Cuando Carrillo ama la vida
Por Ricardo R. González
Fotos: cortesía Barbarita Hernández
No fue un sábado rutinario para los habitantes del poblado remediano de General Carrillo que vio como el blanco y negro, los rastros de derrumbes ocasionados por fenómenos naturales o por el desgaste del tiempo tomaron los colores de la vida.
Hubo que esperar, pero ya sus habitantes disponen de obras anheladas como el restaurante La Dalia, el local para el Sistema de Atención a la Familia (SAF), las reaperturas de la bodega El Topacio, entre otras tres, junto al círculo social Camilo Cienfuegos, como ese punto necesario en los pueblos lejanos que se convierte en el sitio de encuentro, el que anima la partidita de dominó, o propicia el escenario para el buen punto guajiro, sin olvidar el centro nocturno Guamá que siendo artífice recreativo estará a plenitud de servicios cuando las condiciones sanitarias lo permitan.
Pero al menos ya están, y medio de este jolgorio popular imagino a Bárbara Hernández Hernández, diputada, representante del Consejo Popular y delegada por varios mandatos, quien quizás rompió el récord de caminatas, llamadas telefónicas, angustias y perseverancias con la finalidad de que todo ocupara el punto de lo máximo.
Hace algún tiempo visité la localidad. Llegar a ella impone vencer los 40 km que separan de la cabecera municipal bajo la pericia de choferes llamados a esquivar los notorios escollos del camino; sin embargo, vale la pena la travesía para conocer a gente humilde, de esas de buen corazón que miran de frente y extienden las manos a fin de acompañarnos en cada paso.
Ellos son los verdaderos protagonistas y merecedores de estos regalos, por ellos valen todos los esfuerzos, lo posible y lo que no, el trabajo de las brigadas constructoras de Comercio y Gastronomía que participaron en cada objeto de obra procedentes de Santa Clara, Camajuaní y Zulueta, y el aporte de los moradores de Carrillo que ponen su sentido de pertenencia por sobre todas las cosas.
Vuelvo a imaginar a Barbarita, rebelde y pasional en su trabajo, de esas cubanas que dice verdades sin quitarle la razón a aquellos que la tienen, y que desde el cuarto sábado de este abril siente una alegría desmedida al ver junto a su pueblo lo que vale la existencia.
Veo las imágenes de lo concluido. Verdadera cultura del detalle, la que tanto se exige para alimentar la espiritualidad, y también la presencia de Digna Morales Molina, la directora del Grupo Empresarial de Comercio (GEC) en Villa Clara, que admira a esa porción villaclareña a la par de otras personalidades asistentes como la Ministra del Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, y las autoridades del Partido y el Gobierno de la provincia y el municipio.
No es un pueblo perfecto, como en todos existen insuficiencias y tampoco hay poderes mágicos ni condiciones reales para transformarlo todo al unísono y en su integralidad, pero las buenas nuevas nos llegan y solo adelanto que habrá más como obsequios para un pueblo que lo merece cuando Carrillo ama a la vida.
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