Los claros de la vida
Desde la cama 4, del cubículo 2, Antonio de Jesús Rodríguez Manfarrol recibe sus hemodiálisis. La enfermera Yunia Bernal Águila responde a sus inquietudes.
Por Ricardo R. González
Foto: Carlos Rodríguez Torres
Estos hombres jamás pensaron compartir un espacio de la Sala de Hemodiálisis en el hospital universitario Arnaldo Milián Castro, y aunque son portadores de la enfermedad renal crónica (ERC) sus historias difieren en tiempo y aparición.
Tres veces a la semana, y durante cuatro horas, la sangre se purifica mediante riñones artificiales. Algo que tampoco imaginó Antonio de Jesús Rodríguez Manfarrol cuando abandonó su Nuevitas natal para venir a Santa Clara donde el amor lo cautivó.
Un día, de hace más de 15 años, sintió algunos malestares. Una infección renal invadió su anatomía acompañada de mareos que le hacían perder la visión. Asistió al facultativo, y los análisis reflejaron cifras elevadas de creatinina o proteína utilizada para medir la función renal.
«Mis riñones son poliquísticos (condición hereditaria caracterizada por numerosos quistes llenos de fluido que se desarrollan en estos órganos), y ante esa situación me remitieron al nefrólogo. El ingreso no se hizo esperar. Después, inicié las hemodiálisis. Acabo de cumplir 60 años, pero debido al padecimiento no pude continuar mi trabajo en Unidad Empresarial de Base INDUVILLA, perteneciente a la empresa pesquera, y me acogí a la jubilación.»
El otro capítulo lo encarna Idelio Machado González, un chofer del MINAZ, a quien la ERC le propinó notoria inflamación de los pies que casi le impedían caminar.
«No podía más, y por ello acudí al médico. Orinaba poco, y los resultados de las pruebas de laboratorio estaban muy alterados. Llegué a estar grave; sin embargo, nunca tuve la creatinina muy alta.»
Sobre una de las camas del cubículo 2 de la dependencia hospitalaria. Eduardo Espinosa Vázquez confiesa que su signo delator resultaron las cifras de tensión arterial demasiado altas. A ello se sumó una creatinina elevada que sugerían el seguimiento por la atención hospitalaria.
«Fuera de la hipertensión arterial no tuve otras manifestaciones. Acudí, primero, a mi consultorio, y el chequeo arrojó hemoglobina baja. Me sentía agotado desde que amanecía, y en marzo de 2006 confirmaron mi afección», sentencia el entonces trabajador agrícola del Ministerio del Azúcar.
LABRANDO EL CAMINO
Antonio, Idelio y Eduardo son solo tres de los 176 enfermos sometidos a hemodiálisis en Villa Clara tras la pérdida progresiva de la función renal. Por lo general tarda hasta meses o años en aparecer, y puede resultar tan lenta que sus evidencias no aparecen hasta que el funcionamiento del riñón es menor a una décima parte de lo normal.
Una epidemia que transcurre de manera silenciosa a nivel mundial como bien afirma el doctor Jorge López Romero, al frente del servicio de Nefrología en el hospital Arnaldo Milián Castro.
Su experiencia le permite afirmar que más del 50 % de los casos llegan a las hemodiálisis «cuando ya la dolencia avanza hacia un cuadro de mayor complejidad, mientras el 22 % del total de aquejados en los predios aguarda por las posibilidades de un trasplante renal cuya praxis depende de múltiples factores, entre ellos la compatibilidad del órgano donado y las características de su receptor.
Una mirada a los agentes causales del padecimiento lleva al doctor López Romero a detenerse en la diabetes mellitus como principal azote en nuestro medio, seguida de la hipertensión arterial, el envejecimiento y las enfermedades propias del riñón.
«El 33 % de quienes reciben el servicio rebasan los 60 años, período en que suelen incrementarse los reportes. »
Otros detalles influyentes son las malformaciones congénitas como la poliquistosis, los trastornos autoinmunitarios, ejemplificados en el lupus eritematoso sistémico y la esclerodermia, las infecciones y cálculos renales y los reflujos, por citar algunos.
Un abanico de síntomas pudieran despertar las sospechas, aunque no constituye un esquema generalizado. La sensación de malestar general y fatiga figura entre ellos, sin descartar picazón, dolores de cabeza, pérdida de peso, inapetencia y náuseas.
Tampoco resultan excluibles las variaciones en la coloración de la piel desde tonos más claros hasta oscuros, los malestares óseos, irregularidades en los sistemas nervioso y cerebrales, sed excesiva, somnolencia, hipos frecuentes, cese de los períodos menstruales (amenorrea), hinchazón de pies y manos, y vómitos fundamentalmente en la mañana.
A tenor del comportamiento de este flagelo a escala internacional vale la recomendación del doctor Jorge López al insistir en la labor de pesquisa y seguimiento de aquellas afecciones que inducen a la ERC desde la atención primaria. Solo así transitaremos por esos senderos que conlleven a encontrar los claros de la vida.
MEMORÁNDUM
— La unidad de hemodiálisis villaclareña dispone de 21 riñones artificiales. Posee climatización total en cada uno de sus cubículos y de pizarras de control en cada una de sus camas para los requerimientos de los pacientes en caso de emergencia.
— Un elemento distintivo es la planta destinada al tratamiento del agua, independiente de la que satisface los requerimientos del resto de las dependencias del «Arnaldo Milián Castro». Está valorada en 183 mil dólares y resalta por su alta tecnología.
— La habilitación de esta Sala superó el millón de pesos en moneda nacional, y demandó cerca de 37 mil dólares, Esta sección consume el 15 % del presupuesto anual hospitalario, traducidos en más de 6 millones 200 mil pesos, de los 38 millones asignados a la institución.
— Un considerable ahorro aporta la reutilización de los filtros destinados a las hemodiálisis en esta dependencia que labora tres turnos diarios, y en la que cada enfermo permanece unas cuatro horas recibiendo el tratamiento.
CONTRASTES
Deténgase en estos datos: Cada riñón artificial está valorado en 17 mil 500 dólares, pero un paciente sometido a métodos dialíticos en otros países debe pagar entre 35 mil y 40 mil dólares anuales, en dependencia del rango institucional donde realicen los procederes y del área geográfica en que está ubicada.
Baste decir que solo en Villa Clara existen 176 enfermos que requieren de dichos procederes a fin de garantizar su existencia. De estos, 130 los reciben en Santa Clara, 40 en el hospital Mártires del 9 de Abril, de Sagua la Grande, y seis casos necesitan la terapéutica en edad pediátrica.
El Estado cubano asume la totalidad de los gastos a la vez que garantiza los insumos y requerimientos necesarios para mejorar la calidad de vida de quienes también tienen derecho a la existencia.
En pocas palabras. Ni el paciente ni sus familiares desembolsan ni un centavo dentro de esta pequeña ínsula que no escapa de un férreo bloqueo.
¿Tenemos o no nuestras Razones?
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Jennifer Marcela Rosero García -