El Máster en Ciencias Luis Pichardo Moya, coordinador provincial de los estudios de peligro, vulnerabilidad y riesgo (PVR) en el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma)
Por Ricardo R. González
¿Cómo? ¿Resiliencia? Y el término no es nada nuevo. De manera general se define como la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a situaciones adversas. Sin embargo, el concepto ha experimentado cambios importantes desde la década de los 60.
Según la historia al principio se consideró como una condición innata, mas con el tiempo adicionaron factores no solo individuales, si no también familiares, comunitarios y culturales, y en medio siglo XXI algunos expertos lo consideran como un proceso comunitario y cultural.
Lo cierto es que, de una u otra manera, involucra también al medio ambiente, y la manera conceptual en este ámbito comenzó a manejarse a partir de 1970 con los aportes del ecologista canadiense C. S. Holling.
El Máster Luis Orlando Pichardo Moya, coordinador provincial de los estudios de peligro, vulnerabilidad y riesgo (PVR) en el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), la admite como «la capacidad de responder ante un disturbio que pudiera presentar un ecosistema o la propia sociedad, e incluye la efectividad para prepararse ante un determinado cambio».
Entonces entran a valorarse los efectos del cambio climático (CC) que necesita adaptación a nuevas condiciones apoyada en múltiples pasos. En otras palabras: «El antes a fin de crear el escenario y prepararse para el después».
Con su notoria experiencia en estos temas el especialista es partidario de estrategias de adaptación que procuren el respeto, la reconstrucción o regeneración de un ecosistema llamado a conservarse, sin apartar la mirada de esas comunidades que desarrollan su vida en ese entorno y que pueden considerarse resiliente ante todos los aspectos de la vida.
En medio de las coyunturas surgen noticias prometedoras. Existe un proyecto internacional llamado Construyendo resiliencia costera en Cuba que aplica soluciones naturales para la adaptación. El sitio de intervención seleccionado en Villa Clara recae en Caibarién de acuerdo con los estudios de PVR.
«Todo ello conduce a un incremento de la frecuencia e intensidad de la sequía y si los peligros se exacerban entonces el camino es resolver las vulnerabilidades existentes o hacerlas sustentables».
Acto seguido precisa que no pueden minimizarse los eventos climáticos, las intensas lluvias y las penetraciones del mar, y aquí resulta evidente la resiliencia de las zonas costeras que se enfrentan al ascenso del nivel del mar junto a las afectaciones por otros fenómenos.
Y sale a relucir la Tarea Vida o Plan de Estado para el enfrentamiento al CC. Esta trabaja a nivel de sectores en función de analizar qué se hace en busca de la necesaria adaptación en la agricultura cañera y no cañera, en los recursos hidráulicos, el turismo y en la construcción, por ello se insiste en la obtención y propagación de variedades tolerantes a la sequía, en la eficiencia del uso de los recursos hídricos, en el cuidado, mantenimiento y conservación de los recursos naturales a utilizar por el turismo, y en la utilidad del cemento de bajo carbono al generar menos emisiones de CO2 a la atmósfera, aunque Cuba no figura entre los grandes aportadores.
«En el consejo popular es donde se materializa el mayor porciento de aspiraciones de calidad de vida, desarrollo social, cultural y económico de sus habitantes, por lo que se impone conocer cuáles son sus problemas de adaptación al CC y ello demanda intensificar las acciones de trabajo comunitario».
Desde el punto de vista conceptual Pichardo Moya considera que el mensaje educativo ha mejorado; sin embargo, falta mucho desde el punto de vista de las respuestas.
«La mente del individuo no se desarrolla a la misma velocidad. A veces se olvida el pasado ante grandes huracanes y eso depende de las comunidades y de los lugares. En Cuba existen varios ejemplos: la comunidad El Guayabal, la propia Nueva Isabela, y a pesar del arraigo popular a sus entornos la solución no puede limitarse, exclusivamente, a la vivienda ya que impera tener en cuenta las costumbres, la transportación, los centros laborales…»
En el país existían aspectos logrados y se dejaron perder por parte de las comunidades, por lo que sería oportuno rescatarlas en alianza con las organizaciones de masas y la escuela en el reciclaje de la materia prima, en la lucha por el ahorro energético, y así las nuevas generaciones se familiarizan y crean conciencia, a la vez que pudiera extenderse como proyección educativa para la familia.
Se insiste en la utilidad del cemento de bajo carbono al generar menos emisiones de CO2 a la atmósfera, aunque Cuba no figura entre los grandes aportadores.
«Sin dudas las contingencias dejan una enseñanza, mas no ocurre lo mismo en las urgencias tanto en la parte doméstica como en el ámbito laboral. Viví recientemente una experiencia en una playa con 2 kg de plástico acumulados en 16 m2 en solo un día. La dejé limpia, pero al otro día estaba igual. Las personas vinieron, disfrutaron, y dejaron sus desechos, por lo que es necesario trabajar con la gente a favor de la limpieza. Recordemos que el calor, la falta de agua, y la suciedad abren las puertas a la proliferación de enfermedades. Empecemos todos desde edades tempranas con estos retos y que no queden solo en trasmitir conocimientos, si no socializar las experiencias, sin que las labores de higiene recaiga de manera exclusiva en el trabajador de Comunales».
En medio de las coyunturas surgen noticias prometedoras. Existe un proyecto internacional llamado Construyendo resiliencia costera en Cuba que aplica soluciones naturales para la adaptación. El sitio de intervención seleccionado en Villa Clara recae en Caibarién de acuerdo con los estudios de PVR y aquellos consejos populares de mayores incidencias por su proximidad a la costa, pero la visión resulta más abarcadora y admite un alcance general.
«Que se tenga una mejor costa en la Villa Blanca repercute en el resto del territorio y favorece a pobladores de otras provincias».
Este proyecto apoya la Tarea Vida y está en sus primeros pasos, a la vez que fortalece las capacidades para exigir a la sociedad su plan de reducción de riesgos y desastres basado en prioridades, financiamiento y otros factores necesarios para lograr la adaptación.
De manera particular incluye reordenamiento ambiental, humedales costeros rehabilitados, que ya muestran señas positivas en la recuperación de los manglares, tecnologías de soluciones de adaptación basada en comunidades, mejores espacios para la vida, propuestas de reagrupación de actividades de sectores que no resultan factibles en la zona donde están ubicados, alternativas de solución a vulnerabilidades claves en la comunidad, y mejorar las respuestas de los organismos con vistas a un ordenamiento para desarrollar mejor su labor.
Por todo lo expuesto vale también la resiliencia como un proceso de capacidad adaptativa en que las personas, instituciones y gobierno deben encontrar vías positivas a las situaciones adversas. Vencer constituye el gran reto.
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