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Mi Comentario: La magia de Lizt Alfonso

Por Ricardo R. González

Fotos: Ramón Barreras Valdés

Hace algunos años comencé a detenerme en un nombre que, poco a poco, integraba las carteleras. Era el de Lizt Alfonso acompañada por algo peculiar, un signo diferente que acrecentaba mi atención.

Mas aquello tomaba fuerza apoyada en una cubanía y la autenticidad de cada movimiento. Envolvía la precisión técnica junto a una elegancia incuestionable.

Al principio solo un cuerpo de muchachas. Después integraron a los hombres y creo que ello puso la nota determinante en camino del éxito.

Giras, críticas afortunadas de los principales diarios especializados del mundo y un aval que pronto la situó —a base de mucho trabajo y perseverancia— entre los principales elencos del arte danzario en Cuba.

Acaban de presentarse en el teatro La Caridad de Santa Clara con la puesta Cuba vibra y todavía se respiran los buenos aires que dejó en el público, en esta misma ciudad que tuvo el privilegio de que se estrenara en el plano nacional antecedida de las presentaciones en varias locaciones del Orbe.

Quizás porque es el tributo de Lizt a parte de sus ancestros que encontraron sus raíces por estas zonas villaclareñas y también como un regalo al público de Santa Clara al que, según sus propias confesiones, no se les puede engañar.

Lizt Alfonso Dance Cuba constituye un verdadero arco iris: Trópico, mezcla de las raíces africanas, españolas y cubanas, una acuarela que brota por los poros para definir identidad, cultura, arte de un país que va más allá de los encantos del Morro habanero y de su malecón.

Es también las bondades de la campiña, el embrujo de las guardarrayas, lo distintivo de las palmeras, y esos ríos que corren y a la vez arrullan con su imaginaria melodía

Cuba Vibra es la simbiosis de Amigas y de otros espectáculos que pasean la música cubana, sus autores, ritmos y alguna que otra pincelada que revive el danzón, el cha cha cha, la rumba, el mambo, o los sentimientos del feeling movidos por el talento de los grandes de Cuba o de América. Lo mismo con temas de un Osvaldo Farrés, que de la mexicana «Chelo» Velázquez, o del inmortal Juan Formell, Incluso de los propios integrantes de la compañía.

A mi modo de ver la música aparece como un personaje más, a lo que se inserta todo el derroche de energía, el virtuosismo y la armonía del cuerpo danzario apoyado en una impecable técnica, el sincronismo de los movimientos, cargadas en su lugar  y con las notas depuradas que exige el arte. Ni un paso de más ni de menos. Ni un gesto que sobre o que falte.

Una música en vivo. No hay uso de background para hacer que hasta sus propios ejecutores, devenidos a la vez intérpretes, entreguen las bondades y los reclamos de la excelencia.

Agréguele a este ajiaco bien cubano las impecables coreografías, los tonos de un vestuario que escapa de la estridencia para adecuarse a cada mosaico, y esa fusión de hacer las cosas con el denominador común de lo elegantemente bello.

El aplauso para cada uno de los bailarines, tanto hembras como varones y el distingo especial para Oddebí García, un torbellino que se roba el show aunque el intenso calor del teatro La Caridad quiso restarle fuerzas, pero no pudo.

Puede existir mucho talento, como es el caso, que si no hay un respaldo de la disciplina y la perseverancia se perderían los valores esenciales de un colectivo.

Si algo nos queda por dentro es el deseo de seguir viendo más, de que la función nunca terminara para proseguir alimentando la espiritualidad y el alma de los espectadores.

El compromiso mayor de la agrupación está con las tablas cubanas. «Son la casa —dice Lizt— esa que debe respetarse, y quererse».

Para ella no hay públicos diferentes. El público es uno, sea chino, norteamericano, mongol o el nuestro.  Es la razón de ser y hay que darle todo amparado en el signo de calidad, sin diferencia alguna.

Nombrada en 2011 embajadora cultural de la Organización de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Lizt Alfonso es incansable. Así también lo es su compañía. Esa que en cada presentación hay buena dosis de didactismo, de prueba para ser cada vez mejores, de lograr un aplauso perdurable y no pasajero.

Quizás en esto, y en mucho más, estriba la magia de Lizt Alfonso que no es unilateral, si no un don compartido por todos los que hacen grande a su equipo en busca de la música, la danza y las estrellas.

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