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Tarea Vida (18) Las inquilinas del Parque Casallas

Las palomas pueden sobrevivir durante más de 30 años si se les proporcionan los cuidados necesarios. Ellas son las únicas aves en el mundo que no tienen que levantar su cabeza para tragar el agua.

Por Ricardo R. González

Fotos: Carlos Rodríguez Torres

Amanece en Placetas y los alrededores del Parque Casallas se llenan de vida, mas entre el ir y venir de su gente aparece un regalo bendecido por la Naturaleza con esas palomas que viven en un segmento del sitio para hacer más grato el entorno.

Es como una nube que besa la tierra para de inmediato levantar vuelo o revolotear por el área. No son una ni dos, hay muchas, de las que Rigoberto Rodríguez Real, hoy al frente de los Servicios Comunales en esa localidad, declara los orígenes de esta historia que considera algo compleja y a la vez tiene un matiz personal.

Como campesino de pura cepa confiesa que nunca ha abandonado sus raíces, y por tanto no puede desvincularse del entorno. Rápidamente busca entre sus recuerdos de cuando ejerció como vicepresidente del Gobierno para atender la esfera agrícola.

«Por cuestiones de trabajo viajé a Bolivia y el primer detalle que nos llamó la atención fue ver un parque repleto de palomas condicionadas a las atenciones recibidas por parte de los pobladores».

Por aquel entonces nunca pensó dirigir Comunales. Al cabo de los tres meses regresó a Cuba, y aquella imagen quedó en su memoria, por lo que no lo pensó dos veces e incorporó cierta cantidad de palomas, de manera experimental, a la plaza recreativo—cultural más importante de la Villa de Los Laureles.

«El tema palomas en el parque placeteño contribuye a que las personas sean más humanas, sientan amor por el entorno y cambien su manera de actuar», sustenta Rigoberto Rodríguez Real.

«Nuestro Parque estaba —y está— en plena remodelación e insertamos cuatro o cinco parejas. Inicialmente tuvimos —y vivimos— un mal precedente… Algunas personas las sacrificaban, se las llevaban, o mutilaban parte de su anatomía. Era una guerra sin razón emprendida contra ellas».

Pero no hay nada más importante que la perseverancia. Esta triunfó y cuando las personas carentes de sentimientos desaparecían dos ejemplares se adicionaban cinco más hasta lograr que, poco a poco, el pueblo se sensibilizara.

Aquel sueño de Rigoberto fue calando hondo. Actualmente las palomas se han multiplicado por decenas y comparten cada jornada con las torcazas en plena comunión. El actuar de las personas ya cobra otro sentido y para el artífice de la idea los animalitos forman parte del parque, del pueblo, del entorno. Hoy los jóvenes, los ancianos, los niños ven en ellas un sentido fiel de pertenencia.

«Existen anécdotas interesantes. Al principio yo era el encargado de suministrarles el agua y la alimentación como promotor. Pasaron unos tres meses y aparecieron personas que asumieron la tarea de manera voluntaria, y lo más llamativo le ocurre a las madres cuando van con sus hijos pequeños para la escuela o el círculo infantil y están obligadas a detenerse con el propósito de que ellos suministren el vasito de arroz o de chicharos que traen de sus casas, y hasta que las palomas no comen a las mamás se les hace imposible continuar hacia su destino».

Para Ana Cristina García Cabrera constituye otra manera de practicar la educación ambiental a favor de la población, sobre todo la dirigida a las nuevas generaciones.

Entre esos pobladores que aman al terruño figura ese jubilado que, día a día, se levanta a las 5:00 de la madrugada para adquirir dos panes. 10.00 pesos que invierte a propia conciencia y con sus manos tritura el alimento. Quienes lo han visto reconocen que no se retira del Parque hasta que el pan haya sido consumido en su totalidad.

Ya las tardes resultan más apacibles, como si las palomas supieran de una férrea disciplina. Entonces reposan un rato y se recogen en el palomar habilitado en la zona o en otros próximos situados en edificios cercanos, aunque se disputan un sitio en las casillitas de los nidos para acogerse al descanso.

También el refugio principal tiene su historia debido a que una tormenta lanzó su furia contra los árboles, exterminó un número significativo de ejemplares y destruyó el palomar.

«Pasado este episodio nos volvimos a recuperar, se levantó la caseta y de nuevo perseveramos», precisa Rodríguez Real, quien ofrece buenas nuevas al señalar que ya existe un diseño de otros dos «refugios» a cargo de un artista de la localidad. También por el parque infantil Camilo Cienfuegos rondarán las palomas junto a otros animales para contribuir a la educación ambiental y hacer más grata la estancia en un sitio que se recupera luego de varios años de inactividad.

UN MUNDO SIN BARRERAS     

Como auténtica placeteña Ana Cristina García Cabrera, al frente del Citma en el municipio, vivió toda la etapa inicial de controversias en torno a las palomas porque no formaban parte del ambiente local.

«Hubo que saltar barreras, persuadir y educar hasta que un día se hizo realidad ya que existían todos los elementos favorables para defender la idea», argumenta la especialista.

Ana conoce de muchas historias en el mundo que hablan de la relación entre las palomas y el hombre, incluso en países afectados por contiendas bélicas, pero ellas rebasan y siguen siendo una especie de mensajeras, un símbolo de esperanzas.

«Esa fue la idea implementada. Hoy es amor, y va más allá como pasión de muchos al convertirla en un lugar de paz. Quien desee tener un momento de sosiego, de meditación diaria, insiste en mirar los movimientos de los animalitos y marcha a casa con otro sentido. Eso se debe a las palomas de Placetas, al parque de Placetas».

Para Ana Cristina constituye otra manera de practicar la educación ambiental en favor de la población, sobre todo la dirigida a las nuevas generaciones, a crear amor por la Naturaleza, a preservar un entorno que es de todos, a lograr una relación más armónica entre el hombre y su medio como fuente de tranquilidad y belleza, pero, sobre todo, de aportarle la nota didáctica a la sociedad para evitarle a la Natura esos daños que no nos gustarían que nos hicieran a los seres humanos.

En las tardes reposan, aunque en el palomar se disputan las casitas habilitadas.

Sería, también, el escenario ideal para ofrecer una clase «in situ», abordar las características de la fauna, acercar más al alumno a las bondades que ofrece la existencia, a hablar de la Tarea Vida que toma bases científicas multidisciplinarias.

Quizás el proyecto del parque de Placetas no alcance la magnitud del habilitado en la Habana Vieja o en la Plaza de San Francisco de Asís, pero sin dudas le aporta una nota peculiar a la ciudad como parte de las tradiciones y la idiosincrasia de un pueblo. Por ello, bienvenidas por siempre esas inquilinas del Parque Casallas.

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