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Mi Comentario: La «migraña» de los medicamentos

Mi Comentario: La «migraña» de los medicamentos

Por Ricardo R. González

Ilustración: Martirena

No voy a referirme al desabastecimiento de medicamentos por respeto al lector. Además ¿quién no lo sabe y lo sufre? Pero varios funcionarios han hablado en los últimos tiempos de posibles mejorías para tal o más cual trimestre. Pasan los días, transcurren los meses, y el panorama continua inamovible.

Busco y (re)busco respuestas sin encontrar aseveraciones que abriguen la esperanza pues los argumentos, a nivel de país, están circunscritos al déficit de materias primas, la falta de financiamiento para la producción, obsolescencia tecnológica, indisciplinas en los eslabones de la cadena, inexistencia de fiscalización en las unidades que comercializan los fármacos, alto costo de transportación, mercados lejanos como la India u otros que cierran las puertas a Cuba, por citar algunos.

Fármacos de primera línea como los hipotensores, reguladores de la diabetes y diuréticos, vitales para la salud, encabezan la lista de los muchos inmersos en el movimiento de un cachumbambé que no acaba de estabilizarse. Ello deriva inquietud entre los enfermos debido a que si bien las explicaciones no dejan de tener fundamento mantienen una cuerda floja de inseguridad al proseguir el déficit de medicinas en etapas que reaparecen las ya olvidadas, se «evaporan» otras, y vuelven a esconderse aquellas que manifestaron un destello fugaz durante algún período.

Eso lo saben quienes cada semana hacen las agobiantes colas en las farmacias. Desde las 2:00, las 3:00 de la madrugada o mucho antes, con la expectativa de que la suerte acompañe al llegar al mostrador.

Ahora bien, sí voy a referirme a situaciones creadas cuando las mareas traen déficits en cualquier renglón y abren el triste capítulo de las miserias humanas.

Ya está «instituido» el revendedor de cola en unidades farmacéuticas y aquellos que acaparan los primeros lugares. Las mismas caras, los mismos rostros. Esos que marcan, además, para fulanito, menganita y esperancero y se hacen habituales sin el menor escrúpulo.

Las estampas incluyen a los que acuden con casi un recetario en mano y fechas abiertas en las recetas. Si el fármaco está en existencia allí mismo le ponen día y mes a la vista de todos, y de no existir lo recetado el documento se guarda y sigue con plena vigencia hasta que le corresponda su momento.

En medio de esta contradictoria diversidad me pregunto si sacarán a la venta la totalidad de los productos recibidos en una farmacia o quedarán algunos entre estantes y gavetas interiores para satisfacer compromisos y amistades. En otras palabras, si pertenecen a esa reservita que queda detrás en espera del beneficiado.

Aclaro que no generalizo ni dudo de los deberes a cumplir por los farmacéuticos, pero señores hay de todo en la viña del señor, y existen casos que burlan las normativas.

Tampoco olvidemos que muchas veces se obvia la localización del producto en otra unidad, ni pueden minimizarse los rejuegos malabáricos entre lo prescrito en la receta y la cantidad despachada. Casi siempre los ancianos, las personas impedidas o los muchachos son los que reciben la estocada, aunque debe aclararse que en momentos de déficit existen resoluciones para regular las ventas, pero que esto no ampare las sendas de lo cotidiano.

La «migraña» causada por la falta de fármacos suma a Villa Clara y afecta al país. Lo cierto es que dentro de una sociedad que llama a la solidaridad y a compartir lo que se tiene existen insensibles ajenos a las necesidades de los semejantes y actos alejados por completo de esos buenos sentimientos.   

Hay casos que prefieren el vencimiento de un medicamento antes de ofrecerlo a alguien necesitado. Y no todo ciudadano tiene la posibilidad de recibirlo desde el exterior.

Imperdonable ese acaparador de fármacos que en viviendas o en otros sitios los propone a precios desorbitantes sin pensar en el prójimo. Lo mismo una Duralgina, que un antibiótico, o una pomada destinada a la piel.

Y ni hablar de esos que se esfuman de las instituciones hospitalarias, con uso exclusivo en estas, pues de vez en cuando aparece un Rocephin entre la vecindad escapado de los muros de la entidad.

El cuadro básico de fármacos en este país totaliza unos 800 renglones; de ellos cerca de 400 son tributados a las farmacias comunitarias, pero los restantes tienen exclusividad hospitalaria, en tanto a los dispensarios llegan solo 76 productos importados, por lo que el peso mayoritario de disponibilidades recae sobre la industria nacional.

Los responsables tendrán que mantenerse bien atentos al mundo de las facturas para evitar gato por liebre. Y aquellos que se ríen del dolor y las penurias humanas para satisfacer el apetito nefasto de los billetes recuerden que la vida es una caja de sorpresas. Cierto que el dinero hace cada vez más falta, pero a esos despiadados les pregunto ¿qué harían si estuvieran del lado de los necesitados y un hijo, un nieto o un anciano de su familia pidiera a gritos alguno de esos renglones que están en manos de los deshumanizados?

Hay tela por donde cortar, mas ojalá que aquellos insensibles modifiquen conductas para que disfruten, algún día, de esa dignidad que muchas veces emprende la fuga.

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