Omara Portuondo (Cuba)
Por Ricardo R. González (*)
No imaginó La Habana de los años 40 que aquella adolescente, inmersa en la mecanografía, y asistente a las tertulias que se hacían en casa de una amiga resultara, a la postre, uno de los hitos de la cultura cubana.
Así, en aquella vivienda, conoció a figuras como José Antonio Méndez, César Portillo de la Luz, Frank Emilio, y otros baluartes de las corrientes musicales de la época a fin de compartir audiciones de la música ejecutada por Glenn Miller, Ela Fitzgerald, Nat King Cole… y de las raíces del entonces filin o música vinculada con el sentimiento.
Pero la inquieta Omara Portuondo visitaba, además, la casa de Ángel Díaz, o iba acompañada de su madre a la del Niño Rivera. La música le había traspasado la epidermis, e irrumpe con el dúo Las Tailomitas, junto a su hermana Haydée, hasta llegar al cuarteto Loguibambia, bajo la batuta del maestro Frank Emilio.
Con esta agrupación debutó en la emisora Mil Diez para comenzar su carrera ascendente que la involucra, después, en la nómina del cuerpo de baile del famoso cabaret Tropicana y en la compañía de Alberto Alonso.
Estuvo Omara en los cuartetos de Orlando de la Rosa y de Facundo Rivero, y en 1950 se incorporó a la Orquesta Anacaona con giras internacionales reiteradas. Sin embargo, dos años más tarde fue seleccionada como integrante del cuarteto D Aida que la consolida en el panorama musical.
Junto a Elena Burke, Moraima Secada y su hermana Haydée recorren gran parte del Orbe, y sientan cátedra dentro del movimiento de compositores contemporáneos, y con los contratos en radio, televisión y centros nocturno de Cuba y del universo.
1967 marcó el camino como solista. Entonces, viajó a Polonia para representar al sello disquero Areito, de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM), en el Festival de Sopot, a realizarse cada año en esa ciudad balneario.
Uno de sus primeros hits resultó «La era está pariendo un corazón», de la autoría de Silvio Rodríguez, en la que Portuondo se creció y le impregnó ese sello peculiar que la hace antológica dentro del repertorio nacional de todos los tiempos.
El éxito le acompaña siempre. Que decir de «Vuela pena» (Amaury Pérez), «Deséame suerte» y «Siempre es 26» (Martín Rojas), «Lo que me queda por vivir» y la penetrante «Amigas»(Alberto Vera), acompañada de Elena y Moraima, o la magistral interpretación de «Gracias a la vida», de la chilena Violeta Parra.
Con innumerables discos grabados en todos los formatos, desde las antañas placas negras de 33 r.p.m. o 45 r.p.m. hasta los CDs, Omara logra el Grammy de 1997 (Mejor álbum de música tropical) por su participación en el proyecto de Buena Vista Social Club, del que se convierte en su diva indiscutible.
Estuvo nominada a idéntico reconocimiento con el disco Buena Vista Social Club… presenta a Omara Portuondo, y hace un año obtuvo el gramófono por su trabajo titulado «Gracias».
Destaca, también, el álbum con la brasileña María Bethania como otro de los discos para recordar.
Entre sus múltiples lauros resaltan el primer Premio en el Festival Orfeo de Oro, de Bulgaria (1971), Mejor interpretación en el Lira de Bratislava (Checoslovaquia), Festival L Humanité (Francia), por citar algunos.
La cinematografía la recoge en Cecilia, y en un documental realizado a su vida y obra.
Omara es luz, tenacidad, esplendor y cubanía tanto en la balada, el bolero, los sones, guarachas, danzones, habaneras e incluso hasta en la música infantil donde tiene algunos registros.
Omara es Omara, y este 29 de octubre en que arriba a su octava década podemos contar con ella y retomar una de las frases inmortales: «Gracias a la vida que me ha dado tanto».
Esa misma vida que nos ha dado a Omara.
(*) Todos los trabajos publicados en temas (Artistas) han sido elaborados por este autor, a partir de informaciones de base.
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