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soyquiensoy (Ricardo R. González)

Alfonso Urquiola: “Yo quisiera morirme en un terreno”

Alfonso Urquiola: “Yo quisiera morirme en un terreno”

A la vera de algunos peloteros jóvenes que entrenan en el Capitán San Luis, Alfonso Urquiola me parece más ancho que alto. Algo así como un vehículo blindado con el chasis rojo. “Seguro que la sudadera lo hace ver más corpulento”, especulo mientras camino rumbo a él, torturado por la canícula de julio.

Martínez de Osaba, que recién terminó de escribir su biografía, me acompaña. El terreno -prácticamente un simulacro de terreno, mustia la hierba, alebrestado el polvo- es un concierto de rolatas y elevados. Aquí ensayan variantes de doble matanza, por allá trotan unos cuantos lanzadores, y al fondo del home plate, Julio Alfredo Martínez ejercita el brazo zurdo, empeñado en dotarlo de control.

Con la augusta inexpresión de los patriarcas, el ex número “8” de Pinar me saluda con un gesto imperceptible, aunque exento de desaire o aspereza. Martínez de Osaba le advierte que he venido a entrevistarlo, y Urquiola aguza un poco más aquellos ojos que parecen no cansarse de ver béisbol.

“¿Y dónde nos sentamos?”, me pregunta. “Donde usted quiera, Alfonso. Da lo mismo el dugout que el graderío”. Al final, luego de un par de escaramuzas por entrar en oficinas clausuradas, terminamos en un recinto que no debió estar lejos de las calderas del infierno. A mi diestra, una camilla a medio niquelar. A la izquierda, un parabán descolorido. Enfrente, Urquiola. El mismo hombre que lidió contra el huracán en 2011 y al final, resignado y hundido, terminó capitulando ante los vientos.

“Después de tantos palos, ¿por qué regresa Urquiola a la pelota?”, escupo en una ráfaga violenta. Él no lo piensa. Dice que hay cosas en la vida que están por encima de los intereses personales, que “en Pinar me conoce todo el mundo y los niños y los viejos se ponen ‘coño Urquiola, tú tienes que volver’ y eso pesa muchísimo en uno, porque la razón de ser del pelotero es la afición”.

Ahora sí se detiene. Aunque, todo sea dicho, es una pausa corta, un breve alto en el camino para apurar el trago amargo.

-Yo había dicho que no volvería a dirigir, porque se acumularon situaciones que me fueron defraudando. Conmigo se fue injusto. Perdí 2×1 contra Holanda, que era el mejor equipo y no perdió con nadie en la Copa del Mundo 2011. Pero mucha gente estaba esperando que pasara cualquier cosa para caerme arriba. ¿Y las cosas buenas? No, esas cosas no importaron. Sin embargo, soy un hombre de béisbol y aquí estoy de nuevo. Esto es lo que a mí me gusta, lo que mejor sé hacer… Yo quisiera morirme en un terreno de pelota.

-¿Pero esa afición que lo reclama ahora no es la misma que lo calumniaba hace dos años?

-Para bien y para mal, es así. Es la misma afición. Uno respeta sus criterios, pero la verdad es que le duele cuando pasa, sobre todo en momentos en que la gente no tiene todos los elementos para valorar y uno no puede salir a rebatir sus críticas.

Se le nota golpeado por aquella circunstancia. Estamos a 40 grados a la sombra, pero se me antoja que su sudor copioso es producto del tema que tratamos. Justo entonces le suelto la bomba de racimo…

-Es verdad que yo no convoqué a ningún pinareño para la selección, me contesta. Ahora, te voy a decir algo: yo les inculco a mis peloteros que tengan sentido de pertenencia y echen el resto por la provincia, pero el equipo nacional es otra cosa. Ahí no cabe el paternalismo ni el regionalismo, porque se trata de Cuba, y ese nombre está por encima de todo. Por otra parte, y sin ánimo de justificar nada, aquel equipo no lo hizo Urquiola solo, sino el colectivo técnico. Fue una decisión colegiada, y yo respeto al máximo las opiniones de los entrenadores de cada área, porque están más cerca del atleta que los propios directores.

-Y aquellos peloteros que usted rechazó en esa oportunidad, ¿cómo han asimilado su regreso?

-Esa pregunta se la debes hacer a ellos. Pero te voy a poner un ejemplo: mira si tengo conciencia de lo que representa un hombre como Yosvani Torres, que yo le digo “el mejor hombre de la guerrilla” por su forma de ser, por la calidad humana que tiene… Yo sí creo que él fue perjudicado cuando se integró aquel equipo, pero te repito que eso lo determinó un colectivo. Y que yo sepa, de los jugadores nunca ha habido una frase negativa ni una manifestación contra mí. Lo que ocurrió fue que la prensa empezó a echarle leña al fuego, y el fuego creció, y eso es lo que me fue decepcionando.

Contrario a lo que podría deducirse de su temperamento comedido, Urquiola es una máquina de hilvanar palabras y oraciones. Siempre responde rápido. No escatima detalles ni echa mano de ningún ringorrango que enmascare sus tesis. Como si hallara todas las respuestas en esos collares de santería (Obatalá, Elegguá, Shangó y Oshún) que lleva al cuello. “Él es de Orozco, me comentan más tarde. Allí casi todo el mundo es religioso”.

-Alfonso, ¿qué le pasó a Pinar en la Serie anterior, cuando daba la impresión de tener una novena equilibrada?

-Yo no estaba en Cuba en la etapa decisiva del campeonato, de manera que no sé decirte. Lo que me toca es encontrar dónde estuvo el problema y erradicarlo, porque se trata de los mismos hombres que habían ganado en la Serie 50. Sí te puedo asegurar que soy un manager que trabajo mucho el funcionamiento interno del grupo, su dinámica, y llevo el control de lo que ocurre dentro y fuera del terreno para que no me fallen elementos como la combatividad y la solidaridad en el equipo. Creo que esa parte necesita ser reforzada ahora, y en eso estoy metido.

-¿Qué le falta al grupo de la próxima campaña?

-Todo equipo tiene lagunas. En la Serie 50, por ejemplo, nosotros ganamos sin cerrador, pero suplimos el problema con los abridores, que nos caminaban bastante. Estamos flojos de bullpen, y por eso hacemos énfasis en especializar a lanzadores veloces para encargarse del último tramo de los juegos.

-¿Y la receptoría?

-Contamos con dos hombres ofensivos, Peraza y Quintana, y habrá que irlos combinando con la defensa de algún otro, sobre todo Olber Peña. Existen unas cuantas variantes: inclusive, si se está bateando bien y produciendo carreras, podemos empezar los partidos con Peña. Con Quintana lo que se pretende es que logre suplir la potencia del brazo con la rapidez para efectuar el tiro; si no lo consigue, habrá que buscar alternativas con él. No sé si conoces que hace un tiempo nosotros lo probamos en el jardín izquierdo…

-¿Qué hay con la rotación abridora?

-Todavía no hemos seleccionado a los hombres que van a la preselección. Esto es solo un concentrado diagnóstico que convoqué para ver con lo que cuento, y es muy temprano para poder decirte una rotación definida. Aunque los nombres establecidos los sabe todo el mundo: Baños, Torres, Casanova y Julio Alfredo. Lo importante en toda esta preparación es alcanzar el nivel competitivo de la tropa sin renunciar a sus proyecciones de futuro. Y que los hombres sepan que entre las dos rayas de cal gana el que mejor lo haga, que no crean en nadie y hagan lo que se les enseñó. Lo de Pinar será, simplemente, ir juego por juego.

-Supongo que tiene claro que ahora los refuerzos representan un punto de giro en el torneo…

-Es evidente que son clave, al punto de que pesaron de modo decisivo en el último campeonato. Pero a mí personalmente no me gusta la idea; yo prefiero que cada provincia gane con su propio esfuerzo, con los peloteros que entrenó desde el comienzo. Cada cual con su bandera. Sin embargo, hay que adaptarse a lo que hay, y el día de elegir a los refuerzos es preciso buscar lo mejor de lo mejor.

A estas alturas de la conversación, advierto que le falta su tabaco sempiterno. Esa breva que lo acompaña a todas partes, y que él solo abandonó fugazmente cuando la salud le jugó trampas hace un par de años. Entonces me pregunto si no se sentirá a disgusto, aunque en honor a la verdad, no lo aparenta. Es más: tengo la sensación de que Urquiola esperaba un momento como éste para decir una por una sus verdades. Como esa referida a la imposibilidad de que tome las riendas del team Cuba, en poder de Víctor Mesa hasta el año 2017.

-Yo no estoy en la pelota por ambiciones, argumenta, sino para hacerlo bien en el momento que me designen para algo. Lo mismo en la provincia, que a nivel del país. Yo ahora estoy trabajando para Pinar, y el equipo Cuba es secundario en mis intereses. Te juro que nada de eso me desestimula.

-¿Es demasiado ingrato el puesto de mentor?

-La que nos evalúa a nosotros es la afición, y es inevitable que te ponga letreros de bueno o de malo. Yo jugué mucha pelota y no tenía idea de lo que era ser manager. Pensaba que se trataba de un tipo que manda a tocar, un corrido y bateo o un robo de base. Pero con el tiempo entendí que no era así. Para mí, el manager debe salir de una pirámide, ir de menos a más… Yo mismo estuve cinco años en provinciales, cinco en la Liga de Desarrollo, trabajé con 15-16, con niños, hasta que me convencí de que el manager es un pedagogo, un aglutinador de los valores del grupo con habilidades sicológicas para motivarlo. Porque el verdadero éxito del manager no está en ganar, sino en cohesionar a sus equipos.

Dice esto, y no suena a discurso postizo. Le sale natural, franco, directo, sin que se vean las costuras de la doble intención o la pose mezquina del arribista sistemático. Dice esto, y por mi mente cruzan frases sueltas de aquel sabio de los New York Yankees, Joe Torre: “El juego le pertenece a los jugadores y el manager tiene que facilitarlo (…) Lo único que quiero que piensen es cuál es nuestra meta (…) Esto es, quiero que piensen ‘¿qué puedo hacer para ayudarnos a ganar un juego?’”.

Ganar juegos… Precisamente eso, un hecho cotidiano hasta los años noventa, se ha convertido en un marabuzal para el team Cuba. Sobre todo cuando de ganar los juegos ‘buenos’ se trata. Urquiola asiente.

-Cuba es un país productor de peloteros. Somos una máquina de producirlos. Pero nos hemos quedado atrás, con poca motivación y jugando entre nosotros, con atletas que chocan muy temprano con su techo. Y la salida hacia México es una posibilidad, pero no creo que allá es hacia donde debemos mirar, sino hacia Japón, que es mucho más exigente. Pero te digo, crisis no hay, porque la calidad individual está. Lo que pasa es que hay que darse cuenta de la realidad: nosotros tenemos veteranos, gente con unas cuantas Series en la espalda, que no domina el béisbol. Y para encontrarnos un pitcher de noventa millas con tres o más lanzamientos hay que pasar trabajo. Yo lo dije hace rato, que había que prepararse cada vez mejor, porque no nos iba a ser fácil ganar nada.

-Hay talento… ¿Entonces falta el oficio?

-Tú tienes que dominar las señales del tránsito aunque manejes en el campo. ¿Y si una vez tienes que manejar en la ciudad? Pasa lo mismo, por ejemplo, con los sluggers: no es que se les vaya a pedir que toquen a cada rato, pero tienen que saber hacerlo, porque mientras más fundamentos domines, más chances tendrá el equipo de ganar. Pero estamos jugando a la pelota ‘al trozo’. Se ha perdido el oficio, y casi nadie hace en el terreno lo que debe. Corremos mal, no sabemos batear por atrás del corredor, no nos sale un toque… nos equivocamos mucho, y el béisbol es de detalles. Tú juegas con un equipo siete veces a la semana, y un día le caes a palos, pero los otros seis juegos son de detalles. Y en esos detalles se te van los campeonatos.

La entrevista tiene que terminar. Juan Carlos Oliva, otro de la vieja guardia pinareña, apremia a Urquiola con un “dale, que ya nos cogió tarde”. El manager de Pinar se pone en pie, yo le agradezco y me despido. Afuera también hace calor, pero menos que en aquella oficina de donde Urquiola sale con Oliva encogido de hombros y diciéndole: “¿Qué querías que hiciera, compadre, si ese hombre ha viajado 150 kilómetros para entrevistarme?”.

(Con información de Michel Contreras. Foto: Ladyrene Pérez. CubaDebate)

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