Luceros en el mar
Hace unos años el malecón de Caibarién resultaba una especie de regalo inimaginable. Poco a poco, se levantaron las piedras y apareció la obra. Sin embargo, las corrientes marinas seguían como reservorios de residuales, por lo que un grupo de alumnos —junto a una excelente pedagoga— trazaron un proyecto para transformar el entorno.
Por Ricardo R. González
Fotos: Carlos Rodríguez Torres
El enorme semicírculo regalado por las aguas se pierde ante la vista. Un impertinente lloviznazo quiebra el clásico azul marino caibarienense. El sol está oculto aunque el reloj traspasa el mediodía, y desde el muro del malecón invade ese olor a salitre y el susurro de la marea cuando besa al litoral.
A lo lejos se divisan pequeñas embarcaciones veleras entre un paisaje adornado por pinos, palmares, cocoteros y diminutas casitas. Fue allá por el 2000 en que inició la bienvenida «aventura» para cambiar la imagen de la ciudad. De lo feo a lo bello, más no todo era perfecto.
EL DÍA DEL CAMBIO
Dayana Pérez Pérez-Borroto lo recuerda como si fuera hoy. Estudiaba entonces en la escuela primaria Francisco Ferrer y acostumbraban a realizar la Educación Física cerca del mar.
De pronto, comenzó una fetidez penetrante que resultaba cada vez más intensa. A pesar de los pesares, el grupo se acercó en aras de descubrir la causa. No había que ir muy lejos. Alguien sin el menor escrúpulo sobre los conocimientos básicos del medio ambiente había descuartizado un cerdo y dejó sus residuos en sitios próximos.
Los muchachos retornaron al plantel educacional aun impregnados de la pestilencia. En la biblioteca estaba Inés María Domínguez Castro, quien ejerció como profesora de Biología y ocupó el frente de información científico-pedagógica.
«Recuerdo que Inés nos convidó a pasar a la biblioteca. Indagó acerca de lo sucedido y nos propuso la idea de cambiar hábitos arraigados en la población.», relata Dayana.
Algunos dudaron del efecto. No era fácil cambiar patrones tan añejos en el tiempo; sin embargo, iniciaron la primera acción con el llamado Plan Tun Tun.
«Tocábamos en las casas próximas al litoral. Muchos nos ponían muy mala cara. Insistíamos con ellos. Advertíamos riesgos. Tomamos fotos de lo que existía en aquellos momentos para constatar si eran apreciables los cambios o no. Fueron jornadas complejas, incluso de guardias y revisiones por todo el muro con tal de que nadie botara allí los desperdicios hasta en horas de la noche. Costó trabajo, más el panorama evolucionó, y con el tiempo constatamos que no constituyó una etapa perdida.»
El proyecto se denominó CAIMALE: Por una adecuada educación de la población de Caibarién. En un principio contó con una veintena de alumnos. Después, se sumaron estudiantes de otros planteles.
LAS CONFESIONES DE INÉS
A pesar de estar jubilada Inés María sigue siendo útil. CAIMALE (mezcla de Caibarién y malecón) la acaricia como a un hijo. Retoma el comienzo y es como si reviviera… «Tras la visita de Fidel con el paso de Kate dijo que era necesario acometer una acción para que el agua del mar no volviera a penetrar en la ciudad.»
Las memorias fluyen. Todavía golpea en su mente el hecho de que los barcos llegaron hasta la calle Jiménez, en pleno corazón de la urbe, por la fuerza del mar. La orden estaba dada. El Poder Popular con el Contingente Campaña de Las Villas y la comunidad edificaron el malecón. Había un inconveniente: los proyectistas se quejaban de que el pueblo mantenía la tradición de concebir el mar como sitio ideal para los desechos.
Lo mismo escamaban pescados en las orillas que aparecían botellas, laticas, zapatos rotos, papeles, objetos inservibles… No esperaban el camión o el carretón destinado a la recogida. Si se sembraban palmas, los niños arrancaban sus penachos o se convertían en el sostén de las improvisadas hamacas. En fin, era el vertedero ideal de la Villa Blanca.
«Allí empezó nuestra labor —precisa Inés—. Tres años nos llevó todo el proyecto desde que Cristina Mendiondo Roig, la presidenta del Gobierno local, me lo propuso ¿Qué hacer? Era la pregunta con aquel círculo de interés creado… Tratar de educar sin ofrecer muchas charlas, pues determinados habitantes respondían que nunca el mar se iba a secar por verter basura ni que tampoco faltarían los peces.
«La persuasión resultaba la carta de triunfo. Hablábamos de contaminantes con los vecinos, y que de seguro no existía idéntica cantidad de peces comparado con épocas anteriores. Así los CDR y Comunales comenzaron a recoger los desechos. Se extrajeron toneladas de basura, y como los moradores señalaban que los convites eran para ellos algo preferido, decidimos hacer la denominada Fiesta del Mar porque si el mar estaba limpio ya se encontraba de fiesta.»
Acordaron su celebración cada 21 de mayo. El día del nacimiento de Marcelo Salado, mártir de la Patria y nacido en esa localidad villaclareña. Amante de la preservación marina y apasionado por la dicha de tenerlo cerca.
Poesías, canciones, obras de teatro protagonizadas por infantes y de otras generaciones llenaban ese día el inmenso mare nostrum, sin descartar la preservación diaria. También concursos…, y todas estas manifestaciones se enviaban a la Jornada Científico-Infantil del Acuario Nacional y de otras instituciones.
El INDER, Gastronomía, Cultura, Flora y Fauna, Comunales, las organizaciones de masas, Educación, las salas de vídeo figuraron entre los muchos que apoyaron el proyecto transformador de la conducta de muchos moradores, aunque en algunos segmentos del malecón se aprecie alguna que otra lata, recipientes o una sandalia infantil encajada en las piedras de la orilla.
Una fiesta organizada que culminaba en horas de la tarde con la convocatoria de la CTC a todos sus trabajadores para su clausura en la zona del malecón. No obstante, a Inés María Domínguez Castro le queda el orgullo de sentirse útil. «La felicidad de haber contribuido a la limpieza de mi ciudad con la alegría de ser maestra y trabajar con los niños. Una dicha especial que devino para mi otro tipo de magisterio.»
Y como una especie de reina en su palacio transita por el malecón de su pueblo. Evoca que por aquí pasó esto, y por allá, aquello. Contempla las palmitas y una especie de losa peatonal establecida a fin de no dañar el césped. Eso lo vive, lo trasmite a través de su propia dulzura, sin importarle que un impertinente aguacero de mayo empañe el azul de ese enorme semicírculo del que ha encontrado, también, luceros en el mar.
MEMORÁNDUM
— Caibarién, con más de 38 mil habitantes, reconoce que la contaminación del agua constituye uno de los incidentes fundamentales que dañan el medio ambiente, definida como la incorporación al agua de materias extrañas ejemplificadas en microorganismos y productos químicos.
— No se exceptúan los residuos industriales y las aguas albañales que también deterioran la calidad del líquido.
— Entre las causales contaminantes figuran los desechos sólidos domésticos, y los de las industrias, el exceso de fertilizantes y de productos químicos.
— Con gran influencia en el deterioro ambiental se incluye la tala indiscriminada, la quema, el monóxido de carbono expulsado por los vehículos y los desagües de aguas negras o contaminadas hacia el mar y los ríos.
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