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Por la esperanza del mundo

Por la esperanza del mundo

La doctora Idalis Álvarez González (en el centro) y la enfermera Yudit Pérez Mallé observan a la pequeña Erika Lucía y se interesan por su estado, junto al doctor Oscar Armando Fernández Alegret, vicedirector del Hospital Pediátrico, en visita de supervisión a un colectivo que incide en la disminución de la tasa de mortalidad infantil. 

Cuando Cuba habla de potenciar la calidad del servicio, el ahorro, el uso eficiente de los recursos y la eliminación de gastos innecesarios en la Salud, existe un colectivo que tiene estos lineamientos como cartilla diaria.

Por Ricardo R. González

Foto: Carlos Rodríguez Torres

Erika Lucía Pérez Ramírez llegó a este mundo hace apenas cinco días. Por contratiempos de salud ocupa uno de los cubículos de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) perteneciente al hospital pediátrico José Luis Miranda, de Santa Clara, y mientras permanece en su incubadora, la abuela María Esther Cabrera Alfonso la contempla, y no encuentra palabras para agradecer lo que edifica todo un colectivo a favor de su nieta.

Son de esos hombres y mujeres vestidos con atuendos verdes, pero de carne y hueso. Cubanos que sienten y padecen ante la inocencia de esas criaturas, con idénticas dificultades y penurias en su vida personal, pero que no renuncian a los sueños en el largo camino de hacer por la vida aunque a veces parezca imposible.

Una premisa les caracteriza: no hay nada más importante que un niño, y en ese afán desmedido entregan más de un 90 % de sobrevivencia ante casos de extrema gravedad que imponen desvelos y seguimiento.

Tampoco escapan del férreo bloqueo llamado a la práctica de malabares para solucionar el complejo rompecabezas de un fármaco, reactivo o una prueba diagnóstica dirigida a algunos de esos 40 a 55 pacientes que ocupan, cada mes, una de las 12 camas.

Una unidad de referencia en la región central para la cirugía pediátrica neonatal, la neurocirugía, ante procesos sépticos o infecciosos, en portadores de afecciones sanguíneas malignas, y politraumatizados a causa de diversos tipos de accidentes cuya frecuencia se ha incrementado, sobremanera, respecto a otros tiempos.

La doctora Idalis Álvarez González, jefa de la UCI, y la enfermera Yudit Pérez Mallé, al frente de sus colegas de profesión, consideran que el hecho de devolverles a las familias la vitalidad de un pequeño resta el vicio de mirar las manecillas de un reloj en busca de que llegue el final de la jornada, o de pensar en qué se retorna a la casa cuando una parte de sus trabajadores reside en otros municipios.

Así se explica el por qué los doctores Yoandra Acevedo y Luis Enrique Rovira, junto a la enfermera Lisandra Gómez desafiaron la madrugada más fría que ha tenido Cuba durante las últimas cinco décadas para ir en busca de dos niños que, en estado crítico, aguardaban en Vueltas y en Caibarién.

Denota, también, las razones del galeno William González Lizardo para efectuar un estudio de costos hospitalarios. Y sepa que un solo día de estancia en la sala le cuesta al Estado cubano entre 400 y 500 pesos dentro del múltiple abanico de precios subsidiados, y de 2 mil 500 a 3 mil dólares, en dependencia de la gravedad y requerimientos de cada caso.

Sin embargo, a ese familiar preocupado y al tanto de la evolución del retoño no le cuesta ni un centavo.

Y reafirma, a la vez, el uso racional de equipos de alta tecnología, como los monitores de ventilación valorados en 5 mil «billetes duros» por cada unidad, en un país tercermundista que se impone por los corazones de titanes.

Proezas incontables forman el día a día de este colectivo que reduce el índice de infecciones intrahospitalarias al nivel de potencias altamente desarrolladas gracias a la obra de jóvenes y experimentados unidos por la sabiduría y esa dosis desbordada de humanitarismo en función de la esperanza del mundo.

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