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Científico villaclareño viaja con pasaje a lo investigativo

Científico villaclareño viaja con pasaje a lo investigativo

«Las investigaciones aún no se han incluido en la fase de ensayos clínicos y lo que sí desearía es limitar los sufrimientos humanos, pues hasta el momento no existen vacunas eficaces para el control de estas enfermedades», sustenta el doctor Sergio Sifontes Rodríguez.

Por Ricardo R. González

Fotos: Ramón Barreras Valdés

Madrid no oculta su rostro populoso. En el centro de la urbe sobresale la Puerta del Sol con ese reloj que carga el peso de 150 años entre el ir y venir de su gente marcado por la premura de la vida. Nada de ello resultó ajeno para un cubano que, bajo el invierno intenso del último diciembre, defendió su tesis doctoral en la facultad de Farmacia de la Universidad Complutense madrileña donde le aguardaba el veredicto de cinco expertos.

Sergio Sifontes Rodríguez, investigador del Centro de Bioactivos Químicos (CBQ) adscrito a la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, estaba a punto de cumplir uno de sus sueños que iniciaron desde la era de estudiante preuniversitario al despertársele aquella pasión de que toda investigación debía tener utilidad, y ello quedó como parte de su genética. En la sala española Sergio aguardaba por el dictamen luego de defender la síntesis de su trabajo de unas 300 páginas. Los minutos parecían horas hasta que el resultado se hizo público y fue de sobresaliente… Cuba agregaba otro Doctor en Ciencias Farmacéuticas con un pormenorizad estudio a favor del descubrimiento racional de nuevos medicamentos para el tratamiento de la Leishmaniosis y la Enfermedad de Chagas.

«Fueron 15 años de investigaciones. Comencé a trabajarlo en 1997, mas por determinadas razones tuve que interrumpirlo en varias oportunidades. Diría que, al final, me llevó entre nueve y diez años continuos de mi vida».

— Su currículo profesional indica que una vez graduado como médico veterinario se incorpora al CBQ en el que alterna con una faceta de constructor…

— Concluí mis estudios en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas luego de hacer mi tesis de grado en el Instituto Finlay de La Habana mediante un programa especial para formarme en la parte de animales de experimentación. Estuve algo más de un año, y ya diplomado voy a trabajar al CBQ en un tiempo en que el centro entró en fase de remodelación. Los laboratorios estaban desmantelados y existía toda una vorágine constructiva de la que no escapé, pero estaba recién graduado y mis aspiraciones eran otras, por lo que decidí retornar a La Habana, sin dejar de ser trabajador del CBQ.

— Hasta qué punto de vista su estancia en el Instituto Finlay marcó el camino por la ciencia?

— El «Finlay» consagró mi vida científica y la formación de valores en el mismo laboratorio donde realicé la tesis. Era el tiempo en que la prestigiosa institución constituía la gloria de la biotecnología cubana gracias a la vacuna antimeningococcica, la única efectiva en el mundo como resultado del talento de los científicos cubanos. Pude realizar una maestría de toxicología experimental e incorporarme al estudio de vacunas antes de ser aplicadas a los humanos, y por aquellos tiempos ya se trabajaba en una efectiva contra el cólera cuando en nuestro país no existía la enfermedad.

— Sin embargo, el amor tocó a su puerta durante la estancia habanera…

— Mi vida es algo compleja. Me enamoré y decidí quedarme en La Habana hasta 2007 en que se produjo la ruptura matrimonial. Yo nací en Camagüey, mas a los dos años vine para Villa Clara. Me siento villaclareño por formación, idiosincrasia, y de corazón; sin embargo, parece que me atan tantas cosas a esta provincia que estando en La Habana volví a enamorarme esta vez de una villaclareña y regresé definitivamente para el CBQ donde laboro en la actualidad en el Grupo de Parasitología del área biológica. 

— Deteniéndonos en su trabajo doctoral ¿pudiéramos afirmar que su base descansa en el llamado reposicionamiento de fármacos?

— En efecto. Partí del estudio de compuestos químicos probados con anterioridad y que están en uso como medicamentos para otras indicaciones. El objetivo era descubrir si alguno de ellos resultaba efectivo ante la Leishmaniosis o la Enfermedad de Chagas.

De demostrarse que un compuesto de este tipo tiene acción frente a los parásitos que ocasionan estas afecciones resulta fácil llevarlos a la fase de estudios clínicos. Por el contrario, un nuevo fármaco requiere entre 10 y 15 años para ser empleado como medicamento, independientemente de un respaldo económico que oscila entre los 800 millones de dólares y los 2 mil millones. 

Con este reposicionamiento acortamos el tiempo y se reducen esos gastos en un 40 %.  

— ¿Qué otros parámetros demuestran la efectividad de los compuestos?

— Cada una de estas investigaciones se han realizado de conjunto con el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK).

En una primera etapa impera la valoración por modelos matemáticos que predicen con un 90 % de exactitud la actividad en los compuestos, al tiempo que diferencian estructuras químicas potencialmente activas de las que no lo son. Luego se prueba la actividad frente a cultivos de los parásitos y finalmente, en animales de laboratorio que han sido infectados de forma experimental y desarrollan la enfermedad.

Se evidenció que dos medicamentos de los probados contienen un ingrediente farmacéutico activo frente a la Enfermedad de Chagas, mientras otros dos demuestran efectividad contra uno de los agentes causales de Leishmaniosis cutánea.

— Si le pidiera las características generales de la Leishmaniosis ¿en cuáles se detendría?

— Presenta formas clínicas diferentes: la visceral, descrita como la más severa. Ataca el hígado, el bazo, la medula ósea, y ocasiona anemia, pérdida de peso progresiva, y de no recibir tratamiento oportuno su mortalidad supera el 90 % de los casos.

La más leve produce úlceras en la piel en el punto donde pica el insecto vector. Las llagas tienen una evolución prolongada con duración de seis meses a varios años, al tiempo que se contaminan con hongos y bacterias. Si se presentan en la cara, cerca de los ojos, labios y vasos sanguíneos importantes se compromete adicionalmente la salud.

En tanto la cutánea es considerada la más olvidada porque al no ser mortal resulta aun de menor interés para las autoridades sanitarias; sin embargo, constituye un estigma social al producir marcas y cicatrices deplorables.

Otra variedad mucocutánea afecta los tejidos blandos de la nariz, la boca y la faringe. Provoca deformaciones desastrosas en el rostro, a tal punto que muchos pacientes se internan en las selvas de los países donde habitan para morir ocultos dado el rechazo social. Es también mortal y resistente al tratamiento.

Existen otras formas clínicas, pero resultan de menor impacto epidemiológico.

— ¿En torno a la Enfermedad de Chagas?

— Tiene fases clínicas aguda, intermedia y crónica. Los pacientes ocasionalmente mueren durante la aguda, pero más relevante es que luego de 25 ó 30 años de haberse recuperado de los signos más intensos de la enfermedad, pueden aparecer alteraciones severas en el corazón, esófago o colon, y en la mayoría de los casos induce a una muerte súbita por trastornos cardíacos.

Esta enfermedad se trasmite en América Latina a través de vectores, pero con las migraciones se ha extendido al resto del mundo, y solo los Estados Unidos reportan unos 300 mil casos, aunque también llega a Europa y Canadá.

Además de la trasmisión vectorial ocurre la de madre a hijo durante el parto, a través de transfusiones de sangre o por trasplante de órganos.

— Pudiera darse la hipótesis de una propagación masiva?

Son enfermedades trasmitidas por vectores aunque no creo que exista el riesgo de una propagación masiva como en el caso del dengue y otras entidades virales, pero hay especies del mismo género de insectos que trasmiten estas enfermedades, por lo que no se descarta la posibilidad de que en algún momento pudieran actuar como vector de la afección.

— A partir de su trabajo ¿se ha despertado el interés foráneo por algunas de sus líneas?

— El perro representa el principal reservorio de la Leishmaniosis en muchas naciones. Una empresa española se interesó por un medicamento de uso veterinario y, en caso de descubrirse algún compuesto con potencialidad, dicha empresa asumiría su desarrollo y producción.

Hay otro que tiene un desarrollo futuro más cercano con un ingrediente farmacéutico producido por el CBQ que puede resultar efectivo ante la Leishmaniosis cutánea y que está a las puertas de un ensayo clínico a desarrollarse en México. Ya existen contratos con una entidad de ese país, y se solicitó la autorización pertinente para su desarrollo.

Otros objetivos recaen en el uso futuro a partir de los modelos matemáticos desarrollados como herramienta dirigida a la predicción de nuevos compuestos.

Todo sirve de base para la colaboración con un laboratorio argentino que se concentra en la Enfermedad de Chagas, y por los resultados del doctorado aparecen intereses dirigidos no solo a la investigación de medicamentos basados en síntesis química, sino también de aquellos con bases naturales.

— Quienes tienen una visión estrecha de la ciencia pudieran preguntarse ¿por qué si en Cuba no existen estas enfermedades se dedica tiempo a investigarlas?

— ¿Y se olvidan las experiencias del cólera? Tenemos el riesgo inminente de que estén presentes al estar diseminadas por América Latina y con casos esporádicos en el Caribe. Existen compatriotas laborando en esos países, así como en otros donde las enfermedades revisten características endémicas, y corremos el riesgo de tener casos importados, sin descartar la avalancha turística.

Por lo general son entidades propias de países pobres, y por ello carecen de interés para los grandes consorcios farmacéuticos ante la necesidad de un fármaco seguro y costeable por las personas enfermas.

— Fuera del laboratorio y del mundo de la investigación ¿Cómo es Sergio?

— Una persona muy de su casa, pero como buen cubano, devoto a las fiestas familiares y con amigos allegados, fan de Ricardo Arjona y Adele, con el único hobby por las palomas mensajeras.

— ¿Usted considera que sus investigaciones constituyen un regalo de los científicos cubanos —y villaclareños— a la humanidad?

Ese ha sido uno de los móviles fundamentales de dedicar 15 años de mi vida a este tema de investigación ante enfermedades olvidadas, pero al verse las estadísticas e imágenes de personas afectadas cualquiera se siente impactado.

Quisiera despertar un día con el empleo de formulaciones de uso tópico ante aquellas más tóxicos de empleo sistémico que se reservan habitualmente para pacientes con síntomas muy severos.

Decía en el pensamiento de mi tesis doctoral: «Que la pasión por la ciencia no me haga olvidar los pacientes, y ojalá me alcance la vida para que algún microbio dañino se acuerde de mí con pesar».

Yo no puedo ni pretendo eliminar los microbios. Llegaron a este mundo para quedarse. Lo que sí desearía es limitar los sufrimientos humanos, pues hasta el momento no existen vacunas eficaces para el control de estas enfermedades, y ojalá que algunos de los productos que han pasado por mis manos llegue a ser un fármaco eficaz en la estrategia de viejos medicamentos aplicados para nuevas terapias. 

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