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«En la UCLV están mis raíces, mi historia, mi vida»

«En la UCLV están mis raíces, mi historia, mi vida»

Declara su Profesor Emérito Dr. C. Roberto Jiménez Hernández, próximo a cumplirse el aniversario 65 de la Facultad de Ingeniería Eléctrica.

Texto y foto Ricardo R. González

Es un catedrático reconocido en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas (UCLV), una personalidad respetable que no oculta esas pinceladas humorísticas propias de los cubanos. Eso sí, el Dr. C. Roberto Jiménez Hernández ha tenido que recurrir a la perseverancia para trazar su camino, sin doblegar el rey en términos del juego ciencia.

Entró a estudiar en la casa de altos estudios en noviembre de 1959, y no piense que fue directamente a un aula a recibir sus asignaturas en una etapa muy convulsa marcada por el éxodo de profesores y la efervescencia estudiantil en una lucha de clases muy fuerte protagonizada por la burguesía.

Vivió el momento en que el Che aboga porque la Universidad se pinte de pueblo, también la presión ejercida por directivos desafectos que algunos marcharon al exilio, y en medio de las coyunturas convulsas se integró a la Asociación de Jóvenes Rebeldes, a las milicias, y sabe de los primeros trabajos voluntarios en la siembra de café caturra, oriunda de Brasil, pero no en escenarios del Escambray, si no en los alrededores de la propia Universidad o en la recogida de algodón en 1960.

— Cuál es la vivencia que encierra en aquellos años el tabloncillo deportivo de la institución?

— Cuando el ataque a Girón nos movilizaron para cuidar prisioneros de la llamada quinta columna, tanto masculinos como femeninos. Eran turnos de 12 horas y recuerdo las bajas temperaturas de aquellos momentos. Terminamos la carrera en 1964 en medio de la historia suscitada por Playa Girón y la Crisis de Octubre.

— ¿Fue artífice de todo el proceso de aceleración que tuvo la UCLV?

— En efecto, en mayo del 61 me nombraron profesor de los niveles de pre. Era un período con una matrícula muy pobre y había que reforzarla a partir de la aceleración con estudiantes procedentes de pre. En esta etapa impartí Matemática con un programa en cuatro niveles y una duración de dos años.

Recuerdo que entre los alumnos estaba Rodolfo de las Casas, la veo aún con su barba y un estrés enorme que pudo influir en su destino final. Una persona con una vergüenza y honestidad extremas. Me recordaba mucho al Che, y siendo becario de aquí nunca cobró estipendio, aunque era un monto pequeño.

Muchos de esos alumnos lograron su objetivo y fueron profesores de calidad que a la postre resultaron doctores de gran prestigio.

— Usted concluye su carrera en 1964. Cursa los dos primeros años hasta que el alumnado se separa en dos grupos: Ingeniería eléctrica y Telecomunicaciones ¿por qué se inclina por esta última?

— Me gustaba más, sin que existieran influencias familiares. Mi padre era abogado y fue director de la Escuela de Comercio, y mi mamá era ama de casa. En los inicios me incliné por los detalles inherentes a la radio, y sobre todo en el mundo de las antenas e hice el doctorado en la entonces Unión Soviética.

— Una etapa que tuvo tantas complicaciones que pudo vencer gracias a su tenacidad.

Puede dar pie a una novela con tramas y subtramas. Comenzamos, primero, en 1974, en Kiev. El decano, que iba a ser mi tutor, estaba en Checoslovaquia. Tuve que pasar el aprendizaje de un ruso muy fuerte iniciado en la preparatoria en La Habana: sin embargo, al regresar de su estancia checa declinó que hiciera una parte del doctorado allá y otra en Cuba porque solo admitían personas nativas.

— ¿Qué ocurrió entonces?

— Pasé seis meses sin tutor y sin recibir ningún estipendio. El colectivo de cubanos reunió dinero para poder sobrevivir hasta que por una resolución especial de la vicerrectora de extranjeros pude cobrar. Regresé a Cuba en el famoso barco Rossia, crucero blindado de la Armada Imperial Rusa.

— ¿Se vieron coartadas las aspiraciones?

— Por gestiones realizadas voy para Moscú al Instituto de Telecomunicaciones. Le agradezco al Dr. Ignacio Pérez Elesgaray, entonces vicerrector docente de la UCLV, sus contactos y uno de los profesores aceptó ser mi nuevo tutor, pero todo el tiempo permaneciendo allá en una cátedra muy prestigiosa y fuerte.

Desarrollé mi tesis en 1975, y ya había realizado la predefensa en diciembre de 1978, mas el capítulo no concluye. Hubo una restructuración del Consejo Científico en la URSS y el Instituto nuestro no había cumplido determinados requisitos que se exigían de manera general. Ello motivó nuevas gestiones a través de la Embajada y se logró que una institución de investigaciones de toda la Unión Soviética me aceptara, ya a principios de1979. Volví a verme sin estipendio y tuve que ir al principio: retomar la predefensa y enfrentar luego la defensa. A mediados de ese año regresé definitivamente a Cuba.

— ¿Y cómo solventó las necesidades económicas en ese período?

Trabajé como intérprete de ruso en la Embajada para compensar el estipendio.

— El Título Especial de Profesor Emérito, ¿en que año llega y como recibe la distinción?

— En 2008 junto con otros destacados profesores de la UCLV. Recuerdo que llenamos un expediente voluminoso con todos los detalles de la trayectoria para ser aprobado por el Ministerio de Educación Superior (MES). Las palabras de elogio fueron pronunciadas por el Dr. C. Benito Pérez Maza (ya fallecido) quien fuera rector de nuestra Universidad a fines de la década de los 60 y principios de los años 70, además de ser Viceministro y Viceministro Primero del Ministerio de Educación Superior.

— ¿A ello suma un momento especial compartido durante la imposición de la Orden Frank País de II Grado?

— Independientemente del valor que encierra en reconocimiento a ciudadanos cubanos y extranjeros por sus méritos en la educación tuve el privilegio de compartirla con Benito Pérez Masa, y al otro lado la prima ballerina assoluta Alicia Alonso, quien iba a recibir la Distinción de la Educación Cubana.

En mi caso tuve el honor de que me la entregara José Ramón Fernández, vicepresidente del Consejo de Ministros.

— ¿Su ámbito familiar?

— Tengo a mis hermanos, a Juana Concepción, una esposa maravillosa, y se unen cinco descendientes, junto a una hija de mi esposa que crié, por lo que puedo decir que son seis.

— ¿Es Ud. de los que aprende de sus alumnos o considera que tiene la hegemonía del conocimiento en el aula?

— Aprendo mucho de ellos. Cada vez que he dado clases les he dicho que el aprendizaje es por interacción entre ellos y yo, y que cuando tengan alguna duda durante la clase no se queden con ella, así la aclaramos. Pobre de quien considere que tiene la autonomía de la sabiduría.

— ¿Partidario de combinar la teoría con la práctica?

— Totalmente, una experiencia que conservo durante mi carrera.

— Se aproxima el cumpleaños 65 de la Facultad de Ingeniería Eléctrica (FIE) ¿Qué le deja este aniversario y cuál es su compromiso?

— Que te puedo decir… una tremenda vivencia de mis etapas en toda la historia de la UCLV. Son mosaicos incorporados a mi existencia y una gran satisfacción de estar aquí con un sentido de pertenencia que mantengo. Admiro las preocupaciones por parte de Rafael Alejandro Olivera Solís, quien fuera hasta hace poco vicedecano de la Facultad, pendiente de cada detalle. Aquí están mis raíces, mi historia, mi vida.

Principales condecoraciones

Distinción por la Educación Cubana.

Medalla Rafael María de Mendive

Medalla José Tey

Orden Frank País de I y II Grados.

Premio al Mérito Científico, entre otras

PIE DE FOTO

Quizás resulte la perseverancia uno de los rasgos destacables del Dr. C. Roberto Jiménez Hernández que le acompaña en su vida.

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