El beso que espera un hijo
Por Ricardo R. González
Fotos: Dalia Reyes
Aparentemente el Dr. Jorge Manuel Pérez muestra serenidad, no hay ningún gesto visible que trasmita tensiones, pero quién sabe lo que ocurre en el interior de este galeno del hospital Comandante Manuel (Piti) Fajardo cuando la vida trae adversidades complejas.
No solo es el especialista en Medicina Interna que desarrolla su accionar en el Cuerpo de Guardia, también asume la dirección de urgencia en la institución en medio de un momento epidemiológico de rigor ante los efectos del COVIT-19.
Con solo 36 años este joven es preciso. Quizás el sentido de la responsabilidad le acompaña cada vez que sale de casa como algo diseminado por su conciencia porque bien conoce que no se puede fallar y que la humanidad aguarda por respuestas.
Lo supo desde que obtuvo el título de Doctor en Medicina cuando ya no era un sueño auscultar a un enfermo o llegaba la prolongada guardia que reclamaba aplicar diversidad de procederes. La realidad lo forjó, y desde entonces no hay tiempo para contar estrellas porque se impone sellar su deuda sagrada con el prójimo.
Está consciente de que si importante resulta la clasificación de los pacientes que llegan al centro docente asistencial no menos lo es el cumplimiento de las medidas de bioseguridad ya que nadie del colectivo puede enfermar debido a causas negligentes.
Fomentar la esperanza, el esfuerzo y la tranquilidad resultan sus máximas, inspirado en su país y en sus padres a quienes le debe todo lo que es, y por ello, en una tarde rodeado de periodistas, hace estas confesiones a manera de agradecimiento eterno.
Con la coyuntura actual el galeno llega muy tarde a casa. A lo mejor debe vencer el sueño de algunas noches a fin de revisar las novedades bibliográficas para una profesión que reclama el aprendizaje constante; sin embargo, en el hogar, permanece uno de los tesoros que le ha dado la vida. Su hijo de 11 meses de nacido a quien apenas ve despierto.
Jorge Manuel hace una pausa en la conversación y, de momento, se le apaga la voz. Deja correr lágrimas y no es para menos, porque desde hace más de 15 días le debe un beso a esa criatura que en silencio lo espera.
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