El día a día de María Teresa
Por Ricardo R. González
Foto: Ramón Barreras Valdés
No ve la vida en rosa ni tampoco presume de supermujer, pero le sabe varios secretos a los surcos porque se ha criado entre el aire puro y la sabiduría natural de la campiña quemadense.
Obviemos cuántos años hace que vino al mundo. Lo cierto es que María Teresa Milián López, anda y desanda por los parajes de la UBPC Grito de Yara, allá en la zona de Lutgardita, donde 37,42 caballerías de la entidad cuentan con las huellas «teresianas».
«Por suerte, quienes dirigen me han dado posibilidades. Desconozco lo que llaman machismo en lo laboral, y fíjate que casi la mitad de los 204 integrantes de la unidad somos mujeres. Ahí tienes a Fernando Acebo, el guía titular de la UBPC, a Lazarito López, su administrador, o a Félix Rivero, el jefe de producción, todos de la junta ejecutiva, que oyen y razonan sin caprichos, y cualquier acuerdo resulta como tiro a la diana para bien de la colectividad.»
Aunque las robustas plantaciones de plátano constituyen el peso de los cultivos, también por los campos aparece la yuca, el boniato, los frijoles, o la atención a la ganadería porcina, ovina, caprina y aviar.
«¿Te gustan las frutas —sorprende María Teresa—, pues si vas más para allá, y cruzas aquel caminito encontrarás una finca de frutales…»
Y dicen que el mango y el aguacate llevan la voz cantante…
«Ellos cantan, pero no me dejes atrás a la fruta bomba, el limón, el anón, y estamos ensayando hasta con el coco.
Sin embargo, la vida de María Teresa ha cambiado desde fines del pasado año cuando llegó a esas tierras la primera máquina de riego en pivote, y la «Grito de Yara» resultó abanderada para su bienvenida.
«Aquello fue un acontecimiento. Yo miraba como se armaba y decía: madre mía… daremos en el clavo… En unos 25 días se concluyó, y en verdad, no sé que parece… Un armatoste que ocupa todo un campo y resulta un enorme fantasma de noche, pero eliminó el serio problema que teníamos anteriormente para regar gran parte de nuestros cultivos.»
María Teresa no se quedó en guardarraya, quiso ir más allá, y lo logró.
«Estaban capacitando al personal que laboraría en la maquinaría. Algo moderno comandado a través de pizarras electrónicas. Confieso que la electricidad no es amiga mía, mas aquellos bombillos rojos y verdes me llamaban la atención.»
¿Y qué pasó después?
«Un día me decidía y otro no. Hasta que asumí el proceso de capacitación. Al principio sentí cierto temor, lo reconozco. Poco a poco vencí, y ahora me parece fácil. Combino mis labores de turbinera con la de operadora auxiliar de la máquina. Ya tengo tres décadas de trabajo, y jamás pensé en dominar este adelanto. Es como una nueva era para Quemado de Güines porque fue nuestra UBPC la primera entidad en recibirla, y también hay otro andamiaje ubicado en la granja Güines, y en mi caso... la primera mujer del terruño en hacer míos esas lucecitas que no se pueden apagar.»
Con Jorge Félix Jiménez, su compañero de labores, existe la mejor compenetración.
«El curso que pasé en la propia unidad me ayudó a apoyarlo en las operaciones del equipo. Desde mi casita de la turbina hasta donde radica el pivote o núcleo central del equipo hay una distancia considerable. Cada paso es inviolable, por lo que hemos creado un mecanismo, mediante el empleo de banderas de diferentes colores, que identifican las tareas a realizar.»
Como cualquier residente en el archipiélago, esta mujer tiene limitantes y penurias en ese rompecabezas que conforma el día a día del hogar, la familia y el trabajo. Sufre, como todos, las agonías del transporte si en algún momento decide trasladarse desde la remota Lutgardita a la cabecera municipal, y también padece del déficit de múltiples renglones que laceran la cotidianeidad.
Sin embargo, es cubana, y rechaza calumnias tejidas desde el más allá. María Teresa Milián no necesita escribir un diario porque cada jornada comienza cuando el cantío del gallo le indica un levántate y anda, pues producir alimentos requiere de gentes que hagan por la vida y pongan sus riquezas espirituales de cara al sol.
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