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soyquiensoy (Ricardo R. González)

Luis Giraldo Casanova: “Conmigo se fue injusto”

Luis Giraldo Casanova: “Conmigo se fue injusto”

Fluidez. Más que belleza o espectacularidad, fluidez es la palabra que me define el swing de Luis Giraldo Casanova, una violenta racha circular que recorría 300 grados para poner la bola al otro lado de las cercas.

Era un momento esencialmente estético. Casanova le pegaba con todo el cuerpo a la pelota, que solía elevarse y elevarse mientras él disfrutaba como nadie aquel suceso. Brazos abiertos, vista al frente: como crucificado ante su propia creación. “¡Qué animal tan perfecto –escribí un día- para encarar el arte físico del béisbol!”

De seguro me bastarían los dedos de las manos para contar los peloteros a los que fui fanático: Rogelio, Vargas, Kindelán, el negrón Lazo, Víctor Mesa, Pablo Miguel Abreu… Algo así. “Pero allá en lo más alto de mi sueño”, como diría Guillén, siempre guardé un lugar para LG, el número ‘14’ de los pinareños. El Roberto Clemente de esta tierra.

Tenía tanto porte de pelotero como Maceo de militar. Lo veías entrar al terreno y una voz interior te susurraba ‘no lo pierdas de vista, que ahorita hace algo grande’. Y entonces él lo hacía, lo mismo con un tiro de fusil desde el fondo del bosque derecho, que con un cañonazo hacia las nubes desde el cajón izquierdo del home plate.

No se me olvida nunca su primer jonrón (porque dio dos) en la final de Indianápolis’87. En el montículo estaba uno de los buenos, Greg Olson, y el batazo dejó el parque por la marca de 360 pies, y superó también la acera, la calle y la otra acera, hasta caer en el atónito portal de un padre de familia. Ni tampoco que al zurdo Iván Álvarez le conectó un cuadrangular que casi da en las luces de una torre en el left field. O la de veces que envió la pelota a la tercera sección de gradas del Latino.

Cada cuadrangular de Casanova fue una fiesta. Por lo extenso, al nivel de los de Cheíto Rodríguez o Romelio, y en especial por esa línea pura –insisto- que describía el bate en busca del contacto. Un pavoroso ‘¡bum!’ sonaba entonces, y él abría los brazos “mientras la pelotita -pobre, pobre- viajaba sin costuras rumbo al cielo, y en las gradas gritaban los tirios y aplaudían con respetuosa pesadumbre los troyanos”.

Capitán, ¿por qué el 14?

-¿Y cómo tú conoces ese apodo?

Todo el mundo sabe que te dicen Capitán.

-¿Ah sí? Pues mira tú… Yo jugué primero con el ‘4’, y al llegar a la Serie Nacional usé el ‘15’ y después el ‘38’. El ‘14’ me lo dieron en el equipo nacional, donde antes lo había usado Eulogio Osorio. Entonces me lo pasaron a mí y me quedé con él hasta que me fui de la pelota.

¿Estabas predestinado para el béisbol?

-Con 12 años yo jugaba baloncesto, y fue a los 13 que me dio por la pelota. Cinco años más tarde, en 1974, participé en el Mundial Juvenil como receptor.

Pero yo me refiero a si disponías de las famosas Cinco Herramientas…

-Tirar, tiraba duro. Y puntería no me faltaba, porque el tiempo que fui catcher me ayudó con eso. Pero yo no era un gran corredor en las bases, sobre todo de home a primera.

Seguramente no te faltaron ofertas de las Grandes Ligas

-En 1981, cuando gané la Triple Corona en Canadá, me pusieron un cheque en blanco. Luego, en 1985, también en Canadá, la misma gente vino a hablar conmigo. Le dije “hace cuatro años le expliqué que yo no servía para eso”, y entonces esa persona le fue para arriba a Linares, que debutaba en el equipo grande. La respuesta del Niño fue radical: “Conmigo no tiene que hablar, lo que le dijo Casanova es lo que le voy a decir yo”.

¿Qué representó Linares en tu carrera?

-Desde que El Niño empezó me lo soltaron como si fuera hijo mío. Fue en el año que suspenden a Cheíto y Pineda lo saca de los juveniles y lo lleva para el Cuba, con solo 17 años.

¿Y era mejor que Casanova?

-A mí no me gusta hacer esa comparación porque al Niño lo crié yo. Me lo dieron de muchachito y lo llevé hasta que me fui de la pelota. Pero te digo, con 14 años Linares ya estaba en un Mundial Juvenil, y a esa edad yo solo andaba por la EIDE. El Niño tenía más talento.

Sin embargo, tú jugaste todas las posiciones en Series Nacionales.

-Lo único que no hice a ese nivel fue pitchear, cosa que sí había hecho antes en la Provincial de La Habana con el Marianao, a las órdenes de Alpízar. Total, lo más difícil de todo es la receptoría, y yo había empezado por ahí.

Si no recuerdo mal, fue Pineda quien te llevó para Vegueros…

-Efectivamente, cuando Pineda vino para Pinar del Río, vine yo.

Era tremendo manager El Conde, ¿verdad?

-Pineda fue un pelotero grande y un manager inmenso que ganó cuatro campeonatos seguidos entre Nacionales y Selectivas. ¿Sabes cómo nos decía? Llamaba a los regulares y preguntaba: ‘Niños, ¿cómo puede ser el juego de hoy?’ Entonces la gente se ponía a dar ideas de lo que se podía hacer, y él terminaba diciendo: ‘Al carajo, los artistas son ustedes, vayan a jugar’. Fíjate qué confianza tenía en sus hombres.

¿Salió de él la idea de ponerte a jugar en el right field?

-Sí, desde que yo vine para acá me mandaron para esa posición, y en ella alcancé una maestría que casi la podía jugar con los ojos cerrados. Por mucho es lo que más jugué en mi vida, porque en el center field del equipo Cuba solo estuve dos años, hasta que llegó Víctor.

Y todavía hay algunos que piensan que el jardinero derecho es el más malo…

-Eso es ignorancia. Allí es donde te da el sol en los ojos, por ejemplo. Y si batean para la raya hay que saber tirar para segunda, o buscar ángulo para tirar a home. Eso, sin hablar de que el tiro del right a tercera es el más largo de la pelota.

¿Tenemos buenos jardineros derechos ahora?

-Ni ahora, ni hace rato. El difunto Lázaro Contreras sí tenía todas las condiciones habidas y por haber para ser un tremendo jardinero derecho. Fuera de él no he visto uno, a no ser Yasser Gómez, que tenía la ventaja de ser zurdo. Es que ahora no saben jugarlo, ante todo porque no analizan a los bateadores contrarios y se colocan mal para ellos. Yo estudiaba mucho a los rivales, me preparaba antes de que pasaran las cosas. Por eso nunca tiré a una base por gusto.

Eras muy peligroso tirando a las bases, lo recuerdo bien.

-A mí me doblaron mil veces de segunda para tercera con hit al right… pero perecieron. Todo es cuestión de oficio. Digamos, si eres derecho y el batazo es para la raya no puedes tirar a segunda por arriba del brazo, porque deberás hacer un giro muy grande. En esos casos yo tiraba a tres cuartos. Pero cuidado, hay que saber hacerlo, porque la bola tiende a hacer el efecto de un screw ball.

Vamos a hablar ahora de ofensiva. ¿Imitaste a alguien en particular?

-Yo no cogí a nadie como modelo. Admiraba a Marquetti y Capiró, los veía por la televisión y me grababa sus estilos de bateo. Pero tener a alguien como modelo, no. Yo me hice el mío, y fíjate si resultó que todavía se comenta de mi técnica para batear. Quien la lleve, no sé; el que no la lleve, está fallando.

¿Cómo surgió aquello de abrir los brazos?

-Te lo juro: ni yo mismo sabía que hacía eso. La gente me decía que yo abría los brazos y yo decía que no, hasta que me vi en un video. Era algo que hacía sin ánimos de alardear ni de reírme del lanzador, era solo el final de mi swing.

Fuiste uno de los mejores bateadores en conteo que haya visto este país…

-Mis mejores batazos los di en 3 y 2. Lo cierto es que a mí me gustaba batear en conteo, cosa que no le recomiendo a nadie. Yo lo hacía porque estaba analizando a los pitchers todo el tiempo, y cuando te les metes en conteo al final llega el momento que no saben qué tirarte. Pero a mis muchachos de la Academia, donde trabajo actualmente, siempre los dejo libres. Yo no le amarro el bate a nadie.

Swing fuerte y a correr. ¿O será que alguna vez te sacrificaste, o tocaste para salir de un mal momento al bate?

-¿Yo? ¿Tú estás loco? ¿Tocar bola yo? Ni para embasarme. En Pinar siempre fui cuarto; en el equipo nacional fui tercero un tiempo, porque Cheíto era el cuarto. El que está en home para dar un palo no puede tocar la bola. Es un problema de responsabilidad.

Pero al que da muchos ‘palos’, le dan muchos pelotazos…

-A mí me dieron por todas partes, pero yo no cogía lucha porque siempre prensé que se les escapaban a los pitchers. Excepto con Octavio Gálvez en la Selectiva del 81, ahí sí me puse muy mal.

¿Perdiste la tabla?

-La tabla no, la pared completa. Pasó que estábamos hablando por el día fuera del estadio y yo, para fastidiar a Jova, le comento: “Por la noche, al que pitchee por nosotros le voy a decir que te dé un pelotazo en la ‘pata’, porque tú siempre nos echas a perder los juegos”. Y ahí viene Gálvez y se mete: “Si yo te pitcheo te voy a meter dos”. “Con usted yo no he hablado, le respondo. Se lo digo a Jova porque ni él me va a lanzar a mí, ni yo a él”.

¿Y entonces?

-Entonces da la coincidencia que cuando me toca batear con dos en base, traen a Gálvez de relevo. Ahí empezó la cosa: él tiraba y yo me quitaba, él tiraba y yo me quitaba. Albertico Martínez le gritó entonces: “O la tiras por el medio o se la pones en las costillas”. Y yo: “Albertico no le des cuerda a este hombre que me va a dar un golpe…”. Y Albertico: “Tranquilo, que no va a hacer nada”. Y nada más que me puso en 3 y 1, cuando más ganas yo tenía de un buen swing, me metió la pelota en el medio de la espalda. Ahí le caminé para arriba con el bate dispuesto a rompérselo en la cabeza, y entonces o me salvé yo o se salvó Gálvez, porque Mongo Véliz, que era el árbitro, me aguantó el aluminio en el momento que lo levantaba. Fíjate si haló duro que me desprendió el hombro. Es la única vez que me expulsaron de un terreno de pelota.

¿Cómo te iba con los árbitros?

-Sin problema ninguno. Hasta me acuerdo que con Omar Lucero me pasaba algo gracioso. Él cantaba un strike que no me gustaba y yo le decía “coño, acabaste”. “Dale anda, que tú con uno bateas”, me contestaba él. Y esa frase después me la cogí para mí, y a veces jaraneaba con los árbitros diciéndoles “puedes cantar otro strike por donde venga, que yo con uno tengo”.

Pero el árbitro que más te sobrellevó fue el de Parma’88… aquel de la equivocación en primera.

-El árbitro no se equivocó. Él simplemente no vio lo que pasó, que es distinto. El asunto es que el tiro de Robin Ventura fue desviado y Tino Martínez tuvo que salir. Entonces yo le doy un golpe en la mano para tumbarle la bola y le bajo el guante. Cuando él me va a tocar, esa es la acción que ve el árbitro y como Tino no logra hacerlo, el árbitro canta quieto.

Capitán, fuiste out como una casa…

-Claro, a la vez que yo le toco el guante ya era out. Pero que eso había sucedido nada más lo sabíamos Tino Martínez y yo.

¿Tuviste algún verdugo desde el box?

-Ninguno en especial, los pitchers me dominaban y yo les bateaba. A algunos sí les bateaba avisado, porque empezaba a observarlos desde el principio del juego. ¿Quieres un secreto? Normalmente los lanzadores trabajan de un modo al primer bate, y lo cambian para enfrentar al segundo. Luego, con el tercer bate repiten la línea del primero, y con el cuarto, la del segundo. Por eso les bateaba avisado, porque desde jovencito me la pasé chequeando a los pitchers.

¿Qué le falta a los lanzadores cubanos de hoy?

-Puede haber más cosas, pero te voy a responder con una anécdota de Conrado Marrero. Una vez él se reunió con un grupo de lanzadores nuestros y les preguntó cuál era el mejor lanzamiento de la pelota. El único que le supo responder fue Reinaldo Costa. Entonces Marrero dijo: ‘Ese mismo, el mejor lanzamiento de la pelota es el control’.

Y para colmo de males, en Cuba se ha impuesto la costumbre de dirigir desde el dugout a los pitchers…

-Yo estoy totalmente en contra de que el pitcheo se dirija de ese modo. Por ese camino, ni el pitcher ni el catcher van a pensar nunca. Mi pregunta es: ¿Quién tiene la pelota en la mano? ¿Tú? Pues tira lo que tú quieras tirar.

Corren mil y una leyendas de un Casanova que era capaz de dar jonrones con unas copas de más. ¿Es verdad eso?

-Es verídico. Cada vez que yo fui para el Capitán San Luis lo hice. Y así bateé más de .300. Si yo jugué mil juegos en Pinar, fui a 1500 con dos tragos dados. En otras provincias no, eso era aquí, porque iba de la casa para el estadio.

¿Y se puede ver una recta dura en tragos?

-Hay quienes no pueden hacerlo, pero yo sí veía las rectas de 90 millas. Esa es una gracia que me dieron la vieja y el viejo.

¿Qué fue lo que pasó verdaderamente con Vinent, que en la calle todo el mundo hace el cuento a su manera?

-De eso se habla bastante. La versión real es que cuando Vinent era entrenador, un día salimos a beber desde por la mañana hasta las siete de la noche, y a las ocho y media le conecté jonrón a José Luis Alemán en el primer inning. Vinent apareció en el juego a la altura de la quinta entrada, y preguntó cómo Pinar había hecho sus carreras. “Jonrón de Casanova con uno en base”, le dijeron. Así fue como pasó.

Ya que mencionas al Vinent entrenador, dime algo del Casanova manager…

-Yo creo que dirigí bastante bien, porque gané 56 juegos. Pero después me pasaron por alto, y por eso si ahora me pidieran dirigir digo que no, a no ser en categorías infantiles. Conmigo se fue injusto.

¿Solo se fue injusto entonces?

-Qué va. Fíjate que yo me retiré con 34 años y bateando .350. Pasó que me decepcioné. En 1991, cuando estábamos en el entrenamiento en La Habana, dijeron que sacarían a cinco peloteros para reforzar el Cuba B que iría a la Copa Intercontinental de Barcelona, y yo estuve en ese grupo. Hicimos una preparación en México y fuimos para la Copa, al mismo tiempo que el equipo A jugaba el tope contra los norteamericanos, que se estaba perdiendo. Entonces llamaron a España y pidieron que mandaran para acá a los que más estaban rindiendo, y les dijeron: “Los que están bien son los mismos refuerzos que se trajeron: Ajete, Padilla, José Raúl Delgado, Leonardo Tamayo y Casanova”. Es entonces que viramos para Cuba, bateo un mundo en la Copa José Antonio Huelga, y sin justificación alguna, me mandaron para Pinar del Río. Ahí mismo decidí no jugar más.

Pero al final seguiste en la pelota…

-Sí, porque el Partido de la provincia me pidió que continuara. Jugué la Nacional, tuve un average de .350, y se hizo una preselección de 100 peloteros (4 equipos de 25) para integrar el Cuba. Y yo no estuve en esa preselección tan amplia. Entonces me fui de nuevo a ver a las autoridades de Pinar y les pregunté: “¿Ustedes creen que en este momento haya diez peloteros mejores que yo?”. Y me contestaron: “No, ni cinco”. Les enseñé el periódico, vieron que mi nombre no aparecía en una lista de cien, y me dijeron: “Váyase para su casa, que le vamos a organizar el retiro”.

Fue por ese camino que te quedaste sin el título olímpico…

-Yo podía haber jugado perfectamente las Olimpiadas de Barcelona, pero aquella injusticia me machacó hasta quitarme la motivación. Después inclusive retiraron a 52 jugadores de un golpe, otro disparate tremendo. Fíjate si fue absurdo, que a Omar Ajete lo retiraron, lo mandaron a Japón, y estando allá viró, lanzó en la Serie Nacional y se coló en el equipo olímpico. Entonces ese hombre no estaba para sacarlo de la pelota, ¿verdad? Es como el caso de Linares. Lo consideraron acabado y lo enviaron al primer nivel de Japón. ¿Si tú entiendes que alguien no da más, cómo lo vas a mandar a un nivel superior al que juega habitualmente?

¿Se siente herido Luis Giraldo Casanova?

-Aquí en Pinar hay unos cuantos que nos fuimos molestos de la pelota. Peloteros de mucho nivel que no recibieron el trato que merecían. Fíjate que al propio Linares ni siquiera se le ha hecho acto de retiro.

Por fortuna, quedan la memoria de los aficionados, los artículos de prensa, los libros de records y aquel sobrenombre, El Señor Pelotero…

-Eso es problema de Bobby Salamanca, que fue quien lo iventó. Él puso varios nombres y no se equivocó, me parece: El Señor Jonrón, El Meteoro de La Maya, El Ciclón de Ovas, El Gigante del Escambray… Aunque a mí me daba igual como me dijeran, lo mío era jugar a la pelota.

(Esta entrevista no habría sido posible sin la ayuda de Efraín Amaya, buen aficionado y mejor persona)

(Con información de Michel Contreras. Fotos: Ismael Francisco)

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