Contaminación ambiental: El cuento de la buena pipa (II)
La laguna de oxidación del central José María Pérez, además de pequeña está rodada en determinadas áreas por abundante maleza.
Por Ricardo R. González
Fotos: Ramón Barreras Valdés y cortesía del CITMA
Ojalá las deficiencias ambientales persistentes en las unidades azucareras villaclareñas se esfumaran por el ojo de la aguja del que habla el carismático Carlos Varela; sin embargo, la historia es más larga, y no hay arte de magia. Si ya destapamos los problemas existentes en las refinerías Quintín Banderas, de Corralillo, y George Washington, de tierras dominicanas, no piense que la telaraña del entorno envuelve, de manera exclusiva, a ellas.
Compromete a las 12 en activo en el territorio (centrales, refinerías o destilería). Ninguna escapa de problemas compartidos y de otros casi generalizados. En Encrucijada radica el central Abel Santamaría considerado por los expertos como uno de los contaminantes de magnitud existentes en la provincia.
Hace pocos días ocurrió otro de los hechos que, por suerte, no afectó a las especies acuícolas de Pavón. En ocasiones anteriores muchos ejemplares han pasado a la historia asfixiados por los detonantes llegados al canal.
Estos residuales también afectan al río Tuinicú debido al vertimiento de desechos, y el problema capital pudiera vincularse a procederes incorrectos, o al estado de las lagunas de oxidación que si bien recibieron acciones encaminadas a mejorarlas aun no son suficientes.
Por si fuera poco en la última receptora existe una válvula que los residentes en la zona manejan a su antojo para utilizar sus aguas.
Otro de los que empañan el verde o azul deseado para el Planeta es el «Heriberto Duquesne», de Remedios, al combinar las funciones de fábrica azucarera con la destilería.
Las dificultades de la entidad remediana son tan añejas que lo convierte en el máximo contaminante entre todas las unidades del sector azucarero. Si bien se ha creado en el central la piscina de aguas acidas e incorporaron lagunas de oxidación con mayor capacidad, todavía el volumen de derivados de la destilería resulta inmenso, y a pesar de que desde 1980 construyeron el biogás aun no ha llegado a funcionar de acuerdo a las previsiones.
Este debe tratar los residuales de la destilería; no obstante, ha provocado fuertes contaminaciones en los ríos Guaní y Managuimba, y pone en peligro otras fuentes de abasto de agua.
Si algo indica una luz es el inicio del fertirriego con los desechos de la destilería. La limitada aplicación de este sistema constituye uno de los grandes problemas de la provincia a tenor de la cantidad de hectáreas de caña sembrada, y si se empleara de manera científica en los campos redundaría en la utilización de menos fertilizante, aportaría beneficios económicos, y eliminaría la cantidad de esas aguas contaminadas.
Claro, no es llegar y emplear el método por libre cuenta, pues de hacerse sin basamentos lógicos pone en peligro las fuentes de abasto de comunidades o de personas naturales y jurídicas.
En la actualidad la casi totalidad de dichas aguas se eliminan por evaporación o por infiltración al suelo, y en la memoria de muchos prevalece aquella etapa en la que existía una información sobre el aprovechamiento económico de estas materias. Al parecer forma parte de la historia derivada de la «simplificación» de informes, y si bien la pretensión es la de no tener residuales valdría la pena de que si existieran pudieran reutilizarse.
A la suma de caras hirientes del panorama ambiental villaclareño se incorpora el «José María Pérez», ubicado en Camajuaní.
Posee una piscina para aguas ácidas libre de problemas, pero dispone de una sola dirigida a residuales que resulta muy pequeña, lo que induce al vertimiento hacia un canal y a una rococera sin condiciones para recibir residuales.
Por su parte el «Ifraín Alfonso», de Ranchuelo, muestra sus grietas al apoyarse en un sistema de bombeo que al fallarle los dispositivos comienzan los dolores de cabeza, pues las inversiones parciales ya realizadas no solucionan las problemáticas mantenidas.
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Una de las fuentes básicas en estas investigaciones recae sobre Juan Antonio Reyes Rodríguez, especialista del Grupo de Gestión Ambiental de la Delegación Provincial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA).
Participa en los recorridos conjuntos con los representantes de AZCUBA, y reconoce que un alto por ciento de los agobios ambientales de las entidades azucareras obedece a la incorrecta disposición de los residuales donde existen serias dificultades con el llamado pretratamiento que impide la llegada de desechos sólidos e hidrocarburos a las lagunas de oxidación.
«Esto —subraya— deviene eslabón interno fundamental a fin de retener la cachaza y las grasas; mas no se ha solucionado».
Por otra parte, los sistemas de tratamiento por lagunas, en muchos casos, no están cercados, lo que provoca la presencia de animales que pastan y transitan sin restricciones por las áreas, en tanto la comunicación entre estos depósitos tampoco ofrece saldos halagüeños. Agregue el descuido de los registros de las conductoras, mientras el mantenimiento esconde la sistematicidad.
Para comprobar cuánto contamina una unidad se realizan los análisis de laboratorios especializados o la denominada caracterización.
«Estos, en la industria azucarera, no resultan confiables. Valores altísimos inexplicables porque están muy por encima de lo estipulado en las Normas», precisa Reyes Rodríguez.
«A veces obviamos pasos importantes de procedimientos para la toma de muestras que, al final, no resultan representativas. Lo correcto es recogerla a la salida del central y de cada una de las lagunas. Si así se hiciera pudiéramos conocer verdaderamente la eficiencia de los sistemas de tratamiento de los residuales líquidos».
Entonces ¿Quién le pone el cascabel al gato?, me pregunto. Para nadie es secreto que no siempre los directivos valoran estos resultados ni lo toman como instrumentos de trabajo. Pesan más en las prioridades el cumplimiento de los respectivos planes, y el ahorro de combustible, exigidos desde las alturas, que otros detalles al parecer insignificantes pero que, a la postre, provocan serios dolores de cabeza.
Las normativas están en los centros ¿Y cada qué tiempo se revisan?
El experto del CITMA admite que en los últimos años la empresa AZCUBA de Villa Clara ha incrementado sus preocupaciones por los contratiempos ambientales, mas son muchos y acumulados a través de decenios. No pocos llevan fuerte financiamiento, mientras el equipamiento necesario a fin de emprender el mantenimiento de las lagunas resulta, prácticamente, nulo con grúas y otros equipos muy limitados en cuanto al parque de existencia, sin descartar que el precio por el uso de los dispositivos figura entre los de máximas tarifas.
Quien escribe está consciente de ello, y sería iluso dar la espalda. No me caben dudas de que requerimos, inversiones, presupuestos y recursos que no están al doblar de la esquina ni totalizan una minúscula suma.
Ahora bien, es innegable la existencia de errores humanos eximidos de moneda dura. Con el cumplimiento de lo establecido, la experiencia, una buena voluntad, y la premisa de que nos jugamos el todo por el todo se pueden solucionar.
El mal manejo de las bombas empleadas para la transportación de los residuales hacia los sistemas de tratamiento constituye uno de los más reiterados, y se ha dado en los casos del «Heriberto Duquesne», «Héctor Rodriguez» e «Ifrain Alfonso»
Al contaminarse las aguas bailan en la misma cuerda floja la higiene, la salud, y la calidad de vida de las personas. No descubro el Mediterráneo si digo que la contaminación hídrica deviene peligro extremo, a tenor de que aproximadamente el 80 % de las enfermedades llegan al organismo por las aguas, a la vez que no excluye el riesgo para los suelos, los múltiples rompecabezas de las deterioradas redes hidrosanitarias, y las acciones de personas inescrupulosas que venden las especies capturadas en parte de esas fuentes nefastas.
«Los residuales llegan más allá de cada municipio. Solo en la cuenca Sagua la Grande, la más importante para la provincia, tributan ocho de nuestros territorios, y comienza por el «Ifraín Alfonso, prosigue por las unidades de Santo Domingo, el «Héctor Rodríguez, de la Villa del Undoso, el «Panchito Gómez Toro, perteneciente a Quemado de Güines, unido los desprendimientos de todos los porcinos ubicados en los centrales. Si a ello se añade los desechos de asentamientos poblacionales, y la situación de la cuenca y sus embalses el calificativo rebasa las fronteras de lo complejo», sostiene Juan Antonio Reyes Rodríguez.
El panorama no admite juegos. Reclama de colectividad y mentes unidas en función de vencer obstáculos, pues los centrales no resultan burbujas cerradas.
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