Jara y Osmani: Ganadores de Bailando en Cuba
Los integrantes de la pareja número ocho de Bailando en Cuba, Jara y Osmani, de Santiago de Cuba y Holguín respectivamente, fueron los triunfadores del programa televisivo que durante cada domingo logró generar polémica además de convocar a los seguidores de cada pareja.
Los jóvenes tienen como gran premio una beca en una prestigiosa escuela de danza de Italia, además del trofeo y medalla que los acreditan como ganadores absolutos de esta primera temporada de la competencia de baile.
El teatro Astral, sede del acontecimiento, volvió a lucir espléndido en una noche llena de emociones en las que se conoció que la pareja número doce, integrada por Ángela y Duvel resultó la más popular a la par que la compañía Habana Compás Dance alcanzó la mayor cantidad de votos en esa categoría.
Las parejas siete, Jessica y Carlos, y la diez, Delany y Ranger, recibieron también como premios viajes de entrenamiento pero de menos tiempo. Aunque creo que las dieciséis parejas sólo con presentarse, ganaron.
En esta última noche, el público pudo conocer a los coreógrafos que entrenaron a cada pareja y vio al principio del show los tres cuadros-fotos, para los tres posibles ganadores, así nadie podría pensar que se conocería el resultado de antemano.
Y por supuesto, de principio a fin, se bailó buena música cubana, sabrosa y sensual, que no es segunda de ninguna cuando de tirar un pasillo se trata.
Si no estoy equivocada la historia de este espacio comenzó justo el 15 de enero, por menos lo que vimos nosotros; su preparación, es obvio, fue mucho antes. Sobre aquella primera emisión escribí: “El equipo de dirección de Sonando en Cuba no se dejó llevar por los altos índices de teleaudiencia y de gusto, sino que sostenidamente se realizó un análisis de los comentarios de los públicos, tanto por encuestas como por lo que escribían en las diferentes web.
No me cansaré de decir que esos resultados no son la verdad absoluta (si esta existe), porque excepcionalmente se han realizado en Cuba estudios de teleaudiencia con todo el rigor que amerita esa acción, no para dar lo que el público quiere, sino para saberlo y brindarle ofertas que contribuyan a elevar su gusto estético. En lugares donde son realizadas por firmas de los más diversos productos, lo que se busca es vender un colchón o una aspirina.
Pero, me desvié del tema: Bailando en Cuba, tire su pasillo está realizado por el mismo equipo que logró que nuestra música sonara. Ese grupo con Manolito Ortega como director y RTV Comercial en la producción, no echó a un lado las experiencias precedentes ni las buenas que fueron mayoritarias, ni las malas, que las hubo. De ahí que este primer programa me haga apostar por su éxito.”
Agregué “Aún no puedo decir que son conductores impecables, habrá que ver cuando empiece el fuego de las presentaciones en vivo, pero por lo menos tienen buena dicción, articulan bien y constituyen un balance racial y de género. Y muy importante: no interactúan con el jurado y no darán opiniones, están como facilitadores entre una escena y otra.”. Y ya, finalizada la competencia, opino que la conducción fue el punto débil del programa.
Como afirmé entonces el jurado integrado por “Tres maestros de la danza: Lizt Alfonso, Santiago Alfonso y Susana Pous. Desde su primera aparición demostraron que van a enseñar pero sobre todo a señalar lo bueno y lo malo. ¿Son infalibles? No, ningún ser humano lo es.”
Ahora, puedo citar lo que han dicho de su difícil tarea al colega José Luis Estrada:
Lizt “Todas las carreras requieren tiempo de preparación, estudio y mucha dedicación y esfuerzo. ¿Tú conoces a algún médico, ingeniero, arquitecto que se forme en tres días? Lo mismo ocurre con el bailarín y con el músico. Fíjate cuántos años estudiamos para hacernos bailarines: comenzamos entre los cinco y los diez años a estudiar, y ya con 15 o 16 muchos están en los escenarios y de ahí a lograr la perfección, que siempre se busca, todavía queda un largo trecho por andar. Así que de fácil aquí no hay nada, todo lo contrario. Pregúntales a los concursantes y verás. Siempre existe la posibilidad de ser injusto, sobre todo porque lo que es justo para unos es injusto para otros, pero sea lo que sea que decidamos, lo haremos con convicción, teniendo la certeza de que en Bailando… todos hemos ganado: los bailarines, el equipo artístico-técnico que hace posible la magia de llevar a escena el programa cada domingo, los jurados, y sobre todo el público que disfruta en sus casas. Todos estamos siendo premiados.”
Mientras Santiago afirmaba “Es muy interesante lo que ha sucedido con Bailando…, que ha tenido la virtud de despertar el interés del público y ha puesto sobre la mesa a la danza, y al pueblo cubano a disfrutarla, a discutir sobre ella, lo cual demuestra que al igual que el deporte, el baile constituye una de nuestras grandes pasiones.”
A su vez Susana confesaba: “Soy una persona que le encanta probar cosas nuevas, y más si están relacionadas con mi profesión. Me parecía un reto muy interesante e importante para alguien como yo, porque significa que se me considera parte del elenco de la danza profesional en Cuba. Y es así, porque mi carrera se ha desarrollado prácticamente en la Isla, adonde vine como bailarina y me convertí en coreógrafa. Bailando… me abría las puertas a nuevos espectadores, a que me conozcan como persona y artista.”
Pienso que el jurado puede sentirse satisfecho con la dirección general de Manolito que junto al equipo consiguió un crecimiento constante de programa a programa por parte de los competidores y, por supuesto, de los coreógrafos que prepararon y se empinaron junto a las parejas.
El polémico Roclan González, se encargó del montaje coreográfico general y de una sección bien hecha y conducida por él sobre la historia de los diversos géneros danzarios, que, así, como al descuido, sembraron una pizca de conocimiento cultural en los televidentes seguidores del “tope”.
A su vez Vladimir Barberán como director de fotografía, supo concebir y transmitir la belleza de la escenografía, el buen colorido y uso de las luces casi siempre; también el maquillaje y vestuario acertado en la mayoría de las oportunidades.
De ahí que, incluso, las personas que critican el concepto de la competencia afirmen que “esta es una propuesta audiovisual extraordinaria para la Televisión Cubana.”
El autor de esa afirmación, el colega Yuris Nórido, comentaba recientemente que “en la competencia misma sí hay puntos para debatir. El primero, el más notable: la indefinición del concepto. ¿Este un concurso de bailes populares… o de “estilizaciones” de los bailes populares? ¿Esta es una competencia para bailarines o para bailadores? ¿Qué se pide primero aquí: el dominio de la tradición o la contundencia técnica?”.
Es verdad que una buena parte de los televidentes (que se expresaron en diferentes foros) esperaba un Para bailar del siglo XXI, con aquel esquema. No creo que esa hubiera sido la solución porque en las oportunidades que los bailarines han sido sólo bailadores se nos han perdido delante de las cámaras.
Para hablar de danza, no de puesta televisiva, realicé iguales preguntas a dos expertos de este arte: Noel Bonilla e Ismael Albelo, ambos con suficientes atributos académicos, docentes y como críticos, que me permito citarlos en este resumen:
Bonilla:
-En principio, pudieran no estar errados los foristas; Bailando en Cuba ha tratado de amplificar la noción espectacular del baile y de la danza escénica. Me explico: hace ya mucho tiempo que la danza ha ampliado sus fronteras, ha dejado de ser una “manifestación teatral” diferenciada para convertirse en acontecimiento, propio de otra sensibilidad discursiva espectacular (y social). Si bien de ella no escapará el dominio y reinvención del paso, del ritmo, del fraseo musical-danzario, del relacionamiento entre sus practicantes, etc.; ahora serán otros los dispositivos puestos en juego. No olvidemos que en Cuba (aunque podemos encontrar analogías en otros cardinales), en lo referido a la práctica social del baile (práctica que, por demás, ha venido en desuso, por razones varias); desde la irrupción de la timba, la noción de “pareja de baile” se fractura, ahora importará estar de cara frontal a la orquesta (a sus cantantes que guían, conminan, “imponen”, el modo de seguir el ritmo musical, lo que dice la letra –de donde emergen gestualidades, códigos corporales, fraseos coreográficos), por lo general la bailadora delante del bailador y ambos, frontales a la tarima donde posa la orquesta. Todos, los unos y los otros, en una suerte de corpografía grupal, ni la combinación de pasos ni la evolución de la danza en un sentido progresivo de sus traslaciones espaciales, interconexiones, son requisitos; basta el disfrute “estilo concierto”. Este hecho ha provocado inclusive, otra manera musical de concebir la interpretación y proyección escénica de los cantantes, las improvisaciones de los instrumentistas, la prolongación del trabajo de vientos, metales y percusión, etc., elemento que ha condicionado una manera de bailar distinta. Ya no estamos en los tiempos de las “parejas de baile” a la vieja y rica usanza de esta práctica social-cultural cubana.
-Hoy por hoy se nos deja ver que Bailando en Cuba se presenta como un espectáculo donde el baile es un dispositivo (en mi visión, el principal) solo que se valida en su complicidad (intervención, dependencia, interconexión…) con esos otros niveles o planos que el televidente identifica más con “lo coreográfico”. Vestuario, calzado, aditamentos, objetos y escenografías, están en función del baile. Ah, es cierto que en no pocas propuestas el sentido del baile (ritmo, pasos básicos, etc.) se ha subsumido al interés de algún coreógrafo para privilegiar esos planos o niveles; esto es evidente y, creo que es ahí donde los foristas pudieran sustentar su queja. Pero, al mismo tiempo, insisto, ya no es tan posible pensar el baile desde lo restricto de su proto-forma originaria, aun cuando grandes saltos, exigentes cargadas o vestuarios ampulosos, pudieran estar más cerca de un escenario “teatral” que desborda los límites (¿los habrá en verdad?) de los escasos espacios que aún existen en La Habana, en Cuba, para la práctica y disfrute del baile social.
Albelo:
Bailando en Cuba es un ¨reality show”, donde profesionales y aficionados (categoría que no se precisan en el espectáculo) son sometidos por coreógrafos profesionales a exigencias que muchas veces rebasan los elementos distintivos del baile popular cubano y se acercan más a la danza espectacular, léase cabaret, folklórico, contemporáneo… y hasta ballet!!!. Claro, que lo que sobresale son los alardes coreográficos y la mayor o menor destreza de los ¨concursantes¨, estén más o menos preparados para esos pasos… y riesgos.
¿Cree que hoy funcionaría un espectáculo como para bailar? ¿por qué?
Bonilla:
Como casi todos los televidentes, yo también tengo mis preferencias por algunos de los programas temáticos que ha dirigido Bailando en Cuba. Creo que los dedicados a la rumba o al cine musical, son ejemplares. Disfruté mucho el concebido en homenaje al mítico Para bailar, pero al mismo tiempo creo que pensar en un “Para bailar” desde el canon que lo estructuró en la década del ochenta, hoy carece de sentido. El espectáculo (teatral, social, vivendi, institucional, etc.) ha cambiado, ha mutado. Quienes tuvimos la vivencia seductora del fiel televidente en los tiempos de Para bailar, recordaremos aun borroso en el tiempo, nuestro voto y seguimiento por alguna pareja, por el modo de bailar, por los riesgos y apuestas; recordaremos como nos parecía “raro, extraño”, cuando Rebeca Martínez y su partenaire Miguel Ángel, lanzaban una pierna, giraban o realizaban alguna variación acrobática, elementos que no eran como muy “legales” en nuestro modo de entender la danza de los bailadores…Hoy, tras su pregunta, pienso que desde ahí pudiera estar la génesis de un show como es hoy Bailando en Cuba. Tampoco podemos olvidar que nuestra mirada hacia la danza en la televisión se fue haciendo, anchando, amplificando, desde aquellos cuerpos de baile que acompañaban a Rafaela Carrá o el Ballet de la Televisión Alemana, por solo traer don ejemplos también ejemplares.
No creo que un programa como Para bailar, pudiera replicarse hoy desde aquella gracia “ingenua” ochentera; ya somos espectadores “perversos”, avisados, interconectados, activados desde otros dispositivos de lectura, de emancipación y de criterios.
Tal vez si me preguntara por la valencia hoy de un espacio como Aprendiendo a bailar (que tantos seguidores tenía) yo le diría que sí. Bailando en Cuba, nos ha devuelto ya sea desde la cita, el intertexto, la recuperación de la memoria y desde el desempolvo del olvido, muchos bailes, reservorios vivos, practicantes y zonas solapadas que aún vertebran esa fina línea que nos atraviesa como nación, como cultura y que tenemos que defender con garras y dientes.
Albelo:
Cuando miremos para atrás debe ser para superar el pasado y aprender de él. No creo que la formación civil actual de la juventud promedio cubana pueda siquiera semejar la de los años de ¨Para bailar¨, que se hizo precisamente dentro de las actividades en espera de un festival mundial de la juventud y los estudiantes en La Habana. Por otra parte, la juventud actual baila reguetón, tec-tonik, casino… y cosas indefinibles, y hacer que vuelvan al danzón, el mambo y el cha-cha-cha sería ir hacia atrás en el ya escaso desarrollo del baile popular cubano. Hoy día no se baila la contradanza ni el minuet ni el rigodón, como tampoco el twist o el rock´n roll, en el baile popular debe surgir algo nuevo… y mejor. Con una misión más definida, Bailando en Cuba puede ser un medio para desarrollar el baile popular de pareja.
He escuchado a algunas personas decir que Bailando en Cuba perjudica el baile cubano ¿que respondería a esas afirmaciones?
Bonilla:
No lo creo. Como usted yo también lo he escuchado e incluso, de voces supuestamente “autorizadas”; pero es que solo una tradición puede tener valía en la medida que dialogue de manera operativa con su praxis contemporánea. Quien quiera ver nuestros bailes campesinos, quien quiera ver el danzón o el irreverente complejo de la rumba, desde la quietud de su historia (en tanto perpetuidad de hechos pasados), sencillamente está detenido, invivido, muerto. Bailando en Cuba, nos ha devuelto sonoridades que estaban ocultas, nos ha traído a la contemporaneidad bailes desde otras nociones en su práctica danzaria. Me atrevería a pensar que, hacia un futuro (quiérase que inaplazable y mañanero) en nuestras prácticas dancísticas sociales, regresarán sonoridades cubanas que siendo de ayer, se nos enunciaran desde modos de bailar, danzar, accionar, más contemporáneas. No hay otro modo: ya no es posible aplicar las nociones tradicionales del “ser en danza” a sus modos contemporáneos de manifestarse, sino que hay que centrarse en una visión (que sin dejar de ser crítica, cuestionadora, revisora, interpelante) generosa, plural, mutante y transformada que pueda arrojar luz con la que quizá sea la característica más sorprendente de la danza en la actualidad: todo es posible.
Albelo:
No lo creo exactamente así. Yo creo que el objetivo final del espacio -amén de su comercialización pura- puede ser reeditar la perdida costumbre de tener parejas de baile como antaño contábamos con elegantes profesionales como Juliett & Sandor, Lucerito y Toledano, más populares como Sonia Calero y Roberto Rodríguez, Gladys y Antonio, Tania y Ervitti, y francamente rumberos totales como Ana Gloria y Rolando o casineros como Rosendo y Caruca. Con esa premisa este programa -en mi opinión- sería válido. En cuanto a perjuicio, creo que estas coreografías para aficionados-profesionales-no-determinados pudieran generar algunos pasos acrobáticos pero copiables y que se introduzcan en los futuros bailes populares cubanos… si es que algún día rebasamos el casino o el mozambique!!!
¿Podría hablar de las virtudes y defectos de ese programa con relación al reconocimiento de la danza en Cuba?
Bonilla:
Bailando en Cuba, nos ha aportado claridades: aun cuando en el imaginario popular se abusa del decir “Cuba es un pueblo que baila”,
hemos advertido del olvido de muchos ritmos y bailes cubanos,
- del desconocimiento de figuras, momentos circunstanciales y espacios físicos que lo hicieron singular,
- ha mostrado que la danza, como la vida, transita, muta, toma y deja, avanza y se sacude,
- del arrojo de muchos jóvenes que sin una formación especializada, han retado las dinámicas de la enseñanza y la práctica profesional de la danza en Cuba
- de la velocidad transformativa de la tecnología televisual que, también, reta los dispositivos y comodatos de la creación en la danza cubana toda.
Albelo:
Todo lo que tenga que ver con la danza como protagonista me parece un logro… aunque a la larga pueda ser un fiasco. La danza, en el decir de Doris Humphrey, es ¨la bella durmiente de las artes¨ y, como está tan cerca del ser humano, nunca se le considera en su real dimensión. Los competidores y los que aspiraron y no fueron escogidos pueden haber conocido nuevas formas de moverse y extenderlas a sus participaciones en las discotecas o fiestas o en la calle G o la piragua, eso se verá en el futuro y sería muy revitalizador de nuestro baile popular. Repito, si la misión fuera clara, se sabría qué pretende el programa con la danza, entonces los bailadores sabrían que eso es como el ballroom internacional… y quien sabe si imponemos un nuevo estilo de baile de salón en el mundo!!! Como show televisivo me parece una buena realización en general para reavivar los aburridísimos fines de semana en la televisión nacional, salvo que como se prioriza la realización televisual, se sacrifica la danza en sí misma, y mientras los bailadores se esfuerzan con las cargadas y las vueltas, el swicherman está ponchando al trompetista de la orquesta o al público o al jurado, cosa casi unánime en la televisión cuando de danza se trata.”
También, como al descuido, por Bailando… han pasado figuras cimeras de nuestra cultura: Omara Portuondo, Enrique Pineda Barnet, Aurora Bosch, Adalberto Álvarez, que incluso toco con su orquesta, en vivo, para los competidores en el sagrado santuario de los bailadores de La Tropical. Allí lo hicieron también Los Van Van y Alexander Abreu y Habana de primera.
A ello se añade que ver a los jóvenes desfilar el 28 de enero con una antorcha, visitar la escuela Solidaridad de Panamá, donde participaron en un cumpleaños de de esos niños diferentes, hablar del SIDA, del uso del Condón, de la depresión, contar historias de vida que habla del origen casi hasta marginal de algunos competidores y llevarlos, por ejemplo, al centro de biotecnología, donde Rudy Mora prepara una serie sobre el difícil mundo de los científicos, o al ballet y saludar a Alicia Alonso, me hacen afirmar que la apuesta que hice en mi primer comentario estuvo bien.
Una vez más RTV Comercial, empresa de la televisión cubana, logró un producto que despertó el debate entre los públicos y que transmitió, (al descuido, repito), como se debe hacer, mensajes de los valores éticos que queremos ver florecer en nuestro país. El anuncio de la serie de Rudy me quitó la primicia, pero les comento: los sábados cuando termine La otra guerra, llegará Somos familia, (también de RTV) otro programa de participación y… ya les contaré.
(Con información del Portal de la Tv)
También puede ver este material en:
0 comentarios