Un remediano en el corazón de Lombardia
Por Ricardo R. González
Fotos: cortesía del entrevistado
Hay impactos que quedan grabados para siempre en la vida de los humanos y todavía Carlos Carides Ian recuerda los minutos finales en el aeropuerto internacional José Martí de La Habana cuando un grupo de italianos presentes abandonaron sus asientos para, con lágrimas en los ojos, gritar: «Gracias Cuba».
Algo similar ocurrió a la llegada a Roma luego de que un vuelo de Alitalia cruzara el océano a fin de llevar al primer grupo de cubanos afiliados a la Salud a la propia Lombardía, la región más golpeada de Italia por el virus COVID-19.
Han transcurrido un mes y 10 días, y ya a las 48 horas de estar allá la brigada inauguró el hospital de campo dotado de 32 camas y una sala de cuidados intensivos.
«Laboramos a plena capacidad, rodeados de enfermos en su totalidad, y con asistencia completa que demanda diversos tratamientos, incluido el aseo», refiere este enfermero de 53 años, con 35 de ellos dedicados a su especialidad y máster en enfermedades infecciosas.
A veces Carlos Cariles se pregunta si es cierto que vive en el epicentro de la enfermedad en la urbe italiana, con una cifra de casos infestados verdaderamente alarmantes, sin contar el número de fallecidos en el resto de los centros asistenciales de la ciudad.
«El primer mes resultó en extremo difícil, pensaba en los niños, pero nuestro hospital solo atiende adultos. En ese tiempo no conocimos lo que era el descanso. Todo el personal en turnos rotativos, incluso en las noches de guardia».
Mientras Carlos cuenta sus vivencias leo un cable que subraya:« Lombardía, la región más golpeada de Italia anuncia medidas más estrictas para frenar el avance del Covid-19», a tenor de que ese país alcanzara la cifra más alta de decesos en el mundo, y un nuevo récord de 792 víctimas en un día.
Muchas veces Carlos Carides se remonta a su islita, a ese San Juan de los Remedios que tanto ama e imagina. Extraña a sus vecinos, a su gente, a quienes día a día comparten el buchito de café si lo hay, o simplemente, la alegría.
Y por las noches, quizás en ese espacio antes de conciliar el sueño y vencer el cansancio piensa mucho en su familia. Trae a su mente a Sisi y Gerson, sus dos hijos y orgullo permanente, y se pregunta cómo habrán pasado la jornada. Sabe que sin el sostén familiar todo se desvanece. Ellos son su razón de ser, a quienes les dedica sus éxitos profesionales y como persona.
Ya sus padres no están, pero los siente a cada segundo y van con él donde quiera que esté.
«Lo más grande que me ha sucedido fue perder a mi madre cuando estaba cumpliendo otra misión sumamente delicada enfrentando al ébola en Sierra Leona. Es una de las cosas más terribles que me han sucedido…» Y una lógica pausa impone el silencio.
— Dos vivencias desgarradoras: ébola y COVID.
— Así es en el primero estuve entre 2014 y 2015 en una experiencia sin igual. Jamás nos habíamos enfrentado a un virus de esa índole y tan letal en el propio centro del fenómeno. Era difícil todo, portar el traje ante las altas temperaturas africanas, sin menospreciar la letalidad de la enfermedad. Se trabajó muy duro, pero salvamos vidas, y nos queda la satisfacción que tanto en una como en otra misión sientes el privilegio de reinsertar a los enfermos a la sociedad y a su medio familiar.
— Sabes que todas las noches la población sale a las calles a tributarles un aplauso a sus valientes…
— Estamos al tanto y los agradecemos, mas no soy un héroe ni un valiente, soy un simple continuador de las ideas de nuestros antecesores, de todos en cada una de las épocas, de Fidel y de Raúl. Ellos lucharon en su tiempo, a nosotros nos toca este.
— Por qué enfermero?
— Por la grandeza de ver la vida de otra manera. Pertenezca al grupo de batas blancas que el objetivo supremo es hacer por la existencia. Tener el regocijo de ver cómo el paciente grave sale para su hogar y recibe el afecto de los suyos luego de una enfermedad, como también sufres, y mucho, cuando resulta imposible lograrlo.
«Estoy seguro que si se logra el propósito de reanimarlo duermes con una tranquilidad enorme».
— Qué vivencias estremecen tu corazón en Lombardía?
— Existen innumerables muestras de gratitud. Cada paciente que marcha de alta deja una carta de agradecimiento a nuestro hospital. Hay que ver los contenidos, de esos que te aprietan el corazón, te aplauden en las calles, y ves las banderas cubanas e italianas unidas, y se nos acercan para conocer de cerca a los que vinieron a ayudar. ¿Es eso o no impresionante?
— A Cuba, a Remedios ¿algún mensaje?
— Que seguiremos luchando dentro y fuera de nuestro país, que adopten todas las medidas necesarias para vencer cualquier contingencia, y mucha fuerza, la que siempre hemos demostrado.
«Felicidades Cuba, felicidades a todo el personal de enfermería que el próximo 12 de mayo estaremos celebrando nuestro día».
Así se despide Carlos Carides Ian, el enfermero que anda por otros lares cumpliendo su deber con la humanidad, el integrante de la brigada Henry Reeve que llegó en el primer vuelo a Lombardía, luego de vencer 10 horas desde La Habana hasta Roma y 60 minutos adicionales para llegar a una de las veinte regiones que conforman la República Italiana.
El por sobre todo ser humano y el incondicional hijo de su añorado Remedios.
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