórico Provincial se atesora una valiosa parte de esa memoria que no puede desestimarse. Basta traspasar su puerta.

Por Ricardo R. González

Detesto escuchar esos comentarios que tildan a las personas vinculadas a los archivos y las asocian con «polillas». No, por favor, tienen su sitio respetable porque son profesionales de alto valor al cumplir ese reclamo cotidiano de enriquecer el caudal de conocimientos.

Así van por la vida, quizás en un supuesto anonimato, pero útiles e imprescindibles. ¿Y acaso puede hablarse de cultura sin ellos? Imposible porque resultan, además, patrimonio, memoria histórica e identidad que por bien ganadas razones celebran su Día, cada 3 de Noviembre, en honor al nombramiento del ilustre Joaquín Llaveiras Martínez como director del Archivo Nacional de Cuba en 1922.

No imaginaría el Capitán del Ejército Libertador la trascendencia de aquel acto que inicia sus capítulos en 1840 con el surgimiento del Archivo de la Real Hacienda de la Isla de Cuba, a fin de resguardar el Diario de Sesiones de las Cortes Españolas y las gacetas oficiales habaneras y madrileñas.

Desde entonces se escribe la historia para encontrar registros de derechos musicales, detalles inherentes a la propiedad intelectual, y hasta datos genealógicos necesarios para la tramitación de una herencia, por citar un mínimo espectro.

Las riquezas de estas fuentes van más allá. Mapas, planos, caricaturas, grabados, títulos de libros y publicaciones periódicas engrosan el torrente de posibilidades, incluidos textos valiosos de insignes y que algunos aparecen destruidos por no adoptarse, en su época, las medidas necesarias de preservación.

A los restauradores también va extendido el reconocimiento, a quienes a base de paciencia y dedicación emprenden las acciones de rescate de cartas y documentos que por su extraordinaria valía merecen todas las horas de este mundo.

Cuánta gloria hay en sus manos, cuántas reliquias para que las actuales y futuras generaciones se nutran de la historia como parte de la grandeza del individuo.

Muchos son los organismos en Cuba que tratan de rescatar sus memorias y se les agradece, máxime cuando reciben sus actualizaciones periódicas y no detienen el camino de la continuidad porque de nada vale atesorar los hechos y recuerdos hasta un momento y que luego quede en un sendero inconcluso.

Lo cierto es que todos tienen el aplauso a lo largo de Cuba, pero permítanme las referencias para quienes desempeñan sus labores en bibliotecas de la provincia, en el reconocido Archivo Histórico Provincial, perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), con su laboriosidad encomiable, a pesar de las carencias inherentes al trabajo, al de la municipalidad de la Octava Villa José A. Martínez-Fortún y Follo que también asume la actividad de Gestión Documental en el territorio, al tiempo que procesa y difunde la memoria de San Juan de los Remedios y su antigua jurisdicción, y al resto de los que, al margen de la demarcación donde se encuentran, contribuyen a recordar e insistir en que tenemos una historia y no admite olvidos. Esa que bien llega a los jóvenes como continuidad de lo ya vivido y fuente inspiradora hacia ellos de lo que todavía falta por hacer.

¿Cuántas veces un estudiante, un intelectual, un simple representante del pueblo ha necesitado de esos servicios? ¿Qué satisfacción se siente cuando ese dato o informe que buscamos aparece ante la vista? ¿qué decir de ese cmplemento estadístico al que recurrimos tantas veces?

Como diría un experto: «sin documentos no se podría vivir», y súmele la vigencia que ofrece esta máxima al subrayar: «Solo los archiveros son capaces de recuperar y conservar lo que el tiempo quiere mantener en el olvido».

Bebamos entonces de esa labor, del arsenal que propicia conocimientos y de esa obra que ilustra épocas, etapas e instantes. Ciencia es también cultura. Por ello, a todos los que contribuyen a mantener esa necesaria espiritualidad el aplauso eterno de quienes saben apreciarla y de los que en muchas ocasiones hemos recurrido en busca de ayuda. No, ustedes no son «polillas», nunca se sientan minimizados porque resultan genuinos celadores de la historia.

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