«Con 2 que se quieran» (Miguel Barnet. Parte I)
Entrevista de Amaury Pérez al poeta, ensayista y Presidente de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) Miguel Barnet.
Amaury Pérez. Buenas noches. Estamos en “Con dos que se quieran”, como siempre me gusta decir, en el corazón de Centro Habana, en Prado y Trocadero, en el barrio de Lezama, en los legendarios estudios de sonido del ICAIC. Hoy nos acompaña, es un orgullo y un privilegio para mí recibir al gran poeta, escritor, ensayista, periodista, editor, etnólogo, Miguel Barnet. Muy buenas noches.
Miguel Barnet. Y víctima tuya ahora.
Amaury Pérez. No, para nada, se le quiere mucho. Hay un escritor cubano, Miguel, que me dijo un día que los escritores cubanos no se leían entre sí, que se odiaban, ¿suscribe usted ese punto de vista?
Miguel Barnet. Bueno yo no lo suscribo, porque ¡imagínate tú! si no hubiera leído a Cirilo Villaverde, a Ramón Mesa, que admiro tanto, Anselmo Suárez y Romero, a Julián del Casal, a Zenea, a Alejo Carpentier, a Lino Novás Calvo, a Nicolás Guillén, a José Lezama Lima, a Virgilio Piñera, entonces ¿qué sería yo ahora? Sería una burbuja. Estaría enajenado con escritores de otras latitudes a quienes admiro también, pero yo pienso que los que dejaron una huella y un legado importante y un camino, una brecha que pudieron abrir y que pudimos seguir nosotros, fueron esos. Y desde luego, Lidia Cabrera, Fernando Ortiz, que es mi brújula. Alejo Carpentier, que me despertó al mundo del Caribe, a la imaginación. Lezama, que dictó claves poéticas en mi vida que permanecen vivas, porque me enseñó, o nos enseñó que la poesía, de todos los géneros, era el género más abarcador, el mayor.
Leo a mis contemporáneos también y tengo una gran valoración de la literatura que se hace hoy en Cuba, no soy feminista ni machista, pero sí admiro mucho la literatura que hacen las mujeres hoy y también de algunos de mis compatriotas masculinos. Creo que uno se nutre de los contemporáneos y de los que nos han antecedido. Y creo que odiar, bueno, he tenido razones para odiar a mucha gente, pero se me olvida, se me escapa, es como un perfume malo que no tiene fijador.
Amaury Pérez. ¿Los perdona, los disculpa?
Miguel Barnet. No soy de vocación cristiana, pero no conozco el rencor y no es que los disculpe, pero es algo evanescente, se va, es un sentimiento que se escapa de mí muy rápidamente. A los que me han hecho mucho daño no los perdono, los tengo engavetados. A veces cuando me acuerdo de ellos abro la gaveta y ya podrás imaginarte los conjuros y la vuelvo a cerrar. No han tenido buena salud.
Amaury Pérez. ¿No han tenido buena salud?
Miguel Barnet. No, no por culpa mía, por culpa de ellos, porque el que odia no puede tener salud. Hay que cantar.
Amaury Pérez. Hablemos de escritoras. Le voy a decir cuatro nombres y me dice qué opinión le merecen: Gina Picart, Marilyn Bobes, Fina García Marrúz, Dulce María Loynaz.
Miguel Barnet. Bueno, a mí no me gusta juzgar.
Amaury Pérez. No, es sólo un criterio de gusto.
Miguel Barnet. Pienso que de todas las que has mencionado, la escritora que tiene más dominio de la palabra y que ha alcanzado una dimensión poética y metafórica y tiene un mundo más coherente es Fina García Marruz. Para mí es la gran poeta viva que tenemos en Cuba.
A Dulce la quise mucho, como sabes, y la admiro mucho. Por cierto, el otro día me estaba duchando en casa y escuchando las canciones que compusiste, que son bellísimas, de los poemas de Dulce María Loynaz, es de lo mejor que has hecho.
Amaury Pérez. Gracias.
Miguel Barnet. Sinceramente, y Gina Picart ha sido una revelación para mí. Es una escritora rara y por eso me gusta, además, osada, atrevida. Va al mundo de los celtas, de los griegos, a los clásicos y se desenvuelve muy bien en ellos. ¿La otra que me mencionaste?
Amaury Pérez. Marilyn
Miguel Barnet. Es mi amiga y la admiro mucho, creo que Marilyn tiene una prosa muy clara y de una facilidad para tejer historias, historias que parecen sencillas, que parecen intrascendentes y sin embargo, trascienden mucho, ella tiene ese don de elevar las cosas aparentemente cotidianas a una categoría poética.
Amaury Pérez. Usted acabó de cumplir 70 años el pasado 28 de enero.
Miguel Barnet. Pero por el hecho que haya cumplido 70 años no te permito que me trates de usted. Sé que estamos en la televisión, pero no me gusta eso de usted contigo. No me siento cómodo, tú me dijiste que me sintiera cómodo.
Amaury Pérez. Cuando uno mira hacia atrás, siempre hace un balance, los hace a los 40, a los 50, a los 60, y a los 70 imagino que los balances sean de más peso, más sólidos, más densos. Cuando tú miras hacia atrás ¿cuál es el Miguel que ves? Cuando andas buscando por tus recuerdos. ¿Qué Miguel anda por ahí?
Miguel Barnet. Un personaje curioso. No te voy a decir que me cae mal, es un personaje curioso que se fue edificando, construyendo su propia personalidad y fue haciéndolo a partir de la creación y siempre he tenido mucha curiosidad. Precisamente muy cerca de aquí, en el año 1958, había una asociación que se llamaba Asociación de Reporters donde vi una colección de organografía afrocubana y nunca había visto eso organizado, nunca lo había visto así de golpe.
Era una exposición que hacían Argeliers León y María Teresa Linares sobre instrumentos de los abakuá, de los lucumíes, o sea, el cuchi-eremá, el obiapa, los tambores batá.
No salí más de ese mundo, me gustó tanto, me cautivó tanto. Porque era el mundo que tenía muy cerca de mi casa y que veía a distancia y ahí lo veía de cerca. Los tambores que oía por la noche, los veía ahí con sus falderas, con sus cascabeles, el batá. Me llamó mucho la atención todo eso y a partir de ahí se me abrió el camino de damasco; de la investigación.
Amaury Pérez. ¿Tú eres habanero?
Miguel Barnet. Soy habanero del Vedado.
Amaury Pérez. ¿Eras de una familia clase media, clase media alta, humilde?
Miguel Barnet. Era una familia humilde espiritualmente, que por supuesto, el tema de la africanía no era afín a ellos. No es que tuvieran ningún prejuicio, pero cuando me metí de cabeza en eso, enseguida aquel chico curioso se convirtió en un bicho raro en la familia.
Amaury Pérez. Por eso tú dices en un poema que a mí me estremece, como toda tu poesía, tengo que decirlo en público.
Miguel Barnet. Muchas gracias.
Amaury Pérez. “Pero la familia sabe que yo no participo del todo. / Que me da igual una cosa que la otra. / El prestigio y las trastadas silenciosas. / Y un día me llaman hijo casi con terror”. ¿A qué se refería Miguel en ese poema?
Miguel Barnet. Al susto de mi madre que me veía en esas cosas, en esas lecturas; mi padre igual, pero nunca me dijeron: ¡no hagas eso, no vayas por ahí! Pero no olvides que la poesía, que es un género de ficción, y tú eres novelista también y he leído tus novelas, son formas noveladas de interpretar la vida.
Amaury Pérez. Ahora estoy intentando ver en tus ojos claros a ese Miguel que cumple 70 años gozoso, con salud, con responsabilidades altas y con la confianza de sus discípulos y de las personas que están bajo su dirección y de sus compañeros. Tiene que haber también un Miguel que sufrió incomprensiones. ¿Qué haces con esas incomprensiones, también las engavetas, como a los enemigos?
Miguel Barnet. No pueden engavetarse porque no hay gaveta que tenga un espacio para ellas. Son cosas que no se olvidan, heridas que no se restañan, pero no se puede lucrar con eso. Hay cosas que están más allá, sentimientos mayores y pienso, no sé si es un orgullo o el amor propio que uno tiene, que es mejor no hablar de esas cosas, para qué, si la vida como dije es evanescente, es tan corta, son cuatro días y vamos a estar regodeándonos en eso. Tengo que decirlo con objetividad. ¿Tú estás hablando del llamado quinquenio gris?
Amaury Pérez. Yo estoy hablando de todas las incomprensiones que una persona talentosa como tú puede haber pasado.
Miguel Barnet. Creo que afortunadamente mis amigos, la sociedad en que vivo, este pueblo de Cuba que es tan extraordinario, tan curioso, tan optimista, tan estoico, tan valiente.
Amaury Pérez. ¡Tan generoso!
Miguel Barnet. ¡Tan generoso! Y no me ha permitido caer en un hueco, caer en un vacío. En esos años caminaba mucho, iba a casa de amigos que no tenían nada que ver con la cultura. Me aislé un poco de ese mundo, porque había como que un morbo, un círculo vicioso.
Amaury Pérez. No sentirse víctima.
Miguel Barnet. No me puedo sentir víctima nunca. Tengo mucho orgullo para eso. Ni víctima ni victimario.
Amaury Pérez. Oficio de Ángel es una novela de ficción, pero yo que te conozco y los que te conocen encontramos una cantidad tremenda de elementos autobiográficos más que en otras novelas. Si un día te diera por escribir tus memorias ¿serías capaz de contarlo todo?
Miguel Barnet. No quisiera tener que contarlo todo porque iba a ser demasiado explosivo. Es mejor que el escándalo esté subyacente. Porque cuando se hace demasiado evidente a veces es grotesco.
Amaury Pérez. Es mucho más delicado así.
Miguel Barnet. Contarlo todo es un acto de extrema vanidad. Creo que hay que contar las cosas que uno quiere. En definitiva la memoria es arbitraria, no te permite nunca contarlo todo porque la memoria no es una secuencia, no es cronológica, no es lineal y es una parte de eso que yo admiro tanto que es la imaginación, que es así, como los sueños. Oficio de Ángel son viñetas, es muy autobiográfica.
Amaury Pérez. Muy autobiográfico, pero sigue siendo ficción.
Miguel Barnet. Sigue siendo ficción, todo es ficción, eso es lo bueno. Acaso no soy un poco Esteban Montejo, un poco Rachel también, soy un poco Julián Mesa de La vida real y el Gallego. Toda obra literaria, por muy antropológica o científica que pretenda ser tiene elementos de tu biografía personal. No vamos a entrar en la psicología que es muy pesada.
Amaury Pérez. No, no, no, y yo que no sé nada más que ir al psiquiatra.
Miguel Barnet. ¿Tú vas al psiquiatra?
Amaury Pérez. Sí, yo voy al psiquiatra, voy al psicólogo y voy al loquero.
Miguel Barnet. No chico, no, siéntate en el muro del Malecón y mira el mar, ese es el mejor psiquiatra que hay.
Amaury Pérez. El mar me pone nervioso, no soy el capitán Nemo.
Miguel Barnet. Lee Moby Dick y verás que se te quita el nerviosismo con el mar.
Amaury Pérez. Hay una cosa que no es ficción, que es Miguel Barnet, muy jovencito, un adolescente, en Santa Clara. ¿Qué fue a hacer Miguel a Santa Clara?
Miguel Barnet. No. ¿Qué fue a hacer mi padre, que tuvo que salir huyendo de La Habana en la época de Batista? Porque le fue mal en todo, en los negocios, en la política. Él tenía un negocio que quebró y tuvo que irse a Santa Clara con una compañía norteamericana. Yo me iba los fines de semana, a veces me pasaba quince días con ellos y allí me cogió la Batalla de Santa Clara.
Amaury Pérez. ¿Qué edad tenías cuando eso?
Miguel Barnet. Iba a cumplir 18 años.
Amaury Pérez. Un muchacho, un niño.
Miguel Barnet. Todavía recuerdo a los rebeldes caminando por el techo de mi casa en Santa Clara. Estuve un tiempo en Santa Clara, nunca viví permanentemente porque cuando mis padres me dijeron: ¡Vámonos! yo dije: ¡no! Me quedé con una tía mía aquí porque quería estudiar, pero figúrate, con tan mala suerte que empecé a estudiar y cerraron la Universidad. Entonces tuve que entrar en la Escuela de Publicidad y ahí tuve la suerte de conocer gente muy valiosa como Eloísa Lezama Lima, a Frank Pérez, que es mi amigo más antiguo, que fue el que me habló por primera vez de marxismo, de la Revolución, en época de Batista. Ahí conocí a Samuel Feijoo después.
Amaury Pérez. Hace un rato hablamos de Algeliers (León) y de María Teresa Linares. ¿Qué importancia tiene en tu vida, Algeriers, específicamente y Fernando Ortiz?
Miguel Barnet. Los dos tienen una importancia cardinal. Argeliers fue mi maestro directo, con quien comencé a trabajar. Estaba trabajando en una compañía norteamericana antes del Triunfo de la Revolución, con estos dedos gordos pasaba 82 palabras por minuto en una máquina de escribir, facturas de neumáticos, de gomas de la Firestone.
Entendí muy bien a William Faulkner cuando dijo que la peor cosa que había en el mundo era estar 8 horas en una oficina, y yo digo: ¡Caramba, yo me paso 10 y 12 a estas altura con la edad que tengo!
Pero en aquel momento que estaba muy joven, 16, 17, 18 años, tenía que trabajar porque quería tener mi propio dinero para moverme, para coger la guagua, para jugar al bingo en Tropicana, para las cosas que hacíamos los jóvenes.
Amaury Pérez. ¿Y ahí apareció Fernando?
Miguel Barnet. No, ahí apareció Argeliers León, a quien había conocido en este lugar, en Prado en el 58 que me quedé conectado con él. Conocí a Don Fernando unos meses después, justamente por Argeliers que me indujo a que fuera a ver a Don Fernando. Argeliers me llevó después, cuando triunfó la Revolución de asistente personal, de secretario de él.
Estuve un año de secretario hasta que entré en el Instituto de Etnología, con un carné que decía, las cosas extraordinarias de la Revolución: Investigador Científico. Yo tenía 20 años, pero ahí estudié como 9 años. Muchos cursos de etnología, de antropología social, me formé bastante.
Después iba a casa de Don Fernando, los miércoles y los sábados. ¡Figúrate, qué privilegio! Lo he contado tantas veces. Don Fernando es mi Dios tutelar. Fue mi brújula porque toda su obra fue una gran lección de visión global integral de la vida, de intelectual orgánico, de hombre con una visión muy cóncava, yendo a todos los lados del país sin prejuicios.
¡Qué cosa tan extraordinaria! Un hombre de la alta burguesía, que no tuviera ningún recato en ir a los negros curros, a los negros brujos, en hacer la obra inmensa que hizo en los cinco tomos de los instrumentos de la música afrocubana, incluso sus contemporáneos, la gente que lo visitaba en su casa y yo fui uno de ellos, era el más bisoño, el más joven.
Sentía que, con excepción de Argeliers y de María Teresa Linares, no tenían un diálogo con él, un hombre como Jorge Mañach, por ejemplo, no entendía a Don Fernando, porque Jorge Mañach era muy conservador. Y Yo me aproveché de eso y me gané a Don Fernando, en el sentido que dialogaba con él, me sabía sus libros de memoria. Cuando me leí Los bailes en el teatro de los negros en el folklore de Cuba, a los pocos días fui a casa de Don Fernando y me los recité y le empecé a hacer preguntas de los bereberes, de cómo se prepara una sopera de Yemayá, de los cabildos, las cofradías, en fin, las cosas que a él le motivaban.
Amaury Pérez. ¿Pero le motivaban porque era un mundo exótico, colorido, que le llamaba la atención o él llegó a involucrarse pasionalmente en ese mundo?
Miguel Barnet. Se involucró intelectualmente, académicamente, como antropólogo empírico, como historiador. Entendió muy bien que sin la comprensión de ese mundo no se entendería jamás qué cosa éramos nosotros los cubanos y su gran preocupación en la dimensión suya, que es una dimensión muy alta, que es mi gran preocupación también, en otra dimensión más modesta es: qué somos los cubanos y por qué somos como somos. Él fue el gran pionero de la musicología en Cuba sin ser musicólogo. Fue el gran pionero de la antropología social sin ser un antropólogo social de formación. La obra de Don Fernando es una obra infinita y no me canso de admirarlo mientras más lo leo. Por eso es que me decidí a crear la Fundación Fernando Ortiz en el año 94, bueno, se oficializó en el 95 y estamos desarrollando ahí un trabajo intenso.
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