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soyquiensoy (Ricardo R. González)

«Con 2 que se quieran» Frank Fernández (Parte I)

«Con 2 que se quieran» Frank Fernández (Parte I)

“El pánico tiene ojos grandes”

Amaury Pérez. Buenas noches, estamos en “Con 2 que se quieran”, en el corazón de Centro Habana, en el barrio de Lezama, en los legendarios Estudios del ICAIC. Hoy nos acompaña, llenando de luz este espacio, este escenario, un hombre extraordinario, uno de los más grandes pianistas que ha dado la historia de nuestro país. Uno de los compositores más inspirados, uno de los amigos más queridos yentregados, uno de los más valientes, el maestro Frank Fernández. Gracias, Frank, buenas noches.

Frank Fernández. Es un placer.

Amaury Pérez. Yo quería empezar con una pregunta que puede sonar un poco ambigua. El maestro Ennio Morricone hace una separación muy clara entre la música absoluta, que es la música que hace el compositor para sí mismo, para desarrollar su obra, y la música aplicada, que es la música que se hace para una imagen, o para un arreglo.

Como usted, me voy a permitir tratarlo de usted, si quiere, y si no de tú, por la confianza que nos tenemos.

Frank Fernández. Tú, todo el mundo sabe que somos amigos.

Amaury Pérez. Sí, todo el mundo lo sabe. Bueno, tú que has trabajado en todos esos mundos. ¿Reconoces que hay una diferencia muy marcada entre esa música absoluta que decía Morricone y la música aplicada o hay un punto en que pueden converger?

Frank Fernández. Primero, nunca había meditado sobre ese aspecto. Hace muchos años, desde que yo tengo uso de razón, se habla de la música pura, ahora tú dices el término…

Amaury Pérez. Absoluta.

Frank Fernández. Absoluta, de Ennio Morricone, de la música por encargo, de la música incidental, de la música para oírla en momentos donde tiene un sentido utilitario. Yo creo que la música en líneas generales, es una sola. Creo que casi todos los compositores tienen una estrecha vinculación con su música que los ciega.

De hecho, desde Tchaikovsky, con el odio que le tenía a “Cascanueces” y al “Lago”, Cervantes, por citar a uno de los grandes nuestros, que decía que sus danzas para piano no eran para tocar en conciertos y resulta que nadie se acuerda de lo que él hizo para tocar en conciertos.

Y creo que podemos colocar también a Ennio Morricone, con todo el respeto y la admiración que él me merece, porque aunque la fama de una obra no justifique en absoluto su calidad, en el 95 por ciento de los casos, las obras que tienen calidad se hacen famosas.

A mí me parece que la música para cine, la música para medios audiovisuales, obliga al compositor a crear con mayor imaginación que cuando haces música absoluta.

Amaury Pérez. En un momento determinado hablaste de por qué una persona es más famosa y eso me lleva a otra pregunta: Porque tú eres famoso, pero además, eres popular y además, eres querido ¿Cómo se puede combinar todo eso?

Porque yo he estado en tus conciertos en Cuba y fuera de Cuba, e incluso los que no te conocen personalmente, terminan llorando, abrazándote y sintiéndose amigos tuyos siendo del público. ¿Cómo se pueden manejar esas tres cosas?, ser querido, ser famoso y además ser popular, incluso para el que no conoce demasiado la obra de Chopin, de Rachmaninov o de Tchaikovsky. ¿Cómo tú manejas eso?

Frank Fernández. Yo no creo que sea un músico famoso. Creo que soy un músico de mucho prestigio, no soy tan famoso. A veces el prestigio y la fama tienen su contradicción, y el precio de la fama es en muchos casos muy prostibulario, por usar una palabra elegante en este programa.

Yo sí sé que soy muy querido, sobre todo por mi pueblo, y me siento muy orgulloso de eso. Dijiste otra tercera cosa que no recuerdo ahora.

Amaury Pérez. Hablé de popularidad.

Frank Fernández. Eso está muy cerca de la fama.

Amaury Pérez. Es que quizás ningún músico cubano de concierto sea tan popular como Frank Fernández.

Frank Fernández. Considero que eso sí es cierto, aunque dicho sin modestia, se debe a que realmente yo amo profundamente la música popular. La música popular tiene una gran poesía, la verdadera y buena música popular.

Yo recuerdo que Mirta Aguirre, hablando de la Trova Tradicional, ella me decía, refiriéndose a los textos que ahí había una poética de oro que todavía estaba por reivindicar. Y me parece que ese amor y ese respeto que yo he tenido para la música popular, y que se ha manifestado no sólo en haber compartido con grandes músicos populares, haber producido discos a grandes músicos populares, haber hecho arreglos a grandes músicos populares, sino también en una actitud personal de amor, la gente la capta.

Entonces yo llego a Mayarí y está Pachi Naranjo tocando y Cándido Fabré improvisando, en la época en que Cándido Fabré y Pachi Naranjo…

Amaury Pérez. Trabajaban juntos.

Frank Fernández. Y apenas yo pongo la mano en el piano, Cándido Fabré se vira y empieza 45 minutos de improvisación junto conmigo y el pueblo de Mayarí a dar gritos y alaridos de alegría.

Esas son cosas que, primero, si tú me propones hacerla, yo no soy capaz. Quizás Cándido que es un improvisador realmente.

Amaury Pérez. ¡Asombroso!

Frank Fernández. Extraordinario, muy fuera de lo normal. Lo pudiera repetir pero yo creo que esas cosas… No había una cámara, no había un micrófono, o sea, uno no estaba trabajando para la popularidad. Yo me estaba dando un placer estético y espiritual extraordinario.

Amaury Pérez. Ahora hablaste de Mayarí y todo el mundo en Cuba sabe que tú eres de Mayarí. Pero, ¿de Mayarí Arriba, de Mayarí Abajo? Nunca has hablado mucho de Mayarí en detalle.

Frank Fernández. Yo tengo mucha discrepancia con ese Mayarí Arriba y Mayarí Abajo, hasta con grandes amigos importantes.

Amaury Pérez. De uno de esos amigos importantes vino la pregunta.

Frank Fernández. En una ocasión le dije a uno de esos amigos importantes, que hubiera preferido que hubiese nacido en Mayarí Arriba y combatido en Mayarí Abajo. De hecho me tienen trabajando para Mayarí Arriba, mi música está en el Mausoleo y en muchas cosas de las que me siento orgulloso.

Y el pobre Mayarí Abajo, hay que ponerle un poco de maquillaje mucho más fuerte que el que nos pusieron a ti y a mí. Existía, Amaury, de verdad, existía Mayarí y cuando Compay Segundo hace su canción, él no dice: ¡Voy para Mayarí Abajo!

Amaury Pérez. ¡De Alto Cedro voy para Marcané!

Frank Fernández. De Alto Cedro voy para Marcané, llego a Cueto, voy para Mayarí Abajo, no, no. Voy para Mayarí. Mayarí Arriba eran cuatro casas. Entonces yo soy de Mayarí, Oriente, que ahora es de Holguín y vivo muy orgulloso de eso además.

Amaury Pérez. Y cómo era el niño Frank, el niño de Mayarí. ¿Cómo se desenvolvía, cómo era tu familia, tu papá, tu mamá?

Frank Fernández. Ahí hay cosas muy contradictorias. Yo me escapaba para ir al río, por ejemplo, el río Mayarí bordeaba toda la calle Leite Vidal, dicen que Mayarí era un pueblo con una sola calle, no es cierto, tenía tres.

Como era un pueblo tan antiguo, el primer asentamiento aborigen de Cuba al decir de Núñez Jiménez, lógicamente no había acueducto, y pues estaba al lado del río y los pobladores iban a tomar el agua de ahí.

Entonces yo iba a ese río, que para mí era la felicidad, para mí era la libertad. Me escapaba de la escuela y me encantaba bañarme en el río. Ese era y sigue siendo uno de los recuerdos más alegres, más felices de toda mi vida.

Pero también allí, a los 6 años, perdí a mi mamá. Ahora perdí hasta la casa, porque se quemó, hicieron un busto muy lindo la gente de Mayarí, que se lo agradezco.

No tener madre es algo muy terrible, entonces mi niñez fue muy feliz mientras yo no fui consciente de esa soledad.

A partir de la conciencia de lo que es no saber lo que es una madre, qué es el cariño de una madre, mi adolescencia empezó a tornarse terrible, angustiosa y yo creo que todas mis malas pulgas, que hay quien dice que soy un pesado, que tengo un carácter un poco duro, quizás a veces sea cierto, se deben a esa falta de cariño, a esa búsqueda.

Igual que un niño chiquitico cuando empieza a llorar y lo que está pidiendo es amor, pues quizás yo también. No estoy justificando mis problemas de carácter, si es que existen.

Mi niñez se desenvolvió en la academia de mi madre, donde empecé a tocar el piano muy temprano, de oído, a los cuatro años, según me cuentan. Pero se desenvolvió también en la casa de Martín Meléndez, que era el director de la Banda Municipal, y allí conocí a Sindo Garay, allí conocí a Manuel Corona, allí conocí los boleros de Pepe Sánchez.

Allí comencé a hacer segunda voz de oído y como era tan niño, gracias a Dios, no sabía que aquello era popular y que lo que sonaba en mi casa era culto, o clásico.

En mi casa se tocaba Mozart, Shumann, Liszt que era lo que enseñaba mi madre; y en casa de Martín se tocaban otras maravillas, que yo no sabía que eran populares, que era Perla Marina, Mercedes, Santa Cecilia, Longina…

Allí conocí a Cueto, a Miguel Matamoros y pienso que está todo muy ligado, porque saliste de, o salimos juntos en la conversación de la popularidad y caímos en mi pueblo.

Creo que si algo importante tiene Mayarí en ese cariño que me tiene la gente, es que no me ha hecho perder nunca, con la conciencia de que yo puedo ser un gran músico, puedo ser, incluso para algunos, un gran pianista, pero desde el punto de vista personal, yo no soy más importante que ninguno de los compañeros que están aquí.

Por eso cuando llego a los lugares saludo. Alguien me dijo un día: ¿Por qué saludas a todo el mundo? Y le contesté, porque todo el mundo es muy importante.

Amaury Pérez. De todas maneras no voy a formar parte del coro de las personas que hablan de tu comportamiento social. Que si eres malcriado, que si eres muy exigente. No voy a meterme en eso.

Pero sí soy testigo de que eres muy riguroso, extremadamente riguroso y disciplinado y, disciplinante, no sé siquiera si existe el vocablo. Lo he sentido en carne propia. ¿Eso es una cosa que también proviene de tu niñez, de tu familia, de tu infancia o es una cosa que los años, los avatares del destino, y los golpes que has sufrido te enseñaron que ser riguroso, que ser disciplinado y ser ejemplarizante en algunos momentos y, ejemplar, lleva a las personas al éxito?

Frank Fernández. Otra pregunta que tampoco sé exactamente, Amaury, cómo contestártela, pero pensando en la pregunta, creo que desde los primeros momentos tiene que haber habido una influencia en cuanto al respeto al trabajo.

Porque mi madre, lo poquito que yo recuerdo de ella, se levantaba muy temprano, iba a la iglesia, era la organista de la iglesia, venía, limpiaba la casa y como a las nueve de la mañana, nueve y media, empezaban a llegar sus alumnos.

Yo tuve la suerte, siempre he tenido la suerte de tener gente a mi lado muy valiosa y nadie logra nada importante sin sudoración, sin un gran rigor. Y cualquier cosa fácil, realmente nunca llega a ser importante.

Amaury Pérez. ¿Cuánto trabajo te costó salir de Mayarí y llegar a La Habana?

Frank Fernández. En primer lugar, el conflicto fue que me dejaron venir a La Habana para estudiar comercio, y yo no sabía cómo me iba a zafar de eso, ¿Por qué me costó mucho trabajo? Porque tenía en mi interior la certeza de que yo nada más podía ser músico. Pero negocié con mi padre que venía a La Habana a estudiar comercio.

Me dijo: yo te retiro el estipendio y tú, o vienes a Mayarí o te las arreglas porque no voy a colaborar con tu desgracia. Me dio la gran ayuda de que tuve que trabajar para comer.

Amaury Pérez. ¿Dónde?

Frank Fernández. Empecé a trabajar en lugares como el lobby del Hotel Saint John’s. Imagínate, que allí compartía con José Antonio Méndez, con César Portillo de la Luz. Con Ella O’Farril y yo con 14, 15 años.

Llegaba de pronto Elena Burke o llegaba Omara Portuondo y en un año y cuatro meses que estuve trabajando en la música popular, llegué a ser acompañante de Elena Burke en el Karachi. Y compartía con René Cabell.

Amaury Pérez. ¡El gran tenor!

Frank Fernández. A las cinco de la tarde, había un negrito, chiquito, cabezón; yo trabajaba con Elena hasta las tres de la mañana y me iba a las cinco para oír al negro chiquito cabezón, que le decían Bola de Nieve, y del cual aprendí muchísimo.

Esa dificultad de poderme quedar en La Habana, ese poder salir de Mayarí, se convirtió en uno de los pilares fundamentales de mi carrera, de mi vida profesional porque aquello, más que un medio de vida se convirtió en una escuela.

Amaury Pérez. ¿Y el encuentro con Margot Rojas cuándo fue?

Frank Fernández. Yo dije: ¿dónde está la mejor maestra de piano? Y alguien, que tenía su criterio personal, no quiere decir que no había otras lumbreras como Pérez Sentenat, como Olga de Blanck, Gisela Hernández, Ángela Quintana, que también daban clases. Pero el prestigio de Margot Rojas era enorme, porque había sido alumna de Lambert, un alumno de Frank Liszt y era como tener una transmisión con el siglo XIX. Margot era una nieta de Liszt, musicalmente hablando.

Fui a verla y Margot me dijo: “Tienes mucho talento, pero si no dejas la música popular, no te doy clases.” Cosa que he pensado mucho, porque Margot respetaba mucho la música popular. Creo que Margot nunca dijo esa frase basada en ningún problema estético, ni siquiera técnico, creo que lo dijo desde el punto de vista social. Desgraciadamente ese tipo de expresión musical, se desarrolla por las noches.

Amaury Pérez. ¡Claro!

Frank Fernández. Está ligado el trago y el rigor está muy lejos de eso. Porque recuerdo que estudiaba muchas veces para tocar mejor, y si no iba al lugar un amigo o una amiga mía, apenas me aplaudían. Fíjate las claques, que así le llaman, existen desde la época de Liszt.

Hay una anécdota de Frank Liszt, considerado, por si acaso hay algún televidente que no lo sabe, yo sé que tú sí, el más grande pianista del siglo XIX, el más grande del mundo, y tenía su claque. Dicen que la claque de Liszt, era una viejita que cuando él empezaba a tocar, tocaba con mucha velocidad y llegaba un momento que la velocidad no le podía permitir tocar limpio, tocar bien, y la vejita, después de varios suspiros, se desmayaba. Al desmayarse la viejita, Liszt dejaba de tocar en el momento en que se iba a equivocar y socorría a aquella señora, lo cual provocaba una ovación aún mayor. Esto me lo contaron en Moscú, una nieta de Rachmaninov, y un un día, como él realmente era muy bueno, a la viejita se le olvidó desmayarse y entonces el que se desmayó fue Liszt. Pero la verdad es que las claques funcionan.

Uno de los aspectos a los que yo creo que Margot le hizo rechazo, fue a esa trasnochada, a esa falta de rigor, a esa falta, a veces, de valoración. No se va a escuchar música a esos lugares, no pagan una entrada para ir a escuchar música, pagan una entrada para enamorar, para distraerse, para emborracharse, y de paso por ahí está un pianista o un cantante o un guitarrista, que te hacen cositas dulces al oído que te pueden ayudar.

Amaury Pérez. Hablaste de Moscú ¿Cómo llega el estudiante de piano a Moscú y después llega a ser el primer pianista cubano que toca en el gran Conservatorio Tchaikovsky de Moscú?

Frank Fernández. Por Margot Rojas. Porque cuando Margot me hace ese planteamiento, más las experiencias de tipo social que te acabo de explicar, decidí volver a Mayarí, para luchar por conquistar a Margot y me puse a dirigir un coro de aficionados en Nicaro y Mayarí, esperando la primera oportunidad para volver a La Habana, para no tener que mantenerme económicamente de la música de los cabarets y de los clubes. Y lo logré cuando vino un director, Henry Mozzer. Como yo dirigía un coro, vine como alumno oyente, terminé en los primeros lugares de los alumnos oyentes, y con esas características que hacen los maestros en esos cursos, Mozzer escribió: Frank Fernández puede ser un gran director de coro, pero mejor pianista.

Entonces, como siempre o casi siempre pasa, como lo dijo un extranjero todo el mundo lo creyó, y me dejaron trabajar en el Amadeo Roldán de profesor asistente de Manuel Ochoa, el director del coro.  O sea, yo era alumno-profesor y Margot entonces me admitió en su clase.

Seis años después, en un concurso UNEAC pude ganar el Primer Premio, a pesar de ser el único concursante que no tenía un instrumento. Y el premio fue: tocar con la Sinfónica Nacional y 300 pesos, pero 300 pesos del año 66.

Amaury Pérez. ¡Era mucho dinero!

Frank Fernández. Muchísimo. Pero lo más grande, lo que sí fue muchísimo, es que era una beca en el Conservatorio de Tchaikovsky de Moscú. En ese momento y yo creo que hasta hoy dia, las dos cúspides del piano, eran la Juilliard de Nueva York y el Conservatorio de Moscú.

Y a Moscú pude llegar y pude encontrar al maestro y gran pianista, Víctor Merzhanov, que por suerte, había estado en Cuba como jurado del concurso y me admitió en su clase.

Amaury Pérez. ¿Cuántos años fue tu profesor?

Frank Fernández. Cinco años y medio

Amaury Pérez. ¿Y cuándo regresas a Moscú a dar un concierto en el mismo Conservatorio donde recibiste clases? Creo que más nadie lo ha hecho.

Frank Fernández. Yo la fecha no la recuerdo exactamente.

Amaury Pérez. Más o menos.

Frank Fernández. He estado ya cerca de diez o quince veces, de las cuales cinco o seis he tocado en la gran sala del Conservatorio, una de las seis mejores acústicas del mundo, y yo no conozco ningún otro cubano que haya tocado tantas veces. Considero que eso es un premio que me ha dado la vida.

Amaury Pérez. Pero la sensación de la primera vez, esa sí debes recordarla.

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