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soyquiensoy (Ricardo R. González)

«Con 2 que se quieran» Jorge Pérez (Parte I)

«Con 2 que se quieran» Jorge Pérez (Parte I)

«Los cubanos sabemos lo que nos falta, pero no lo que tenemos

Amaury. ¡Muy buenas noches! Estamos en “Con 2 que se quieran”, ahora aquí, en 5ta. Avenida y calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy nos acompaña un invitado especial, y digo especial porque en sus cartas y en el foro de Cubadebate que tenemos abierto para el programa, ustedes han dicho que por qué no traemos a personas de otras ramas de la Cultura, tomando en cuenta que otras ramas de la Cultura también es la medicina, la investigación científica. Hoy está con nosotros un gran profesional, un gran médico, escritor, aquí están algunos de sus libros, esa es, quizás, la justificación que tengo para incluirlo en este grupo de artistas e intelectuales, que también es, ya hablaremos. Hace muy poco Gerardo Chijona hizo una película, una historia real, pero escrita, ficcionada por él en sus libros. Así que está con nosotros, el Subdirector Primero del IPK, Instituto Pedro Kourí de Medicina Tropical, mi amigo, y también en algunos momentos ha sido mi médico, porque también he padecido de enfermedades tropicales, Jorge Pérez.

¿Qué tal, Jorge, cómo está usted?

Jorge. Muchas gracias.

Amaury. Es un gusto extraordinario, doctor, que haya accedido a venir, yo tengo que agradecer que vengan, porque las personas tienen su tiempo muy ocupado y el de un científico, un médico como usted, es todavía más. Así que gracias doblemente por haber venido, y antes de llegar al gran tema, yo quisiera empezar por lo más elemental, hacer una entrevista, más bien cronológica. Yo sé que nació en Marianao. ¿Cómo era el Marianao del año 45, el año en que usted nació, ese Marianao y su niñez?

Jorge. Primero que nada, muchas gracias por haberme invitado al programa. Creo que nunca escatimamos tiempo para hacer aclaraciones y poder compartir temas de interés. Sobre todo, cuando además de la vida profesional, uno también lleva otra vida, un poco como escritor de algunas cosas que han interesado a las personas, y que hemos tratado de poner en el lenguaje  más sencillo.

El Marianao donde yo nazco, allá en el año 1945. Nací en Maternidad Obrera. Yo era un muchacho de extracción muy humilde. Mi padre era trabajador de los Ómnibus Aliados en aquel momento, o sea, un guaguero, como la gente dice, y mi madre era, en aquel momento, un ama de casa. Había sido trabajadora textil, y una trabajadora del tabaco con anterioridad.

Nosotros vivíamos en una casa, era una casa grande, ahí en Marianao, pero ahí vivíamos toda la familia. Eso fue prácticamente hasta el golpe de estado de Batista, en el año 52, en que mi padre, que pertenecía al Partido Comunista, tiene que abandonar ese lugar. Además de esto, nace otro hermano mío, nosotros somos cuatro hermanos, o éramos cuatro hermanos y tenemos que empezar a movernos a distintos lugares, porque donde quiera, la policía iba a localizar a mi padre. Yo muchas veces hasta llevaba mensajes de mi padre a otros militantes del Partido y tenía que hacerlo callado.

Amaury. ¡Ah, bueno!, era una niñez feliz, pero riesgosa.

Jorge. ¡No! y no exenta problemas. Realmente mis padres eran personas maravillosas. Yo tengo un recuerdo de mi padre tan agradable también, porque era una excelente persona, nunca discutía, ni siquiera con mi madre. Pero cuando yo llego a cierta edad, 8, quizás 9 años, quizás un poco antes, mi padre nos reúne a mí y a mi hermano mayor y nos dice: Miren, yo veo que ustedes están haciendo carticas para los reyes, pero aquí el único Rey Mago soy yo y a mí me entró una decepción muy grande por dentro, porque yo decía: Mira para esto, me voy a quedar sin juguetes, porque me dice: mira, nada más hay dinero para los dos más chiquitos. Y entonces él, como vio que yo tenía esa decepción y yo tenía una relación muy especial con mi padre, siempre estaba montado con él en la guagua y salía con él. Me dice: ¡Chino,  vamos a buscar los regalos a tus hermanos y a lo mejor se te pega algo! Fuimos por la calle Obispo, y allí había una tienda de efectos deportivos, y me dice: vamos a ver aquí. Entonces vemos un bate. A mí me encantaba la pelota. Díceme. Bueno, vamos a ver, vamos a ver el precio a ver si lo puedo comprar. Y entonces va para allá atrás y se para y me dice: Chino, suéltalo como una papa caliente. ¿Qué pasó?, que cuesta nueve pesos y yo no lo puedo comprar. Mi padre no tenía nueve pesos para comprarme un bate.

Amaury. ¡Qué bárbaro!

Jorge. Y bueno, lógicamente, aquellos son  recuerdos que a uno le quedan. Si bien es cierto eso, también recuerdo como a mi casa, que era una casa pobre, pero que sí siempre almorzamos y comemos, venían personas a buscar comida, porque venían pidiendo. Me recuerdo de todas las cosas que, bueno, después he tenido oportunidad de ver en otros países cuando he ido a dar clases, o cuando he ido a trabajar en misiones internacionalistas, y veo esas diferencias tan grandes que lo golpean a uno, que uno no lo ve aquí en Cuba. Porque yo repito algo que el profesor Kourí muchas veces dice, que es que nosotros los cubanos, sabemos lo que nos falta, pero no sabemos lo que tenemos.

Amaury. Bueno, ayer yo, doctor, estaba leyendo, releyendo, más bien, una entrevista que le hizo la gran periodista Alina Perera Rubio, y hay una anécdota en la que quisiera detenerme, aunque sea breve. Y es cuando su mamá, usted no había nacido, pero su mamá fue arrestada cuando estaba en el Sindicato de la Aguja, porque ella trabajaba como tejedora.

Jorge. Sí, mi madre era una mujer muy humilde, que bueno, ya la madre se le muere cuando tenía 18 meses y el padre se casa, tiene una madrastra y por esas razones tiene un espíritu rebelde. Esta madrastra prácticamente la bota de la casa a los doce años, ella tiene que ir entonces a vivir con unos tíos, y se pone a trabajar, a lavar, a planchar, a despalillar tabaco y después a trabajar en un telar. Y entonces empiezan a crearse los sindicatos, y se empieza a luchar por la jornada de 8 horas. Ellos empezaron a poner propaganda, el sindicato, que sé yo, y a ella la arrestan y se la llevan presa por hacer estas actividades, que en aquel momento le dijeron que eran actividades comunistas. Cuando va al juicio, ella declara: Miren, lo que les voy a decir; yo no sé lo que es ser comunista, pero si el comunista es ese que quiere el bien de los trabajadores, la jornada de ocho horas y formar el sindicato, cuando salga de aquí, lo mismo condenada que libre, me voy a apuntar en el primer local del Partido Comunista que vea. Y así lo hizo, y creo que esa fue la mejor decisión que tomó en su vida, porque allí conoció a mi padre.

Amaury. Jorge, ahora hablamos de su mamá. Pero en dos, o tres momentos, me dijo: mi papá era una buena persona; mi papá, tuve una relación con mi papá, y por tanto, no quiero pasar el acero sobre la herida, pero ¿qué significó para usted la muerte de su papá?

Jorge. Aquello fue un golpe muy duro para mí y, bueno, lógicamente, lloré mucho. Yo creo que, bueno, eso es una pérdida que no tiene reparo en definitiva en la vida, y que bueno, lógicamente he tratado de revertir en dos situaciones: una de las primera es que, la primera cosa que hago yo dentro de mi carrera como médico, es trabajar, precisamente, hacer medicina interna, trabajar en terapia intermedia, en el Calixto García, que es donde me formo. Y lo primero fue volcar todas mis energías a tratar de revivir y de que las personas que tuvieran un infarto, ya sea un paro cardíaco, que pudieran vivir. Yo, en cada persona que veía, en cada persona que resucitaba, estaba viendo a mi padre.

Amaury. Ah, ¡qué bonito, qué bonito! Y homenajeándolo también con su condición de revolucionario, de patriota y de cubano dignísimo que es usted. Pero bueno, hablaremos de eso en el camino.

¿Y si siempre quiso estudiar medicina, si siempre fue uno de sus sueños, por qué estudió aviación?

Jorge. Bueno, desde muy niño también, triunfa la Revolución, me uno al fervor este revolucionario, después me uno a las milicias inmediatamente; paso escuelas en Managuaco, hago todo lo que en aquel momento teníamos que hacer, pero era un niño. Después ya se plantea la necesidad de un grupo especial que van a estudiar algo, y después nos plantean que es un grupo selecto que tiene que estudiar aviación. Yo, la verdad que te voy a ser sincero, cuando a mí me dijeron estudiar aviación, yo dije: ¡coño!, ¡aviación!, con el respeto que yo le tenía a los aviones. Pero me dicen que era una necesidad de la Revolución, y bueno, si es una necesidad, yo voy a estudiar aviación. Fui seleccionado en el primer grupo, inclusive, para ir a la Unión Soviética, que no fui, por suerte, además porque nada más que tenía 14 años, y bueno, allí también me coge la declaración de que Cuba era socialista. Yo brinqué en la trinchera.

Amaury. ¿Pero brincó en la trinchera y llegó a montarse en el avión alguna vez? ¿De la trinchera al avión? (risas)

Jorge. Sí, sí, cómo que no, llegué al avión, y cuando estaba allá arriba, que me vi allá arriba, me dije, Jorge, ¿qué cosa es lo que tú haces aquí arriba?, ¿tú entiendes?, yo le cogí miedo a aquello, te voy a ser sincero, cuando estaba allá arriba en el avión. (risas)

Amaury. Qué bueno que alguien dice que le tiene miedo a los aviones. (risas)

Jorge. Yo todavía le tengo miedo a los aviones. Entonces, realmente, el Comandante, cuando se termina, nosotros desfilamos en la Plaza después de la movilización de Girón, como todo el mundo que participó allí. Y escucho que Fidel dice que todo el que se quiera ir a alfabetizar, se puede ir a alfabetizar donde quiera que esté. Y yo dije, esta es la mía para salir de la aviación. Y entonces, inmediatamente…

Amaury. …Y hacer algo útil también.

Jorge. Exactamente, entonces me presenté en la oficina del jefe de mi unidad, y me dijo: Está bien, y con la misma cogí, y me fui para la Sierra Maestra. O sea, desde luego, hay que pasar por Varadero, inscribirse, hacer una serie de cuestiones.

Amaury. Todo el proceso que había para llegar a la Sierra.

Jorge. Y me llevé a mi hermano menor.

Amaury. Ya, de todas maneras alfabetizó, después fue a estudiar medicina, ya hablamos del Calixto, de todo eso. ¿Cuándo es que llega usted, doctor, al Instituto, al IPK?

Jorge. Mira, el profesor Gustavo Kourí, estaba formando un grupo de compañeros, por encargo del Comandante, de formarlos, reforzar las actividades del Instituto de Medicina Tropical, porque el Instituto de Medicina Tropical tiene una raíz muy antigua, en el 1937, cuando lo funda el profesor Pedro Kourí. Pero posteriormente se refuerza con la Revolución y se hace un edificio nuevo. En ese grupo inicial de personas, el profesor Kourí piensa que yo pudiera contribuir. Él realmente no habla conmigo, sino él describe a la persona que él necesitaba para hacer investigaciones clínicas, y en ese momento, entonces me llaman a mí, que es cuando yo cojo aquella carta, le digo: pero si yo estoy formado en cardiología, en hipertensión, en arritmia, ¿qué hago yo aquí con parásitos? Si yo de parásitos no sé prácticamente nada. Y bueno, lo primero que hice fue aprender, aprender aquí en Cuba, y después tuve posibilidad de ir a varias universidades fuera de Cuba también, en Inglaterra, algunas universidades en Estados Unidos, y después de eso, un viaje a África, allá a Ghana, a Tamale, en fin.

Amaury. Después a Angola, también, muchas veces.

Jorge. Después ya sí Cuba me manda a Angola que es mi gran escuela. Ya cuando yo veo aquella realidad angolana en el año 79, 80, que estoy allí, que es mi primer viaje allí, me di cuenta de la necesidad de estudiar estas enfermedades. De la diferencia, inclusive, de lo discriminatorio del concepto de Medicina Tropical. Porque realmente no es medicina de los Trópicos, porque en Estados Unidos, en Inglaterra, hubo paludismo, y hubo lepra, y hubo todas esas enfermedades, o sea, son enfermedades realmente del subdesarrollo que están relegadas ahora al Trópico, y empecé a estudiar, detecté los primeros casos de malaria resistente, cuando surgió la resistencia a las cuatro aminoquinoleínas, a la cloroquina en Angola, la describimos, y empezamos, entonces, a tratar de ver cómo cambiamos las estrategias para salvar vidas. Hicimos unas tableticas que le llamamos IPK-1.

Amaury. …¿La que curaba la malaria como en tres días, a veces cuatro?

Jorge. Exactamente, la malaria la podía curar, a los extranjeros en tres días y a los cubanos en cinco días, aunque tuvieran parasitemia alta y con aquello resolvimos el problema de la malaria.

Muchas veces estuve en Angola, hasta la última contienda, ya en el 88, allí estuve en Chandongo, en Cachama, en Cuito Cuanavales. Estuve en muchos lugares delicados, yo como médico, no como combatiente, eso es importante.

Amaury. Claro, como médico.

Jorge. Nuestra labor era en la retaguardia, salvar vidas, uno no era combatiente, pero sí en los servicios médicos…

Amaury. …Bueno, eso está en dependencia, doctor, perdóneme que lo interrumpa, pero para mí y para usted, y estoy seguro que para la inmensa mayoría de los televidentes, un médico que está en el frente de batalla, ahí, en la retaguardia del frente de batalla, salvando vidas para que los soldados se puedan incorporar, tienen que ser considerados también combatientes.

Jorge. No, no, está claro, combatiente, además, teníamos fusil. No, no, eso está claro.

Amaury. Yo estuve en Angola, y sé cómo era la cosa.

Jorge. Lo que quise era expresar, decir que no estaba directamente con las armas.

Amaury.  Con las armas directamente tirando tiros.

Jorge. Exactamente.

Amaury. Doctor, ¿sobre qué año es aquel momento en que Fidel llega al IPK, y dice que hay que parar la epidemia del SIDA, que era una epidemia inminente?

Jorge. Mira, en el año 1983 hace el Comandante en Jefe su primera visita oficial al Instituto de Medicina Tropical, cuando aquello estábamos en las antiguas casas de Siboney.

Amaury. Ah, sí, lo recuerdo.

Jorge. A la antigua casa de Bacardí, que era la dirección del Instituto. Cuando él llega allí con el Presidente de Zambia, Kenneth Kaunda, empezamos a hablar, y el profesor Gustavo Kourí empieza a explicarle la importancia de las enfermedades tropicales.

Y Fidel, se echa para atrás y le pregunta al profesor Gustavo (Kourí): ¿que tú vas a hacer para que el SIDA no entre en Cuba?

En aquel momento había unos casos apartados en los Estados Unidos, otros casos apartados en Europa y Gustavo, que es una gente muy brillante, muy elocuente.

Amaury. Sí, el profesor es maravilloso.

Jorge. Le dice: Bueno, Comandante, esa es una enfermedad nueva, hay que esperar a que se desarrolle, no se sabe si es un virus, una bacteria, etc. Y ahí mismo Fidel le dice: Mira, según los estudios que yo he hecho, el SIDA va a ser la enfermedad de este siglo, y va a diezmar poblaciones completas. El mundo no está preparado para recibir esta enfermedad, y es tu responsabilidad y la del Instituto de Medicina Tropical de que el SIDA no se convierta en un problema de Salud Pública en Cuba.

Bueno, nos estaba dando la tarea, y ahí empezamos nosotros. Mandamos a un excelente profesional, que habla muy bien el francés, a trabajar en Francia, al profesor Juan Carlos Millán Marcelo, a entrenarse con Gentilini y con Luc Montagnier, que fue el descubridor del virus del SIDA. Y ahí comenzamos a estudiar. Yo comencé a estudiar el gremio autodidactamente.

Amaury. Sí, pero todavía, doctor, en aquellos años, todavía se trataba o se hablaba de las personas que tenían SIDA, y se era muy discriminatorio, porque se decía que era una enfermedad de los homosexuales.

Jorge. Sí, sí.

Amaury. Incluso algunas de estas sectas paranoicas, religiosas, decían que era un castigo divino.

Jorge. Un castigo de Dios, sí.

Amaury. Que había enviado Dios contra los homosexuales. Ya sabemos que eso está totalmente superado, y en la cabeza del que no está superado, pues que vaya y se cure, del SIDA no, pero que se cure de los prejuicios, pero en aquellos momentos sí ocurría. ¿Cómo lo enfrentaron ustedes eso, incluso el prejuicio?

Jorge. Bueno, mira, la primera cosa que aparece como el famoso gay syndrome, o sea, la enfermedad de los homosexuales, en New York es ligada a los homosexuales, eso era lo que pasaba en Estados Unidos, ¿ves?. En Europa ya era otro tipo de casuística, pero ya estaba allí. Se determina que esa es una enfermedad que se puede trasmitir por sangre y por contacto sexual, y nosotros comenzamos aquí inmediatamente a recibir y a ver qué era lo que pasaba. Primero, estudiar hacia atrás si teníamos las manifestaciones de esa enfermedad: las manchas en la piel por el sarcoma de caposis, o la neumonía a repetición por la neumonía por pneumocystis carinii, etc., y no detectamos nada hasta que llega una persona que venía de fuera de Cuba, y era un combatiente, además. Esta persona, era una persona heterosexual, y este fue el primer caso que recibe el Profesor Millán, me lo remite a mí, nos miramos los dos, ¿lo hacemos, no lo hacemos? Ya habíamos preparado a alguna gente del laboratorio también, pero no teníamos diagnóstico, porque no había un diagnóstico, que no surge hasta el año 1986. Así que nos quedamos con las ganas allí, unos días prácticamente, hasta que en el 86 se le pudo hacer el diagnóstico serológico, ¿no?, y sí vimos que tenía el VIH. ¿Qué pasa?, que a nosotros, yo digo que nos favorece, por así decirlo, que el primer caso que encontramos era una persona heterosexual, no fue un homosexual el primero que nosotros encontramos.

Amaury. Se rompía el mito.

Jorge. Y ahí se rompe el mito, porque además trajimos a su esposa. La esposa también estaba infectada, y llevamos esa noticia al doctor Héctor Terry. Ahí sale la noticia.

Después, un poco más tarde, ya surge otro caso que sí está relacionado con la transmisión sexual entre hombres, y este es el primer caso que fallece. Que mucha gente dice: el primero. No, el primero fue aquel otro. Y ya cuando este otro fallece, ya está el Sanatorio de Santiago de las Vegas abierto, y ya se aprovecha para en el Granma decir que hay equis cantidad de personas ingresadas en ese sanatorio. En ese primer año nosotros detectamos 99 personas. De esas 99 personas, 56 habían estado en África, porque se empezó a llamar a las personas que habían estado en África, hasta el año 86. Eso quiere decir que en la primera etapa, en los primeros años nuestra epidemia, -porque además buscamos en esa población, no por otra cosa-, estuvo ligada a la transmisión heterosexual, y eso un poco que a nosotros nos favorece. Años después, como sucede ahora, la transmisión está ligada a hombres que hacen sexo con otros hombres, y en el momento actual es hasta un 81%.

Amaury. Yo quisiera puntualizar. Yo recuerdo que cuando lo del sanatorio de Santiago de las Vegas, Los Cocos, le decían, no sé por qué le decían Los Cocos…

Jorge. …Porque está en el barrio de Los Cocos.

Amaury. Ah, ya, porque está en el barrio de Los Cocos, bueno, otra aclaración. Pues, la gente tuvo la sensación de que había un cierto estado de pánico médico excesivo. Y yo recuerdo que por aquella época yo me acerqué al profesor Terry y le pregunté, y él me dijo que incluso en Estados Unidos, los primeros médicos que trataron el asunto del SIDA, lo trataron como una amenaza a la Seguridad Nacional, eran médicos militares.

Y sin embargo, después conocí a muchos pacientes del sanatorio de Santiago de las Vegas, y me hablaban de usted como el hombre del SIDA, o sea, el doctor del SIDA. Y hablaban de usted con mucho cariño. Evidentemente usted llegó allí no solo a sanar el cuerpo, o a intentar sanar el cuerpo, sino también a sanar el alma, ¿no?

Jorge. Bueno, mira, Amaury…

Amaury. ¿Qué podría decir de eso?

Jorge. Yo estudié medicina para ayudar al ser humano. Cuando yo llego al mundo del SIDA, el SIDA tiene un problema muy serio. Es que en aquel momento no existía cura. Al no existir cura, ni siquiera tratamiento que alargara la vida, porque ahora no hay cura tampoco, pero existe un tratamiento que alarga la vida si se lleva bien. Pues el SIDA era igual a muerte. El médico está acostumbrado a salvar, y por lo tanto es muy difícil para un médico, atender a una persona que se va a morir. Y cuando yo llego allí, que a mí me ofrecen la dirección del Sanatorio y yo lo acepto, etc. Yo me rasqué la cabeza, porque dije, qué cosa es lo que haré. Y lo primero que hice fue aprender, y para aprender tenía que entrevistarme con los pacientes, y vivir con ellos, ir allí y tomar café, tomar agua también en sus casas, para compartir, para saber cómo eran. Yo entro en un mundo que yo no conocía. Aquí no hubo discriminación oficial nunca, en este país, está claro, porque se protegieron por ley y por trabajo. Pero las personas podían ser sujetas a discriminación. En el mundo eran sujetos a discriminación. Y la gente tenía miedo, tenían miedo porque si les apretaban la mano y se les iba a pegar; si el besito, si el vasito de agua. Me decían: y si esa gente va a comer al mismo restaurante que yo. En el libro mío hay descritas algunas anécdotas, además, muy interesantes con relación a eso, porque la gente tenía miedo. Que si orinaban en el mismo baño, etc. Por lo tanto esa persona podía ser discriminada, podía ser limitada para trabajar, para estudiar. Al mismo tiempo esas personas se encontraban en una institución donde estaban separadas de su familia, lejos de ese cariño, era otro problema convivir con personas diferentes.

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