Liuba coloreó la esperanza en el Pediátrico de Santa Clara
La interacción entre la artista y su público acarició ese momento en el que los menores olvidaron sus dolencias para reír en este mundo nuestro, y del cual ellos resultan monarcas absolutos
Por Ricardo R. González
Los niños la aguardaban. Estaban inquietos en espera de que esa especie de ángel llegara al hospital pediátrico José Luis Miranda, de Santa Clara, para alegrar la vida a través de las canciones.
De pronto Liuba María Hevia desembarcó con su guitarra. Se sentó en el piso como si fuera aquella niña traviesa (o imaginada) para quien no pasan los calendarios ante el recuerdo de la infancia.
Cuántas vivencias desataría la intérprete al verse así, rodeada de pequeñas criaturas deseosas de esas canciones familiares a la que ella le ha puesto gran parte de su vida y todo el torrente de su corazón.
Una vez me dijo que se preparaba de igual manera para un concierto infantil que para aquellos dedicados a los adultos. Es más, me precisó que a veces hasta con mayor rigor porque esos pequeños resultan los jueces más severos y sinceros.
Y no le falta la razón, ellos saben apreciar esa especie de magia que penetra y les hace convertirse en duendes amados que gratifican con su afecto.
Pero, esta vez, la Colmenita de Santa Clara, le preparaba una sorpresa a Liuba. Quizás, inesperada para ella porque escenificaron algunos de los personajes protagonistas de sus canciones.
Después, Liuba tomó su guitarra y dejó a los niños que pidieran lo que deseaban escuchar. Como de costumbre recordó a Ada Elba Pérez, la joven poetisa de cuyas musas brotaron gran parte de esas hermosas canciones, o a nuestra Teresita Fernández, y más en la tierra natal de la maestra mayor.
Para ella pidió el aplauso a fin de que llegara hasta La Habana y calara por las ventanas de un apartamento que guarda el trofeo de las cuatro generaciones de cubanos crecidas con sus composiciones.
Pasó el tiempo. A Liuba no le importó que las horas corrieran y estrecharan el margen ante un ensayo que la aguardaba para su presentación nocturna.
Gracias a las buenas intenciones del Proyecto Para una Sonrisa los infantes hospitalizados fueron felices, mientras la trovadora no se cansa de repetir que siempre acudirá a estos centros porque engrandece la espiritualidad de quienes saben querer.
Lo que muchos no saben es que mientras los niños personificaban sus canciones desde su «asiento» en el piso firmó 17 libros para que se los hicieran llegar a aquellos que, por su estado de salud, no pudieron bajar al lobby de la institución y disfrutar de las travesuras de Estela y su granito de canela o de un Señor Arco Iris que invita a encontrar «los lindos colores de la felicidad».
Terminaba otro encuentro, un segmento de tarde en que los infantes vivieron sus emociones, y los mayores nos convertimos, otra vez, en esos niños que llevamos dentro.
Una visita agradecida que recala en el alma. Un tesoro inigualable gracias a una Liuba María Hevia que aportó los matices para colorear, por siempre, la esperanza.
También puede ver este material en:
0 comentarios