«Con 2 que se quieran» Reynaldo González (Parte I)
“Hay que hacerse gente”
Amaury Pérez. Buenas noches, estamos en “Con 2 que se quieran”, como siempre digo en el corazón de Centro Habana, en el barrio de Lezama, en los legendarios Estudios de Sonido del ICAIC. Hoy está de invitado, honrando con su presencia nuestro pequeño espacio, el eminente escritor cubano Reynaldo González. ¿Qué tal, Rey, cómo estás?
Reynaldo González. Pues muy bien, encantado de la vida, encantado de estar contigo.
Amaury Pérez. Es una vieja amistad que vamos a intentar trasladar a la televisión.
Reynaldo González. Sí señor, “Con 2 que se quieran” y un viejo amor.
Amaury Pérez. Un viejo amor. La primera pregunta es: ¿qué significa ser Miembro de Número de la Real Academia…
Reynaldo González. …De la Academia Cubana de la Lengua, que está vinculada con la Real Academia.
Chico, es tener una distinción por haber usado el idioma y por estarlo usando y dentro de lo posible, contribuir a que se use bien, se estudie, se conozca, no se maltrate, porque el asunto es que la prisa ha ido convirtiendo, no el nuestro, todos los idiomas, en una bagatela y hay que impedir que la prisa acabe con tantas cosas como ya ha ido acabando…
…Porque estamos rodeados de una prisa, de una turbulencia que va arrastrando las virtudes, va arrastrando los afectos, va arrastrando tantas buenas cosas; es como una especie de ciclón, que ha ido acabando con tantas cosas… ¿Sabes que el Miembro de Número es de nominación y por votación secreta y directa? Yo saqué el total de votos; fue por unanimidad.
Amaury Pérez. Pero, ¿por qué de Número?
Reynaldo González. De número, porque ocupa un número, son 28 porque son los números de las letras del alfabeto. Aparte de eso puede ser que se trabaje con las letras mayúsculas para multiplicar los miembros en el país donde haga falta hacerlo. Y el que no vive en la ciudad donde existe la Academia, puede ser miembro correspondiente de la Academia. Nosotros tenemos miembros correspondientes que son personas que viven en otros países, pero son grandes personas que nosotros queremos tener cerca en el afecto y en el trabajo también.
La palabra “de Número” es por los sillones; usted ocupa el sillón tal y a mí me tocó la T de Santo Tomás de Aquino, y eso me alegró mucho.
Amaury Pérez. Aparte de lo que usted me dijo, de tratar de que el idioma no se maltrate, etc. En un país donde el idioma es tan cambiante, como el nuestro, donde aparecen palabras nuevas constantemente, ¿qué hacen ustedes?, ¿aceptan esas palabras?, ¿las discuten?
Reynaldo González. Aquellas que vale la pena incorporar se incorporan, hay palabras que pasan y desaparecen; hay muchos modismos que quedan después. Y hay otras palabras que creemos que estamos inventando y resulta que están en el idioma del Siglo XV. De momento me he encontrado palabras -¡Ah, esto!, ¿será un cubanismo?-, la buscas y está allí, ya existía. Cuando trabajas con un diccionario etimológico encuentras realmente que esa palabra existe, que está ahí.
Amaury Pérez. Y para que un intelectual pueda ocupar una silla de estas ¿tiene que fallecer la persona que la ocupaba?
Reynaldo González. Sí, lamentablemente, la vida sigue a la muerte. Por ejemplo, este año hemos perdido a Ángel Augier, quien murió de 99 años, llegando a su centenario.
Yo le decía: “Usted va a ser el Presidente del Comité Pro Centenario de Ángel Augier”. Ahora que murió Ángel, habrá que buscar un sustituto que lo merezca. Preferentemente filólogos, también intelectuales porque visten bien, o porque sus obras lo ameritan.
Yo recuerdo que lo que aceleró mi entrada a la Academia fue mi novela Al cielo sometidos, que fue un juego con el idioma del Siglo XV, de tal modo que la gente creía que estaba leyendo una novela en español antiguo; utilicé algunos trucos, un español virtual que yo creé para eso. Eso sorprendió a mucha gente.
Amaury Pérez. Ya hablaremos de Al cielo sometidos, una novela que a mí me parece fantástica. Ahora, una de las cosas que a mí, enseguida que pensé en entrevistarlo, en invitarlo al programa, siempre dije: cuando pienso en Reynaldo, además de su literatura, de su ingenio, de su inteligencia y de su belleza, que todavía la conserva…
Reynaldo González. Muchas gracias por el piropo.
Amaury Pérez. …siempre pienso en su sonrisa. Reynaldo es un hombre que siempre se está riendo.
Reynaldo González. Quizás por aquello de “al mal tiempo buena cara”, ¿no?, no me enseñaron a quejarme: aunque te duela, no te quejes. Quejarse busca más desgracia. Hay dos cosas que atraen mucha desgracia: la queja y la tacañería. El tacaño muere solo y pobre. Está escrito. Por eso los gitanos dicen: si tienes tres, puedes dar uno; si tienes cinco puedes dar dos, pero nunca des más de lo que tienes, pero no dejes de dar, porque el tacaño muere solo y triste.
Amaury Pérez. Y también decía la Madre Teresa: hay que dar hasta que duela.
Reynaldo González. Eso es muy femenino. No es mi caso. (Risas)
Amaury Pérez. Reynaldo, usted es Premio Nacional de Literatura. ¿Uno siempre merece los premios?, en lo profundo de su vanidad. Está en su casa y dice: me dieron el Premio, me lo merezco, ¿o duda?
Reynaldo González. Mira, ese es un pensamiento mezquino. A uno le dan los premios… y si los premios vienen, bien, pero no hay que envanecerse con ellos. Yo estoy muy contento con mis seis Premios de la Crítica, porque son por libros específicos… El Premio Nacional de Literatura es un regalo que te da el país, un reconocimiento alto, pero nunca olvido aquellos premios que fueron por libros específicos. Seis es una escala, ¿no?, y ser Premio Nacional de Literatura te complica más… si yo mañana hago una chorrada y escribo una tontería, dicen: “mira, mira, lo que hacen los Premios Nacionales de Literatura”, ¿comprendes?, Creo que hay que tener más cuidado a partir de ahí.
Amaury Pérez. Pero en el discurso, precisamente en el discurso de aceptación del Premio Nacional de Literatura, usted dice, voy a citar: “Más hecho a homenajear que a recibir honores, ante el Premio Nacional de Literatura, vivo una pausa en un largo camino entre el ayer que fui y el que ahora soy.” ¿Qué hay del que fue en el que es?, sería mi pregunta.
Reynaldo González. Uno cambia y sigue siendo el mismo, hay muchísimo, porque uno olvida pero no perdona, o uno perdona pero no olvida. Y porque uno recuerda para crear, en el caso de un narrador, en el caso de un escritor; uno vive también del pasado, uno succiona del pasado lo bueno, y lo malo te deja una resaca amarga, ¿no?. No vas a dejar de ser tú nunca, vas a ser tú con añadidos, con enriquecimientos y ojalá todos esos añadidos sean bondades. Porque el camino del hombre está previsto que sea hacia la perfección. La perfección no puede vivir sin bondades. Del pasado, uno se propone -es mi caso-, recordar aquello que te enriqueció -a veces, hasta los golpes enriquecen-. Uno no es igual cuando ha sufrido. He tenido hostilidades, dificultades que no me merecía, o que no esperaba y, al mismo tiempo siempre hubo alguien que me tendió la mano y me hizo sentirme no tan solo en el mundo. Hubo momentos en que, realmente, Amaury, me sentí muy solo, una soledad pavorosa, pero esa mano de alguien, que a lo mejor no se dio cuenta, me hizo entender que la vida no terminaba ni iba a ser peor, iba hacia adelante, iba a mejorar.
Uno no camina para atrás, eso lo hacen los cangrejos; el ser humano camina, después dobla, pero camina siempre hacia delante. Tenemos esa virtud. Y eso te hace mirar el horizonte, el horizonte nunca es triste, aunque en una isla el horizonte es mar, y a veces se siente la insularidad muy marcada en una isla. Caminas, el mar, caminas, el mar, pero ahí adentro, hay un montón de personas que te quieren.
Amaury Pérez. Bueno, ahora se le dedicó la pasada Feria del Libro. Cuando se enteró de que le iban a dedicar la Feria del Libro, ¿en qué pensó enseguida?
Reynaldo González. Lo primero que pensé es si me lo merecía.
Amaury Pérez. No, pero enseguida uno piensa en las reediciones. Es la oportunidad de que te reediten toda la obra, ¿no?
Reynaldo González. A mí se me convirtió en un problema. Mira, algunos libros no fueron tecleados antes en computadora, ¡imagínate esto!. Tenía yo que revisarlos como nuevos, no hay pesadilla peor. Entonces, por otra parte, decía: si los cambio y los mejoro tanto, ya no soy aquel que los escribió.
Amaury Pérez. Claro.
Reynaldo González. Ahora le voy a insertar aquel conocimiento, utilizar ardides, truquitos, palabras que tienen otro significado y que mejoran aquellas.
Amaury Pérez. Sí, un libro reescrito
Reynaldo González. Reescribí un libro, una novela.
Amaury Pérez. Sí, ¿cuál?
Reynaldo González. Siempre la muerte, su paso breve.
Amaury Pérez. La que fue mención del Premio Casa de las Américas.
Reynaldo González. Mención del Premio Casa de las Américas.
Amaury Pérez. En el 68.
Reynaldo González. Sí, pero esa novela tiene su novela. ¿Puedo contártela?
Amaury Pérez. Sí, claro, claro.
Reynaldo González. Mira, cuando escribí esa novela tenía 27 años, era muy atrevido. Yo estaba muy informado de las modernidades, estaba muy al día. Trabajaba en el Consejo de Cultura recibiendo los libros de literatura y poniéndolos en las bibliotecas y me propuse hacer una novela corta. Pero todo el mundo cuenta la novela: un paseante que va por la calle, cuenta la novela, y eso era muy difícil de llevar y además usé mucho la segunda persona. Se dice que yo fui el que introdujo la segunda persona en Cuba. Yo no me engaño, eso lo hizo Carlos Fuentes, en Aura, en México y es una maravilla, un recurso muy caprichoso. Al personaje central le cuentas su novela, le cuentas qué le pasó.
Pero esta novela tenía algunos momentos difíciles, en un momento en que afloraba una concepción nueva, completamente ridícula, estrecha, totalmente desencontrada con la sentimentalidad y la sensibilidad cubanas, y yo tenía tres héroes en la novela. Uno propiamente héroe, el conductor de un proceso revolucionario en medio de la lucha clandestina contra Batista. El otro es un homosexual, que realmente era la joya de la corona, porque era divertidísimo.
Amaury.Pérez Es un personaje muy divertido en la novela.
Reynaldo González. Nadie se ha preguntado qué le pasó a Silvestre. Yo le puse Silvestre, porque una persona como él se da como la verdolaga. Y el tercero es el protagonista, que es un adolescente que empieza a vivir admirando a uno y al otro y siguiendo al héroe, porque se está integrando a la Revolución.
Pasa el tiempo y pasa un águila por el mar y en 1982, me la piden para publicar y ahí sale la segunda versión. Pero te digo la verdad, todavía sin Silvestre. Pues ahora, tú has dicho hoy, hemos hablado del premio tal, del premio más cual, que me dedican la Feria y todo eso, pues es en este momento en que va la novela como yo la concebí.
Amaury Pérez. Pero, ¿el personaje Silvestre, el que usted rescató ahora, es el que usted tenía en su imaginario entonces o es el que ha llegado con los años, el que le ha traído el devenir?
Reynaldo González. No, no, está el de entonces. Todo eso que corté, como en el cine, lo guardé en un sobre amarillo. Y ahora lo saqué y lo incorporé.
Amaury Pérez. Entonces ha servido, entre otras cosas, aparte de que le dedicaron la Feria del Libro, para sacar Siempre la muerte, su paso breve como lo soñó Reynaldo.
Reynaldo González. Pues sí, como fue pensada, como lo soñé.
Amaury Pérez. ¿Y Miel sobre hojuelas? Por qué no hablamos de ese primer libro, de ese libro iniciático de cuentos…
Reynaldo González. Sí, pero a mí no me gustaba ya casi nada, era un libro muy hemingweyano. Era un libro con muchas influencias de mis primeras lecturas. Es el libro que escribo a los 24 años. Yo he sido muy precoz para tener una primera novela a los 27, y la gente no sabe que a los 19 hice una y tuve la inteligencia de quemarla. En un rapto de lucidez la quemé.
Amaury Pérez. Como Carlos Manuel Loynaz.
Reynaldo González. Estaba por allá, sí. Ese libro yo no lo quiero tanto. Todo el mundo paga un diezmo que es contar aquello que vivió y el gran reto del escritor es después contar lo que no ha vivido, lo que le ha ocurrido a otros. Es ahí donde se empieza a sentir uno más escritor, claro, es más difícil. Es más difícil imaginar, concebir.
Cuando yo leo la novela tuya, donde hay dos mujeres, dos mujeres que son impresionantes y un pajarito que detona la novela, me doy cuenta que ya tú empezaste a escribir lo que no has vivido tú. Y te voy a decir, no te voy a tirar piropos, pero, el comienzo de esa novela es tan particular, tan peculiar. ¿Tú has leído El cuarto de Jacobo, de Virginia Wolf? La señora Flanders está escribiendo una carta y mira y de momento se da cuenta que hay lluvia, que está lloviendo y es que la señora Flanders está llorando. Ese truco de Virginia Wolf está en tu primera novela.
Amaury Pérez. Reynaldo, ¿qué leía usted de niño en Ciego de Ávila?
Reynaldo González. De todo, a lo bestia. Un niño en el trópico, en Ciego de Ávila, con los aguacates que los puedes coger con las manos, y de momento sufriendo por los diálogos sartreanos de los personajes de la posguerra. Te das cuenta que era un sin sentido y aún con sentido. Y leí también los clásicos, leí mucho los clásicos.
Amaury Pérez. Pero también oía mucho la radio.
Reynaldo González. Y tenía la radio. Has hecho bien en recordarme Tarzán, Leonardo Moncada…
Amaury. Tamakún
Reynaldo. Tamakún, el vengador errante. Bueno, bueno, bueno y Héroes de la justicia. Y sobre todo las novelas lacrimógenas al por mayor. Era más pañuelo que oído.
Amaury Pérez. Bueno de ahí sale Llorar es un placer, ¿no?.
Reynaldo González. Bueno, después con los años me puse a escribir, pero no como se quiere ver para atacar a la radio. No, al contrario, creo que escuchar la radio fue muy formador y animó mucho la vida del hogar cubano. Era mejor ese refinamiento falso, si se quiere, que la bullanguería y la vulgaridad que predominaba y que con los años ha ido in crescendo y que creo que ahora tenemos que hacer realmente una campaña contra la vulgaridad.
Amaury Pérez. Reynaldo, ¿cómo era su vida de familia en Ciego? ¿Cómo era la casa? ¿Cómo era su relación con su mamá?
Reynaldo González. Una casa pobre, construida sin mano de obra pulida, tres niños con una madre viuda que trabaja para mantenerlos y para hacer posible que vayan a la escuela. No tuvimos universidad, naturalmente. Además, la universidad estaba cerrada, al final, cuando nos hubiera correspondido.
Una vida pobre, pero con una alegría interna. Yo no recuerdo con tristeza esa pobreza. Yo hice de todo para vivir; el niño que limpia piso, el niño que vende naranjas, que vende aguacates o pasteles. Pero que tiene que tener una sesión para estudiar. O vas por la mañana a trabajar o vas por la tarde, pero una de las dos sesiones a la escuela.
Y yo soy ese niño que crece mimado y al mismo tiempo con el rigor de la pobreza. Vaya, recuerdo ir hasta la biblioteca de Ciego de Ávila porque ha llovido y los zapatos no tienen calzo, voy con los pies en el agua prácticamente, escondiendo los piecitos para que no me los vean. Porque mi hermano mayor me depositaba allí y se iba a noviar con las muchachas, ya era mayor y yo ahí.
Amaury Pérez. ¿Usted es el menor?
Reynaldo González. Yo era el niño, el bebito sí, el más pequeñito de la familia, éramos tres y madre que murió muy joven, murió de 42 años, yo creo que se agotó de trabajar tanto.
Amaury Pérez. Ah, caramba.
Reynaldo González. Pero bueno, ahora no nos vamos a poner en eso. Tú me hablaste de la sonrisa, mi madre era encantadora, sonriente. Para tenernos cerca nos enseñó juegos de cartas -yo te sé jugar brisca, carta tasajo, tute, tute subastado, otro juego infame que se llama machuca. Todo eso, vamos ahora a jugar esto, porque así nos tenía al alcance de la vista y era la gallina con los pollitos y eso nos alegraba muchísimo, nos hacíamos cuentos… ¿qué leíste? Llegaba con los muñequitos del domingo. Mi madre trabajaba a veces de criada y traía los periódicos dominicales, no porque estábamos suscritos en mi casa, olvídate de la posibilidad, venían en los semanarios, pues todo eso fue formando algo que después es el escritor, yo era muy atrevido para hacer las cosas que hice, porque creía que era fácil como tanta gente cree que escribir es fácil sin darse cuenta de que es una pesadilla.
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