Centinelas del bien
Un reconocimiento para quienes, al margen de profesiones y oficios, lo entregan todo para librarnos de esa pandemia que entorpece la vida.
Por Ricardo R. González
Fotos: Carlos Rodríguez Torres
Cuántas historias podrán escribirse cuando concluyan los azotes de un coronavirus que interfiere la existencia, o mejor, cuántos pasajes son ya reales entre el más intenso anonimato.
En ellos está la obra de todos los unidos para desterrarlo del universo. Desde quienes atienden la sanidad ambiental en sus múltiples ramas hasta los que, en el aeropuerto internacional Abel Santamaría, siguen protegiendo nuestras fronteras. Aquellos que han puesto la ciencia en función del progreso, o los que han tomado un avión vestidos de blanco, dejando atrás la familia, para desafiar el peligro y marchar en busca de la esperanza.
Es también el homenaje para el reducido colectivo del Laboratorio de Biología Molecular, pequeño en cifra mas inmenso por su obra, a los que desde el círculo infantil continúan el cuidado de esos tesoros del mañana, a las instalaciones devenidas centros de aislamiento, a choferes que deben trabajar con el máximo de protección, sin olvidar al enorme caudal humano que representa a la salud y minimiza adversidades.
Para mamá o papá ausente de la casa mientras una criatura espera a fin de que les lea el libro de cuentos hasta conciliar el sueño, a los agentes encargados de preservar el orden, a los talleres de confecciones que han detenido su producción y elaboran nasobucos como principal objetivo, en fin… a los trabajadores de este torrente inagotable que se llama Villa Clara como parte de una isla grande.
Muy en especial al colectivo del hospital Comandante Manuel (Piti) Fajardo Rivero con el reto de ofrecer el seguimiento a pacientes sospechosos, a contactos de las personas afectadas, o a los propios enfermos por el COVID-19 y constatan la mejoría de todos durante la estancia en la institución.
«Ningún paciente ha mostrado indicadores clínicos de empeoramiento respecto al momento en que ingresaron», confirma el doctor Jorge Eduardo Berrio Águila, director del centro.
«Se han adoptado las medidas pertinentes a fin de evitar que el equipo del centro pueda enfermar, a la vez que ofrezca óptima calidad en la atención a los ingresados para los que contamos con los medicamentos e insumos necesarios», precisa el también especialista de I grado en neurología clínica.
Un personal sumamente calificado asume la atención y el cuidado de los hospitalizados, de acuerdo con el plan de preparación diseñado para enfrentar el padecimiento que llevó a una parte de los especialistas a capacitarse en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kouri (IPK), de la capital cubana, y a su retorno replicaron los conocimientos en la institución.
Para el colectivo del «Manuel Fajardo», del centro de Cuba, resulta gratificante establecer un sistema de trabajo integrado con el resto de las unidades de salud de la provincia, y más al funcionar servicios que anteriormente no disponían como la terapia infantil, la neonatología, y una alta cooperación del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología (CPHE), entre otros, lo que garantiza eficientes resultados.
A sus hombres y mujeres no les tiembla el brazo. Tampoco lamentan el tiempo que les lleva vestirse, prepararse, y adoptar las medidas de protección que impone el riesgo. Muchas veces hay ojeras que aparecen y denotan el cansancio, o la mente se traslada al hogar para tratar de adivinar las travesuras de un pequeño o lo que está pasando; sin embargo, hay que seguir y la institución está preparada a fin de asumir nuevas contiendas en caso que resulte necesario apoyada en el propio sistema de Salud junto a trabajadores con excelentes valores que han demostrado el arraigo humanista y su consagración a las labores.
Hay un hombre ajeno a toda exaltación personal porque no la admite, pero el Dr. Berrio Águila agradece que hayan confiado al Hospital la compleja tarea que impone un compromiso: el de cumplir bien el objetivo encomendado a favor del pueblo de Cuba.
Para él uno de los detalles significativos de este período lo constituye la atención a los infantes, mas la dedicación hacia ellos es algo en extremo sensible. «Qué bonito resulta comunicarle a los padres que su hijo no está afectado, entonces viene el agradecimiento, mientras una fuerza interna estremece y no hay nada más que decir porque el momento lo encierra todo», finalizó el experto.
EL BESO QUE ESPERA UN HIJO
Por Ricardo R. González
Fotos: Dalia Reyes
Aparentemente el Dr. Jorge Manuel Pérez muestra serenidad, no hay ningún gesto visible que trasmita tensiones, pero quién sabe lo que ocurre en el interior de este galeno del hospital Comandante Manuel (Piti) Fajardo cuando la vida trae situaciones complejas.
No solo es el especialista en Medicina Interna que desarrolla su accionar en el Cuerpo de Guardia, también asume la dirección de urgencia en la institución en medio de un momento epidemiológico de rigor ante los efectos del COVIT-19.
Con solo 36 años este joven es preciso. Quizás el sentido de la responsabilidad le acompaña cada vez que sale de casa como algo diseminado por su conciencia porque bien conoce que no se puede fallar y que la humanidad aguarda por respuestas.
Lo supo desde que obtuvo el título de Doctor en Medicina cuando ya no era un sueño auscultar a un enfermo o llegaba la prolongada guardia que reclamaba aplicar diversidad de procederes. La realidad lo forjó, y desde entonces no hay tiempo para contar estrellas porque se impone sellar su deuda sagrada con el prójimo.
Está consciente de que si importante resulta la clasificación de los pacientes que llegan al centro docente asistencial no menos lo es el cumplimiento de las medidas de bioseguridad ya que nadie del colectivo puede enfermar debido a causas negligentes.
Fomentar la esperanza, el esfuerzo y la tranquilidad resultan sus máximas, inspirado en su país y en sus padres a quienes le debe todo lo que es, y por ello, en una tarde rodeado de periodistas, hace estas confesiones a manera de agradecimiento eterno.
Con la coyuntura actual el galeno llega muy tarde a casa. A lo mejor debe vencer el sueño de algunas noches a fin de revisar las novedades bibliográficas para una profesión que reclama el aprendizaje constante; sin embargo, en el hogar, permanece uno de los tesoros que le ha dado la vida. Su hijo de 11 meses de nacido a quien apenas ve despierto.
Jorge Manuel hace una pausa en la conversación y, de momento, se le apaga la voz. Deja correr lágrimas y no es para menos, porque desde hace más de 15 días le debe un beso a esa criatura que en silencio lo espera.
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