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Para educar el alma

Para educar el alma

«Las palabras de mi hija me llegaron al corazón», afirma el padre que se mantuvo 83 días ininterrumpidos en la remodelación del plantel sin cobrar un centavo.

El tiempo arremetió contra la escuela primara Manuel Angulo Vich, de San Juan de los Yeras, pero gracias al aporte de los padres, de su colectivo, y del trabajo comunitario recibe a otro curso escolar.

Por Ricardo R. González

Foto: Ramón Barreras Valdés

Ahora brilla desde el punto más alto de la localidad. En ese espacio de San Juan de los Yeras, municipio de Ranchuelo, donde se divisa el poblado de Esperanza y mucho más, pero la vida le ha dado un encanto especial al ser el centro en el que abren los cuadernos, aparece la primera caligrafía, y los maestros tratan de propiciar el inmenso caudal del saber a quienes comparten pupitres para adentrarse en las verdades de este mundo.

Es la escuela primaria Manuel Angulo Vich, la que un día tuvo que recesar porque las grietas del tiempo trataron de colapsar su obra divina para dejarla casi destruida.

Mas, el esfuerzo de la comunidad, y de personas con buen corazón hicieron que lo gris se reemplazara por los colores de la vida para que en, este septiembre, el plantel vuelva a tributar sus apreciables bienvenidas.

LA HISTORIA DE PIPÍO

El 21 de julio del pasado año inició la obra capital. El techo en su totalidad sobrepasaba las 15 mil tejas que cedían vía libre a la lluvia para empapar toda la escuela. Era, prácticamente, un reto de titanes que fue sumando a vecinos, a los diferentes organismos sanjuanenses, a la comunidad, y al propio colectivo del recinto que disfrutaba del período vacacional.

Maestros y auxiliares donaron sus días a fin de agilizar lo que sería el nuevo rostro. Jornadas entre escombros, mezclas, sudor del bravo verano, compartidas desde las 7:00 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde.

Entre ellos Eddy Martínez Aguilera, un hombre dedicado a las atención a las vegas con anterioridad, y hoy engrosa las filas de los trabajadores del sector no estatal, a quien su pueblo lo conoce como Pipío.

No es héroe ni superhombre, pero juega un papel protagónico en esta historia. Un carpintero, albañil, y multioficio, que permaneció en la tarea durante 83 días ininterrumpidos sin cobrar un centavo. Cuando algunos concluían él se quedaba hasta que la oscuridad de la noche le impedía avanzar.

«Tenía entonces a mis dos hijas estudiando aquí, y el presidente del Consejo Popular, Santiago Viera Ruiz, me pidió ayuda. Vine por dos o tres días, pero al ver el fenómeno que teníamos delante decidí quedarme porque me gusta participar hasta el final de las obras para que queden en óptimas condiciones», precisa Martínez Aguilera.

— ¿Y por qué se motivó?

— Pensé en los muchachos. Algunos tenían que caminar hasta cinco km por el traslado a otro plantel. Esto estaba muy malo, se trabajaba amarrados en soga porque el techo constituía un peligro. Al retirar toda la parte superior comenzaron a derrumbarse algunas paredes que hasta tenían raíces de árboles incrustadas en su parte superior. A ello había que sumarle la poca fuerza de trabajo, y un solo técnico como especialista para un objetivo que estaba casi en derrumbe total. Muchos me criticaron que trabajara completamente gratis, pero el dinero no lo es todo en la vida, compadre.

Una alumna interrumpe el diálogo. Kaila Gerlaine Martínez Díaz supo de aquellos tiempos en la escuela mala y ahora el contraste del actual panorama. «Ya tenemos aulas bien bonitas gracias a los que lo dieron todo por nuestra escuela.

Para sorpresa Kaila es una de las hijas de Pipío. La pequeña que vive muy agradecida de su padre. «Aquellos días en la casa se hablaba de todo el trabajo. A mí me quedaba muy lejos el lugar para donde me habían enviado a recibir las clases, y esta me queda más cerca».

— ¿Estás orgullosa de tu padre?

— Me siento muy agradecida…

Y con un beso premió la voluntad de su padre a quien le tocó el corazón las palabras de su hija.

EL CANTO DE TODOS

La comunidad hizo suya la reconstrucción de la escuela. Convocaban a trabajos y se unía un mar de pueblo, a tal punto que un sábado participó más de un centenar de personas entre familiares de los estudiantes, pobladores, la propia comunidad, y trabajadores de diferentes centros. Pudiera decirse que el cambio de imagen constituyó la motivación principal para compulsar a otros proyectos en San Juan.

Bien lo sabe el Maestro martiano Silvio Alberto Carpio Pacheco quien imparte tercer grado, y elogia las nuevas condiciones para entregar una docencia de calidad.

Más de cuatro décadas en el magisterio con ejemplaridad ante el colectivo de trabajadores y los alumnos: Dotado de los conocimientos sobre la vida y la obra martiana, y el don de transmitirle las enseñanzas del Ápostol a sus educandos.

También Mario García Vázquez (Cachizo) conoce esas historias de llegar por tres días, y quedarse hasta el fin de la edificación. Estaba presente todos los días a partir de las 4:00 de la tarde, y se convirtió en el auxiliar de Pitío.

O el caso de Marisela Yera Pedraza que desafió sus 72 años e hizo de todo: Cargó ladrillos, agua, o lo que hiciera falta, mientras en su casa se preparaba la merienda destinada a los constructores.

«Hace 40 años que vivo frente a la escuela. Confiaron en mí para almacenar los materiales y otros insumos en mi casa, y de ahí no faltó nada. Gracias a todos los que dieron su aporte tenemos este plantel, y si tuviera que volver a ayudar lo haría con mucho gusto».

Aun lloviznando proseguían el trabajo. Lo más difícil fue a la hora de poner el techo que necesitaba una precaución enorme con absoluta seguridad. La labor de las mujeres resultó intachable. Sábados y domingos en la recogida de escombros, en la limpieza...

El aporte del Gobierno Municipal fue vital. Algunos de sus funcionarios trabajaron como uno más. Ya el curso 2014-2015 iniciaba, y todavía los alumnos permanecían reubicados, pero el 13 de octubre pasado San Juan de los Yeras vivió la reapertura oficial.

«Fue un día de fiesta, pero recordamos a María Antonia Morales que fue la directora anterior. Ella sufrió aquellas deplorables condiciones, y su enfermedad no le permitió apreciar el trabajo concluido», argumenta Daisy Morales Álvarez, jefa del primer ciclo educativo.

Ha pasado el tiempo y, de vez en cuando, Eddy Martínez Aguilera detiene su andar frente a la escuela. Rememora el orgullo que sintió aquel día de la reapertura por tener tantos reconocimientos y sentirse útil.

«Ha sido una de las mayores realizaciones en mi vida. La escuela respira futuro. Aquí quedó el sudor de todos, y ese regocijo de sentirnos como parte de una misma familia».

Al final, la brigada de la Empresa Provincial de Aseguramiento y Servicios a la Educación (Epase) dio la pintura, y entre libros, maestros y alumnos que emprenden el camino hacia la búsqueda de la sabiduría se erigen estas acciones comunitarias iluminadas mucho más cuando, desde el pizarrón o apoyados en la solidaridad humana, también se abren los caminos para educar el alma.

MEMORÁNDUM

— Con 210 alumnos y 38 trabajadores en general la escuela primaria Manuel Angulo Vich resulta el centro más importante de la comunidad, y se inserta al Proyecto La Tierra de Feijóo hacia nuevos desafíos.

Otrora fue un cuartel del cuerpo de voluntarios del ejército español, allá por 1840, y ya en plena República comenzó a funcionar como centro educativo durante el período de intervención norteamericana.

— Entre su diversidad aparecen proyectos martianos, y otros culturales que incluyen comparsas, banda rítmica, canturías, repentistas, y la participación en ferias campesinas.

— El plantel no descuida la preservación del entorno y el medio ambiente con la atención a plantas ornamentales, no solo en la escuela si no en todo el poblado.

CONTRASTES

Todavía están fijos los recuerdos en Ana Rosa Fabelo Bermúdez, la directora del plantel, que observaba a diario cómo, poco a poco, se desvanecían los techos, puertas y ventanas, y causaban un peligro potencial ante una madera completamente podrida.

«Ya no era soportable, por lo que Educación Municipal decidió en los últimos meses de 2013 reubicar a nuestros alumnos en la «Nicolás Fleites», el otro plantel homólogo de la localidad, y el resto de la matrícula en centros laborales que ofrecieron su apoyo», comenta la funcionaria.

La Epase era la brigada que debía convertir sueños en realidades. Esperaban pronto contar con una institución remodelada, mas comenzaron las demoras, los inconvenientes e inestabilidades... Pasó un curso entero sin que apareciera la supuesta reparación hasta que la Asamblea Municipal del Poder Popular decidió que la Brigada de Mantenimiento de Educación, junto a trabajadores de otros sectores, asumiera el reto.

Este fue vencido en tiempo récord bajo el concurso de los buenos sanjuaneros.

¿Tenemos o no nuestras Razones?

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