Salvan la vida a bayamés que ingirió 40 objetos extraños
Una asombrosa intervención quirúrgica, realizada en el hospital provincial Carlos Manuel de Céspedes, salvó a Leosbani Pino López, un bayamés de 32 años, a quien le extrajeron de su tubo digestivo 40 cuerpos extraños, incluyendo 32 objetos metálicos.
Dentro de la anatomía de este joven, que padece retraso mental severo, fueron encontrados un cortaúñas, una tijerilla casi completa, hebillas, fragmentos de acero, pedazos de pestillo, alambres, siete piedras pequeñas, un trozo de vidrio y distintos tipos de metal que miden hasta 11,5 centímetros.
En su conjunto, las “piezas” dentro del estómago y el duodeno de Leosbani pesaron una libra y tres onzas.
La doctora María Julia Ojeda Ojeda, especialista de segundo grado en Cirugía, quien encabezó el equipo encargado de la operación, explicó a JR que en sus casi cuatro décadas en los salones de incisión nunca enfrentó un caso similar.
“Hemos realizado intervenciones quirúrgicas a pacientes de distintas edades que han ingerido, accidental o intencionalmente, objetos de diversa índole, pero por lo general ha sido un solo cuerpo dentro del estómago”, refirió la destacada profesional, quien el próximo 27 de julio cumplirá 66 años.
“El acto quirúrgico duró dos horas y diez minutos y fue muy complejo porque el paciente tenía unos diez metales dentro del estómago y el resto de las materias en el duodeno; lo que implicó efectuar gastrotomía (abrir el estómago), y duodenotomía (abrir el duodeno), además de apertura de las vísceras con derivación interna para facilitar el drenaje, sin quitar ni un ápice del tubo digestivo”, acotó la especialista sobre la operación, en la que también participaron las doctoras Yolaisy López Abreu, Yurennys Rosales Aguilar y el estudiante de sexto año de Medicina verticalizado en Cirugía, Álvaro Jesús Estévez Pérez.
“Por las radiografías y otros estudios sabíamos que íbamos a extraer cuerpos extraños, pero jamás imaginamos encontrar tantos y con un tamaño tan sorprendente. Es difícil de explicar, por ejemplo, cómo pasaron una cabilla rectangular pesada o la tijerita sin ojos que se encontraba abierta dentro del estómago de Leosbani”, señaló María Julia, quien es Miembro de Honor de la Sociedad Cubana de Cirugía.
Aunque Leosbani egresó de las salas de terapia en noviembre de 2017, las primicias de su historia se conocieron a principios de esta semana, cuando fueron publicadas en internet por María Valerino San Pedro, periodista de La Demajagua, quien esperó la evolución satisfactoria del paciente.
Él dijo desde su modesta vivienda en el reparto la Unión que la doctora María Julia “es mi segunda mamá porque me salvó”.
Por su parte, Ivia López Tamayo, tía de Leosbani, narró que su sobrino probablemente haya ingerido los primeros cuerpos extraños unos cuatro meses antes de la intervención quirúrgica, porque había presentado los síntomas iniciales de malestar en junio de 2017.
Las molestias —contó ella— comenzaron cuando se pasó más de un mes en la casa de su padre, quien padece de alcoholismo. Luego, al retornar a vivir con su mamá y su abuela, que también tienen ligeros trastornos mentales, empleaba mucho tiempo haciendo bolas de fango. Tal vez muchos de los objetos los ingirió dentro del lodo. Poco a poco fue perdiendo peso, vinieron dolores, heces fecales oscuras y muchos vómitos.
También describió que luego de la intervención quirúrgica su familiar se recuperó rápidamente, empezó a alimentarse con apetito y sorprendió a sus allegados cuando expulsó en el baño otro fragmento de pestillo que no había podido ser extraído.
“Es muy raro que hayan pasado por el esófago tal cantidad de objetos sin perforarlo. Ese órgano no tiene un diámetro muy amplio y a veces se daña hasta con una espina de pescado”, dijo al diario de la juventud cubana el especialista en Gastroenterología Yoel Ricardo Serrano, del hospital Carlos Manuel de Céspedes.
“También impresiona que haya tenido esa cantidad de cuerpos dentro del duodeno, que es como el embudo del estómago”, subrayó.
En tanto, el siquiatra Dagoberto Pérez Suárez, del mismo centro hospitalario, argumentó que las personas con retraso mental sí son sensibles al dolor y que, aunque en la literatura médica se refieren casos de pacientes con ese trastorno que ingieren “no comida”, en sus 28 años como especialista nunca había encontrado una historia semejante.
Leosbani ya había sido salvado por los médicos hace 12 años, pues en 2006 estuvo muy grave tras ingerir una sobredosis de carbamazepina, un fármaco anticonvulsivo.
(Con información de Osviel Castro Medel. Juventud Rebelde)
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