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soyquiensoy (Ricardo R. González)

Innovar con tino científico

 Por Ricardo R. González

Ahora que los tiempos demandan miradas diferentes la ciencia villaclareña enfila su curso y apuesta porque las investigaciones desplieguen sus potencialidades y aporten innovaciones.

Ni más ni menos, será un objetivo esencial en el propósito de adelantarse a todo lo que signifique desarrollo, a aportarle a la vida la solución de complejos problemas que agobian en la cotidianidad, y en ello tendrán un peso considerable los proyectos locales en correspondencia con las propias debilidades presentes en los municipios como el mejor escenario para conocerlas.

En este sentido habrá que «auscultar» los puntos flacos a fin de aplicar sus correspondientes «tratamientos» y utilizar las fortalezas que impulsen el avance de cada territorio.

No resultan utopías. Se imponen pasos certeros dirigidos a aprovechar los recursos propios, sin pensar en el nefasto hábito de esperar a que un barco llegue de tal o más cual lugar con la bolsa de productos importados al que tanto recurrió Cuba en etapas anteriores.

Lo primero es contar con proyectos sólidos sin cabida a las improvisaciones, por lo que habrá que pensar en elementos básicos dirigidos a las inversiones eficientes, al caudal que ofrece el encadenamiento productivo, y de qué manera el municipio pudiera incorporar potencialidades a la cartera de exportaciones.

Si bien los renglones de la economía reclaman urgente prioridad, la preservación de la vida humana no puede aislarse de estos objetivos, por lo que será necesario desplegar todo el intelecto en el enfrentamiento al cambio climático y a los fenómenos naturales que atentan contra la población. «Laura» constituyó el más reciente de los ejemplos, mas no podemos dormir sobre laureles ante una prioridad esencial como lo es la preservación de la vida humana.

Si no tuviéramos una Defensa Civil consolidada, un sistema gubernamental a prueba de fuego y, en el caso de Villa Clara, una plataforma de estudio de peligros, vulnerabilidades y riesgo (PVR) que contempla desde los territorios hasta el último consejo popular y zonas la realidad fuese otra.

Nuestros científicos avizoraron el futuro, crearon esta herramienta en medio de un universo cada vez más complejo y reforzado, ahora, con los efectos de una COVID-19 devenida desafío impostergable.

Por ello se hace énfasis en la diversidad de las intenciones que, desde cada terruño se actúe con un marcado sentido de pertenencia, y que, además, de lo eminentemente económico, se dediquen pensamientos y acciones hacia lo sociocultural, a lo comunitario, sin excluir lo que resulta para la nación una prioridad de primer orden: la producción de alimentos.

Estos proyectos de desarrollo local no deben quedarse en la individualidad ni en «parcelas privadas». Impera abrir el espectro hacia las entidades estatales, las cooperativas agropecuarias y no agropecuarias, los trabajadores por cuenta propia, organizaciones de masas y sociales, e incluso con la unión de varios de estos para consolidar el objetivo.

Abogo por la cooperación como elemento vital, por el seguimiento oportuno con la guía de aquellos que más saben. No se trata de dejar a los municipios como barcos a la deriva. Habrá que asesorarlos en los detalles pertinentes, acompañar a los más rezagados para que puedan avanzar en el camino.

En ello se aprecia la decisión de nuestra comunidad científica, de tender manos a quienes lo requieran porque el trabajo comunitario integrado emprende las miras hacia el aprovechamiento de los recursos territoriales dirigidos a la sostenibilidad.

A mi modo de ver no se concibe en la actualidad fórmulas anteriores que conllevaron a que un proyecto quedara a mitad del camino o que simplemente no sobrepasara los objetivos pautados sin ver el nacimiento que un día deseó.

Habrá que consultar y mucho, no irse con la primera idea que pasó por la mente, razonar, meditar, en bien de la comunidad.
Por otra parte existe el aporte del 1 % a la contribución territorial para el Desarrollo Local, pero que, en Villa Clara, manifiesta sus fisuras al dirigirse, mayoritariamente, a obras de beneficio social que también hacen falta, pero ¿dónde está su utilidad en lo eminentemente productivo? ¿en fórmulas para diversificar la agricultura? ¿en función del crecimiento de la acuicultura?

¿Por qué no enfilar la mirilla hacia las minindustrias locales para cerrar ciclos y lograr el encadenamiento deseado?

No se olvide que al dedicarse estos aportes a la rama productiva se generan mayores riquezas e ingresos.

Por demás, los residentes en cada municipio no pueden ver el asunto como actores lejanos ni cruzados de brazos. Esos proyectos y estrategias encierran los sueños de muchos, la vida del pueblo, las aspiraciones anheladas por años y que quisiéramos convertirlas en realidad, lo que un día pensamos y no fuimos capaces de sugerir o de apoyar.

Es lograr una vida mejor desde el punto de vista social, de la camaradería colectiva, de proteger la existencia sin tirar piedras ni innovar por «innovar». Sentar cátedra por un fin que consolide ese empeño de que todos pensemos y le aportemos al país.

Claro, cada quien con su responsabilidad, pero inmersos en el precepto de acciones transformadoras de la realidad hacia aquellas que indiquen progreso. Se trata de hacer historia con acierto científico, de unir el talento colectivo en busca de bienestar.

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