Martí, el de todos los días
Por Ricardo R. González
El tiempo, en su indetenible cabalgata, impone las evocaciones, y este 19 de mayo trae el aniversario 119 de la caída del Apóstol en Dos Ríos.
¿Qué decir de Martí? Tanto que nos revitaliza y nos hace nuevos cada día. Nos entrega esa luz para ver mejor el camino y convertirnos en seres humanos más plenos.
Soy de quienes piensan que de él sí aprendemos en la cotidianeidad del tiempo, a partir de su agudeza para abordar cualquier arista de aquella vida —de la nuestra— en la que nada le resultó ajeno e indiferente.
Detengámonos en las cartas a su madre o a María Mantilla para desnudar sus sentimientos humanos, para desgarrarnos con la tristeza, o palpitar con sus alegrías.
Cómo desechar sus crónicas periodísticas cargadas de un verbo comprometido, pero a la vez de una metáfora elegante e inigualable.
Cuanto nos recreamos al repasar sus concepciones amorosas y las desdichas causadas por el desamor, cuanto nos sorprenden sus descripciones sobre una representación teatral que nos toma de la mano para convertirnos en una especie de testigos presenciales, o de una pelea de boxeo en la que nos trasmite las vivencias del más experimentado narrador de todos los tiempos.
Adentrarnos en su Diario es constatar las rudezas de la vida, el esplendor de visión política acertada y sin apasionamientos , o esa manera magistral de describirnos un paisaje con el más mínimo detalle que recrea a la Natura.
Martí es Martí, No ha nacido otro genio igual. De él sí se aprende, y se descubre a lo largo de nuestras vidas. Desde que nuestros padres, abuelos y buenos maestros nos hablan de aquel cubano que nació en la casita de Paula para, en su corta pero intensa vida, hacerse inmenso y eterno.
Falta nos hace leerlo y una y otra vez, para llenarnos de valores que redunden en una espiritualidad humana plena y al servicio de todos.
Es cierto, hace ya 119 años que aquellos tres disparos, pasadas la una de la tarde, según la historia, apagaron su vida para iluminarla por siempre.
No lo imitemos porque es único, pero bebamos de su sabiduría, de sus enseñanzas a fin de curtirnos en el bien y por el bien.
Gracias Maestro por su legado, y por ser el hombre de todos los días.
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