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Luis Carbonell (Cuba)

Luis Carbonell  (Cuba)

Por Ricardo R. González (*)

Le pido permiso a la trovadora y amiga Liuba María Hevia para apoderarme del título de una de sus canciones porque el irrepetible Luis Carbonell está, desde este 24 de mayo, en «El sitio de los ángeles».

Su quebrantado estado de salud presagiaba que en cualquier momento llegaría la noticia. Y este sábado amanecimos con la realidad esperaba, pero impactante a la vez.

Nacido en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1923, Luis Mariano Carbonell Pullés se consagró al arte, aunque siempre declaró que ni la poesía ni la música le despertaban tanto interés como el magisterio.

Y ese deseo fue concedido por la vida. Además de un excelente declamador de estampas populares o costumbristas Luis constituyó esa cátedra a la que todos asistían para constatar sus potencialidades. Desde las más encumbradas figuras hasta el aprendiz que deseaba, algún día, calar en la preferencia de su pueblo.

Que lo diga cualquier artista. Omara Portuondo, por ejemplo, acaba de confesar que si bien ya partió, lo lleva siempre en su corazón. Farah María lo consideró como una especie de guía al disolverse el cuarteto de Meme Solís y emprender cada uno de sus integrantes el camino de solistas. «Me criticó mucho —dijo— pero me decía lo que debía y no debía hacer, y eso es aprender», y todavía recuerdo a Tony Pinelli durante la reciente Gala efectuada por las nueve décadas de vida de Carbonell cuando subrayó: «Éramos muchachos con afición por la música. Fue mi maestro, y aunque han pasado los años lo sigue siendo».

El Acuarelista de la poesía antillana, epíteto determinado por la dirección de un programa de la antigua CMQ, marchó con el deseo de haber estudiado seriamente el piano, mas no pudo ser; sin embargo, tuvo la virtud de sobresalir en el montaje de voces. Cuartetos como Los Del Rey, Los Bucaneros o Los Cañas, o el gran Pablo Milanés deben parte de sus respectivas carreras al rey de la declamación, y que decir de Esther Borja, ese ícono de la cultura cubana, al lograr ambos un hito en nuestra historia musical con el disco Esther canta a dos, a tres, y a cuatro voces en tiempos en que las técnicas de grabación eran tan rudimentarias que apenas permitían la equivocación.

De su Santiago natal siempre evocó aquella época en que trabajaba como profesor de inglés y alternaba con la radio, un medio al que llegó, en 1943, como invitado a un programa de aficionados en la CMKC del que asumiría, a la postre, la dirección artística.

Nueva York le traería el encuentro con Esther Borja en 1946, y a través de ella conoció a Ernesto Lecuona.

Maestro, pianista, repertorista y arreglista. Facetas más que suficientes para sentar cátedra y afirmar: «Todo lo que he conseguido fue a base de mucho estudio» y con la visión necesaria para defender el precepto de que no hay popularidad sin fama y viceversa, aunque resulten dos cosas diferentes.

Bastarían solamente Los 15 de Florita o La negra Fuló para consolidarlo en la dimensión suprema. De esta última estimó: «Vi un poema bueno, pero no pensé que fuera a gustar tanto».

Una persona decente, en extremo ético, cordial, y abierto para todos resumen una mínima parte de las cualidades de Luis Carbonell, el artista que recibió distinciones, mas no todas las merecedoras de su talento, y el que también sufrió decepciones y momentos amargos como aquel en que estuvo silenciado o apartado de las cámaras televisivas.

A pesar de los pesares, los enfrentó con el optimismo de un cubano que nunca quiso vivir fuera de su contexto, ni antes ni después.

Así es Luis Carbonell, esa gloria que a los 90 años entró para transitar, eternamente, por el sitio de los ángeles.   

(*) Nota de Editor: Los trabajos publicados en temas (Artistas) han sido elaborados por este autor, a partir de informaciones de base, sin que consignen la totalidad de detalles, hechos, y personalidades que influyeron en el desarrollo artístico.

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