Concluye restauración de El Cristo de La Habana
En sus poco más de 20 m de altura El Cristo de La Habana bendice con su gesto la ciudad capital de Cuba desde diciembre de 1958 cuando quedó inaugurado por la escultora Jilma Madera, quien falleciera en el año 2000.
Cincuenta y cinco años después la escultura es restaurada en su totalidad con apoyo de la Oficina del Historiador de La Habana y el Parque Histórico Militar Morro-Cabaña.
Según explicó el responsable de las acciones restauradoras, ingeniero Carlos Bauta, para acometer la obra fue necesario su estudio profundo, en el que se tuvo en cuenta desde el daño de la contaminación biológica hasta la reposición del mármol como material original empleado.
La presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio, Gladys Collazo, rememoró la trayectoria artística de Jilma Madera, quien al inaugurar la escultura dijo: «Lo hice para que lo recuerden, no para que lo adoren, es de mármol».
En el acto que dio por concluidas las tareas estuvieron presentes, además, el arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega, y monseñor Bruno Muzarot, nuncio de su Santidad Benedicto XVI, entre otras personalidades.
(Con información de Dagnet Reloba, Sistema Informativo de la Televisión Cubana)
OTROS DETALLES DE LA ESCULTURA
Situada en el puerto habanero, entre la vieja fortaleza de San Carlos de la Cabaña y el pueblo de Casa Blanca, representa a Jesús de Nazaret, y fue moldeada con mármol de Carrara, integrada por 67 piezas traídas desde Italia donde fue bendecida por el Papa Pío XII.
En su base de 3 m su creadora enterró varios objetos de la época. Su peso aproximado es de unas 320 t, y fue alcanzada por el impacto de los rayos en los años 1961, 1962, y 1986 antes de que se le situara un pararrayos protector.
La escultura se encuentra a 51 metros sobre el nivel del mar, lo que permite a los habaneros divisarla desde diversos puntos de la ciudad; la figura de Cristo está de pie con una mano en alto, bendiciendo, y la otra en el pecho mirando hacia la urbe. A esta obra se le dejaron los ojos vacíos para que diera la impresión de mirar a todos desde cualquier lugar que fuese observada.
A propósito la ignorancia de Fulgencio Batista hizo requerir a la artista por el hecho quien tuvo que explicar los motivos.
Este Cristo no está con los brazos abiertos como los Corcovado, en Rio de Janeiro, el de Lubango, en Angola, o el de Lisboa, en Portugal, y esta originalidad fue la que hizo que el proyecto de la estatua ganara el concurso.
Para esculpirlo no empleó ningún modelo sino que se inspiró en su ideal de belleza masculina: Ojos oblicuos, labios pulposos, en definitiva, en sintonía con el mestizaje existente en Cuba.
La artista cobró 200.000 pesos en el concurso que fueron los que gastó en comprar el mármol. Muy responsable con su trabajo, envió a Cuba las 67 piezas perfectamente protegidas, pagando un seguro por cada una de ellas y trajo además un bloque de mármol de repuesto, previniendo algún accidente. Años más tarde, tuvo que utilizarlo para corregir el daño hecho por el rayo a la cabeza de la escultura. Estos deben repararse rápidamente para evitar que la estructura interior de hierro quede expuesta y sufra el aumento de volumen producido por su oxidación.
Los pies de la figura son los de la propia Jilma y por eso calzan unas sandalias de meter el dedo que era lo que se usaba en esa época en lugar del calzado de la antigüedad.
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