«Con 2 que se quieran» Silvio Rodríguez (Parte I)
“No me he olvidado del joven que fui”
Amaury. Muy buenas noches, estamos en Con 2 que se quieran, ahora aquí, en 5ª Avenida y calle 32, en los maravillosos Estudios Abdala. Hoy, cerrando el primer ciclo del programa, un invitado especial, y especial para mí por varios motivos. Muchas veces se ha dicho que yo invito a mis amigos, bueno, ahora soy mucho más osado, ahora invité a un hermano, que en mi caso es mucho más que un amigo. Al trovador, Silvio Rodríguez.
Mi hermano, buenas noches.
Silvio. Buenas noches.
Amaury. Yo sé que en tu apretadísima agenda has hecho un esfuerzo grande por estar conmigo, lo sé, y, no nos hagamos sufrir. Tú me dijiste una vez algo que yo he utilizado mucho: “Estate atento a cómo te quieren y a cómo te tratan los hijos de tus amigos y así sabrás cuánto te quieren tus amigos”.
Silvio. Realmente es algo que aprendí sin darme cuenta, o sea, con el tiempo, con los años, de pronto me percaté de que los hijos de mis mejores amigos me trataban muy bien y me había pasado también, que los hijos de algunas personas que yo creí amigos, y después con el tiempo resulta que no lo han sido tanto, guardaban cierta distancia de mí y entonces fue una cosa que aprendí de la vida. Lo aprendí observando lo que me pasaba.
Amaury. ¿Tú eres una persona de muchos amigos o de buenos amigos, pocos?
Silvio. Yo he querido a mucha gente, realmente. No te sabría decir si todos han sido mis amigos o no. Pero he querido a mucha gente y lógicamente a través de los años, también hay muchas personas que se han mantenido, traspasando las eras. Entonces esos son los grandes amigos, aquellos amigos de toda la vida, que se suele decir. Pero de pronto hay amigos de etapas de mi vida que pasaron, amigos que hice en el Ejército; amigos que hice cuando estaba con los pescadores en el Playa Girón y que son personas que conocí circunstancialmente, en quienes deposité realmente grandes sentimientos y de quienes tengo una memoria extraordinaria y los recuerdo con un afecto tremendo, aunque no se hayan mantenido como amigos de toda la vida.
Amaury. En el caso hipotético en que tú tuvieras que exigirle cosas a un amigo, ¿qué le exigirías? Lealtad, agradecimiento…
Silvio. Que me soportaran.
Amaury. ¿Que te soportaran, nada más que eso? (risas)
Silvio. Me parece que no hace falta más. (risas)
Amaury. Tampoco es tan complicado soportarte, Silvio. (risas)
Silvio. ¡Bueno, imagínate tú!
Amaury. Hay gente que piensa lo contrario.
Silvio. Sí, posiblemente. “Yo sé que hay gente que me quiere; yo sé que hay gente que no me quiere”.
Amaury. Cuando yo escucho tus canciones y no es un secreto que escucho mucho tus canciones, de toda la vida, siento que tus canciones están recorridas por un halo de tristeza. Incluso, las más optimistas, las más movidas, las que tienen los arreglos más vitales y la pregunta entonces sería (no me hables de la tristeza en tus canciones), sino ¿tú eres una persona triste?
Silvio. Hace poco una persona me dijo que yo era triste desde los tres meses de engendrado, que algo sucedió que me hizo triste. Yo creo que he sido triste y que he sido alegre. Es probable que sea maniaco-depresivo, para hablar un poco científicamente. Por suerte, mis fases maniacas suelen ser muy visibles, ¿no?, y las depresivas no tanto, porque me escondo. No me gusta que me vean triste ni nada de eso. Pero yo creo que todos pasamos un poco por las verdes y las maduras también, ¿no?.
Amaury. Pero te considerarías, por ejemplo…
Silvio. …¿Especialmente triste?
Amaury. Sí.
Silvio. No me parece. ¿A ti te parece?
Amaury. Hummm. A mí me parece. Me ha tocado muchas veces verte triste, solo, dentro de ti mismo.
Silvio. Puede ser. A veces también uno no sale de uno mismo porque no se anima mucho por lo que ve afuera. Es una ventaja también poder tener un mundo interno, Amaury; o sea, es una ventaja como podría decir otra ventaja: tener el hábito de la lectura. Eso es una forma también de introspección. Poderse sumergir, tener un mundo abstracto, poder acudir a pensamientos, a conjeturas.
Amaury. Claro, lo que puede ser muy peligroso y esto me ha pasado a mí, es que no encuentres la llave después para salir de esa introspección.
Silvio. Eso son los esquizofrénicos, Amaury.
Amaury. Exactamente. ¿Tú me estás diciendo esquizofrénico? (risas)
Silvio. No, no, no, (risas) espero que tú no me lo estés diciendo a mí. (risas)
Amaury. Ya empezamos, ya empezamos… (risas)
Silvio. …Pero esquizoide, a lo mejor, sí soy. (risas)
Amaury. Para muchos, y para mí, tú eres un fundador, sin embargo, tú te consideras un aprendiz.
Silvio. Es que la vida es una aprendizaje, todos los días uno aprende cosas. Muchas veces me di cuenta de que creyéndome que sabía, hacía “papelazos”. Entonces llegué a la conclusión de que mejor era no creerse que uno sabía tanto, porque en definitiva, la vida, las experiencias te demostraban que siempre había algo nuevo que aprender y entonces ya, me lo quité. Me lo quité y ya más nunca me creí que era el bárbaro en nada.
Amaury. Sí, pero yo sé, me pasa a mí y le pasa a muchos de tus amigos, nos ocurre que nosotros vamos a hablar contigo, a pedirte consejos sobre determinados temas: artísticos, políticos, familiares, y tú tienes siempre una respuesta importante para cada una de esas preguntas que muchas veces son arriesgadas, porque uno está hablando de su propia vida. Eso ¿qué te lo da?: ¿los años, el instinto?
Silvio. A lo mejor ustedes no notan que la mayoría de las veces, yo lo que estoy es dialogando con ustedes, o contigo, si es el caso, y que realmente no te estoy dando respuestas, sino que estoy tratando en la interlocución de encontrar algún tipo de respuesta, incluso para mí mismo.
Amaury. Cuando hablábamos del aprendiz, eso, por supuesto, siempre lo remite a uno al dibujo animado Fantasía, ¿no?, y eso me va a llevar, entonces, a lo que tú has contado en tu blog, esa anécdota de tu tío que te llevaba al cine.
Silvio. ¿Angelito?
Amaury. Sí, Angelito. Háblame de Angelito y de esa fascinación que tú sientes todavía por los dibujos animados infantiles y por las películas de capa y espada, afición que compartimos.
Silvio. Bueno, Angelito era el hermano de mi padre. El único hermano de mi padre, que fue también mi padrino. Yo no le decía Angelito, ni Mary, mi hermana ,tampoco le decía Angelito; ambos le decíamos “Padrino”. Fue Padrino hasta que nos dejó. Yo viví con él como desde los 6 hasta los 11 años, aproximadamente. Yen esa etapa en que uno se está empezando a abrir al mundo y comienza a ir al cine y a entender cosas, fue muy importante la relación con él. Todas las semanas me llevaba al cine y le gustaban las películas de aventuras, las películas de guerra, las películas del oeste, las películas de capa y espada, como tú dices. Pero, realmente, son todavía las películas que más me gustan, Amaury, las películas de aventuras son las que me gustan y las películas estrambóticas, fantásticas. Esas son las cosas que a mí me gustan, realmente.
Amaury. Bueno, ya estoy en Angelito y entonces voy a irme todavía más atrás, voy a ir a San Antonio (de los Baños). Pero voy a llegar a San Antonio a través de los ojos de Malva, de tu hija más pequeña. Un día, y tú lo recordarás, o espero que lo recuerdes. Salíamos de casa de Sergio Vitier, de un cumpleaños de Sergio, y nos fuimos a San Antonio. Tú quisiste que pasáramos por San Antonio, y en un momento determinado, yo quise…
Silvio. …¿Veníamos de Huachinango?
Amaury. Sí, y yo te dije que me enseñaras la casa donde tú habías nacido y nos paramos en la puerta y, Malva, que era muy chiquitica me dijo: ¿Y aquí nació mi papá? Como sorprendida porque es una casa de madera, una casa muy, muy humilde, y yo quiero que tú me hables de cómo fue tu vida, tu niñez, en San Antonio.
Silvio. Yo salí de San Antonio con cinco años. No tengo mucha memoria, tengo un poquito, pero todo dentro de la casa. No pude conocer el pueblo. Recuerdo haber ido al cine cuando muy chiquito, porque mi mamá me llevaba. Pero la gran memoria que yo tengo de mi pueblo es de cuando muchachito, que estaba en una escuelita, vivía en casa de una tía con un primo hermano y dos primas hermanas. Había un perro en la casa, y vivíamos al borde del pueblo, o sea, ya cuando empieza el bosque, el río.
Amaury. ¿Entonces no fue la casa que vimos aquel día?
Silvio. No, yo no recuerdo, Amaury, cuál casa fue la que yo te enseñé. Debe haber sido, a lo mejor, la casa en la que yo viví en esa época, es muy probable. ¿Era una casa que hacía esquina?
Amaury. ¡Sí, hacía esquina!
Silvio. Sí, esa es la casa donde yo viví esos años, como de los 10 a los 11, o a los 12 años. Y fue cuando aprendí a nadar, cuando me fugaba para el río, cuando andaba con un perro. Cuando empecé a conocer el monte, a buscar nidos de pájaros o a meterme en cuevas. En fin, cuando empecé a mataperrear, como quién dice, ¿no? Porque mientras viví en La Habana no podía mataperrear mucho, porque no se podía salir a la calle, estaban los carros y ese tipo de cosas. Cuando estaba en San Antonio, era como la libertad.
Amaury. Tú consideras a San Antonio el lugar esencial para ti, no solo en tu vida, sino en tus canciones.
Silvio. Sí, porque tengo memoria, la primera vez que vi a un hombre muerto, por ejemplo, lo vi en San Antonio y ya de paso puedes introducir la pregunta sobre la muerte.
Amaury. ¿Por qué tú sabes que venía?
Silvio. Porque te conozco, Amaury. Empezaste preguntándome si era triste y todas esas cosas.
Amaury. (risas) No, pero esa no te le imaginaste.
Silvio. Ya, ya, ya. Entonces, la primera persona que yo vi muerta fue Narciso, “el mocho”.
Amaury. El del Papalote.
Silvio. El de “El Papalote”, el personaje de “El Papalote”. O sea, todas esas memorias… La cosa de andar con un perro, de tener un perro amigo, eso es una cosa importantísima para un niño, Amaury. Uno en gran medida conoce la amistad, la fidelidad, la intimidad, el cariño hacia otro ser, a través de los animales. Por lo menos a mí me llegó mucho a través de mi relación con los animales, con los perros, con los gatos, con una vaca, con un caballo, con cualquier animal. Me fascinaban, siempre me gustaron mucho los animales. Los pájaros, los pájaros me fascinaban, siempre me han gustado mucho los pájaros. Es probable que yo hubiera dado, quizás, un buen biólogo, ¿no?
Amaury. Un naturalista.
Silvio. Algo así. Tengo un amigo, Giraldo Alayón, que es biólogo, eminente, además, pero ese vivió toda su vida en San Antonio. A lo mejor si yo me llego a quedar en San Antonio, hubiera dado algo así como un científico.
Amaury. Sí, pero a lo mejor si te hubieras quedado en San Antonio no hubieras dado las canciones que has escrito.
Silvio. A lo mejor las hubiera dado mejores.
Amaury. Es que el hubiera sabemos que no existe. Pasó lo que pasó y no voy a ir a la pregunta de la muerte. Voy a preguntarte: ¿cuando recuerdas al niño, a aquel niño, Silvio, en San Antonio, tú te recuerdas mala cabeza? Porque después fuiste un joven mala cabeza. Cuando yo te conocí eras joven y eras mala cabeza.
Silvio. No, yo no fui un niño mala cabeza. Yo hice cosas normales que hacen los niños. Me fugaba de la escuela y me iba al río a bañarme, aprendí a nadar ahí en el río y bastantes palos que cogí por meterme en el río. (risas)
Amaury. ¿Y pasaste sustos?
Silvio. Tú puedes creer que no, chico.
Amaury. ¿No te pasó nunca nada?
Silvio. Jamás me pasó nada desagradable.
Amaury. ¿Y quién te daba los palos, Argelia, tu mamá?
Silvio. Sí. (risas)
Amaury. No me la imagino, no me imagino a Argelia dándote palos.
Silvio. Ya, ya. No, yo tampoco. (risas)
Amaury. (risas) Oye, voy a una pregunta que me sugirió Petí. Qué difícil debe ser -te pregunto-, ¿es difícil que tomen en serio todo lo que tú digas?
Silvio. Sobre todo siendo de San Antonio, que es un pueblo que le llaman además, San Antonio del Humor, ¿no?, que ha dado tantos humoristas y que se caracteriza por dar personas de buen humor y gente desenfadada. Yo no sé realmente… eso es alguna gente, porque yo, a mí mismo no me tomo tan en serio, Amaury.
Amaury. Sí, pero yo he estado presente, bueno, durante los últimos cuarenta y tantos años que nos conocemos, y desde siempre te tomaban en serio. Tomaban literalmente todo lo que tú decías y eso provocó más de un equívoco.
Silvio. Bastantes, bastantes.
Amaury. Conmigo recuerdo uno, por ejemplo.
Silvio. Es terrible, porque que te tomen así al pie de la letra, es terrible… y con lo que me gusta a mí la metáfora.
Amaury. Bueno, eso ya lo sabemos. Ahora, ¿tú te consideras bueno haciendo chistes?
Silvio. No, ¡malísimo!. Yo soy un incomprendido haciendo chistes, profundamente incomprendido. A veces he tratado de hacer un chiste, incluso, al público, a la gente, y se ha transformado en un hito de mi leyenda negra. Sí, sí, sí, terrible, terrible.
Amaury. ¿Por qué tú crees que mucha gente, y puedo decir que los que no te conocen bien -esa es una acotación mía-, te considera un tipo difícil? ¿Por qué?
Silvio. A lo mejor es por eso mismo, porque me toman demasiado en serio.
Amaury. Háblame de tus hermanas.
Silvio. Mis hermanas. Mary, María de los Ángeles. Me acuerdo el día que nació perfectamente. El otro día estaba hablándolo con Niurka, rememorando el día en que nació Mary. Me acuerdo que mi abuela me estaba durmiendo, mi abuela paterna, en su casa que era como a una cuadra de la nuestra, y llegó mi tío Angelito y me dijo: vamos para que conozcas a tu hermanita, y fui para allí, y vi la cosita aquella chiquitica, así era Mary, a quien ya caballerosamente le había cedido mi cuna, que quedaba al lado de la cama de mis padres, y entonces a mí me pusieron en una camita en la sala. Pero bueno, ya eso era una cosa que estaba decidida desde antes que ella naciera.
Mi hermana Anabell, la gran voz de la familia, la única voz, se pudiera decir, de la familia.
Amaury. No hay que exagerar, pero bueno.
Silvio. Me acuerdo también cuando nació. Recuerdo que era asmática cuando niña. Cuando yo llegaba del Ejército, venía a veces, cada quince días o algo así, me pasaba una sola noche en La Habana, y a veces esa noche me la pasaba con ella cargada. Y tuvo asma hasta los 7 años. A los 7 años se hizo un tratamiento con unas vacunas y se le quitó.
Amaury. No se le nota.
Silvio. Se le quitó, se le quitó. Bueno, esas son mis hermanas.
Amaury. Tú eres una persona hasta dónde sé agnóstica. ¿Tú estás adscripto a alguna religión?
Silvio. ¿Religión?, no.
Amaury. Sin embargo, hablas mucho de ángeles en tus canciones.
Silvio. Sí, pero bueno, tú sabes que eso es parte de la cultura del hombre.
Amaury. Recuerdo unas cuantas, Ángel para un final, no solo Cita con ángeles, que es tan conocida.
Silvio. Ohhh, muchas, muchas canciones mías hablan de ángeles.
Amaury. Y ahí sí viene la pregunta de la muerte. Porque además de los ángeles, la muerte aparece mucho en tus canciones.
Silvio. Sí, en fin, es algo que nos pasa. Es como empezar a crecer. Uno empieza a crecer el día que se da cuenta de que todos nos morimos.
Amaury. Sí, pero ahí vendría la contra pregunta entonces, y esos ángeles, ¿qué son, los ángeles guardianes?
Silvio. Los ángeles son un símbolo, no hay que detenerse en el angelito con las alitas…
Amaury. …No, no. Son como esos espejos de uno.
Silvio. …sino en las casualidades y causalidades de la vida, que hacen que las cosas pasen o que no pasen ¿te das cuenta?
Amaury. Hablaba de eso.
Silvio. Hablando de causalidades y “Causas y Azares”, está esa canción también, que no habla de ángeles pero es como si hablara de ángeles también.
Amaury. Cuando yo te llamé, debo decir que a la primera persona que llamé para este programa, cuando era un proyecto, fue a ti, no estoy mintiendo con eso, y tú lo sabes. Fuiste la primera persona a quien llamé.
Silvio. Y yo te recomendé que invitaras como a cuatro o cinco gentes.
Amaury. Sí.
Silvio. He visto a algunos en el programa.
Amaury. Casi todos los que me recomendaste han estado.
Silvio. Casi todos.
Amaury. En realidad, me faltaron, creo, que dos jóvenes que me recomendaste, pero los demás, todos, han estado.
Silvio. Te van a preguntar seguro quiénes eran, en el blog que ustedes tienen.
Amaury. No, que lo pregunten, yo no lo voy a responder porque no lo recuerdo. Sin embargo, ha resultado que has venido al último programa de la serie. Te llamé para el primero y al final resultó que terminaste viniendo al último. Y es curioso, porque antes que yo hiciera este programa de televisión, este y el anterior, tú habías tenido un programa en televisión, “Mientras tanto”, donde tú, no solo cantabas, sino también hacías entrevistas, preguntabas, leías poemas, yo lo recuerdo bien. ¿Por qué ha sido tu reticencia en los últimos años, tanto en Cuba como fuera de Cuba, a hacer televisión?
Silvio. Supongo porque la hice bastante. Empecé por la televisión, como todo el mundo sabe. O sea, no me fue tan mal; porque la televisión te salva o te embarca, una de dos.
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